martes, 13 de noviembre de 2012

LA FE: ENCUENTRO TRANSFORMADOR

8.11.2012 LA FE: ENCUENTRO TRANSFORMADOR Ovidio Pérez Morales Fundamento de la existencia cristiana y de la Iglesia. Así se puede definir la virtud teologal de la fe, que constituye el inicio de una real vida nueva. Nuestro Concilio Plenario en su primer documento, La proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela (PPEV), ofrece un texto muy ilustrativo sobre la fe. De acuerdo con la metodología seguida por el Concilio, el Documento se estructura en tres partes: Ver-Juzgar-Actuar. En la segunda, consistente en una iluminación teológico-pastoral de la realidad nacional en materia de anuncio evangélico, encontramos una sección titulada Jesucristo es la respuesta a los interrogantes y aspiraciones de los hombres; allí se desarrolla el tema de la fe, en una perspectiva que acentúa lo personal-relacional y la dinámica del compromiso creyente. Los textos teológicos y los catecismos hasta los tiempos del Vaticano II al hablar de la fe insistían en su contenido (verdades) y en el motivo de la aceptación del mismo (autoridad de Dios revelante). Veamos, por ejemplo, la siguiente definición:”Fe es el asentimiento que damos a lo que Dios dice, porque sabe y dice lo que es verdad”. Esta noción ciertamente no es errónea, pero sí, pudiéramos decir, es pobre e incompleta. El marco actual de la reflexión teológico-pastoral asume los aportes de corrientes filosóficas como el “personalismo”, que superando consideraciones teñidas de un pensamiento objetivista, demasiado abstracto e intelectualista, subrayan lo existencial, dialogal y proactivo. Veamos, en cambio, cómo el Concilio Plenario entiende la fe. En primer lugar recuerda lo recalcado por Pablo VI en su exhortación Evangelii Nuntiandi de 1975: “el anuncio no adquiere toda su dimensión más que cuando es escuchado, aceptado, y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón. Adhesión a las verdades que en su misericordia el Señor ha revelado, es cierto. Pero más aún, adhesión a la persona de Cristo y al programa de vida -vida en realidad ya transformada- que Él propone. En una palabra, adhesión al reino, es decir, al mundo nuevo, al nuevo estado de cosas, a la nueva manera de ser, de vivir, de vivir juntos, que inaugura el Evangelio” (EN 23). El Concilio Plenario asume, pues, la fe como adhesión cordial a Jesús y su proyecto de vida, es decir, como encuentro, y subraya de inmediato la novedad que acarrea, las exigencias y el compromiso que implica: “El encuentro con Jesús es transformador y exige conversión personal y colectiva. No podemos pretender creer en Jesucristo y vivir en la indiferencia, en la permisividad y sin compromiso alguno. Este encuentro lleva a un compromiso de vida: ‘encontrar a Cristo vivo es aceptar su amor primero, optar por Él, adherirse libremente a su persona y a su proyecto, que es el anuncio y realización del Reino de Dios’(EA 68). Jesucristo es camino de conversión (personal, comunitaria y social), de comunión eclesial y de solidaridad con los más débiles” (PPEV 76). La Conferencia de obispos latinoamericano en Aparecida habría de sintetizar poco después (mayo 2007), en dos términos, lo que la fe hace de los auténticos creyentes: “discípulos-misioneros” de Jesucristo. La fe implica, obviamente, un contenido de verdades y una autoridad que las respalda. Todo esto, sin embargo, no es lo más significativo de ella. La fe es, fundamentalmente, un encuentro, una comunión que se establece con Jesús el Señor y, mediante éste, con Dios el Unitrino. El “Interlocutor Divino” del creyente “no es soledad, sino familia. Dios es comunidad de amor” afirma el Concilio Plenario (PPEV 80). La fe es una comunión incipiente, que habrá de abrirse en esperanza y florecer en caridad, amor. Esto nos hace comprender también cómo se es creyente en-con una comunidad de creyentes, superando así una noción estrecha, individualista de la fe. La proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela es un excelente documento, que los católicos hemos de estudiar, profundizar, meditar y aplicar en nuestro país, en este tiempo declarado por Benedicto XVI como Año de la Fe. Conforma una especie de tronco, en el cual podemos injertar todo lo que de instancias eclesiales continentales y de la Santa Sede nos venga en relación a tan importante acontecimiento. La fe es algo muy vivo y comprometedor. Al fin y al cabo es el inicio, la raíz y el fundamento de la vida cristiana y eclesial.

¿A TIEMPO TODAVÍA DE EVITAR LA TRAGEDIA?

31.10.12 ¿A TIEMPO TODAVÍA DE EVITAR LA TRAGEDIA? Ovidio Pérez Morales Estas líneas quisieran ser un grito-llamada como los que se suelen lanzar ante la proximidad de una catástrofe, que oscila entre lo casi-fatal y lo todavía-evitable. En diciembre 1973 pasé la Navidad en Santiago de Chile. A escasos meses del golpe militar de Pinochet y en medio de los nubarrones de la represión. Como Secretario General del Episcopado Venezolano quería tener información de primera mano y elementos indispensables para un juicio ponderado de una situación que interesaba e interpelaba más allá de sus fronteras. Entre mis entrevistados figuró el Cardenal Raúl Silva Henríquez, Arzobispo de Santiago, quien habría de jugar un papel muy importante en la defensa de los Derechos Humanos durante la dictadura militar El colapso y posterior eliminación del régimen de Allende no fueron nada sorpresivos. Factor decisivo en ello lo constituyeron también sus contradicciones internas y las patentes conspiraciones ad intra de radicales socialistas. Se alimentó así una intolerante política de extrema confrontación. El Arzobispo –me lo dijo con tristeza- trató de mediar en medio de la tormenta para impedir el derrumbe, esperando contra toda esperanza. Pero fue un predicar en el desierto. Las pasiones terminaron en trágica ruptura. Lo demás es historia conocida. En julio del ’79 estuve en Nicaragua, también como Secretario de la CEV – signo reiterado, desde aquel entonces, del interés solidario de nuestra Iglesia por la libertad y desarrollo de pueblos hermanos- para observar la implantación oficial del sandinismo a raíz de la caída de Somoza. Entusiasmo popular, enormes ilusiones en la gran mayoría, sólido apoyo nacional. Sólo la incautación de los bienes de los Somoza (un 40% de la economía) podía desde ya proveer de muy buenos recursos al nuevo régimen. Pensé, como muchos, que el gobierno emergente tenía en las manos, desde el inicio, lo suficiente para un resurgimiento del país, en paz y unidad. ¿Qué pasó? La estrecha ideología privó sobre la realidad, la secta sobre la reconciliación, la exclusión sobre la unidad. Tiempo y recursos se comenzaron a malbaratar en beligerancia. Lo demás es historia conocida. Diciembre 1998 fue para Venezuela conjugación de esperanzas. Todo estaba dado para escribir una nueva etapa del país en pluralismo armónico, que permitiese una alta puntuación en la solución de los problemas, llevando adelante una robusta construcción del país en justicia y libertad. Lo demás es historia conocida. Ante los resultados del 7-0 y la proclamada decisión de profundizar en el socialismo (a la marxista, tipo castrocubano) en un país que se desbarata física y socialmente por los cuatro costados y al cual se le quiere aplicar ortodoxamente un anacrónico proyecto ideológico-político, cabe preguntar: ¿Es aún posible evitar la confrontación que lleve a la tragedia, no propiamente de índole bélica, pero sí de postración material y espiritual del país? ¿Predico en el desierto cuando digo: hay tiempo todavía para evitar una radicalización que impida la re-unión nacional y empuje a los venezolanos a una “guerra fría” interna de terribles consecuencias? La historia es desgraciadamente rica en ejemplos de lo que se hubiese podido y debido hacer y no se hizo. ¿Hay todavía tiempo, en medio de la natural conflictividad del disenso, para la sensatez, el diálogo, la búsqueda de acuerdos, que beneficien a todos y permitan al país crecer como un pueblo pacífico, solidario, fraterno? Yo ruego a Dios por un futuro justo, luminoso, feliz, para Venezuela. Pero con el mazo dando, grito un SOS. El Gobierno, el PSUV y su Líder tienen una fundamental decisión sobre ese futuro de Venezuela; no malgasten esta oportunidad histórica. Y ya que se habla tanto de Bolívar, recuérdese su Ultima Proclama en favor de la unión. El Presidente de la República, Primer Magistrado Nacional, definirá el próximo 10 de enero el fin y sentido de su gestión, en la Asamblea Nacional, ante el país. Sólo me atrevo responsablemente a decirle: todos ganaremos con una paz verdadera, digna; todos perderíamos con la división irreconciliable.

