lunes, 22 de diciembre de 2014

Salutación Navideña


DE EINSTEIN SOBRE EL AMOR





      Una amiga judía me hizo llegar, como bello saludo en estos fines de año, copia de una carta de Einstein a su hija Lieser. El original reposa ahora en  la Universidad Hebrea de Jerusalén.

       Al leerla no pude menos de recordar otra misiva sobre  el mismo tema, escrita hace unos dos mil años, la cual es uno de los últimos escritos del Nuevo Testamento. Se trata de la Primera Carta de Juan.   
         Escribe Einstein: “Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas”, para la que  “hasta  ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal”. Y agrega: “Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros”.
         ¿Cuál es esa fuerza universal? El amor. El mismo sabio la describe: el Amor es luz, porque ilumina a quien lo da y lo recibe;  es gravedad, por la mutua atracción que genera; es potencia, porque multiplica lo mejor que se tiene y evita que  la humanidad se extinga en su egoísmo. “El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor”.

    Einstein advierte: “Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta”.

  “Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieser, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida”. Esta conclusión del hombre de “la Relatividad” nos introduce, pues, en la potencia y absolutez  del amor, en un mundo en el que, desgraciadamente, hace estragos la insensatez de la belicosidad y del odio.
       En lo tocante al mensaje cristiano, la actualidad y fecundidad del amor se manifiesta de modo patente  en la Primera Carta de Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos” (Jn 3, 14. “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (Jn 4, 8).
       En el Sermón de la Cena, transmitido por el evangelista Juan, Jesús dejó bien claro cuál es el mandamiento máximo, que refleja el ser íntimo de Dios así como su voluntad creadora y salvadora: “Éste es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15, 12).
       De gran provecho resulta entonces la exhortación que hace Einstein a su hija: “Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada”.
El amor es la realidad definitiva.





domingo, 30 de noviembre de 2014


SÍMBOLO MÁXIMO DE NUESTRA FE: TRINITARIA-CRISTOLÓGICA
Este dibujo simboliza el misterio central de nuestra fe, TRINITARIA-CRISTOLÓGICA. 
 
Fe  expuesta ya por S. Pedro en su primer discurso en Pentecostés (Hch 2, 22-36). Este símbolo manifiesta, por tanto, el contenido fundamental del KERIGMA o anuncio primero y nuclear .


La Primera Carta de Juan nos dice que Dios es  Amor, Trinidad, Comunión, Compartir  interpersonal, Familia, Encuentro) y que ha manifestado su amor hacia nosotros enviándonos  a su Hijo (1Jn 4, 8-9). Cristo nos revela y comunica, por tanto,  a Dios-Comunión. El misterio-realidad  de Cristo (Jesús de Nazaret-Hijo de Dios) se encuadra, enraíza y explica  en el de la Trinidad.
Dios,  Unitrino, es raíz y fuente, sentido y  finalidad de toda genuina comunión. Cristo es el gran signo e instrumento (es decir, sacramento) del designio amoroso, unificante de la Trinidad sobre toda la humanidad (mundo, historia), del cual la Iglesia es también, en cuanto asumida por Cristo como cuerpo místico suyo, sacramento  de comunión (ver Lumen Gentium 1).
La tarea de la Iglesia, la evangelización, es, por consiguiente,  proclamar, celebrar y actuar en el mundo este plan salvador, unificante, de la Trinidad. El Reino  de Dios -tema central de la predicación de Jesús- es, precisamente, ese  designio  comunional  divino, que está ya en marcha en el mundo y tendrá su completo cumplimiento en la plenitud celestial del Reino, cuando el Señor regrese glorioso.
Todo cristiano, ciudadano del Pueblo de Dios, es-ha de ser corresponsable de la evangelización, tanto al interior de la comunidad eclesial, construyéndola como casa y escuela de comunión, como al “exterior” de la misma, en el  mundo, edificando una nueva sociedad (en verdad y libertad, justicia y solidaridad, fraternidad y paz) desde la propia familia, y difundiendo dondequiera la Buena Nueva de comunión a través de testimonio, palabra y obra.


*Este símbolo de triángulo-cruz puede enriquecer, sin pretensiones de substituirlo, el tradicional signo sencillo de la cruz. Podemos hacerlo fácilmente con la  mano derecha en cinco movimientos articulados: 1) de la frente al hombro izquierdo (diciendo Padre); 2) del hombro izquierdo al derecho  (d.Hijo) y 3) del hombro derecho a la frente (d. Espíritu Santo); 4)  línea vertical descendente dentro del triángulo (diciendo Jesús) y  5) una horizontal  cruzando la anterior (d. Cristo). Muy fácil, por tanto, de hacer. *El triángulo enmarcando la cruz (en templos…) facilita la percepción creyente y la comunicación del misterio trinitario-cristológico.

NAVIDAD POLÍTICA


 
El Papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium ha desarrollado el tema de la dimensión social, política de la Buena Nueva.

El Evangelio, al igual que la fe, la vida del cristiano y la misión de la Iglesia,  no deben quedarse encerrados en una esfera puramente cultual, ni en expresiones simplemente subjetivas. Han de volcarse, en efecto, hacia la construcción de una convivencia fraterna, que conjugue justicia y solidaridad, respeto mutuo y servicialidad. Un compartir que responda a la condición relacional humana y a la dignidad de hijos de Dios y hermanos en Cristo.

La Navidad tiene una dimensión social, política. El Reino de Dios, que se ha hecho presente en Jesús de Nazaret, es un Reino de justicia y de paz. En éste, la unión con Dios ha de traducirse en  comunión fraterna, sea en el círculo íntimo familiar, sea en los más amplios del vecindario, de la ciudad y de la comunidad internacional.

El Hijo de Dios se ha hecho humanidad, para que nos unamos con Dios y entre nosotros, a imitación de Él, que vino no a ser servido sino a servir y a dar la vida por todos.

El mundo en que Jesús se encarnó, el nuestro bien concreto, es uno en el que la paz tiene que hacerse realidad, abrirse camino, en medio de tensiones y conflictos. Es, en efecto, un claroscuro, un tejido de encuentros y desencuentros, de amores y agresividades, de danzas y de matanzas.  Recordemos una vez más lo que los Evangelios nos narran sobre los tiempos del Niño Jesús. Al canto de los ángeles en Belén sucedió un masivo infanticidio, fruto de la soberbia de Herodes y su celo por el poder. Y el Jesús chiquito, que recibió la visita de los pastores, tuvo que salir muy pronto al exilio con sus padres  para escapar de las garras del sátrapa. Cuando celebremos la Navidad estas cosas tienen que ayudarnos a entender realísticamente la presencia salvadora de Cristo en la historia.

La Venezuela en que celebramos la Navidad 2014 es la de una nación dividida, en la cual se trata de imponer un proyecto político-ideológico, que ha forzado a miles de venezolanos a irse del país y a millones de compatriotas a sentirse extraños en su propia tierra. Los venezolanos debemos reencontrarnos  en el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de todos, como ciudadanos de una patria común e hijos de un mismo Dios.

