domingo, 30 de noviembre de 2014


SÍMBOLO MÁXIMO DE NUESTRA FE: TRINITARIA-CRISTOLÓGICA
Este dibujo simboliza el misterio central de nuestra fe, TRINITARIA-CRISTOLÓGICA. 
 
Fe  expuesta ya por S. Pedro en su primer discurso en Pentecostés (Hch 2, 22-36). Este símbolo manifiesta, por tanto, el contenido fundamental del KERIGMA o anuncio primero y nuclear .


La Primera Carta de Juan nos dice que Dios es  Amor, Trinidad, Comunión, Compartir  interpersonal, Familia, Encuentro) y que ha manifestado su amor hacia nosotros enviándonos  a su Hijo (1Jn 4, 8-9). Cristo nos revela y comunica, por tanto,  a Dios-Comunión. El misterio-realidad  de Cristo (Jesús de Nazaret-Hijo de Dios) se encuadra, enraíza y explica  en el de la Trinidad.
Dios,  Unitrino, es raíz y fuente, sentido y  finalidad de toda genuina comunión. Cristo es el gran signo e instrumento (es decir, sacramento) del designio amoroso, unificante de la Trinidad sobre toda la humanidad (mundo, historia), del cual la Iglesia es también, en cuanto asumida por Cristo como cuerpo místico suyo, sacramento  de comunión (ver Lumen Gentium 1).
La tarea de la Iglesia, la evangelización, es, por consiguiente,  proclamar, celebrar y actuar en el mundo este plan salvador, unificante, de la Trinidad. El Reino  de Dios -tema central de la predicación de Jesús- es, precisamente, ese  designio  comunional  divino, que está ya en marcha en el mundo y tendrá su completo cumplimiento en la plenitud celestial del Reino, cuando el Señor regrese glorioso.
Todo cristiano, ciudadano del Pueblo de Dios, es-ha de ser corresponsable de la evangelización, tanto al interior de la comunidad eclesial, construyéndola como casa y escuela de comunión, como al “exterior” de la misma, en el  mundo, edificando una nueva sociedad (en verdad y libertad, justicia y solidaridad, fraternidad y paz) desde la propia familia, y difundiendo dondequiera la Buena Nueva de comunión a través de testimonio, palabra y obra.


*Este símbolo de triángulo-cruz puede enriquecer, sin pretensiones de substituirlo, el tradicional signo sencillo de la cruz. Podemos hacerlo fácilmente con la  mano derecha en cinco movimientos articulados: 1) de la frente al hombro izquierdo (diciendo Padre); 2) del hombro izquierdo al derecho  (d.Hijo) y 3) del hombro derecho a la frente (d. Espíritu Santo); 4)  línea vertical descendente dentro del triángulo (diciendo Jesús) y  5) una horizontal  cruzando la anterior (d. Cristo). Muy fácil, por tanto, de hacer. *El triángulo enmarcando la cruz (en templos…) facilita la percepción creyente y la comunicación del misterio trinitario-cristológico.

NAVIDAD POLÍTICA


 
El Papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium ha desarrollado el tema de la dimensión social, política de la Buena Nueva.

El Evangelio, al igual que la fe, la vida del cristiano y la misión de la Iglesia,  no deben quedarse encerrados en una esfera puramente cultual, ni en expresiones simplemente subjetivas. Han de volcarse, en efecto, hacia la construcción de una convivencia fraterna, que conjugue justicia y solidaridad, respeto mutuo y servicialidad. Un compartir que responda a la condición relacional humana y a la dignidad de hijos de Dios y hermanos en Cristo.

La Navidad tiene una dimensión social, política. El Reino de Dios, que se ha hecho presente en Jesús de Nazaret, es un Reino de justicia y de paz. En éste, la unión con Dios ha de traducirse en  comunión fraterna, sea en el círculo íntimo familiar, sea en los más amplios del vecindario, de la ciudad y de la comunidad internacional.

El Hijo de Dios se ha hecho humanidad, para que nos unamos con Dios y entre nosotros, a imitación de Él, que vino no a ser servido sino a servir y a dar la vida por todos.