VOTO POR LA PAZ

20.9.12 VOTO POR LA PAZ Ovidio Pérez Morales El 7-0 votaré por la paz de los venezolanos. Recito con frecuencia la Oración de San Francisco, pero de modo especial en estos días, preparatorios de un acontecimiento decisivo para el futuro del país. El verbo que la Oración trae en primera persona del singular, constituye una sentida petición y, al mismo tiempo, un serio compromiso. Invito al lector a rezarla, tal como se la canta en comunidades cristianas: Hazme un instrumento de tu paz/ donde hay odio lleve yo tu amor/ donde hay injuria tu perdón Señor/ donde haya duda fe en ti. Maestro ayúdame a nunca buscar/ querer ser consolado como consolar/ ser comprendido como comprender/ ser amado como yo amar. Hazme un instrumento de tu paz/ que lleve tu esperanza por doquier/ donde haya oscuridad lleve tu luz/ donde haya pena tu gozo Señor. Hazme un instrumento de tu paz/ es perdonando que nos das perdón/ es dando a todos que tú te nos das/muriendo es que volvemos a nacer. En la Biblia, paz aparece con un claro carácter englobante de positividad; dice perfección, plenitud. Lo mejor que en el pueblo de Israel se podía desear a otra persona o a un grupo humano, era la paz, y, por eso, lo generalizado del saludo shalom. Es lo que anuncian los ángeles en Belén y lo que Jesús promete. Es el saludo de la Iglesia en todas las celebraciones litúrgicas. El Altísimo es el “Dios de la paz” (1 Ts 5, 23) y Cristo, el “Príncipe de la paz” (Is 9, 5), que viene a comunicarla como el más preciado don. La paz consiste en la unidad (comunión) con Dios y fraterna, que comienza en este mundo y alcanzará su perfección definitiva en la plenitud celestial del Reino de Dios. Por ello el profeta Isaías describía los tiempos mesiánicos en hermosos términos de paz, los cuales hemos de meditar continuamente para animarnos a ser pacíficos y pacificadores: “Forjarán de sus espadas azadones y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación ni se ejercitarán más en la guerra” (2, 4). “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, y el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá...y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano” (11, 6-18). Paz ha sido el compromiso de gente como Gandhi, ML King y Mandela, quienes han producido novedades de esperanza en pueblos enteros. Derribando pacíficamente murallas de enfrentamiento y exclusión, para generar encuentros y construir unidad. La paz de la Oración franciscana no es simple propuesta utópica u horizonte inalcanzable, sino realidad muy concreta, cuyos frutos los podemos y tenemos que percibir en nuestro aquí y ahora. ¿Cómo? A través de un serio compromiso de compartir con el prójimo (proximus), desarmando mente, corazón y brazos, y abriéndolos a la comprensión, el diálogo y la colaboración. La Oración de San Francisco hemos de asimilarla interiormente y traducirla en nuestro relacionamiento familiar, vecinal y de trabajo, pero también hacerla bajar a la arena política, particularmente cuando las posiciones se endurecen y las diferencias se tornan beligerantes. La primera necesidad de Venezuela es: paz. Ésta no significa monolitismo ni uniformidad. Es, antes bien, convergencia de personas y grupos en una unión diversificada, plural. La comunión interpersonal grupal implica, en efecto, la genuina existencia y libre actividad de “los unos” y “los otros”, empeñados, sí, en la búsqueda del bien común. Por la paz, para todos, votaré el 7-0. ¡Shalom!

ELECCIONES NO APOCALÍPTICAS

24.8.12 ELECCIONES NO APOCALÍPTICAS Ovidio Pérez Morales Como en años anteriores, estoy pasando algunas semanas en una parroquia hispana de Washington DC, colaborando en varios servicios pastorales. Esta ciudad cuenta con una notable presencia de gente venida del sur del Río Grande. Sólo el número de salvadoreños (desde recién llegados –muchos de ellos indocumentados- hasta nacidos aquí) se acerca al medio millón en la zona metropolitana. Estos días son aquí de plena campaña electoral presidencial. La alternativa se plantea entre el candidato (a la reelección) demócrata, Barack Obama –acompañado por Joseph Biden para la vicepresidencia- y el republicano Mitt Rommey –con Paul Ryan para la función vicepresidencial-. El bipartidismo es efectivo y de larga data. La contemporaneidad de este proceso electoral con el similar que se viene dando en Venezuela, invita a escribir algunas consideraciones. Lo más notable que encuentro en este campo es la diferente estimación de la trascendencia de la jornada electoral. Lo primero que aparece es el carácter “apocalíptico” asignado por no pocos al proceso electoral venezolano. Algo así como si éste constituyese un fin de mundo para la República “bolivariana”. La no reelección del actual presidente se pinta, desde el sector oficial, con rasgos no sólo dramáticos, sino trágicos; en el país ocurriría un caos, ideólogos radicales y militares darían una “patada a la mesa”, el “pueblo” armado no aceptaría la substitución del “único” líder, del “único” capaz de gobernar esta nación. Confusión, llamas, apocalipsis. Desde el mismo sector oficial se presenta como imposible e insoportable el triunfo del candidato opositor y, producida su derrota, los perdedores intentarían, de seguro, un golpe para alzarse con el poder. Quienes están en la otra acera rechazan la reelección del actual presidente porque significaría -como el sector oficial mismo asegura-, el paso definitivo a un sistema “socialista” duro (a la castrocubana), con la neutralización completa de toda disidencia, la hegemonía comunicacional y la estatización completa de empresas, propiedades, etcétera. La oposición democrática, en cambio, entiende su triunfo como la apertura a un sistema amplio, plural, de justicia con libertad, democrático, según la Constitución. En los Estados Unidos las elecciones se interpretan como un acontecimiento normal dentro de su más que bicentenaria democracia. Hoy gobiernan los unos, mañana los otros. Sin que tiemblen los empleados públicos, ni la política internacional sufra un bandazo. El Congreso continúa en un casi fifty-fifty y el poder judicial se siente con capacidad probada de forzar la renuncia del Presidente. El cambio no es, por tanto, apocalíptico. Se siguen reglas firmes y las instituciones funcionan. Esto no quiere decir que todo es dorado. Es una democracia “humana” en la cual se dan vicios y grandes, los pecados capitales se manifiestan y emergen serios desafíos en los distintos órdenes (desde el económico hasta el ético) esperando adecuadas respuestas. Pero el ciudadano tiene siempre, y lo ejerce, el “derecho al pataleo” y nunca se ve obligado a ponerse la franela monocolor ni a concurrir al mitin del “Partido”. Tengo la convicción-anhelo de que el triunfo del candidato opositor en Venezuela no será seguido de ningún caos y de que el trago amargo para el oficialismo será asumido por éste, dramática, pero no trágicamente. Después del 7-0 el país seguirá andando y lo hará por un camino de paz, resolviendo desencuentros y uniendo esfuerzos en un marco político civilizado, cívico, plural. Según el mejor sueño de nuestros libertadores y sin pesadillas apocalípticas.