Esta Navidad constituye para nosotros una urgente interpelación a reconstruir la unidad nacional y trabajar por un nuevo Gobierno, que tenga consciencia de ser de-y-para-todos los venezolanos. Y que quienes vivimos, trabajamos, sufrimos y nos alegramos, nos inquietamos y anhelamos en este país, lo entendamos  como casa común en la que hemos de con-vivir y a la que hemos de cuidar, desarrollar, proteger y embellecer juntos. No “a pesar de” que somos diferentes, como si esto fuese algo malo, sino “precisamente por” ser diferentes. La patria no es un monolito sino un cuerpo.

Como cristianos, unidos a todos los compatriotas de las más distintas confesiones y convicciones,  hemos de celebrar también políticamente la Navidad, comprometiéndonos a ser constructores de paz en libertad, igualdad y fraternidad, pidiéndole a Dios nos ilumine y fortalezca, nos anime y capacite para construir a Venezuela como una nación democrática, pluralista, en marcha hacia un desarrollo material y espiritual compartido.

sábado, 22 de noviembre de 2014

FE Y COMPROMISO SOCIAL


 
Si quiere uno ver de manera muy concreta cómo la fe cristiana implica, exige el compromiso social, puede consultar lo que pasó con la primera comunidad cristiana.

¿Qué sucedió en Pentecostés, inmediatamente después de la primera predicación de Pedro? Hubo quienes se convirtieron y formaron inmediatamente una comunidad.

En esa primera comunidad de Jerusalén pasaron cosas, que desde ese momento debían acontecer en las comunidades cristianas de todos los siglos hasta el regreso glorioso del Señor ¿Cuáles?

En el Libro de los Hechos de los Apósteles (2, 42-47 y 4, 32-35) se narra lo que hicieron los cristianos de la primera hora. Se congregaron para compartir su fe; formarse en la enseñanza de los apóstoles y su testimonio de la resurrección del Señor Jesús; orar; celebrar la “fracción del pan”; comunicarse sus bienes solidarizándose  con los necesitados. En alabanza a Dios y con alegre fraternidad.

Al convertirse, no se fue cada uno por su lado para vivir la fe aisladamente, sino que formaron comunidad. Y entendieron que el amor era cosa sólo de sentimiento, sino también de ayuda material.

En esos textos del Nuevo Testamento percibimos cómo la evangelización (misión de la Iglesia) se despliega en objetivos, los cuales pueden ser llamados “dimensiones”, mostrando así que no son tareas aisladas sino en mutua interconexión (la “fracción del pan” no puede separarse del compartir los bienes y la formación en la fe ha de llevar a integrarse en una comunidad y vivir en comunión).

El Papa Francisco pone de relieve todo esto en su Exhortación Evangelii Gaudium, la cual dedica su capítulo IV a “La dimensión social de la evangelización”. Allí muestra bien claro cómo proclamación del Evangelio (kerygma), fe, liturgia, oración, religión, organización y acción  de la Iglesia, vida cristiana, reclaman su expresión en materia de justicia, solidaridad, caridad (amor). Es decir: compromiso social. La Primera Carta de Juan es bien clara: “pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4, 20).

La Doctrina Social de la Iglesia se ha elaborado y desarrolla con esta motivación: mostrar la dimensión de la fe y ayudar a vivirla de modo efectivo. Por eso dicha Doctrina debe procurarse a todo el Pueblo de Dios. Chiquitos y grandes, hombres y mujeres, letrados y no letrados; de cualquier condición social y función eclesial.

Hay muchas publicaciones y cursos al respecto. Personalmente he tratado de aportar algo. Lo último y muy sencillo es lo que se podrá encontrar en mi blog perezdoc1810.blogspot.com, a saber, un Curso Introductorio de Doctrina Social de la Iglesia. Lo ofrezco como un servicio modesto, utilizable en muchos modos y formas. Busca principalmente promover el conocimiento, profundización y, sobre todo, la puesta en práctica de los elementos fundamentales de la referida Doctrina Social.

Lo clave es convencerse de que no hay fe genuina, vida cristiana auténtica, acción eclesial integral, si no llevan consigo el compromiso social, o sea, la expresión concreta del amor en la convivencia.

CURSO DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


 

Mons. Ovidio Pérez Morales

INDICACIONES GENERALES

1.     Índole del Curso. El presente Curso, introductorio, presenta en forma breve, sencilla y sintética, elementos fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, con miras a estimular su conocimiento, profundización y, sobre todo, su puesta en práctica.

2.     Modos de seguimiento del curso:

 

2.1.-Individual. El Curso puede ser trabajado individualmente. Eso ha determinado su estructura en temas y secciones  para facilitar el estudio. Ofrece además una Bibliografía Básica, de la cual lo concerniente a documentos oficiales se consigue en Internet.

 

2.2.-  Grupal presencial. Este Curso puede ser también desarrollado en encuentros grupales, con la ayuda de un facilitador. La tarea de éste  sería sobre todo para destacar -en pizarra, rotafolio o power point, por ejemplo-, los elementos  más resaltantes, así como para promover un compartir de los asistentes sobre la correspondiente materia.

 

2.2.1.- Encuentros para grupos presenciales. Dada la índole introductoria del Curso, los encuentros podrían ser de dos (2) a seis (6), distribuyendo proporcionalmente los temas y dedicando, en principio, una hora para cada tema.    

 

3.     Nivel de  instrucción de los asistentes. Como nivel  educativo para seguir este  Curso de iniciación es suficiente la Educación Media General o Diversificada.

 

4.     Servicio abierto. Este Curso se ofrece como un servicio fraterno, sin condiciones ni mayores pretensiones. Nuestro único deseo es su mejor aprovechamiento, amplia divulgación  y que se traduzca en progresivo conocimiento de la DSI y auténtico compromiso social.    

Caracas: noviembre de 2014


Para visualizar el contenido del Curso  haz clic en el siguiente enlace

https://drive.google.com/file/d/0BxOAgXdJltC2dFkzaDNVUmVwdU0/view?usp=sharing

jueves, 13 de noviembre de 2014

COMUNIÓN: NORTE DE LA EVANGELIZACIÓN (INTRODUCCIÓN)

     El Concilio Vaticano II estampó en el frontispicio de su documento central, Lumen Gentium, la siguiente definición: “la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). 

    Definida así la Iglesia, quedó declarado de modo implícito, patente, el norte u objetivo fundamental de su misión en el mundo: la comunión humano-divina e interhumana. Una comunión que ha de desarrollarse en el tiempo y alcanzará su plenitud cuando se dé la congregación universal definitiva de todos los justos de la historia cabe la Trinidad (ver LG 2). 

    Propósito del presente libro es mostrar cómo la noción de comunión, no sólo define al Pueblo de Dios y determina el sentido de la evangelización, sino que, todavía más, constituye el núcleo articulador de toda la realidad (doctrina y praxis) cristiana. La formulación de una tal categoría articuladora tanto de lo doctrinal como de lo práctico, constituyó un elemento fundamental y magisterialmente original en dos importantes reuniones eclesiales en América Latina, la una a nivel continental (Puebla, 1979), la otra a nivel nacional (Concilio Plenario de Venezuela, 2000-2006). 