El mundo en que Jesús se encarnó, el nuestro bien concreto, es uno en el que la paz tiene que hacerse realidad, abrirse camino, en medio de tensiones y conflictos. Es, en efecto, un claroscuro, un tejido de encuentros y desencuentros, de amores y agresividades, de danzas y de matanzas.  Recordemos una vez más lo que los Evangelios nos narran sobre los tiempos del Niño Jesús. Al canto de los ángeles en Belén sucedió un masivo infanticidio, fruto de la soberbia de Herodes y su celo por el poder. Y el Jesús chiquito, que recibió la visita de los pastores, tuvo que salir muy pronto al exilio con sus padres  para escapar de las garras del sátrapa. Cuando celebremos la Navidad estas cosas tienen que ayudarnos a entender realísticamente la presencia salvadora de Cristo en la historia.

La Venezuela en que celebramos la Navidad 2014 es la de una nación dividida, en la cual se trata de imponer un proyecto político-ideológico, que ha forzado a miles de venezolanos a irse del país y a millones de compatriotas a sentirse extraños en su propia tierra. Los venezolanos debemos reencontrarnos  en el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de todos, como ciudadanos de una patria común e hijos de un mismo Dios.

Esta Navidad constituye para nosotros una urgente interpelación a reconstruir la unidad nacional y trabajar por un nuevo Gobierno, que tenga consciencia de ser de-y-para-todos los venezolanos. Y que quienes vivimos, trabajamos, sufrimos y nos alegramos, nos inquietamos y anhelamos en este país, lo entendamos  como casa común en la que hemos de con-vivir y a la que hemos de cuidar, desarrollar, proteger y embellecer juntos. No “a pesar de” que somos diferentes, como si esto fuese algo malo, sino “precisamente por” ser diferentes. La patria no es un monolito sino un cuerpo.

Como cristianos, unidos a todos los compatriotas de las más distintas confesiones y convicciones,  hemos de celebrar también políticamente la Navidad, comprometiéndonos a ser constructores de paz en libertad, igualdad y fraternidad, pidiéndole a Dios nos ilumine y fortalezca, nos anime y capacite para construir a Venezuela como una nación democrática, pluralista, en marcha hacia un desarrollo material y espiritual compartido.

sábado, 22 de noviembre de 2014

FE Y COMPROMISO SOCIAL


 
Si quiere uno ver de manera muy concreta cómo la fe cristiana implica, exige el compromiso social, puede consultar lo que pasó con la primera comunidad cristiana.

¿Qué sucedió en Pentecostés, inmediatamente después de la primera predicación de Pedro? Hubo quienes se convirtieron y formaron inmediatamente una comunidad.

En esa primera comunidad de Jerusalén pasaron cosas, que desde ese momento debían acontecer en las comunidades cristianas de todos los siglos hasta el regreso glorioso del Señor ¿Cuáles?

En el Libro de los Hechos de los Apósteles (2, 42-47 y 4, 32-35) se narra lo que hicieron los cristianos de la primera hora. Se congregaron para compartir su fe; formarse en la enseñanza de los apóstoles y su testimonio de la resurrección del Señor Jesús; orar; celebrar la “fracción del pan”; comunicarse sus bienes solidarizándose  con los necesitados. En alabanza a Dios y con alegre fraternidad.

Al convertirse, no se fue cada uno por su lado para vivir la fe aisladamente, sino que formaron comunidad. Y entendieron que el amor era cosa sólo de sentimiento, sino también de ayuda material.

En esos textos del Nuevo Testamento percibimos cómo la evangelización (misión de la Iglesia) se despliega en objetivos, los cuales pueden ser llamados “dimensiones”, mostrando así que no son tareas aisladas sino en mutua interconexión (la “fracción del pan” no puede separarse del compartir los bienes y la formación en la fe ha de llevar a integrarse en una comunidad y vivir en comunión).

El Papa Francisco pone de relieve todo esto en su Exhortación Evangelii Gaudium, la cual dedica su capítulo IV a “La dimensión social de la evangelización”. Allí muestra bien claro cómo proclamación del Evangelio (kerygma), fe, liturgia, oración, religión, organización y acción  de la Iglesia, vida cristiana, reclaman su expresión en materia de justicia, solidaridad, caridad (amor). Es decir: compromiso social. La Primera Carta de Juan es bien clara: “pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4, 20).