UN PAÍS CAPAZ

19-7-12 UN PAÍS CAPAZ Ovidio Pérez Morales Algunos argumentan lo prácticamente imposible de un relevo en la conducción de la República mediante las elecciones del 7-0. ¿Razones? El poderío petrolero oficial, una conducción politizada de la Fuerza Armada, el dirigismo ideológico de la burocracia, las amenazas y presiones sobre la ciudadanía, los mensajes apocalíticos ante un eventual cambio de rumbo del Estado. Se ha expandido cierta idea de que para el venidero proceso electoral tendría que descartarse como factible la puesta en práctica del Art. 6 de la Constitución Nacional: “El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo (las cursivas son nuestras), responsable, pluralista y de mandatos revocables”. El escritor latino Horacio nos dejó esta frase: “Al que vive temiendo, nunca le tendré por libre” (Epístolas, lib. I, 16, v. 66). Y tenía razón, porque el miedo encadena, paraliza. Es como derrota anticipada. Lo contrario es el sentimiento y la actuación de libertad de ánimo, la cual no ha de confundirse con una confianza ingenua ni identificarse con un proceder temerario. Hay un llamado que constituye una línea transversal en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Se trata de la invitación-exigencia “no temas”, “no teman”, fundada en la todopoderosa, omnipresente y amorosa asistencia de Dios. Si convicciones positivas son necesarias en la actualidad del país, hay una que emerge con suma importancia y urgencia: la de que el pueblo venezolano, cuyos dos siglos de Independencia está celebrando, es capaz de darse a través de unas elecciones libres un cambio de gobierno. Y que haciendo esto, no caerá de ningún modo en el caos ni en la autodestrucción, casi como si se estuviese en un fin de mundo negativo. Es preciso internalizar la idea de que aquel cambio podrá darse en paz –aunque tensa- y sin violencia. Así como el miedo es contagioso, lo son también la confianza y la alegría. La esperanza desencadena fuerzas y despliega libertad. No sería la primera vez que una ola impetuosa de entusiasmo venciese resistencias e impusiese una nueva dirección en el país. Muchos “muros de Jericó”, que parecían inconmovibles, han caído. Sin duda alguna es preciso tomar precauciones, afinar estrategias, esforzarse. El refrán “a Dios rogando y con el mazo dando” es indicativo de que el ser humano no puede quedarse en vacía invocación. Pero la dominante en todo esto ha de ser una gran confianza en el triunfo de lo positivo. Al entusiasmo debe ir unido el propósito del máximo bien común con el cambio que se proyecta. Es preciso liberar los espíritus de sentimientos negativos como el revanchismo, la retaliación. No se puede repetir el drama que se ha vivido en estos últimos años con tanta exclusión y sectarismo. Si se quiere un país distinto, habrá que tender puentes y ampliar caminos para la reconciliación y el encuentro. Venezuela nos necesita a todos, no a pesar de nuestras diferencias, sino, precisamente, porque somos diferentes. La democracia no puede quejarse del pluralismo, de la policromía; antes bien, tiene que apreciarlos como consubstanciales a ella. Que el 7-0 abra un verdadero nuevo capítulo de historia nacional, caracterizado por la unión entre los venezolanos y la búsqueda compartida de un futuro para todos. El país es capaz de lograrlo.

ENCUENTRO INTERRELIGIO POR LA PAZ

28.6.’12 ENCUENTRO INTERRELIGIO POR LA PAZ Ovidio Pérez Morales Ha sido mi primera participación en un Retiro (encuentro de oración y reflexión) interconfesional. La experiencia ha sido sumamente grata y enriquecedora. Del 13 al 15 del presente mes tuvo lugar en Los Teques el “Encuentro de Espiritualidades por la Sanación y Paz de Venezuela”. Nos congregamos personas de diferentes confesiones cristianas y no cristianas, así como de espiritualidades hinduistas, indígenas y otras. Una congregación que, subrayando lo que une y no lo que diferencia, siguió el sendero trazado por los encuentros internacionales de Asís, promovidos por los dos últimos romanos pontífices y orientados a promoción de la paz. El Retiro conjugó tiempos de oración, celebraciones características de los distintos grupos, reflexiones sobre diversos aspectos de la paz como obligante quehacer humano y religioso. En perspectiva de reconocimiento y alabanza del Ser Supremo y de aprecio del “otro” (proximus), como obra y reflejo suyos. Todo ello en un ambiente de compartir amistoso y estimulante. Se evocó a Jesucristo y junto a él, a personas como Mahatma Gandhi, Buda, Mahoma, Arnulfo Romero, M.L. King. La oración del Poverello de Asís, frases evangélicas y expresiones de grandes agentes de paz, inspiraron los pasos de la reflexión. Una expresión de Gandhi me recordó fuertemente la línea del Sermón de la Montaña: “La no violencia no consiste en amar a los que nos aman. La no-violencia comienza a partir del instante en que amamos a los que nos odian”. También ésta otra de un Jefe Indio Seattle: “Nuestro Dios es el mismo de ustedes. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el indio blanco”. Hondas y animadoras fueron las palabras del Nuncio Apostólico en este Retiro, que ha constituido la primera fase de la Iniciativa de espiritualidades por la Sanación y la Paz de Venezuela (VENSANAPAZ 2012). Bella empresa humanizante promovida y coordinada por Frank Bracho y el jesuita Raúl Herrera. Dijo Mons. Pietro Parolin: 1) Venezuela está necesitada, en forma apremiante, de una gran sanación y de paz, frente a la situación de desazón y tensión que se vive en estos tiempos; 2) en el fondo, muchos problemas que agobian al país, como la conflictividad, la violencia y sus diversas expresiones, tienen su origen en una enorme crisis de valores, en una crisis ética y moral; 3) en el actual contexto socio-político venezolano existe una gran necesidad y se tiene sed de paz y reconciliación; 4) las iglesias, las comunidades eclesiales, las religiones, las tradiciones religiosas, las espiritualidades y todas las personas que buscan la verdad, pueden dar un significativo y eficaz aporte en este sentido. El Nuncio enfatizó: “Las tinieblas no se disipan imprecando contra la oscuridad, ni mucho menos empuñando las armas: ¡Las tinieblas se alejan al encender faros de luz!”. Ciertamente las religiones están y deben estar al servicio de la paz; ellas poseen medios suficientes para superar divisiones y tejer tolerancia, respeto, amistad reciproca, reconocimiento mutuo. Concordia nacional e internacional. El compromiso es-ha de ser de todos, pero especialmente de los líderes. El Retiro de Los Teques ha mostrado lo mucho y maravilloso que se puede lograr, con mente lúcida y corazón abierto, al servicio de la fraternidad y la paz. Los creyentes hemos de responder al imperativo, que, en esa dirección, nos interpela de modo muy particular, entendiendo que el encuentro plural no significa caer en protocolares concesiones ni sincretismos. Se trata de edificar sobre la verdad y hacia la búsqueda auténtica del bien, en compartir fraterno. Para los cristianos lo Trascendente es Dios-Trinidad, Amor; para los creyentes monoteístas Dios es el Único, Omnipotente Creador y Remunerador; para otros es Realidad y Poder sobrehumanos, Energía suprema. Para todos constituye fuente, fuerza y exigencia de actitudes y comportamientos de rectitud y bondad. Fundamento y estímulo de encuentro para el logro y el robustecimiento de la paz y la fraternidad. En el hoy de una Venezuela agobiada por la violencia, herida por enfrentamientos destructivos y autodestructivos, con graves interrogantes sobre el tiempo próximo, encuentros como el habido en Los Teques y el cual será seguido por otras iniciativas de paz, emergen como luz, guía y animación para la edificación de una convivencia nacional pacífica, fraterna. Y, con ello, feliz.

CRISTIANOS ¿POR QUÉ?

26.6.12 CRISTIANOS ¿POR QUÉ? Ovidio Pérez Morales “En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos”. Así concluye el capítulo 11 del libro Hechos de los Apóstoles, del Nuevo Testamento. Antioquía, fundada en la ribera izquierda del Orontes, era la sede del gobernador de la provincia romana de Siria; tercera ciudad del Imperio, con una población de medio millón de habitantes. Contaba con una presencia muy significativa de judíos, a los cuales acompañaban numerosos prosélitos. Allí habría de nacer la primera Iglesia de la gentilidad (es decir, de extracción no judía). Los paganos comenzaron a usar la identificación cristiano para designar a los seguidores de Cristo, quienes, entre sí, usaban otros apelativos, como “santos” o “elegidos”. “Cristo”, originalmente, era un título (no un nombre), a saber, mesías, del arameo mesiha, el ungido (esperado); por eso en el Nuevo Testamento se habla más bien de el Cristo para señalar a Jesús. Los cristianos eran pues, los “partidarios” de Jesús el Cristo y, consiguiente y debidamente, sus discípulos y misioneros, entendiendo que, para ellos, creer, no significaba principalmente una adhesión a una doctrina, sino un encuentro personal con Cristo y la integración en su comunidad. A dos mil años de distancia, muchos nos llamamos y somos llamados cristianos. Lo cual debe constituir un motivo muy serio de reflexión, máxime cuando el ambiente no se muestra muy interpelante al respecto y se asume la identificación de “cristiano” como poco o nada comprometedora. Cuando es y ha de ser todo lo contrario. Ser cristiano implica una referencia primera y fundamental a Jesús como Cristo, Señor y Salvador; a quien es signo y prueba efectivos de que Dios ama a sus hijos(1 Jn 4, 9). Ahora bien, Cristo revela la realidad íntima de Dios y permite su participación. “Dios es amor” (1 Jn 4, 8), relación interpersonal, comunión, intercomunicación de Padre-Hijo-Espíritu Santo, Trinidad. Éste es el misterio central de la fe cristiana. El Dios Uno y Único es, por tanto, comunidad, comunión amorosa. El Dios “de los cristianos” no es “otro”, distinto del que adoran los judíos, los musulmanes y los miembros de otras religiones, sino “el mismo”, como lo ha contado y participado Jesús. Hace pocos días, por cierto, compartí con hermanos de otras confesiones, espiritualidades y convicciones, en un Foro organizado por VENSANAPAZ (Iniciativa por la sanación y la paz de Venezuela). Experimenté allí la fraternidad y la convergencia en la construcción de la paz desde mi fe en un Dios que nos ama a todos, a quienes ha creado y salvado. Experimenté la riqueza de mi fe en términos no excluyentes, sino de afirmación abierta; de diálogo y compromiso con la suerte de los venezolanos y de la humanidad entera. La profesión de fe que se hace en el bautismo, antes de recibir el baño renovador del agua, subraya el centro, el núcleo de lo que el cristiano cree. Al que va a ser bautizado se le pregunta: ¿Crees en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo? Cristianos ¿por qué? Es hermosa la respuesta que ofrece la Primera Carta de Juan: “Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”(1 Jn 4, “16).