    Ambas tuvieron como objetivo común la evangelización (Puebla) o “nueva evangelización” (CPV), en correspondencia con los serios desafíos planteados a la Iglesia en los nuevos escenarios histórico-culturales. Pablo VI había brindado un aporte iluminador muy importante sobre la misión evangelizadora de la Iglesia con la exhortación Evangelii Nuntiandi (1975), publicada a raíz del Sínodo de 1974 y orientada a la realización de aquella tarea en el mundo contemporáneo. El Papa definió allí la evangelización como “la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (No.14) y amplió la comprensión de esa categoría, pasando de una noción restringida al primer anuncio y la formación de la fe -ámbito que se suele denominar profético- a otra, que abarca la totalidad de la misión de la Iglesia y, por ende, también los ámbitos celebrativo, organizacional de la comunidad y promocional humano. 

    Campos operativos todos ellos, que han de ser interpretados como “complementarios y mutuamente enriquecedores” (No 24). La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, aprobada por el mismo Pablo VI y celebrada bajo el pontificado de Juan Pablo II, tuvo como lema-tema “La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”. La Presentación de su documento conclusivo define como objetivo de la evangelización “restaurar y profundizar la comunión con Dios y (…) entre los hombres”; y formula la categoría comunión como línea conductora o línea teológico-pastoral de la III Conferencia, complementándola con otra, la de participación. Dos décadas después de Puebla, justo en los inicios del nuevo milenio, se reunió el Concilio Plenario de Venezuela, teniendo como “sentido y finalidad (…) trazar un conjunto de orientaciones y normas que ayuden a concretar la nueva evangelización”, según lo expresado previamente por el Episcopado venezolano (GES l4). Éste determinó, como cuestión fundamental para dicho Concilio, su línea teológico-pastoral como núcleo articulador; a este propósito asumió de Puebla la categoría comunión, asignándole esta vez como acompañante la noción solidaridad. 

    Aparece claro cómo tanto Puebla como el Concilio Plenario en su propósito de definir el norte de la evangelización o nueva evangelización, encontraron que éste no es otro que la comunión. Además, casi por un proceso connatural, hallaron que dicha noción viene a constituir el núcleo articulador, la noción englobante, de la totalidad cristiana. A ese núcleo lo denominaron línea teológico-pastoral. Hemos recibido así una categoría que muestra la coherencia y unidad de lo que los cristianos estamos llamados a creer y a poner en práctica. Ella permite que los múltiples elementos, tanto doctrinales como operativos, expuestos en los catecismos y otros compendios, no aparezcan como simple sucesión o agregado de enseñanzas y orientaciones, sino que se muestren como un conjunto orgánico en torno a un eje estructurante. 

    Lo mismo puede aplicarse al variado material que se ofrece en los cursos teológicos, en los talleres pastorales para preparar evangelizadores o en las charlas formativas sobre la doctrina de la Iglesia en encuentros de diversa índole. No sin razón la búsqueda de la unidad fue de lo primerísimo que se planteó en la historia del pensamiento filosófico a partir del siglo VI a C. Los pensadores de entonces intuyeron fácilmente, en efecto, que la realidad, para ser aprehendida como “razón” (logos), no podía descansar en la pura constatación de lo múltiple y lo diverso. Se emprendió una ineludible labor en aquella dirección, aun al precio, muchas veces trágicamente pagado, de interpretar la unidad como “unicidad”, reduciendo o hasta eliminando el valor irreductible de la diversidad y la singularidad.

     La importancia y la utilidad de un tal núcleo articulador saltan a la vista. Ciertamente serán muy distintas la comprensión y la comunicación, así como la fuerza animadora de la “buena nueva” cristiana, si en vez de presentarse como un listado o yuxtaposición de proposiciones doctrinales y directrices morales o pastorales, éstas aparecen como un todo armónico alrededor de una categoría enucleante, un eje, que las conjuga e interrelaciona, sin sacrificar en modo alguno ni la diversidad ni las oposiciones entre los elementos que entran en juego en un escenario, por lo demás, no sólo de luces, sino también de sombras. 

    Ese núcleo se convierte, por dinamismo intrínseco, en el norte claro u objetivo preciso del concreto ejercicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, ya en lo concerniente a la vida interna de ésta, ya en su servicio al mundo, contribuyendo también en la construcción de la justicia y de la paz en la perspectiva de la opción por los pobres. Puebla y el Concilio Plenario, al formular lo que definen como línea teológico-pastoral, han dado un aporte muy positivo, original y rico en consecuencias, sobre una cuestión de tanta trascendencia como es la unidad y coherencia del mensaje que la Iglesia tiene como tarea anunciar, celebrar y actuar en la humanidad.

     El concepto línea teológico-pastoral, tal como lo precisó Puebla, ha sido una feliz invención de la III Conferencia en la acepción más original y plena de ese vocablo (el verbo latino invenio-ire significa encontrar, descubrir, hacer por primera vez, idear). Y la identificación de esa línea como comunión constituye un tesoro inestimable, que es preciso conservar, enriquecer y aprovechar en la Iglesia, no ya sólo de nuestro Continente, sino también a escala universal. Su explicitación y empleo serán altamente beneficiosos en estos tiempos de renovación eclesial y de nueva evangelización. Tiempos de un nuevo aire evangélico alimentado por el Papa Francisco, quien de modo fresco y sencillo promueve una Iglesia más cercana, compasiva y solidaria con un mundo, cuyo bullicio y autosuficiencia no pueden ocultar frustrantes soledades y confrontaciones, si bien tampoco hondos anhelos de unidad. Del reciente documento pontificio Evangelii Gaudium recoge este libro oportunas orientaciones, sobre todo en materia de espiritualidad de comunión, fundamento insustituible de una coherente y creíble pastoral de comunión en y para la humanidad contemporánea. 

     El presente trabajo busca poner de relieve la importancia y estimular el máximo aprovechamiento del hallazgo de Puebla, con su ulterior enriquecimiento venezolano, en la nueva evangelización. La mención de línea teológico-pastoral en el transcurso de esta exposición se hará, comúnmente, mediante el sinónimo privilegiado de núcleo articulador teológico-pastoral, que expresa más gráficamente la función organizadora de dicha línea.



Para continuar leyendo el trabajo Comunión: "Comunión: línea teológico-pastoral", haz clic en el enlace