La Doctrina Social de la Iglesia se ha elaborado y desarrolla con esta motivación: mostrar la dimensión de la fe y ayudar a vivirla de modo efectivo. Por eso dicha Doctrina debe procurarse a todo el Pueblo de Dios. Chiquitos y grandes, hombres y mujeres, letrados y no letrados; de cualquier condición social y función eclesial.

Hay muchas publicaciones y cursos al respecto. Personalmente he tratado de aportar algo. Lo último y muy sencillo es lo que se podrá encontrar en mi blog perezdoc1810.blogspot.com, a saber, un Curso Introductorio de Doctrina Social de la Iglesia. Lo ofrezco como un servicio modesto, utilizable en muchos modos y formas. Busca principalmente promover el conocimiento, profundización y, sobre todo, la puesta en práctica de los elementos fundamentales de la referida Doctrina Social.

Lo clave es convencerse de que no hay fe genuina, vida cristiana auténtica, acción eclesial integral, si no llevan consigo el compromiso social, o sea, la expresión concreta del amor en la convivencia.

CURSO DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


 

Mons. Ovidio Pérez Morales

INDICACIONES GENERALES

1.     Índole del Curso. El presente Curso, introductorio, presenta en forma breve, sencilla y sintética, elementos fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, con miras a estimular su conocimiento, profundización y, sobre todo, su puesta en práctica.

2.     Modos de seguimiento del curso:

 

2.1.-Individual. El Curso puede ser trabajado individualmente. Eso ha determinado su estructura en temas y secciones  para facilitar el estudio. Ofrece además una Bibliografía Básica, de la cual lo concerniente a documentos oficiales se consigue en Internet.

 

2.2.-  Grupal presencial. Este Curso puede ser también desarrollado en encuentros grupales, con la ayuda de un facilitador. La tarea de éste  sería sobre todo para destacar -en pizarra, rotafolio o power point, por ejemplo-, los elementos  más resaltantes, así como para promover un compartir de los asistentes sobre la correspondiente materia.

 

2.2.1.- Encuentros para grupos presenciales. Dada la índole introductoria del Curso, los encuentros podrían ser de dos (2) a seis (6), distribuyendo proporcionalmente los temas y dedicando, en principio, una hora para cada tema.    

 

3.     Nivel de  instrucción de los asistentes. Como nivel  educativo para seguir este  Curso de iniciación es suficiente la Educación Media General o Diversificada.

 

4.     Servicio abierto. Este Curso se ofrece como un servicio fraterno, sin condiciones ni mayores pretensiones. Nuestro único deseo es su mejor aprovechamiento, amplia divulgación  y que se traduzca en progresivo conocimiento de la DSI y auténtico compromiso social.    

Caracas: noviembre de 2014


Para visualizar el contenido del Curso  haz clic en el siguiente enlace

https://drive.google.com/file/d/0BxOAgXdJltC2dFkzaDNVUmVwdU0/view?usp=sharing

jueves, 13 de noviembre de 2014

COMUNIÓN: NORTE DE LA EVANGELIZACIÓN (INTRODUCCIÓN)

     El Concilio Vaticano II estampó en el frontispicio de su documento central, Lumen Gentium, la siguiente definición: “la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). 

    Definida así la Iglesia, quedó declarado de modo implícito, patente, el norte u objetivo fundamental de su misión en el mundo: la comunión humano-divina e interhumana. Una comunión que ha de desarrollarse en el tiempo y alcanzará su plenitud cuando se dé la congregación universal definitiva de todos los justos de la historia cabe la Trinidad (ver LG 2). 

    Propósito del presente libro es mostrar cómo la noción de comunión, no sólo define al Pueblo de Dios y determina el sentido de la evangelización, sino que, todavía más, constituye el núcleo articulador de toda la realidad (doctrina y praxis) cristiana. La formulación de una tal categoría articuladora tanto de lo doctrinal como de lo práctico, constituyó un elemento fundamental y magisterialmente original en dos importantes reuniones eclesiales en América Latina, la una a nivel continental (Puebla, 1979), la otra a nivel nacional (Concilio Plenario de Venezuela, 2000-2006). 

