viernes, 30 de octubre de 2015

6D, APERTURA





El 6D será la caída del muro venezolano, que tiene encerrado al país en un proyecto ideológico-político inviable y en un ámbito en que imperan el desabastecimiento, la corrupción, el autoritarismo, la inseguridad y lo narco en diversas formas.

La jornada electoral de diciembre constituirá, por tanto, la apertura nacional a un efectivo y solidario desarrollo económico, a una convivencia política democrático-pluralista, a una auténtica recuperación ético-cultural.

Como un aporte a la actitud con que, de modo positivo y comprometido, hemos de afrontar esa trascendental jornada, expongo a continuación cinco elementos fundamentales.

Primero, oración. Quienes creemos en Dios invoquemos su amorosa y fuerte asistencia, a fin de que los venezolanos nos reencontremos para construir juntos esta patria, que nos ha regalado. Él nos hizo libres y nos ha planteado la historia como tarea, pero no es menos cierto lo que dice el salmo  127: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia”. Misteriosa paradoja: pidamos lo que debemos hacer. A  la oración individual –a la cual  hemos de unir el ayuno y obras de misericordia- juntemos la comunitaria, también en expresiones ecuménicas e interreligiosas.

Segundo. Voto. Acudamos todos a votar, convencidos de que la alternativa puesta al país es extremadamente grave, dramática. Se trata de escoger entre proyecto totalitario o democracia; desarrollo integral o empobrecimiento global; progreso económico, o parálisis improductiva y hambreadora; estado de derecho o reino de la arbitrariedad;  respeto de la persona y sus derechos fundamentales o masificación deshumanizante;  cultura de calidad  ética y espiritual o dogmatismo y praxis de signo materialista.

Tercero. Entusiasmo. Vivir y difundir júbilo por lo que traerá de positivo y esperanzador esa jornada. Alentar un clima de contagiosa alegría, de confianza en la capacidad de los venezolanos para grandes causas. Que corran aires de compartir, de encuentro colectivo, y resuenen consignas no ya de enfrentamiento, odio y retaliación, sino de reconocimiento fraterno y disposición a un caminar juntos el futuro nacional. La caída del Muro de Berlín  fue fruto de un tsunami festivo, de una multitudinaria alegría.

Cuarto. Fortaleza. Disponernos con lucidez, vigilancia y entereza para que la jornada transcurra y concluya con seriedad, respeto mutuo y estricto cumplimiento de la escogencia libre ciudadana. Participar de modo responsable y eficaz para asegurar una secuencia pacífica, desde la conformación de las mesas de votación hasta la  proclamación de los legítimos resultados. No se trata simplemente de emitir el voto, sino de garantizar su efecto. A la Fuerza Armada le impone la Constitución una estricta coherencia institucional, consciente de que a quien se deben los militares, no es a un partido, una cúpula, un gobierno, sino al soberano, a la República. El proceso ha estado plagado, lamentablemente, de vicios, abusos y corruptelas oficiales, pero eso, antes que debilitar  el espíritu ciudadano tiene que  fortalecerlo.

Quinto. Trabajo. Los venezolanos debemos entender que el 6D es el inicio de un proceso de apertura y no la exhibición del producto acabado. Inaugura un tiempo muy exigente, en el que estamos obligados a echar adelante corresponsablemente el país con sabiduría, constancia, coraje y paciencia. Se requerirá gran generosidad, disponibilidad y espíritu de servicio. Quienes estén al frente de órganos de poder, partidos, organizaciones, asociaciones y comunidades han de entender que la suerte del pueblo, especialmente del más débil y necesitado, les exige una gran dosis  de solidaridad, entrega y sacrificio.

El 6D será la apertura de puertas y ventanas hacia el futuro de Venezuela, “casa común” de y para todos los aquí nacidos o sembrados. Venezuela una y unida, no “a pesar de” nuestras diferencias, sino “precisamente por y con” ellas.  Con sus diversos rostros. Multicolor. Polifónica.

domingo, 18 de octubre de 2015

6D CAÍDA DEL MURO






Berlín estuvo dividido por un muro durante 28 años (13 agosto 1961-9 noviembre 1989). No sólo la ciudad como espacio geográfico (calles, parques, plazas), sino, lo realmente grave, como convivencia humana (familias, amistades, comunidades de variada índole).

Cuando en 2011 se conmemoraron en múltiples formas los 50 años del inicio de la construcción del Muro, tuve la oportunidad de apreciar allí mismo lo que esa barrera ignominiosa había significado para la población, tanto de dicha ciudad  como de Alemania entera. Coronas fúnebres en lugares simbólicos eran memoriales de  intentos de fuga hacia la libertad pagados al más alto precio.

La caída del Muro no fue el producto de una operación concertada, sino de la avalancha de berlineses del sector comunista hacia el libre, ante la noticia de que sus autoridades habían ampliado la posibilidad de comunicación entre ambas partes de la ciudad. El desmantelamiento del Muro comenzó de inmediato y de modo espontáneo; en ello contribuyeron, sorpresivamente, contagiados por el entusiasmo general, miembros de los cuerpos armados rojos encargados de la vigilancia. Le reunión de berlineses y alemanes se consumó sin enfrentamientos ni derramamiento de sangre; los miembros de la esfera  oficial comunista no desaparecieron; los habitantes  de uno y otro lado del Muro se entretejieron ¿Qué  pasó? De allí en adelante la secuencia de los acontecimientos se aceleró hasta la completa reunificación de Alemania.

Las características de la caída del Muro –unidas a las de cambios semejantes- han sido para mí fuente de honda y variada reflexión. Y de exhortación a no simplificar hipótesis respecto de mutaciones políticas de envergadura.