sábado, 1 de noviembre de 2014

EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR

Hace veintidós años tuve la suerte y el privilegio de firmar, en nombre del Episcopado, el Convenio que dio origen al Programa Educación Religiosa Escolar (ERE), que tantos beneficios brindó a la nación desde inicios de los noventa (8. 10.1992) hasta el gobierno del Presidente Chávez, durante el cual fue eliminado. Para mí el Programa ERE constituía el principal de la Iglesia en Venezuela, por su contenido y el enorme ámbito humano que alcanzaba, nada más ni nada menos, que las nuevas generaciones del país. La cláusula primera del documento decía así: “El presente convenio tiene por objeto coordinar acciones conjuntas por parte de El Ministerio (de Educación) y por parte de La Conferencia (Episcopal) que contribuyan a impartir Educación Religiosa Católica a los educandos cuyos Padres o Representantes lo soliciten”. Este Convenio daba cumplimiento a lo establecido en el artículo 50 de la Ley Orgánica de Educación: “La educación religiosa se impartirá a los alumnos hasta el 6º Grado de educación básica, siempre que sus padres o representantes lo soliciten. En este caso se fijarán dos horas semanales dentro del horario escolar”. Inmediatamente después de firmado el Convenio se comenzó a ponerlo en práctica mediante una cooperación estrecha entre la Iglesia y el Gobierno. Los frutos se comenzaron a recoger, no sólo para bien de los niños y adolescentes de las escuelas oficiales a lo ancho y largo del país, sino también de sus docentes, entre quienes se generaba un clima de fraternidad y mutua ayuda humana y cristiana, con sus reflejos en toda la comunidad educativa. El material didáctico estaba a cargo de la Conferencia Episcopal, así como la formación de los docentes en la materia. El Ministerio colaboraba, entre otras cosas, facilitando docentes, también a tiempo completo, para las tareas de coordinación de la ERE en los diversos niveles de enseñanza. La Educación Religiosa se daba en el mayor respeto a la libertad religiosa y en un contacto estrecho con los Padres y Representantes católicos. Otras confesiones fueron dando pasos para lograr convenios propios. ¿Qué pasó lamentablemente? Con el advenimiento del régimen actual se comenzó a marginar el Convenio hasta que formalmente, con la nueva Ley de Educación y la aplicación falseada del Art. 7, se lo extinguió. El Convenio, sin embargo, no ha quedado sólo para el recuerdo. Está allí en espera de resucitar en nuevos tiempos.

jueves, 30 de octubre de 2014

MATERIALISMO IDEALISTA

Hablar de “materialismo idealista” especialmente en términos filosóficos suena a patente contradicción. Porque se trata de posiciones mutuamente excluyentes. Pero eso es lo que se ve plasmado en los “socialismos reales”. Éstos dicen avanzar hacia una plenitud histórica, sociedad feliz, producto de la “socialización” de los medios de producción. En perspectiva materialista, pues, se promete una humanidad enteramente liberada, disfrutando de una abundancia compartida de recursos y una democracia perfecta. Utopía asegurada. ¿Qué ha sucedido y sucede en la práctica con ese tipo de sistemas, en el pasado con casos como la URSS, en el presente con productos como el cubano castrista y en proyecto el SSXXI venezolano? Lo primero que se debe señalar aquí es el “idealismo” que entraña el uso del término “socialismo”. En la práctica –y pudiera decirse lamentablemente- esos sistemas no han realizado ni están realizando, ningún socialismo. En efecto, lo que registran es un estatismo feroz, un radical capitalismo de estado, una centralización absoluta del poder, que excluyen la genuina participación de las bases (comunidades; asociaciones de trabajadores y de estudiantes; agrupaciones de emprendedores y de otros sectores sociales). No se da allí ningún socialismo ni comunismo verdadero –que de por sí evocan máxima participación y corresponsabilidad-, sino una absorción de los ciudadanos por el poder omnímodo de la Nomenclatura (dirigencia del partido oficial y líder máximo). Todo esto se ve potenciado por dos factores privilegiados: los organismos represivos de seguridad del Estado y la hegemonía comunicacional oficial. En segundo lugar lo de futuro de abundancia material y de felicidad social queda en el papel. En su lugar dominan las carencias en una sociedad acogotada por la baja producción y productividad, así como por los gastos militares y los destinados a represión y propaganda. Pueblo y pobres son los sujetos que la propaganda oficial coloca como protagonistas y beneficiarios supremos del sistema “socialista”. Pero actores no son por lo que se acaba de decir. En cuanto a beneficiarios la realidad deja mucho que desear. Se da en buena medida una masificación de la pobreza y un empobrecimiento general. Esto en lo concerniente a lo material. Pero lo peor se da en el campo de lo político, y particularmente, en el de lo ético-cultural. El resultado es un ocaso de la libertad, la imposición del pensamiento único y un modelo cultural sectario y no correspondiente a la pluriformidad nacional. Por ello la historia ha experimentado la caída de esos sistemas. Y registrará el fracaso de los existentes. Porque hay cosas que tienen futuro y otras no. Tienen futuro la libertad, la justicia, el pluralismo. No lo tienen la opresión, la injusticia, la violencia. Estos “socialismos” tratan de imponer una ideología (tejido de ideas) que no se compadece con el progreso efectivo de los pueblos. En la realidad los frutos escasos o negativos se tratan de justificar con proclamas ideológicas, que siempre relanzan a un porvenir utópico, cada vez más lejano e inalcanzable. El materialismo no ofrece nada consistente, pero se inflan las esperanzas y se distraen las desesperanzas con el consuelo de la ideología. El materialismo, corto en resultados y limitado en posibilidades, se esfuerza en mantenerse en pie sólo por lo abultado de sus “idealidades”. Al fin y al cabo el materialismo dialéctico e histórico es el revés de la dialéctica idealista hegeliana.

jueves, 9 de octubre de 2014

DIMENSIÓN SOCIAL DE LA EVANGELIZACIÓN

La exhortación Evangelii Gaudium tiene como título del capítulo IV: La dimensión social de la evangelización. Esta parte de tan importante documento del Papa Francisco constituye un valioso aporte a la Doctrina Social de la Iglesia. Un gráfico que me gusta difundir es el que dibuja la evangelización como una pirámide hexagonal invertida, cuyos lados representan los seis objetivos de la misión de la Iglesia: primer anuncio (kerygma), catequesis, liturgia, organización de la comunidad visible, nueva sociedad y diálogo. Un sinónimo expresivo y útil de objetivo en este contexto es el término dimensión. Para actuar de manera completa la tarea de evangelizar, es preciso, por tanto, incluir el compromiso social o promoción humana, o –empleando el título de uno de los documentos del Concilio Plenario de Venezuela- la contribución a edificar una nueva sociedad. El referido capítulo podría considerarse una viva e iluminadora introducción a la Doctrina Social de la Iglesia. Allí el Papa comienza diciendo que ya el primer anuncio mismo de la Buena Nueva (en otras palabras, el kerygma) “tiene un contenido ineludiblemente social, por cuanto “en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (EN 177). Veamos por qué. El kerygma es la proclamación de lo medular, primario, del mensaje cristiano, a saber: Jesucristo, Señor y Salvador como revelación de Dios Trinidad, Dios-Amor. El Papa fundamenta así lo básico de la Doctrina Social de la Iglesia en la realidad-misterio íntimo de Dios-Comunión, a cuya imagen y semejanza hemos sido creados. La consecuencia es patente: “no podemos realizarnos ni salvarnos solos” (Ib). Es, de entrada, la marginación de toda concepción individualista, aislada, egoísta del ser humano y, en particular, del cristiano. Dios comunión nos ha creado y salvado como seres en comunión y para la comunión. Nuestra suerte es de-y-con los demás. Con el proximus, cualquiera sea su raza, condición social, sexo, cultura, nación u otra especificación. La Encarnación del Hijo de Dios arropa a todos los humanos y nos une solidariamente en profundidad. “Lo que hicisteis a uno de estos hermanos mío más pequeños, lo hicisteis a mí”, son palabras de Jesús (Mt 25, 40). Ahora bien, hablar del prójimo exige dirigir la mirada prioritariamente al más débil, frágil, necesitado. Esto ha de aplicarse en lo micro y en lo macro. Tiene que ver con el servicio persona a persona y también con las políticas de seguridad, alimentación, salud y otras. Con todo el relacionamiento económico-político-cultural, en lo que concierne tanto al cuerpo como al espíritu. La promoción humana, la problemática de la justicia y de la paz, lo relativo a Derechos Humanos y cosas semejantes es algo que toca en lo vivo el compromiso de quien acepta el Evangelio y quiere llevarlo a la práctica. No podemos acercarnos a Dios si no nos acercamos al hermano, que lo presencializa. Dimensión social del Evangelio quiere decir: no hay evangelización y vida cristiana sin expresión social de la Buena Nueva en el entramado social, ya cercano, intermedio o global.