    Ambas tuvieron como objetivo común la evangelización (Puebla) o “nueva evangelización” (CPV), en correspondencia con los serios desafíos planteados a la Iglesia en los nuevos escenarios histórico-culturales. Pablo VI había brindado un aporte iluminador muy importante sobre la misión evangelizadora de la Iglesia con la exhortación Evangelii Nuntiandi (1975), publicada a raíz del Sínodo de 1974 y orientada a la realización de aquella tarea en el mundo contemporáneo. El Papa definió allí la evangelización como “la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (No.14) y amplió la comprensión de esa categoría, pasando de una noción restringida al primer anuncio y la formación de la fe -ámbito que se suele denominar profético- a otra, que abarca la totalidad de la misión de la Iglesia y, por ende, también los ámbitos celebrativo, organizacional de la comunidad y promocional humano. 

    Campos operativos todos ellos, que han de ser interpretados como “complementarios y mutuamente enriquecedores” (No 24). La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, aprobada por el mismo Pablo VI y celebrada bajo el pontificado de Juan Pablo II, tuvo como lema-tema “La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”. La Presentación de su documento conclusivo define como objetivo de la evangelización “restaurar y profundizar la comunión con Dios y (…) entre los hombres”; y formula la categoría comunión como línea conductora o línea teológico-pastoral de la III Conferencia, complementándola con otra, la de participación. Dos décadas después de Puebla, justo en los inicios del nuevo milenio, se reunió el Concilio Plenario de Venezuela, teniendo como “sentido y finalidad (…) trazar un conjunto de orientaciones y normas que ayuden a concretar la nueva evangelización”, según lo expresado previamente por el Episcopado venezolano (GES l4). Éste determinó, como cuestión fundamental para dicho Concilio, su línea teológico-pastoral como núcleo articulador; a este propósito asumió de Puebla la categoría comunión, asignándole esta vez como acompañante la noción solidaridad. 

    Aparece claro cómo tanto Puebla como el Concilio Plenario en su propósito de definir el norte de la evangelización o nueva evangelización, encontraron que éste no es otro que la comunión. Además, casi por un proceso connatural, hallaron que dicha noción viene a constituir el núcleo articulador, la noción englobante, de la totalidad cristiana. A ese núcleo lo denominaron línea teológico-pastoral. Hemos recibido así una categoría que muestra la coherencia y unidad de lo que los cristianos estamos llamados a creer y a poner en práctica. Ella permite que los múltiples elementos, tanto doctrinales como operativos, expuestos en los catecismos y otros compendios, no aparezcan como simple sucesión o agregado de enseñanzas y orientaciones, sino que se muestren como un conjunto orgánico en torno a un eje estructurante. 

    Lo mismo puede aplicarse al variado material que se ofrece en los cursos teológicos, en los talleres pastorales para preparar evangelizadores o en las charlas formativas sobre la doctrina de la Iglesia en encuentros de diversa índole. No sin razón la búsqueda de la unidad fue de lo primerísimo que se planteó en la historia del pensamiento filosófico a partir del siglo VI a C. Los pensadores de entonces intuyeron fácilmente, en efecto, que la realidad, para ser aprehendida como “razón” (logos), no podía descansar en la pura constatación de lo múltiple y lo diverso. Se emprendió una ineludible labor en aquella dirección, aun al precio, muchas veces trágicamente pagado, de interpretar la unidad como “unicidad”, reduciendo o hasta eliminando el valor irreductible de la diversidad y la singularidad.

     La importancia y la utilidad de un tal núcleo articulador saltan a la vista. Ciertamente serán muy distintas la comprensión y la comunicación, así como la fuerza animadora de la “buena nueva” cristiana, si en vez de presentarse como un listado o yuxtaposición de proposiciones doctrinales y directrices morales o pastorales, éstas aparecen como un todo armónico alrededor de una categoría enucleante, un eje, que las conjuga e interrelaciona, sin sacrificar en modo alguno ni la diversidad ni las oposiciones entre los elementos que entran en juego en un escenario, por lo demás, no sólo de luces, sino también de sombras. 

    Ese núcleo se convierte, por dinamismo intrínseco, en el norte claro u objetivo preciso del concreto ejercicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, ya en lo concerniente a la vida interna de ésta, ya en su servicio al mundo, contribuyendo también en la construcción de la justicia y de la paz en la perspectiva de la opción por los pobres. Puebla y el Concilio Plenario, al formular lo que definen como línea teológico-pastoral, han dado un aporte muy positivo, original y rico en consecuencias, sobre una cuestión de tanta trascendencia como es la unidad y coherencia del mensaje que la Iglesia tiene como tarea anunciar, celebrar y actuar en la humanidad.