lunes, 12 de noviembre de 2012

IGLESIA EN DEUDA

14.11.12 IGLESIA EN DEUDA Ovidio Pérez Morales En deuda con muchas cosas. Nada de extraño en una Iglesia que se considera en peregrinación hacia su plenitud, “santa, pero necesitada de purificación” como lo confesó el Vaticano II, Concilio que está celebrando su 50º aniversario. Una de esas deudas, y no la menor, es la muy débil dedicación a capacitar a sus miembros, y específicamente a los laicos, para que sean protagonistas en la construcción de una nueva sociedad, es decir, de una convivencia humana deseable según las exigencias humano-cristianas del Evangelio. Desde el tiempo del Papa León XIII, autor de la famosa encíclica Rerum Novarum, se ha denominado como Doctrina Social de la Iglesia la herramienta apta para una tal tarea. En el entendido de que esa Doctrina debe ser interpretada no como pura especulación ética, sino como instrumento operativo, que contiene principios, criterios y orientaciones para la acción. Juan Pablo II escribió en un documento sobre la catequesis en 1979, que esa Doctrina debía estar presente desde la formación cristiana más elemental. Y los venezolanos tenemos que celebrar que el Arzobispo Rafael Arias Blanco –el mismo que en 1957 irritó a la Dictadura con una carta pastoral profética para el 1º de Mayo- dedica una de sus lecciones a “La cuestión social” (la 54ª). en un folleto para la catequesis básica en las parroquias y escuelas. En dicha lección subraya: “debemos conocer la Doctrina Social de la Iglesia” para poder defender la justicia social con una orientación cristiana”, indica las fuentes donde podemos aprenderla y desarrolla sintéticamente, con sencillez y claridad, algunos temas fundamentales. En la portada del Catecismo -impreso en los inicios de la década de los cincuenta- pone como subtítulo: “Texto oficial para los grados 3o, 4º,5º y 6º de Instrucción Primaria. Como se ve, a dicha Doctrina no se la puede concebir como algo reservado para una elite profesional o para un círculo de iniciados en la política, sino que se la entiende como algo que ya desde niños se debe estudiar y poner en práctica en la medida correspondiente. Felizmente el Concilio Plenario de Venezuela, pensado y actuado como concreción de la “nueva evangelización” para nuestro país, tiene dos documentos específicos en materia de Doctrina Social en su más amplia interpretación actual: Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (el No 3) y La evangelización de la cultura en Venezuela. Excelente material para obrar un genuino cambio positivo de la convivencia social. Útil para todos, pero de modo muy especial para los laicos, que conformar la gran mayoría de la Iglesia y cuya propia y peculiar tarea es, precisamente, una presencia transformadora social, en lo económico, político y ético-cultural). La Iglesia (pastores, laicos, religiosos) estamos en deuda con nuestra obligante formación y su debida extensión a otros, en materia de Doctrina Social de la Iglesia, para una presencia activa y efectiva –particularmente laical- en la edificación de una nueva sociedad. Ésta no es algo optativo o secundario dentro del quehacer de la Iglesia, sino que constituye una dimensión fundamental de la tarea evangelizadora. Especialmente en un país como el nuestro, que se confiesa en su gran mayoría católico y en el cual, por tanto, la injusticia, la violencia, la intolerancia, las discriminaciones se realizan mayoritariamente “entre católicos”. ¿Cómo saldar la deuda? Perogrullo diría, saldándola. Con formación masiva, escalonada, progresiva, aprovechando también la metodología del ver-juzgar-actuar. ¿De quién habrá de ser la iniciativa? De todos y desde los más diversos ángulos. En esto no se tiene que esperar directivas desde arriba ni fabricar excusas. Los documentos citados del Concilio Plenario ayudarán mucho en esta labor. ¿Qué hacer? ¡Abrir operaciones para pagar la deuda!

SIEMPRE ALERTA

18. 10. 12 SIEMPRE ALERTA Ovidio Pérez Morales Exigencia fundamental de la persona, en cuanto existente libre, es el estar siempre en vigilia. Esta actitud ha de acentuarse particularmente en el creyente, según lo advierte constantemente Jesús: “Estén siempre atentos y vigilen porque ignoran cuándo será el momento” (Mc 14, 33). Con diversas parábolas y otras comparaciones (como la del señor y los criados en Lc 12, 41-48) invita a estar vigilantes en previsión de su venida, no sólo la gloriosa al final de los tiempos, sino en cada momento. Es una vigilancia que ha de ser fecunda, productiva, evitado caer en la indolencia, la irresponsabilidad, el acomodamiento o el malacostumbrarse. En el libro del Apocalipsis hay un texto que me gusta meditar con frecuencia. Es la carta que “el Testigo fiel y veraz” manda escribir al Ángel de la Iglesia de Laodicea y en la cual dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3, 20). En esta perspectiva se entiende cómo cada día es un imperativo de mejorarse y mejorar, crecer personalmente y ayudar a otros a crecer. Contribuyendo, con espíritu siempre renovado, a la construcción de una “nueva sociedad”, justa, libre, solidaria y pacífica, a partir del pequeño e inmediato círculo familiar. Haciendo historia, sin esperar a que nos la hagan. Esta disposición de la libertad siempre en alerta (“vigilia antropológica”), aparte de la positividad que ella implica, permitirá identificar y eventualmente denunciar toda amenaza al desarrollo pleno tanto de la propia persona como de la comunidad. Una aplicación concreta de esta vigilancia ha de tenerse respecto del denominado “síndrome de Estocolmo”. Éste consiste en amoldarse, acomodarse, habituarse a la degradación de la propia persona, como efecto de una violencia de cualquier orden ejercida de modo persistente y gradual. La víctima llega a sentirse “cómoda” con el victimario y hasta agradecida en momentos en que percibe una inflexión en los maltratos. La pasividad va encalleciendo el ánimo y una humillante aceptación se introyecta en el espíritu. Cosa que, precisamente, busca el opresor. Nuestro análisis de la realidad debe afinarse para saber detectar una serie de situaciones en las cuales se manifiesta dicho síndrome. Inaceptables marginalidades sociales que terminan por juzgarse inevitables; apartheids políticos que adormecen la libertad, a; igual que imposiciones ideológicas y culturales que se convierten en perversas anticulturas. El reciente y desequilibrado torneo electoral del 7-0 ha puesto de relieve la persistencia de ciertos hechos y conductas abusivas e inconstitucionales, que tienden a convertirse en habituales, sin que susciten en la ciudadanía, aún opositora, mayor preocupación y fuerte denuncia. Es el caso de la descarada identificación Estado=Gobierno=Partido=Líder en el manejo de los bienes públicos, en la utilización de los MCS oficiales, así como en la configuración y actuación de Poderes como el Electoral, para citar algunos ejemplos nada ejemplares. La actitud de vigilancia, ejercida con genuino espíritu crítico y autenticidad moral, se hace indispensable para llevar adelante este país. Ello permitirá neutralizar una anticultura de violencia y de muerte para avanzar sólidamente en una cultura de paz y de vida. .

¿DIÁLOGO IMPOSIBLE?