viernes, 3 de octubre de 2014

NOCIÓN OMNIPRESENTE

Hay una noción o categoría que está y debe estar presente en todo el andamiaje doctrinal y práctico cristiano. Es decir, en todo el cuerpo de proposiciones y de orientaciones del conjunto del mensaje. Se trata de la noción o categoría comunión. Comunión equivale a términos como unidad, compartir, unión. Dice relación interpersonal en profundidad. De allí que la expresión entrar en comunión con alguien o con algunos significa establecer una relación de real cercanía, de honda comunicación, de efectiva solidaridad. Para el cristiano la comunión tiene su más perfecta expresión y, al mismo tiempo, su trascedente e inefable realización, en el ser mismo de Dios, que no es individualidad aislada, sino Trinidad, comunión divina de Padre-Hijo-Espíritu Santo. El Dios en que creemos los cristianos, el único Dios verdadero, no es persona solitaria, sino viva y fecunda unidad interpersonal, que se nos ha revelado por el Hijo encarnado, Jesucristo el Señor. Ahora bien, Dios no ha querido quedarse en su perfectísima y feliz realidad trinitaria, sino que ha creado una familia humana, para que sea verdaderamente tal y se una con la trinitaria. Y a esa familia humana ha querido redimirla de su condición histórica pecadora por la encarnación salvadora del Hijo, para hacerla Pueblo de Dios. Esa plan creativo y salvador unificante tiene un signo e instrumento en la Iglesia. La presencia y la actuación positiva de ésta en el mundo revela lo que Dios, Unitrino, viene realizando en toda la humanidad, en la historia toda: la unidad de los seres humanos con Dios y entre sí. Esta obra de Dios tendrá su culminación cuando la historia llegue a su fin y la Iglesia a su plenitud. Se tendrá entonces la congregación universal de todos los justos cabe la Trinidad. Es lo que el Concilio Vaticano II ha expresado con el término -muy antiguo, por cierto- de Iglesia universal definitiva. Ésta se dará luego del retorno glorioso de Jesucristo y constituirá la plenitud celestial del Reino o Reinado de Dios. La Iglesia que peregrina en la historia tiene como tarea la evangelización, cuyo objetivo fundamental es anunciar, celebrar y actuar, como signo e instrumento (sacramento), el designio o plan unificante, comunional, de Dios-Trinidad. Por eso la Iglesia ha recibido de su Señor como mandamiento máximo e integrador: el amor. Esto lo explicitó Jesús en su Discurso de despedida en la Última Cena, como leemos en el Evangelio de Juan. Todo lo anteriormente dicho justifica el establecer la noción de comunión como categoría articuladora de todo el mensaje –doctrinal y práctico- cristiano. Es la razón por qué comunión conforma la respuesta a las múltiples preguntas teóricas y operativas, que se pone y debe poner el cristiano, tales como: ¿Qué es Dios? ¿Cuál es el sentido del plan divino creador y salvador? ¿Cuál es la razón de ser de la Iglesia y el norte de su misión en el mundo? ¿A qué apunta el mandamiento máximo de Jesús? ¿De qué será la plenitud celestial del Reino de Dios? Ser y hacer comunión en su Iglesia y en la humanidad, tal es la vocación y tarea de los cristianos tanto en su vida privada como en la pública.

domingo, 20 de julio de 2014

LOS OBISPOS DENUNCIAN

El pasado 7 de julio, al final de su asamblea plenaria, la Conferencia Episcopal Venezolana publicó una exhortación titulada Compartimos el consuelo recibido de Dios. En ella informan sobre los puntos más salientes de la reunión y, como suelen hacerlo, toman posición respecto del acontecer nacional. Al igual que la Iglesia toda, cuya guía pastoral ejercen, los obispos tienen un ineludible compromiso social con el pueblo venezolano, con la gente concreta de este país, del cual forman parte y cuya suerte comparten. Por cierto que en el referido documento se incluye una cita muy a propósito del Papa Francisco: “Los pastores (…) tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano” (EvangeliiGaudium182). Si se hubiese prolongado la cita encontraríamos de inmediato lo siguiente: “Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo”. Para actuar esta obligación social la Iglesia en su conjunto y específicamente los obispos han de cumplir una triple tarea: denuncia, anuncio, compromiso. Denunciar lo que va contra la dignidad y los derechos fundamentales del ser humano; anunciar la “buena noticia” del amor de Dios y de la comunión que ha de construirse en la convivencia; comprometerse en la edificación de una “nueva sociedad”, junto con creyentes y no creyentes. Esta tríada de elementos se refleja en la citada exhortación episcopal, que es de gran profundidad, riqueza y actualidad. En Internet se puede encontrarel documento (ver, por ejemplo, la página web reportecatolicolaico. Del textoespigaré sólo un par de cosas. La primera es algo sumamente grave: los Obispos denuncian que el oficialismo tiene “la pretensión de imponer un modelo político totalitario” (Exhortación, 13). Si una dictadura, una tiranía u otra cosa por el estilo son malas, el totalitarismo es pésimo. Baste pensar en lo que significó para la humanidad el nazismo y el estalinismo y significa el castrocomunismo. Totalitarismo implica control completo de la población, no sólo político y económico, sino también cultural (educación, MCS y otros). La segunda es la reiteración de algo ya exigido: “solicitamos la libertad de los estudiantes y medidas de gracia para los presos políticos y para quienes han emigrado por razones políticas” (Exhortación, 13). La tercera es una apelación a la Carta Magna: “La Constitución consagra el derecho a la libertad de pensamiento, y por tanto a la disidencia y a la legítima protesta” (Exhortación, 14). La que en su momento fuese alabada como la mejor Constitución del mundo, se ha convertido en un texto cotidiana y públicamente violado, lo cual califica de ilegitimidad al régimen. Se habla de justicia y paz, de unión y diálogo. Pues bien, el Episcopado venezolano al término de su análisis de la situación hace esta severa admonición: “No será posible encontrar soluciones satisfactorias a los problemas que aquejan a la gente, ni se dará una verdadera reconciliación en nuestra sociedad, si no nos escuchamos, si se reprime sin investigar las causas por las que surgen las protestas. No es posible pretender una paz que suponga la renuncia a los derechos humanos, la aceptación de un estilo de vida impuesto y la utilización de la Constitución y las leyes a través de interpretaciones no compartidas y más bien rechazadas y denunciadas”(Exhortación, 15). El Episcopado denuncia porque ve el desastre andando y quiere para todos los venezolanos la mejor suerte que nos corresponde.

