lunes, 18 de octubre de 2010

7.10.2010
IGLESIA DE LAICOS
Ovidio Pérez Morales
“Los signos de los tiempos muestran que el presente milenio será el del protagonismo de los laicos”. Lo dice el Concilio Plenario de Venezuela en su documento sobre El laico católico, al referirse a la participativa y progresiva presencia de éste en la Iglesia.
Esa afirmación conciliar, “pretensiosa”, ciertamente-, pero necesario indicador de renovación de la Iglesia en esta nueva etapa histórica, la hemos recordado bastante el pasado fin de semana en Calabozo, al constituirse allí el Consejo Arquidiocesano de Laicos, organismo orientado a la animación del protagonismo laical.
En la Iglesia se denomina “laico” (o seglar) a la persona integrada a ella por el bautismo. Este sacramento incorpora a quien lo recibe, al Pueblo de Dios, uniéndolo íntimamente a Cristo y haciéndolo partícipe de su misión evangelizadora. Por la fe y el bautismo se es-debe ser “cristiano” (léase “de Cristo”), con todo lo que esto comporta de dignidad y destinación.
La Iglesia está compuesta en su extra grande mayoría por laicos, es decir, por cristianos que tienen como propio, peculiar, su carácter “secular” (término que viene del latín seculum=siglo=mundo). Los laicos, inmersos en lo temporal, están llamados a transformar sus realidades (economía, política, cultura) según los valores humano-cristianos del evangelio. Esto los diferencia de los otros dos sectores de cristianos, que tienen sus correspondientes peculiaridades: el ministerio jerárquico (obispos, presbíteros y diáconos) prestan un especial servicio pastoral a las comunidades cristiana; y la “vida consagrada” (comúnmente, religiosos y religiosas), se caracteriza por una peculiar entrega a Dios y al prójimo.
El Concilio Plenario de Venezuela ha planteado algo que suena bastante extraño y para muchos, escandaloso: la necesidad de que los católicos experimentemos un cambio profundo (conversión) en nuestro modo de concebir e interpretar la Iglesia (=conversión eclesiológica). En efecto, a raíz de la ruptura cristiana del S. XVI, la noción y praxis de Iglesia, que se asumió y robusteció en el campo católico, se polarizó en lo institucional y jerárquico, con marcado acento clericalista; a los laicos se les asignaba un papel fundamentalmente pasivo, como simples destinatarios de la acción pastoral. De allí la identificación espontánea y generalizada: Iglesia= jerarquía, clero.
La noción renovada (genuinamente primitiva) de Iglesia no niega ni podría negar el ministerio jerárquico. Pero lo reubica, lo reinterpreta, como servicio necesario, de institución divina, para que el Pueblo de Dios, en su peregrinar, realice su vocación y ejerza su misión. Una concepción renovada de Iglesia (Eclesiología renovada) mira, subraya, primero lo común, lo que corresponde al conjunto cristiano; luego, sí, lo sectorial o peculiar (ministerial, laical, consagrado).
El cambio de una noción de Iglesia Jerarquía e Institución, a una Iglesia comunión- Pueblo de Dios, habrá de llevar a una praxis pastoral también de comunión. De verdadera participación y corresponsabilidad, en la que unidad no significa homogeneización sino armonización de las peculiaridades sectoriales.
Un cambio de este tipo, con una carga de siglos a cuestas, no se logra de un plumazo, ni por un puro decreto. Exige estudio, meditación; conjugar decisión y paciencia. Razonamiento y oración.
Iglesia de laicos equivale a decir: laicos protagonistas en una Iglesia comunión- Pueblo de Dios.