13.9.12 ¿DIÁLOGO IMPOSIBLE? Ovidio Pérez Morales El 7-0 abre un tiempo particularmente delicado y desafiante para Venezuela. Cualquiera de los dos candidatos presidenciales con real opción de triunfo se encontrará “el día después” ante una población casi fifty-fifty. Esto significa que el presidente electo tendrá que lidiar con un país prácticamente partido en dos pedazos casi iguales en lo que a preferencia política se refiere. ¿Consecuencia? Una gobernabilidad de la nación dentro de parámetros de racionalidad, legitimidad, patriotismo y eficacia tendrá que contar con un gobierno y una oposición que se entiendan en algunos puntos fundamentales. Es cuestión de supervivencia deseable nacional. No se trata simplemente de la coexistencia de un montón de gente en una superficie cercana al millón de Kmts2 en cualesquiera condiciones, sino de la con-vivencia digna del pueblo venezolano con una edad ya bicentenaria de independencia. Se trata de la comunión de un pueblo, compartiendo un proyecto y un destino comunes. A propósito de diálogo y cosas por el estilo no puedo menos de hacer memoria de algunos hechos, ya cercanos, ya lejanos, los cuales nos ayudan a entender los términos reconciliación y paz y la muy simple verdad de que el mundo (historia) da vueltas en su caminar. Primero. Estuve en Berlín en agosto del año pasado, coincidiendo con el 50o aniversario del inicio de la construcción del Muro. Hubo muchas celebraciones conmemorativas de tan infausto acontecimiento; no faltaron, por supuesto, tanto el pesado recuerdo de quienes murieron en los intentos de saltarlo o atravesarlo, así como los festejos por el sorpresivo 1989, cuando, sin disparos, incendios o muertos, los dos Berlines (Este-Oeste), al igual que sus dos Alemanias, se integraron. Ello no se dio como los “politólogos” preveían, en escenarios apocalípticos. La ciudad y el país unieron en una nueva marcha a todos los alemanes. ¿Cómo se logró eso? Por necesidad y decisión; con lucidez, aventura, fortaleza, paciencia, esperanza. Yo había visitado varias veces uno y otro lado de la Ciudad durante la Guerra Fría y me parecía increíble en mi reciente visita la unión reconquistada . Segundo. Lo que son hoy Alemania y Francia fueron, durante siglos, enemigos acérrimos; guerras a granel, extrañamiento mutuo. Hitler desfilando por el Arco de Triunfo fue sin duda la tapa del frasco. ¡Quién iba a pensar que un día los ejércitos herederos de los prusianos hiciesen ejercicios militares en Francia! ¡Y que una Frau Merkel (CDU) y el Monsieur Hollande (socialista) estén buscando juntos una salida positiva a la crisis europea! Sorpresas que da la historia; no erraba el sabio y zorro Churchill cuando decía que los enemigos de hoy son los amigos de mañana. Tercero, cuarto y quinto. En tiempos del Generalísimo Franco se profetizaba dentro y fuera de la Península que las calles de Madrid no iban a ser suficientes para contener la sangre al caer la Dictadura. ¿Qué pasó? Ésta cayó de modo casi insensible mediante una transición política pacífica, constitucionalmente bien tejida y cívicamente asumida. Y ahora Socialistas y PP se alternan civilizadamente. Añadamos a esto la manera como se superó en África del Sur el odioso y cruel apartheid con la metodología humanizante del indoblegable pacifista Mandela. ¿Y aquí en Venezuela? Con la calma y cordura de López Contreras, se superó la bien larga autocracia del otro andino y general Juan Vicente. ¿Qué moraleja podemos sacar de estas “fábulas” para una Venezuela 7-0 necesitada de diálogo?

CONDICIONES PARA UN CAMBIO POLÍTICO

CONDICIONES PARA UN CAMBIO POLÍTICO Ovidio Pérez Morales El 7 de octubre se abre la oportunidad de reformular y profundizar un cambio político en el país, dirigido hacia el progreso y el futuro. Cambio necesario y, por tanto, obligante. ¿Qué condiciones o requisitos se plantean para un tal cambio? Veamos a continuación tres exigencias básicas para poder diseñar y llevar a cabo una transformación realmente positiva y novedosa de la nación. Consisten en la superación de tres serios obstáculos. Primera. Curar la manía Lot. ¿En qué consiste este trastorno mental? La respuesta la tenemos en el relato bíblico del capítulo 19 del Génesis, relativo a la destrucción de Sodoma y Gomorra. Cuando Lot y los suyos huyeron del lugar, ante la lluvia de fuego y azufre, que acabó con todo, “la mujer de Lot, que venía siguiéndole, miró hacia atrás y allí mismo quedó convertida en una estatua de sal” (vers. 26). Podemos denominar manía Lot (más justo sería llamarla manía mujer de Lot) la adicción malsana a revolver el pasado, el cual, si es bueno recordarlo, no puede convertirse en atadura empobrecedora. Esa manía repetitiva intenta re-interpretar y re-escribir la historia para “legitimar” proyectos y sistemas presentes; promueve un “culto” hiperbólico, manipulado y alienante a los “héroes”; se estanca en mensajes y gestas pretéritas, como si el tiempo transcurrido desde entonces no hubiese producido nada nuevo. Esa manía diseca el pensamiento y recorta la acción. Se pretende reducir la línea de la historia a un proceso circular, cuando en verdad implica una continua creación. Segunda. Vender los chivos expiatorios. Para entender esta expresión hemos de ir a otro libro del Antiguo Testamento, el Levítico. Allí, en el capítulo 16, versículos 20-26, se describe un importante rito sacrificial. El sacerdote manda traer un chivo vivo, sobre cuya cabeza impone las manos, confesando “sobre él todas las maldades, rebeliones y pecados de los israelitas”; luego encarga a una persona de llevarlo y soltarlo en el desierto. “Así, al perderse el chivo en el desierto, se llevará todas las maldades de ellos a tierras deshabitadas”. El chivo carga así con todas las fallas. Todos, entonces, se sienten absueltos, sin culpa Y punto. Apliquémonos ahora este relato. Todos, comenzando por el autor de estas líneas, somos expertos en conseguir nuestro (s) chivo (s) expiatorio (s). Los líderes de los pueblos lo suelen hacer y se puede hablar aún de una “cultura del chivo expiatorio”, aplicable a países y regiones. Pensemos en el tema del “subdesarrollo”, por ejemplo. ¿Chivo expiatorio? El Imperio, los gobiernos anteriores, el clima, la burguesía y vaya usted a saber. Identificado ese chivo, uno queda tranquilo y puede seguir cometiendo, “enchinchorrado”, los mismos errores y pecados, sin asumir seriamente la propia responsabilidad. Lo que a uno realmente le toca. Tercera. Botar el lecho de Procusto. Éste (o Procustes) es el nombre de un personaje de la mitología griega. Un verdadero malandro, asaltante de caminos, que tenía en su posada una cama de hierro hecha a su exacta medida. A quienes secuestraba los extendía en su cama; si les sobraba algo de largo, cortaba el pedazo correspondiente; y si eran pequeños los estiraba lo suficiente. ¿Resultado? Muerte dolorosa. Se habla de lecho de Procusto para referirse a una actitud o conducta, que se da no sólo en situaciones macro, sino también en pequeñas y también muy personales. Es el caso, por ejemplo, de ideologías rígidas (tipo Socialismo Siglo XXI), que tratan de imponerse en lo económico, lo político y lo socio-cultural, aunque la realidad se les resista y el país se destruya. Igualmente cuando uno tiene ideas estrechas y trata de meter por ese tubo a subordinados, colegas o una comunidad. Se trata de concepciones a-priori, pre-juicios y modelos impositivos, de resultados negativos y lamentables. Al lecho de Procusto se oponen la mente y el comportamiento críticos, dialogantes, amplios; el respeto y la tolerancia respecto del otro, un buen pragmatismo y un saludable sentido del aprendizaje. Las condiciones anteriores y las que por el momento quedan en el tintero, constituyen requerimientos válidos e ineludibles para un progreso efectivo e integral de la nación. Y nos pueden servir, de paso, para un equilibrado crecimiento personal.