domingo, 29 de junio de 2014

DIMENSIÓN SOCIAL DE LA EVANGELIZACIÓN

La Doctrina Social de la Iglesia(DSI) es el conjunto de enseñanzas que ésta ofrece sobre la relación entre el mensaje evangélico y la organización de la convivencia social. Dichas enseñanzas se encuentran principalmente en los documentos del Magisterio eclesiástico (es decir del Papa y los obispos) sobre la materia. La DSI hunde sus raíces en las Sagradas Escrituras, ya desde el Antiguo Testamento, y se encuentra progresivamente desarrollada en las enseñanzas de los así llamados Padres de la Iglesia (de la antigüedad cristiana) y en los tratados de los teólogos. De particular interés en este campo son las encíclicas sociales de los Papas, a partir de la Rerum Novarum (15.5.1891) de León XIII, que marca el iniciooficial de la DSI. La última ha sidoCaritas in Veritate (El Amor en la Verdad), publicada por Benedicto XVI en 2009. Un tema fundamental de la DSI es el referente al lugar de ésta en la misión de la Iglesia.Pudiera formularse mediante estapregunta ¿Qué tiene que ver lo social –como enseñanza y práctica- condicha misión? Trataré de exponer la cuestión en forma sintética. La misión de la Iglesia es la evangelización, tarea encomendada por el Señor Jesucristo como objetivo fundamental. Ahora bien, para entender esa tarea es preciso explicitar los objetivos específicos de la evangelización. ¿Cuáles son estos objetivos primarios? Pueden concretarse en seis: 1) proclamar lo esencial de la Buena Nueva (primer anuncio);2) formar en la fe a los creyentes (catequesis); 3) celebrar la fe en el culto y la oración (liturgia); 4) organizar la comunidad creyente (comunidad visible); 5) poner en práctica el “mandamiento nuevo” del Señor en la convivencia social (nueva sociedad); y dialogar con quienes no participan de la fe hacia la fraternidad y la paz y una creciente unidad (diálogo). Estos objetivos específicos tienen una estrecha interrelación y por eso pueden considerarsedimensionesde un mismo quehacer y representarse gráficamente como seis lados de una pirámide invertida, que sería la evangelización. Lo anterior quiere decir que la Iglesia no cumple su misión de modo integral, completo, si ella (comunidad ymiembros) no contribuye activamente en la edificación de una convivencia justa, libre, solidaria, participativa, pacífica, con atención especial al prójimomás débil y necesitado. Por ello el compromiso social es imperativo para los cristianos y la Iglesia toda. Pensemos, por ejemplo, en la práctica, defensa y promoción de los Derechos Humanos. Lo social es una dimensión de la evangelización. Por tanto, contribuir a la construcción de una nueva sociedad constituye una obligación para todos y cada uno de los cristianos y la Iglesia que integran.

viernes, 6 de junio de 2014

COMUNICACIÓN PRIVATIZADA

Utilizo el término “comunicación privatizada” para designar la utilización de los Medios de Comunicación del Estado como monopolio, hegemonía, del Gobierno y del oficialismo en general. El punto de partida de estas reflexiones es un principio básico, a saber, que los Medios de Comunicacional Social (MCS) del Estado son de éste, es decir, de la República, del pueblo venezolano en su conjunto y no de una parcialidad determinada, sea el Gobierno o no. Tradicionalmente la interpretación en este punto ha sido distinta. Se han entendido esos MCS como propiedad gubernamental, para su uso discrecional. En el “período democrático”, con todo, el uso de los mismos tuvo cierta flexibilidad, pero no llegó al “deber ser”, de acuerdo a los valores obligantes para el Estado según establecía la Constitución.Actualmente la práctica en este campo es palmariamente contraria a los Principios Fundamentalesde la Carta Magna vigente, la cual destaca, entre otros, “los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”(Art.2). Ya en los tiempos de la primera presidencia de Carlos André Pérez se quiso abrir una brecha positiva con un proyecto que buscaba hacer realidad la condición de los MCS como “servicio público”. En él jugó un papel de primer plano Antonio Pasquali –quien no necesita presentación- y yo pude participar. El proyecto se quedó en buenos deseos. Demasiados intereses trabajaron en contra. Las prioridades nacionales iban en otra dirección. A buen número de años y en medio de una realidad que hace todavía más urgente la necesidad de un cambio en lo comunicacional, el tema de la naturaleza y sentido de los MCS del Estado –no entro en el drama de los no oficiales, tan perseguidos-tiene que resurgir con particular intensidad. El control (manejo y utilización) de los MCS del Estado debe pasar de las actuales manos que los han privatizado (Gobierno y oficialismo en general) a una autoridad más comprehensiva, en la línea de la identidad pluralista del Estado venezolano según nuestraConstitución. A no pocos les resultará extraña, chocante, ilusoria, cuando no “oposicionista”, esta exigencia.Se trata, sin embargo, de algo connatural en el marco de un Estado democrático y de una Constitucióncomo la nuestra, que no por ser cotidianamente violada, debe ser menos obligante. Quisiera ver esta cuestión sobre el tapete del “Diálogo” en curso y como tema vivo en el intercambio y la discusión no sólo de los partidos políticos, sino de las instituciones y organizaciones de la sociedad civil. Este tema no se puede considerar como “uno entre otros”. Es en efecto clave para el presente y el futuro de nuestra República democrática. Esto en una etapa histórico-cultural, que se define como “sociedad de la información” o cosas por el estilo, cobra relieve y urgencia especiales. Se trata de una verdadera prioridad. Se da una grave incoherencia entre la afirmación del Estado venezolano como “democrático y social de Derecho y de Justicia” y el manejo de los MCS de ese mismo Estado en una línea hegemónica, parcializada, uniformizante, más aún, excluyente y represiva. Sería bueno manejar como “lema” en reuniones y manifestaciones, así como en encuentros, conversaciones y diálogos públicos, el siguiente: “Los MCS del Estado son de todos los venezolanos”. (Esto, de verdad, y no como el lema de “PDVSA es de todos los venezolanos”, cuando al mismo tiempo se la proclama que es roja-rojita). Terminemos con la “privatización” de la comunicación social estatal.

