lunes, 16 de diciembre de 2013

LO QUE SÍ TIENE FUTURO

Sobre todo en tiempos inciertos y en escenarios impredecibles es saludable y necesario pensar en las actuaciones humanas, individuales y colectivas, relativas a la suerte de la comunidad o de la polis, quetienen o no futuro consistente. Un bien fundado discernimiento en este caso permite orientar la acción hacia el horizonte conveniente, cualquiera sea la dimensión de los acontecimientos que se tienen que enfrentar. Más de una vez he recordado una experiencia personal, de esas que marcan. Se trata de la visita a lo que fue la última morada de un santo sacerdote polaco asesinado (1941) en el tristemente famoso campo de exterminio nazi Auschwitz. Allí en medio de un estrecho rudo cuarto, que recordaba muerte, ardía un pequeño cirio y daba también la bienvenida una bella fresca flor, que también emanaba vida.El mártir: Maximiliano Kolbe. En ese año la maquinaria de guerra del Tercer Reich avanzaba arrolladoramente en Europa con pretensiones de dominio universal. Ese imperio del mal se dibujaba un horizonte glorioso de mil años. Personas como Maximiliano, aplastados y condenados a una inmediata destrucción, no se hacían ilusiones con respecto a su propio porvenir y al del entorno por lo menos europeo. Pero si a él le hubiesen preguntado si eso que se hacía con ellos en Auschwitz y otros campo y lo que se buscaba instaurar de idolátrico dominio racial-político-ideológico en el universo circundante tenía sólido futuro, ciertamente hubiera respondido que no. El se ofreció como suplente de alguien un padre de familia que iba a ser sacrificado, porque tenía la persuasión de la victoria definitiva del bien sobre el mal, de la luz sobre las tinieblas, del amor sobre el odio, de Dios sobre el espíritu de la perversidad. Una victoria, que si bien será completa al final de los tiempos, se adelanta en una u otra forma en el devenir de la historia. Como un dinamismo, que a pesar de sus altibajos, se va manifestando en el peregrinar mismo de la humanidad. De eso no dudaba el pisoteado de traje a rayas, como creyente que era. Hay algo que debe alimentar la esperanza de quien cree en el ser humano y en Dios: tienen futuro la verdad y el bien, la libertad y la justicia, la tolerancia y el diálogo, la dignidad y los derechos humanos, la fraternidad y la paz. No tienen futuro: la intolerancia y la discriminación, el odio y la exclusión, la injusticia y la opresión, la dictadura y el totalitarismo, la violencia y la guerra. Si el optimismo, que –como su contraparte el pesimismo- se funda en condiciones psicológicas, en datos sociológicos y en previsiones circunstanciales, puede eclipsarse, la esperanza tiene una motivo que no se desvanece: la vocación del ser humano creado para la unión inter-humana y humano-divina. Y en quien no cree en Dios: la convicción acerca de la dignidad y la potencialidad positiva de la persona humana, como también el conocimiento profundo de la historia Vale la pena entonces trabajar y luchar por lo que tiene futuro, aunque los resultados no siempre vienen al encuentro con plazos cortos y medios. Cristo el Señor muriendo en la cruz abrió caminos de esperanza. Y ha habido personas humanas como Mandela, Arnulfo Romero, Martin Luther Kingy Gandhi que no vacilaron en ofrecer la existencia por su firme convicción del triunfo de la vida sobre la muerte. Y de que la comunión entre los seres humanos es el gran futuro de la historia y del más allá de la historia.

martes, 3 de diciembre de 2013

DIMENSIÓN POLÍTICA DEL PESEBRE

He sido entusiasta promotor del Pesebre o Belén, privilegiada expresión de la religiosidad popular en tiempo de Navidad. En Coro, junto con el distinguido antropólogo J.M Cruxent, inicié la Feria Popular del Pesebre en los inicios mismos de los ’80, la cual anualmente se viene celebrando en aquella ciudad y constituye una multiforme interpretación cultural del “Misterio de la Encarnación”, es decir, de la historización del Hijo de Dios. El Pesebre es una representación plástica del nacimiento del Señor, desde los tiempos de San Francisco de Asís. Favorece la expresión y renovación de la fe y de la vida cristianas.Resulta de fácil comprensión porparte de la gente sencilla y de los letrados,de los niños así como de las personas de las subsiguientes edades. Construible con los más variados materiales y con las técnicas más a la mano. Lo único que se requiere es imaginación, fe y mucho amor. El Pesebre es una Biblia y un Catecismo abiertos. En él puede estamparse la doctrina cristiana en lo más esencial y explicarse también en muy diversasmaneras. Puede contentarse con hospedar sólo el trío de la Sagrada Familia, pero albergar igualmente las imágenes de la Santísima Trinidad y de santos,así comode muchas otras realidades-verdades cristianas (Reyes Magos, apariciones y sacramentos, pasajes del Antiguo Testamento y“misterios del Rosario”, distintos acontecimientos cristianos…). En fin, es un ámbito de máxima comprehensión. La escenografía varía mucho. Desde la pueblerina y campesina de gran ingenua libertad hasta la complicada y exigente urbana contemporánea. Allí caben tanto las ovejas con sus pastores, como los helicópteros con los pilotos y las estaciones satelitales con sus operadores. Todo y todos pueden entrar en el Pesebre. Lo único que no encuentra espacio ni acogida en ese lugar bendito es el mal. Lo corrupto y lo perverso, el odio y la guerra. Porque el Pesebre es hogar de encuentro, de compartir. Un ambiente que refleja lo profetizado por Isaías al referirse a los tiempos mesiánicos: “Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra (2, 4)”. “Serán vecinos el lobo y el cordero y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá…Hurgaráel niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.Nadie hará daño,nadie hará mal en todo mi santo Monte”(11, 6-9). El Pesebre tiene una dimensión política innegable en cuanto es una invitación-exigencia a la reconciliación y la paz. Una cátedra de convivencia. Una lección de verdad, unidad, bondad. Un estímulo al diálogo y la solidaridad. La “polis” (caserío, ciudad y algo más), que el Pesebre representa y propicia,es una “ciudad” de entendimiento y fraternidad, de respeto y cuido mutuo y en la que lo más débil recibe aceptación y atención privilegiadas. Cuando se colocan militares, aparecen bien vestidos y en formación, alegrando el conjunto con cercanía afectuosa; divierten a los niños y en todo caso no significan amenaza ni muerte para nadie. Toda persona o grupo, toda casa o producto del ser humano, toda creatura material (rocas, plantas, animales) convergen en el Niño Dios y son iluminados por su amor. Se percibe una neta cristocentralidad. El Pesebre tiene una dimensión política. Concreta una positiva pedagogía política. Cosa necesaria siempre, pero importante y necesaria todavía más cuando rugen olas de intolerancia y discriminación, y cuando sectarias ideologías amenazan con descuartizarirracionalmente el cuerpo social.