REUNION EPISCOPADO-GOBIERNO

14.6.12 REUNION EPISCOPADO-GOBIERNO Ovidio Pérez Morales La reciente reunión entre los directivos de la Conferencia Episcopal Venezolana y una representación gubernamental del más alto nivel, suscitó no pocos comentarios y unos cuantos rumores. Resultó también extraña, dada la ruptura de puentes producida por el sector oficial hace casi diez años. En la agenda normal de las asambleas ordinarias del Episcopado se contempla, desde décadas, un tiempo para la visita de un alto funcionario del Gobierno (antes era el Ministro de Justicia y Cultos), con el fin de intercambiar sobre asuntos de interés común. A partir de 1999 ese espacio comenzó a estar vacío, hasta que la intercomunicación se rompió por completo. A esto se añade que peticiones también escritas para una audiencia presidencial no recibieron respuesta. Con la reunión de Mayo se ha restablecido una comunicación, que esperamos, continúe. El país no gana nada con ruptura de puentes. Los miembros de la Iglesia son simultáneamente ciudadanos del Estado venezolano y postulan que sus representantes se entiendan, al menos, en cuestiones fundamentales-límite. Para no decir que desean una regular colaboración mutua en cuestiones beneficiosas para todos. Algún periodista ha dicho que dicha reunión habría constituido un apaciguamiento de la Iglesia, impuesto por Roma y debido a motivos financieros. Esta afirmación, aparte de ser totalmente falsa, revela un tratamiento light y completamente desinformado de la cuestión. Estimo que la Iglesia, y concretamente, los obispos, necesitan críticas serias, con fundamento, las cuales pueden también conducir, en casos, a cambios que mejoren actitudes o comportamientos de los pastores. En efecto, la Iglesia, que peregrina en y con la historia, no puede considerarse ni autosuficiente ni como comunidad perfecta. Pero no ayudan a su mejoramiento y conversión infundios como los mencionados. De paso no estaría de más agregar, a propósito de este tipo de reuniones, que, a menos darse una grave justificada razón en contrario, conviene o se necesita una información autorizada , veraz y oportuna, a la opinión pública, sobre las mismas, pues no hay nada más contraproducente que el “secretismo” en tales casos. Intercambiar, dialogar, no significa ni “apaciguar”, ni “apaciguarse”; tampoco, renunciar a las propias identidades y convicciones. Implica sí entrar en comunicación para iniciar o mejorar el mutuo conocimiento, entenderse en puntos que puedan disminuir tensiones y lograr acuerdos: progresar en verdad y bondad. El bien común ha de ser horizonte hacia el cual se encaminen los encuentros. El diálogo supone pluralidad y polifonía. Cerrarse a la comunicación sería renunciar a la condición más propia de un ser, como el humano, que se define como ser para la comunicación y la comunión. Al fin y al cabo –creemos los cristianos- Dios, primer principio y fin supremo de todo, es Amor (ver 1Jn4, 8), comunicación, comunión. Para la Iglesia el diálogo es, desde tiempos del Vaticano II, algo no sólo bueno sino obligante e irreversible. Lo explicitó Juan Pablo II a propósito del Ecumenismo y en máxima apertura interreligiosa e interhumana. Con respecto a un encuentro Episcopado-Gobierno en Venezuela, realista, fundado en la verdad y tendiente al logro de acuerdos beneficiosos para el país, no sobra recordar la línea del proyecto político-ideológico oficial, a saber, socialista de corte marxista, como se autoidentifica el “Socialismo Siglo XXI”. Con ocasión de la propuesta de reforma constitucional sometida a referéndum en 2007 sobre la implantación de un “Estado Socialista” en Venezuela, el Episcopado tomó una posición firme y clara. La expresó en la exhortación Llamados a vivir en libertad. Allí, como conclusión, leemos lo siguiente: -la proposición de un “Estado Socialista” es contraria a principios fundamentales de la actual Constitución, y a una recta concepción de la persona y del Estado. -la propuesta de Reforma excluye a sectores políticos y sociales del país, que no estén de acuerdo con el Estado Socialista, restringe las libertades y representa un retroceso en la progresividad de los derechos humanos. -por cuanto el proyecto de Reforma vulnera los derechos fundamentales del sistema democrático y de la persona poniendo en peligro la libertad y la convivencia social, la consideramos moralmente inaceptable a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Esa fue y es la posición de la Conferencia Episcopal Venezolana. El verbo lo uso aquí también en indicativo, por cuanto lo que se propuso entonces y fue rechazado, se ha venido de facto implementando; más aún, para la próxima jornada electoral del 7 de Octubre se plantea como propósito, de parte oficial, la profundización de su socialismo. Recuerdo esta posición del Episcopado para subrayar, precisamente por las hondas diferencias existentes y ante eventuales situaciones críticas que se puedan presentar en relación al 7-0, la conveniencia y necesidad de reuniones como la que es materia de estas líneas. Y también para salir al paso de consejas periodísticas sobre crematísticos apaciguamientos. Estoy seguro de que la gran mayoría de los venezolanos espera la continuación de la reunión de Mayo en otras y con otros (sectores políticos y sociales en general). Resulta plausible, en este sentido, que al día siguiente de reunirse con el gobierno, el Episcopado hizo lo mismo con el candidato presidencial de la oposición.

LA IGLESIA ANTE EL 7-0

6.9.12 LA IGLESIA ANTE EL 7-0 Ovidio Pérez Morales Estamos a un mes de las elecciones presidenciales. Éstas no serán una elección más, sino un momento de gravísima definición para el país, por cuanto la alternativa a resolver es: democracia o totalitarismo. Como miembro de la Iglesia, sin pretender asumir aquí su vocería oficial –función que toca a la Conferencia Episcopal Venezolana-, quiero sí, con toda seriedad y responsabilidad, hacer pública mi interpretación creyente sobre lo que entiendo es y ha de ser la posición de la Iglesia con respecto al 7-0. Me circunscribo aquí, como es de suponer, a la Iglesia católica, aunque la validez de los argumentos se extienda más allá. Ante la alternativa puesta para el 7-0 a la Iglesia no le pueden caber dudas. No se justifica un ni-ni. El 7-0 no plantea simplemente una opción ante modelos políticos diferentes por las soluciones que proponen para determinados problemas importantes y muy importantes del país, como la seguridad y la producción, el empleo y la educación, el petróleo y los servicios. No se trata de escoger, en definitiva, tampoco, entre diferentes posiciones en cuanto a descentralización y política exterior, a controles en materia de medios de comunicación social y de manejos financieros. Éstos y otros elementos han de tenerse en cuenta. Ciertamente. Pero non los más de fondo. ¡Lo que se decidirá el 7-0 es algo mucho más que problemas parciales o sectoriales! Es algo clave, trascendental, referente a la orientación global del país, desde sus raíces y cimientos. Algo que toca la identidad nacional misma. El alma de Venezuela, pudiera decirse, y, por tanto, su definición, no sólo económico-política fundamental, sino primaria y principalmente, cultural. Y al decir esto se implica también, por supuesto, lo ético-religioso. Por consiguiente, para la Iglesia el 7-0, no cabe indefinición, indecisión, in-diferencia, ni-ni. La opción coherente de los católicos el 7-0 tiene que ser en favor de la democracia pluralista y, por lo tanto, en contra del socialismo totalitario de índole marxista y castro-cubano, que propugna el oficialismo. Tradicionalmente la Iglesia, en cuanto comunidad de creyentes, ha expresado, a través de su representación institucional, su neutralidad (la cual no es lo mismo que indiferencia) en los procesos electorales; no ha querido asumir lo que entiende por alineamiento político-partidista. Esta vez, sin embargo, no puede haber neutralidad, pues ahora, el necesario alineamiento no es propiamente político-partidista, sino nacional, humano-cristiano. Lo que está de por medio, en efecto, son bienes no negociables pertenecientes a los Derechos Humanos, a un genuino Humanismo cristiano. Porque el Estado (Gobierno-Partido-Líder) no es el dueño de la libertad humana, de las propiedades y las convicciones morales y religiosas de los ciudadanos; no puede erigirse en Poder Absoluto. Sólo Dios es adorable. Para la Iglesia no es moralmente decidible el que un sistema ideológico-político arrebate o no la libertad religiosa y todas las libertades y derechos de los ciudadanos. Lo que sucede en Cuba y busca imponerlo en Venezuela el Socialismo del Siglo XXI, no es algo éticamente abierto a libre escogencia. Al votar por la democracia, la Iglesia no se cuadra con un candidato, con un partido, con una Mesa o con la oposición. Se cuadra con la Nación.