miércoles, 21 de mayo de 2014

MENSAJE ARMÓNICO

El Mensaje cristiano, en su sentido más amplio, contiene una parte doctrinal (relativa a la fe) y otra práctica (referida al quehacerdel creyente). Cuando rezamos el Credo enunciamos una serie de proposiciones doctrinales, a las cuales adherimos como cristianos y, más concretamente, como católicos. Al estudiar el Catecismo, enriquecemos esas proposiciones con otras, que las desarrollan, explican o aplican. La Teologíapermite ir más allá todavía en amplitud y profundidad.Esto en cuanto a lo doctrinal o teórico. Cuando recordamos el Decálogo explicitamos una serie de directrices fundamentales para nuestra vida moral, no pocas reveladas en el Monte Sinaí a Moisés y las cuales corresponden a imperativos naturales fundamentales. La Biblia trazaotras, como es el caso, por ejemplo, de las subrayadas en el Sermón de la Montaña. La Iglesia establece también para sus miembros preceptos específicos para la vida en la comunidad. Todo esto conforma el subconjunto de la praxiso lo normativo (moral, pastoral, espiritual). Tenemos, pues, dos subconjuntos. Ahora bien, una pregunta que necesariamente surge es la siguiente: ¿No se da un vínculo integrador en cada uno de los dos subconjuntos y, más aún, entre éstos, para formar un conjunto orgánico? ¿El cúmulo de proposiciones doctrinales y de directrices prácticas se queda en un simple agregado o se traduce en un en una globalidad articulada? ¿Se queda el Mensaje en una yuxtaposición de enseñanzas y preceptos o forma un conjunto armónico? La respuesta positiva la declaró en su tiempo la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla 1979) y la ratificó y precisó nuestro Episcopado con vista al Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006). El Mensaje cristiano no se queda, en efecto, en una multitud de cosas, sino que resulta ser un conjunto estructurado, organizado en torno a una noción o categoría, que le sirve de núcleo o eje. Es lo que tanto Puebla como el Episcopado venezolano declararon como “línea teológico-pastoral” (para mí un buen sinónimo es “núcleo articulador teológico-pastoral”). Y definieron esa línea así: comunión. Un modo práctico de apreciar esta articulación es el siguiente: comuniónes la respuesta a la pregunta qué es o adónde apuntacuando formulamos, respectivamente, los contenidos doctrinales y las normas prácticas del Mensaje cristiano. Por ej. ¿Qué es Dios? Comunión (Trinidad) ¿Qué es la Iglesia? Signo e instrumento de comunión humano-divina e interhumana ¿Qué es el Cielo? La plenitud de la comunión. En el orden práctico -recordando que amor equivale a comunión y por eso decimos también con 1Jn 4, 8 que Dios es Amor- tenemos: ¿Qué busca actuar la vida moral? Comunión¿Qué debe construir la Iglesia en sí y en el mundo?Comunión¿Qué teje la espiritualidad? Comunión. Comunión es, pues, la noción clave que revela la unidad del Mensaje cristiano y lo manifiesta, por tanto, como un conjunto armónico.

domingo, 11 de mayo de 2014

MISIÓN INTEGRAL DE LA IGLESIA

¿Cuál es la misión de la Iglesia en el mundo? Quienes están un poco iniciados en la formación católica contestan fácilmente esta pregunta, diciendo que es la evangelización. La cuestión se complica, sin embargo, cuando se repregunta ¿Y qué es evangelizar? Normalmente se responde así: es anunciar, proclamar, comunicar, difundir la Palabra, el Evangelio. Esta respuesta no es falsa, ciertamente, pero resulta incompleta. Porque la misión de la Iglesia no se reduce a la pura presentación y recepción de la Buena Nueva, al aspecto que se pudiera denominar profético. Es algo más y mucho más. Una vía práctica y fácil para conocer lo que es la evangelización como tarea de la Iglesia en su globalidadse tiene acudiendo a lo que relata el libro de los Hechos de los Apóstoles sobre lo sucedido inmediatamente después de Pentecostés. Cuando la Iglesia comenzó a realizar su tarea en la historia. Lo encontramos en los capítulos 2, 42-47 y 4, 32-35. Allí se nos cuenta qué era eso de la primera comunidad cristiana. Muchos de quienes oyeron la primera predicación de Pedro, se convirtieron en su corazón. Pero estos creyentes no se dispersaron por caminos individuales, cada uno con su cambio interior. A la conversión siguió un ritoexterior, social, y la inserción en un grupo de discípulos. De este modo emergió la comunidad de Jerusalén, a la que se refieren los textos escriturísticos ya indicados. Muy pronto surgieron otras comunidades al propagarse la llama de la fe por diversos lugares. La evangelización se puso en marcha y, con ella, el crecimiento del nuevoPueblo de Dios mediante múltiples congregaciones de convertidos. Examinando cómo se fue tejiendo esta red,se percibe lo que entendían los apóstoles y los otros primeros discípulos de Jesús por Evangelización.En el relato de la vida y las andanzas de la primera comunidad resaltan los varios objetivos de la misión de la naciente Iglesia. En primer lugar aparece la comunicación-aceptación de la Palabra y la formación en ella (aspecto profético); el proceso sigue con la oración y acciones sacramentales como el bautismo y la fracción del Pan o Eucaristía (aspecto celebrativo); los bautizados van constituyendo comunión (unidad) con “unsolo corazón y una sola alma”, comparten sus bienes de modo que no haya necesitados y perseveran bajo la guía de los apóstoles (aspecto comunitario). Como se ve, la Evangelización seva desplegando en varios objetivos específicos, no como acciones aisladas, sino a manera de elementos integrados y mutuamenterelacionados para formar un conjunto orgánico y así realizar la misión encomendada por Jesús bajo la animación d el Espíritu. Volviendo a la repregunta ¿Y qué es evangelizar? se ve que la respuesta obligaentonces a enunciar los diversos aspectos de un rico y complejo quehacer.Eslo que Pablo VI hizo oportunamente en su documento Evangelii Nuntiandi (1977), cuando amplió el concepto deEvangelización, pasando de una acepción restringida a lo profético, a otra, amplia, que comprende el conjunto de objetivosespecíficos de la misión de la Iglesia en el mundo. Estos objetivos específicos pueden concretarse en seis, a saber: 1)primer anuncio (kerigma),2) catequesis (formación en la fe),3) liturgia (celebración de los misterios de la fe y oración),4) comunidad visible (organización de la comunión eclesial con sus servicios y ministerios), 5) nueva sociedad (proyección social del mandamiento máximo de Jesús) y 6) diálogo (relacionamiento con los que no comparten la fe con miras al progreso en la unidad y en pro del bien común). Por su dinámica interrelación esos objetivos pueden denominarse dimensiones de un conjunto, cuya apropiada representación gráfica puede ser mediante una pirámide invertida de seis lados. Una de las conclusionesmás patentes y necesarias de estas reflexioneses que no puede darse una evangelización completa sin la formación y la práctica de las exigencias sociales del Evangelio (justicia, libertad,solidaridad, fraternidad, paz). Y consiguientemente, que la educación en la fe debe incluir, como elemento insoslayable, la educación en la Doctrina Social de laIglesia. Y esto, desde los niveles más elementales de la catequesis. La misión de la Iglesia, evangelizar, es, pues, una amplia y orgánica tarea pluridimensional,