Confieso que la eliminación del Muro, la reunificación alemana y el desmoronamiento del bloque comunista no constituían para mí real problema. No les veía, en efecto,  soportes de solución. Destacaban como puras incógnitas, que yo remitía a un por-venir indeterminado; histórico, obviamente, pero tan lejano como para no convertirse en causa  de pre-ocupación. Tendía más bien a imaginarme su acontecer en términos “apocalípticos” como conflagraciones- mortandades macro, extraordinarias intervenciones de lo alto. (Alguien se atrevió a fabricar esta paradoja: “Lo que más cabe esperar es lo inesperado”)

Ciertamente me alentaba el pensar que la racionalidad y la bondad, la búsqueda de justicia y libertad  humanas no se podían extinguir, así como la activa presencia de Dios en la historia; también que la naturaleza inhumana de proyectos totalitarios como el comunista llevan en sí los gérmenes de su descomposición; y que los sistemas proclamados para perdurar mil años han demostrado ser castillos de naipes. El Altísimo “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” cantó  la Madre de Jesús en su Magnificat (Lc1, 51-52).  

Frente a la situación nacional y a las puertas de las elecciones parlamentarias del  6D  ha venido a mi mente, mi corazón y mi oración que dicha jornada puede ser- deberá ser- será la de la caída del “muro venezolano”, que divide la entraña nacional. Jornada de la re-unión, del re-encuentro de los venezolanos para re-constituir la convivencia nacional, democrática pluralista, la cual, multicolor-polifónica, habite, “no a pesar de” “sino con” sus diferencias, esta Patria, llamada a ser “casa común” de todos los nacidos aquí o que se han venido a sembrar en nuestra tierra. Se tendrán así la unidad que la Constitución establece y la fraternidad que Dios exige.

Sin Muro no  se hablará más de apátridas y patriotas, de juventud expulsada a otros países por una madre que no la  reconoce, de presos   por pensar con su propia cabeza, de “listas” de subhumanos. Se tendrá la relegitimación del poder y  la reinstitucionalización de la República según los dictados de la Constitución. Es lo que tantos queremos al plantear la necesidad de un Gobierno de transición-unión-salvación nacional.

6D sea-será la caída del “Muro de Venezuela”.    

jueves, 1 de octubre de 2015

FRANCISCO FRENTE AL PODER





   El Papa Francisco dejó claras ciertas cosas en la ONU, que tienen particular resonancia en Venezuela. Se trata de los límites y la distribución del poder. Abordó éstos temas desde la soberanía del derecho y en el contexto de la relación justicia-fraternidad.

En primer lugar el Papa recordó la necesaria  limitación del poder.  Expresó que ésta  “es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales”.

Apliquemos esta afirmación del Papa a la actuación de la autoridad pública en el  hoy de  nuestra política nacional. Pues bien, si algo ha caracterizado en este siglo el ejercicio del poder en Venezuela, ha sido la pretendida omnipotencia de los gobernantes, iniciada por la del  significativamente denominado “comandante eterno” y continuada por quienes enarbolan la “Revolución”  como principio y criterio máximos de la conducción del país. Esto constituye un retroceso hacia el absolutismo regio, la sacralización del poder político y  la identificación de la suerte del Estado con la una ideología, un grupo partidario o una persona. Como prototipo histórico de una tal tendencia  ha quedado  el  monarca francés Luis XIV (+1715) con su definición “El Estado soy yo”. Y como expresión de  “omnipotencia” criolla el anecdotario nacional registrará el “exprópiese”  del comandante temporal, cuando  decidía alegremente el destino de bienes que no eran suyos. 

Con ínfulas de  “omnipotente”, el régimen del  SSXXI pasa por encima de los Derechos Humanos, de los imperativos de la Constitución, de los reclamos de  organismos internacionales y -last but non least- de fundamentales exigencias  de la cortesía y la delicadeza humanas. En línea de “omnipotencia” busca imponer en nuestra patria un proyecto totalitario; lo ha denunciado repetidas veces  la Conferencia Episcopal Venezolana. En nombre de una ideología con pretensiones de fatalidad histórica se pone a todo un pueblo al servicio de fórmulas  y programas, que aplastan los reales intereses de la  gente de carne y hueso. Resultado: el pueblo es servidor de la elite gobernante y no lo contrario. En consecuencia, poco importan la opinión,  los sentimientos, los sufrimientos de los ciudadanos, frente a la  conservación  y el acrecentamiento del poder de la cúpula gobernante.     

En segundo lugar Francisco asumió y amplió lo que desde Montesquieu se viene subrayando para la configuración de un Estado: “La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder”.

Nuestra  Constitución dedica amplio articulado para establecer un Estado de derecho con  pluraridad de poderes  enderezada a garantizar una efectiva convivencia democrática. No los separa para contraponerlos, sino para que, en constructiva  interrelación y mutuo control,  contribuyan a una efectiva salvaguarda de los derechos de los ciudadanos  y del progreso global de la nación. Lamentablemente, bajo la consigna de “un solo poder”, se operado en estos últimos años una concentración de los poderes en el Ejecutivo, en la cual la culpabilidad del Tribunal Supremo de Justicia se ha exhibido de modo vergozoso.  Expresión patente de esto han sido  condenas jupiterianas de inocentes por parte  del monarca-presidente, mecanografiadas ulteriormente por juzgados de papel.     

El Papa Francisco recordó en la enseñanza que he comentado, elementos básicos de la Doctrina Social de la Iglesia como son la dignidad-centralidad de la persona humana y el poder como servicio, así como los principios de  participación y subsidiaridad, indispensables para la edificación de una “nueva sociedad”.