CAMBIO POLÍTICO VERDADERO

30.8.12 CAMBIO POLÍTICO VERDADERO Ovidio Pérez Morales No basta con querer un cambio político para el país. Es preciso atender a ciertas condiciones. De algunas me he ocupado en mi penúltimo artículo, que complemento hoy con otras también muy importantes. 1. Corregir la idea de torta a repartir. Nuestro potencial petrolero es un gran bien, pero ha sido mal interpretado. ¿Daño colateral? Sr ha metido en la mente de muchísimos compatriotas la idea de que somos un país rico con una inmensa e inacabable torta a repartir, y que “el problema” nacional es y ha sido el de su re-partición. Todo lo que se dice de irresponsable rentismo, de abundoso clientelismo, de subsidio ligero y de ilusorio liderazgo internacional, tiene allí su raíz. La idea de la torta se refleja en la no real diversificación de la economía, la débil conciencia productiva, la escasa planificación. El Estado, propietario único de la torta, está dado al gasto fácil, a no temer errores de cálculo, a discontinuidad administrativa. Los errores cometidos desde décadas se han agravado con la así llamada “Revolución”, por el manifiesto populismo, el manirrotismo hacia el exterior, la embestida contra la propiedad y la iniciativa no oficiales y el costoso cultivo de una imagen planetaria. Una “nueva política” exige mayor humildad y racionalidad, al evaluar y manejar el potencial petrolero. Tarea primaria e ineludible no es cómo repartir la torta, sino cómo lograr una economía productiva diversificada, descentralizada, participativa, previsiva. Solidaria. Con una educación de calidad técnica, social, ética, como base firme. 2. Acabar con la “idolatría” presidencial Es preciso modificar la actuación y la imagen del primer magistrado. Nuestro sistema republicano parece haberse convertido en monarquía, y hasta absoluta. La Doctrina Social de la Iglesia contiene, entre sus principios orientadores fundamentales, el de subsidiariedad, según el cual, los órganos y cuerpos superiores no deben absorber las funciones que pueden realizar los inferiores. Todo lo que se diga sobre federalismo y descentralización tiene aquí su fundamento. La omnipresencia-omnipotencia del Presidente, con la acumulación en-o- por él de todo lo habido y por haber de gobierno, son fallas de nuestra democracia. La salud de ésta requiere efectiva separación de poderes, tejido de equipos y delegaciones, real descentralización. Esto supone una reformulación del concepto de liderazgo y una educación para la corresponsabilidad y la participación ciudadanas. 3. Recomprensión de la autoridad Jesús dejó múltiples lecciones muy iluminadoras sobre el sentido de la autoridad, al definirla como servicio en vez de dominación. Advierte sobre la tentación de buscar los primeros puestos para “mandar”, al estilo de su tiempo. En Marcos 9, 35 leemos: “Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el servidor de todos”. Ayudará mucho en este punto recordar la etimología de auctoritas, que viene del verbo latino augere: hacer crecer. La autoridad es para promover; no para aprovecharse de, ni oprimir. Entre nosotros no es raro que un funcionario público se aucomprenda como quien hace “un favor” al ciudadano y no como alguien pagado por éste para prestar un servicio. Hacer una obra pública no es un “regalo” del gobernante, como si proviniese de su peculio personal. El funcionario no es ningún Papá Noel, distribuidor de dádivas. En lo que toca a lo presidencial, en los ultimísimos tiempos se ha llegado a un cierto “culto de la personalidad” en extremo pernicioso. Da la impresión de que es el pueblo el que debe girar en torno al que preside, y no lo contrario. Una educación sobre la autoridad como servicio se hace indispensable. Y enmarcada en una concepción de la persona como “ser para el otro” y servidora del prójimo. Las próximas elecciones han de llevar a un cambio político de verdad y no a meros maquillajes.

EDUQUÉMONOS PARA LA PAZ

9-8-12 EDUQUÉMONOS PARA LA PAZ Una educación para la paz postula el cuidado del lenguaje y el cultivo del diálogo. En cuanto a la palabra, la hay respetuosa, comprensiva, que abre camino a la paz y la apoya; la hay también, dura, descalificadora, despreciativa, que cierra caminos a la paz o la deteriora en su base. A las persecuciones físicas y a las exclusiones sociales las preceden y acompañan siempre los juicios despreciativos y las palabras irónicas y mordaces. El apartheid comienza por la lengua, la cual, es reflejo del corazón. La negación de la amistad se inicia con el negar la palabra, con un corte de la comunicación. Y la opresión de una persona o un grupo tiene como una de sus primeras manifestaciones el impedir su libre “locución” y el obstruir una genuina “interlocución”. A su vez, la palabra pacificante se funda en la verdad y se orienta por la bondad; es realista, pero no extrema tintas ni esconde positividades; busca, a pesar de todas las dificultades que pueda encontrar, la con-versación. El gesto se une a la palabra. La película Invictus sobre la superación del enfrentamiento racial y el protagonismo unificante ejercido por el Presidente Mandela en África del Sur, es muy diciente sobre la fuerza del gesto. Éste, pequeño o grandes, partiendo del casi imperceptible en la familia –la primera escuela de la paz-, prepara, robustece y resguarda el entendimiento, la reconciliación, la paz. Fortalece la esperanza de las comunidades y de los pueblos con respecto a la convivencia fraterna y solidaria y anima a caminar hacia encuentros cada vez de mayor significación y alcance. Hay que evitar el alejamiento entre los grupos opuestos porque suele desencadenar mayores desencuentros; quienes están interesados en el conflicto y en la guerra tratan de evitar la proximidad de las personas y los grupos enfrentados, para alimentar la diferencia, la incomprensión, el odio. Es preciso desarrollar, por tanto, una pedagogía del verbo-gesto de paz. En cuanto al cultivo del diálogo, hemos de comenzar por el reconocimiento del “otro” como persona, es decir, como sujeto consciente, libre y abierto a la alteridad. El “otro” ha sido creado y constituido para la comunicación y la comunión; capaz de hablarse y hablar. Orientado por naturaleza a la verdad y al bien, aunque su condición frágil y pecadora obscurezca, dificulte o tuerza esta dinámica. El diálogo encuentra apoyo, al tiempo que exigencia, en el principio de que el mal puro no existe y, por consiguiente, de que quien está frente a mí no podría ser pura negatividad. Todo lo que se da es ser, bien, no obstante sus carencias y limitaciones, sus fallas y defectos. La posición contraria es lo que se suele denominar “fundamentalismo”, según el cual las cosas son blanco o negro, sin matices; se lo sinonimiza con el “maniqueísmo” y lleva a inevitables confrontaciones, así como a exclusiones puras y simples. Estas posiciones destructivas se dan y se han dado en materia religiosa, así como en el campo político-ideológico, para citar solamente estos dos. La educación para el diálogo encierra, entre otras cosas, educación para la búsqueda sincera y recta de la verdad, de lo bueno, de lo justo, liberándose de pre-juicios y otras ataduras; educación para la escucha (solemos hablar y no escuchar, desaprovechando la fecundidad del silencio). Es preciso cultivar el recibir, el comprender y el apreciar, poniéndose en la situación del otro, en su perspectiva. Educar para el diálogo requiere aceptar la diferencia, la identidad y “propiedad” del proximus, tolerándolo, respetándolo, acogiéndolo; exige buscar primero lo que une y sólo luego lo que diferencia y divide. Es preciso educar para el compartir en la con-vivencia, en la conciencia de que el mundo se nos da para trabajarlo juntos y lograr un progreso y una meta en solidaridad; educar en el sentido de que el ser humano es, constitucionalmente, ser-para-el-otro. Educar para el diálogo es encaminar en la búsqueda “obstinada” del bien, siguiendo la doctrina y la metodología de la no violencia (Gandhi, M.L. King). En esta misma línea se han de superar interpretaciones de la historia, que llevan a definir como camino necesario para el progreso y el perfeccionamiento humanos, la exacerbación del conflicto, priorizando la ideología por sobre la persona concreta, lo cual lleva –la historia lo demuestra- a opresiones peores que las que se trata de vencer. La persona no puede ser puesta entre paréntesis ni utilizada como medio. Una “nueva sociedad” puede construirse sólo sobre la base de la centralidad de la persona humana y el perfeccionamiento de ésta en el compartir, en el amor.