     El concepto línea teológico-pastoral, tal como lo precisó Puebla, ha sido una feliz invención de la III Conferencia en la acepción más original y plena de ese vocablo (el verbo latino invenio-ire significa encontrar, descubrir, hacer por primera vez, idear). Y la identificación de esa línea como comunión constituye un tesoro inestimable, que es preciso conservar, enriquecer y aprovechar en la Iglesia, no ya sólo de nuestro Continente, sino también a escala universal. Su explicitación y empleo serán altamente beneficiosos en estos tiempos de renovación eclesial y de nueva evangelización. Tiempos de un nuevo aire evangélico alimentado por el Papa Francisco, quien de modo fresco y sencillo promueve una Iglesia más cercana, compasiva y solidaria con un mundo, cuyo bullicio y autosuficiencia no pueden ocultar frustrantes soledades y confrontaciones, si bien tampoco hondos anhelos de unidad. Del reciente documento pontificio Evangelii Gaudium recoge este libro oportunas orientaciones, sobre todo en materia de espiritualidad de comunión, fundamento insustituible de una coherente y creíble pastoral de comunión en y para la humanidad contemporánea. 

     El presente trabajo busca poner de relieve la importancia y estimular el máximo aprovechamiento del hallazgo de Puebla, con su ulterior enriquecimiento venezolano, en la nueva evangelización. La mención de línea teológico-pastoral en el transcurso de esta exposición se hará, comúnmente, mediante el sinónimo privilegiado de núcleo articulador teológico-pastoral, que expresa más gráficamente la función organizadora de dicha línea.



Para continuar leyendo el trabajo Comunión: "Comunión: línea teológico-pastoral", haz clic en el enlace

sábado, 1 de noviembre de 2014

EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR

Hace veintidós años tuve la suerte y el privilegio de firmar, en nombre del Episcopado, el Convenio que dio origen al Programa Educación Religiosa Escolar (ERE), que tantos beneficios brindó a la nación desde inicios de los noventa (8. 10.1992) hasta el gobierno del Presidente Chávez, durante el cual fue eliminado. Para mí el Programa ERE constituía el principal de la Iglesia en Venezuela, por su contenido y el enorme ámbito humano que alcanzaba, nada más ni nada menos, que las nuevas generaciones del país. La cláusula primera del documento decía así: “El presente convenio tiene por objeto coordinar acciones conjuntas por parte de El Ministerio (de Educación) y por parte de La Conferencia (Episcopal) que contribuyan a impartir Educación Religiosa Católica a los educandos cuyos Padres o Representantes lo soliciten”. Este Convenio daba cumplimiento a lo establecido en el artículo 50 de la Ley Orgánica de Educación: “La educación religiosa se impartirá a los alumnos hasta el 6º Grado de educación básica, siempre que sus padres o representantes lo soliciten. En este caso se fijarán dos horas semanales dentro del horario escolar”. Inmediatamente después de firmado el Convenio se comenzó a ponerlo en práctica mediante una cooperación estrecha entre la Iglesia y el Gobierno. Los frutos se comenzaron a recoger, no sólo para bien de los niños y adolescentes de las escuelas oficiales a lo ancho y largo del país, sino también de sus docentes, entre quienes se generaba un clima de fraternidad y mutua ayuda humana y cristiana, con sus reflejos en toda la comunidad educativa. El material didáctico estaba a cargo de la Conferencia Episcopal, así como la formación de los docentes en la materia. El Ministerio colaboraba, entre otras cosas, facilitando docentes, también a tiempo completo, para las tareas de coordinación de la ERE en los diversos niveles de enseñanza. La Educación Religiosa se daba en el mayor respeto a la libertad religiosa y en un contacto estrecho con los Padres y Representantes católicos. Otras confesiones fueron dando pasos para lograr convenios propios. ¿Qué pasó lamentablemente? Con el advenimiento del régimen actual se comenzó a marginar el Convenio hasta que formalmente, con la nueva Ley de Educación y la aplicación falseada del Art. 7, se lo extinguió. El Convenio, sin embargo, no ha quedado sólo para el recuerdo. Está allí en espera de resucitar en nuevos tiempos.