domingo, 2 de febrero de 2014

LA TENAZA SE VA CERRANDO

Hay problemas en el país. Claro está. Basta echar una ojeada a la realidad para percibirlos. O informarse en un medio de comunicación, masiva o de red. Una letanía que comienzo por la A (alimentos que escasean) o, al revés, por la Z (zozobra ante la inseguridad que desangra al país). Pero entre ellos se destaca uno, que pudiera calificarse como el problema, por el desencadenamiento problemático que encierra, como causa de innumerables efectos. Ese problema es la grave ruptura actual de la nación, por obra y gracia de un proyecto excluyente, que divide la población (ciudadanía) y que se sintetiza en un plan con nombre muy hermoso (“de la Patria”) pero de contenido destructivo e in-anticonstitucional al pretender imponer el castrosocialismo. En la perspectiva de ese Proyecto al menos un 50% de los venezolanos somos a-pátridas (sin Patria), enemigos, malos. Porque disentimos del SSXXI, que el oficialismo interpreta como el Bien, el Futuro, lo Positivo, el Absoluto Deseable de la nación y de la historia (no en vano el materialismo histórico-dialéctico le ha dado la vuelta a Hegel). Según el referido Proyecto todo diálogo oficial debe partir de la aceptación de la Revolución (socialcomunista)como bien no negociable, como primer principio regulador de toda discusión. Ya se lo ha dicho: dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada. La tolerancia hacia los que rechazan o no comparten el Proyecto (totalitario porque toca todos los aspectos o dimensiones de lo social: económico, político, ético-cultural) no tiene sentido, si bienen el proceso de su realización haya que guardar unos tiempos, pasar por algunas etapas, soportar algunos espacios. Hacer algunas concesiones tácticas en cosas secundarias o tangenciales. Todo esto mientras no se termina de cerrar la tenaza. Pero la tenaza tiene que irse cerrando como imperativo ineludible e implacable. Más de una vez he tocado este tema. Algunos me han dicho que un planteamiento así es o muy duro e incomprensible para mucha gente o para la mayoría, la cual puede comprender sólo cosas más ligeras y perceptibles, pero no formulaciones de tan grueso calibre. Juzgo en conciencia que es preciso, sin embargo, llamar las cosas por su nombre cuando está en juego el destino de una sociedad y se manejan valores básicos como la justicia y la libertad, la paz y la convivencia fraterna, el pluralismo democrático y la vigencia efectiva de los Derechos Humanos. El referido Proyecto no es ni podría ser totalmente malo, porque el mal puro no existe. Pero hay errores, factores negativos o como se los quiera llamar, que afectan o corrompen el proyecto en su raíz. El así llamado SSXXI por su carácter totalitario se hace moralmente inaceptable, como en su momento lo calificó el Episcopadovenezolano, desde cuando se planteóen 2007 la reforma constitucional en sentido socializante (a la marxista). Esa calificación vuelve a aparecer en el reciente documento del mismo Episcopado Diálogo ypluralismo político(10.1.2014). El captar la naturaleza del Proyecto SSXXI y el saberlo enfrentar librademuchas ingenuidades interpretativas y de ineficaces respuestas prácticas. No se puede descansar en la solución de algún o algunos problemas cuando se ignora y se deja en pie el problema fundamental de la nación. Y no lo olvidemos: la tenaza de aplicación del Proyecto se va cerrando. De modo progresivo. Inclemente.Este tipo de proyectos no tiene futuro en la Historia. Pero si puede hacer sufrir mucho a la historia nacional.Retardar e impedir el cierre y neutralizar la tenaza es el gran desafío en el Bicentenario de la Independencia.

martes, 21 de enero de 2014

DIÁLOGO Y ANTIDIÁLOGO

¿Cuál es la primera necesidad del país en la actualidad? La respuesta la acaba de reafirmar el Episcopado venezolano en su reciente comunicado Diálogo y pluralismo político: “la primera necesidad de nuestra patria es el re-encuentro de todos sus hijos”. Decir primera necesidades señalar algo que ha de tener carácter prioritario en el quehacer de todos, comenzando por quienes tienen más influjo, capacidad de decisión, poder y, consiguientemente, más responsabilidad. En situaciones como la presente nacional es indudable que el primer deber corresponde al Gobierno. Éste concentra actualmente, de facto, todos los poderes del Estado. En cuanto a operatividad no se iguala lo que puede lograr un alcalde de provincia, una ONG, la Conferencia Episcopal Venezolana o aun la MUD, al alcance de una decisión presidencial. En aquél comunicado se reconocen positivamente pasos dados por el Presidente de la República, al tiempo que se pide “tanto al gobierno nacional como a los dirigentes políticos de la oposición” avanzar en la línea de la reconciliación y el diálogo como caminos y medios para el re-encuentro. El Episcopado ha estado siempre abierto al diálogo, a establecer puentes y ampliar caminos. No podría ser otra su actitud, dado que la misión de la Iglesia (evangelización) tiende a la unión (comunión) humano-divina e interhumana y, por lo tanto, exige comprometerse en todo aquello que a la comunidad política le trae paz, solidaridad, fraternidad. El comunicado episcopal que hemos citado tuvo que encarar también posiciones oficiales de antidiálogo nacional. Es decir, elementos que dificultan o, más precisamente, obstruyen el re-encuentro. En lugar resaltante: el mal llamado Plan de la Patria, que debiera denominarse más bien plan de construcción del “castrosocialismo”. ¿Cómo se puede hablar de diálogo serio, verdadero, cuando se está llevando adelante un plan para amordazar, silenciar, aplastar al interlocutor? El Episcopado no se cierra a ninguna iniciativa de intercambio, compartir. Pero está consciente de que para establecer un diálogogenuino se requiere verdad, sinceridad, humildad; apertura pluralista; actitud receptiva, de reconciliación y perdón. Primera necesidad y urgencia nacional: el re-encuentro de los venezolanos.

jueves, 2 de enero de 2014

MAYORÍA EN LA IGLESIA

“Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios”. Con esta afirmación cuantitativa comienza el Papa Francisco a tratar el tema de los laicos en su reciente documento La alegría del Evangelio (EG 100).No sobra decir que esa mayoría es tal que prácticamente se acerca a la casi totalidad del conjunto. En otras palabras: los miembros de la Iglesia son laicos, con poquísimas excepciones Obviamente no todo se resuelve en lo cuantitativo. En la Iglesia hay, en efecto, un sector,minoritario, que no proviene simplemente de institución humana y tiene una función muy importante que cumplir en el orden de la enseñanza, del culto y de la organización de la comunidad. Es el llamado ministerio jerárquicoo pastoral (obispos, presbíteros y diáconos). En una palabra: la jerarquía.El Papa dice expresamente que al servicio de los laicos está esaminoría. Luces y sombras señala el Papa Francisco en lo referente a la conciencia de la identidad y la misión del laico hoy en la Iglesia. Habla de crecimiento, pero nota también fallas. Como causa de éstas expresa: “En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones”. Se muestratambién un desbalance en cuanto al compromiso laical que se tiene hacia el interior de la Iglesia,ad intra,respecto del que se realiza para la transformación de la sociedad, ad extra. Un serio desafío que se plantea hoy, pues, a la Iglesia es el de la promoción de la presencia activa, protagónica, del laico, no sólo dentro de la comunidad eclesial, sino también y de modo peculiar en lo que constituye su campo específico evangelizador: la polis y sus ámbitos económico, político y ético-cultural. En una Iglesia marcadamente clerical es preciso abrir amplio cauce al protagonismo laical. Con un hondo sentido de comunión, cierto, pero, por eso mismo, con lucidez, firmeza y constancia. Y ¿por qué no? con sentido también de conquista. Para que la mayoríadel Pueblo de Dios no se quede en mera curiosidad cuantitativa sin correspondiente efecto evangelizador es preciso 1) atender con diligencia a la formación gradual, integral, continua y progresiva de los laicos, 2) favorecer su participación efectiva al interior de la Iglesia y 3) animar su compromiso social en la perspectiva de los valores del Evangelio.