7-0: JORNADA CRUCIAL

5.7.2012 7-0: JORNADA CRUCIAL Ovidio Pérez Morales La oposición no pone oficialmente como plato fuerte sobre la mesa de la contienda electoral lo programático ideológico del Gobierno. Lo reconoce, sí, importante. Y muy importante. No podría ser de otra manera. Sobre la mesa aparecen, como puntos sobresalientes del menú, cosas que, ciertamente, son de patente interés de la gente (y la gente somos todos nosotros): inseguridad generalizada, desempleo-subempleo creciente, inflación galopante (costo de la vida en ascenso vertiginoso), deterioro escalofriante de los servicios públicos, baja educativa y sanitaria, acoso a la iniciativa privada. Son algunos rubros de un global retroceso nacional. Lo programático ideológico, que el Régimen lleva adelante para convertirlo en Sistema concreto y completo, constituye, sin embargo, el problema más grave y profundo para el futuro de la nación. Aquél pretende, en efecto, el control total, no sólo de lo económico y lo político, sino también, de lo ético-cultural, es decir, de lo que toca el alma de nuestro pueblo, sus valores fundamentales, su identidad misma, su unidad básica. El Socialismo del Siglo XXI, tal como lo entienden y formulan sus propulsores (y no simplemente como ellos lo presentan en la propaganda populista o como lo interpreta superficialmente la mayoría de sus seguidores político-partidistas) es un Proyecto orgánicamente trabado, fundado principalmente en el ideario marxista. Éste cuenta con una respetable tradición doctrinal y también con una praxis histórica de gobierno cercana ya a un siglo (recuérdense el fenecido bloque URSS y las reliquias que persisten en Corea del Norte y en Cuba). No se trata, por tanto, en relación al Socialismo del Siglo XXI, de un collage o agregado ligero de ideas y experiencias; su modelo-apoyo operativo, el castrista, resulta suficientemente ilustrativo. El colorido y el sabor tropicales no alteran la substancia totalitaria del proyecto. Ese Socialismo, marxista stricto sensu, es una especie dentro del género “socialista”, el cual abarca una gama de concreciones distintas. Pensemos sólo en lo que significan la fluida Socialdemocracia europea y los socialismos adjetivados como el “africano” y, en su tiempo, el “cristiano”. El inventario histórico del Socialismo, que se va acercando a una edad de dos siglos, no es flaco en ningún modo. Se dice muy formalmente desde el sector gubernamental venezolano, que su triunfo el 7-0 significaría la consolidación del Socialismo (Siglo XXI) en nuestro país. En este sentido se orientan las leyes aprobadas apresurada e in-anti-constitucionalmente a través de la Habilitante, la cual, en forma graciosa e irresponsable, delegó al Presidente una Asamblea que renunció a ser legisladora Nacional. Pasando por encima, entre otras cosas, de la negativa dada por el Soberano en 2007 a una proyectada Reforma Constitucional. La “consolidación del Socialismo” a partir de la jornada de octubre sería correr, ya sin trabas, en “socialismo real” como el soviético-cubano, hacia el Comunismo. Éste figura siempre en el esquema dialéctico marxista como el “paraíso” al final del proceso socialista. ¡Un final que nunca ha llegado, llega, ni llegará, pero que conforma el mito aceptado por la fe cuasi religiosa de los militantes y enarbolado psicotrópicamente por la Nomenclatura! No es cualquier cosa lo que se decidirá el 7-0. Y dado que históricamente el Socialismo marxista (“real”) ha consistido en una estatización feroz -poderes, comunas, organizaciones, sindicatos y otros funcionan entonces como meras correas de transmisión del poder central-, debe pensarse que de triunfar el SSXXI, el “día después” se agudizaría la embestida contra toda iniciativa privada (propiedad, educación, salud, comunicación social…) y contra todo lo que esté “fuera de” la Revolución (instituciones religiosas, universidades autónomas, partidos políticos democráticos, entes culturales independientes y similares). No sería el “fin de la historia” (la historia, en efecto, muele y muda todo), pero sí una noche histórica para Venezuela. Tengo la firme esperanza, con todo, de que el 7-0 abrirá resonantemente las puertas a un futuro de justicia, de libertad y de paz. A Dios rogando y con el mazo dando.

COMUNISMO SIN COMUNIDAD

7.6.2012 COMUNISMO SIN COMUNIDAD Ovidio Pérez Morales Comunidad, en el sentido genuino de la palabra, significa, encuentro, compartir, comunión, de personas. Sin personas presentes y participantes no puede hablarse, por tanto, de comunidad. Se tendría sólo una yuxtaposición, agrupación, conglomerado de seres humanos. Un grupo de éstos, simplemente esperando el metro o asistiendo a un juego de fútbol, no constituye una comunidad. En política es común el término “masa” para denominar una multitud manifestando su adhesión partidista. Así se habla también de “partido de masas” y cosas por el estilo. En realidad, “masa” es aquí un término impropio, pues devalúa una congregación de seres humanos. Decir que comunidad implica personas subraya su importancia como encuentro de sujetos conscientes, libres y relacionados, y, al mismo tiempo, la necesidad de que aquélla promueva el crecimiento de sus integrantes en una dinámica ad intra y ad extra (hacia adentro y hacia afuera), en interioridad-y-comunicación, como polos complementarios e inseparables . Autores como Emmanuel Mounier ya lo señalaron oportunamente. Una comunidad es, por consiguiente, una asamblea con rostros. Conjunción de personas, que se relacionan entre sí con sus propias identidades psicosomáticas, huellas digitales, códigos genéticos, gustos, carismas y carencias, cualidades y defectos, virtudes y vicios. En fin, con personalidades diversas, formando una unidad polícroma, polifónica, plural. Cada una con el protagonismo que le compete y el sentido crítico que está llamada a ejercer. No podrá hablarse de una “nueva sociedad”, como futuro deseable, sin comunidades en solidaria interacción. En nuestro país, el proyecto político-ideológico oficial se autocomprende y ofrece como “socialista”, con la especificación “del Siglo XXI”. Por la cédula de identidad que presenta, entra en la categoría de “socialismo marxista”, el cual en el siglo XX se concretó en el llamado “socialismo real”, de triste recuerdo y una de cuyas reliquias se conserva en la isla de Cuba. Ese socialismo se autoentiende como proceso hacia una plenitud de abundancia y felicidad en la etapa definitiva de la Historia: el “Comunismo”. Más allá, sin embargo, de expectativas mesiánicas y de mistificaciones sistemáticamente mantenidas, un tal tipo de socialismo y comunismo contradice, no sólo en base a los principios, criterios y procedimientos que lo acompañan, sino también a la experiencia histórica, lo que sería dable esperar de un verdadero socialismo o comunismo. ¿Cuál es, en efecto la dinámica del socialismo a la marxista? No otra cosa sino un proceso de estatización, de concentración de poder, de uniformismo, contrario a lo que sugiere el término socialización comunización, a saber, poder efectivo de los seres humanos que componen el pueblo, desde las comunidades mismas; real protagonismo compartido en de solidaria corresponsabilidad. En el “socialismo a la marxista” (como es el caso del SSXXI), todo esto se falsea en la jerga de “dictadura del proletariado”, “vanguardias” iluminadas, “líderes” encarnatorios del pueblo. Especie de “religión” con dogmas y jerarquía de origen superior. Todo ello termina en conformaciones totalitarias de la sociedad, superconcentraciones del poder, hegemonía económico-político-cultural, impuestas desde el Partido y su “Líder-Padre bondadoso”. ¿Resultado? Los grupos y asociaciones de base son asfixiados por la maquinaria del poder. Al movimiento de los trabajadores y a las asociaciones profesionales o de variados intereses societarios se los convierte en correas de transmisión de un comando ideológico-político homogeneizante. Producto final: totalitarismo puro y simple Cuando exigimos cosas como la libertad de comunicación y asociación, no lo hacemos en aras de un formalismo democrático, sino como requisito y consecuencia de una genuina sociedad comunitaria, la cual, porque compuesta de personas, se manifiesta necesariamente en pluralidad de formas, tanto en lo económico, como en lo político y ético-cultural. El Socialismo del Siglo XXI va, así, en la línea del “unicismo”. Pensamiento único, partido único, comunicación “única” (hegemonía comunicacional), economía única (estatizada) etcétera. Todo ello contraría la auténtica promoción de las personas y sus comunidades, favoreciendo o imponiendo una masificación (colectivización) despersonalizadora. Un socialismo y un comunismo verdaderos tendrían que ser animadores y constructores de socialidad y de comunión, de conjunción de personas en interrelación y compartir solidarios. Lo que está en juego el 7-O es, por tanto, mucho más que un cambio de gobierno o aún de régimen.