sábado, 27 de febrero de 2016

Carta del Comandante Hugo Chávez Frías a Mons. Ovidio Pérez Morales (Parte II)

Para  culminar de leer el documento, haga click en el siguiente  enlace:
https://drive.google.com/open?id=0BxOAgXdJltC2TnVLYm5hbzJ1a0E

Carta del Comandante Hugo Chávez Frías a Mons. Ovidio Pérez Morales (Parte I)

El  Comandante  Hugo  Chavez Frias, solicitó el 31 de julio de 1993 desde la cárcel,  la  imperiosa necesidad  de la  aprobación de la Ley de Amnistía o sobresimiento por  parte  del  Congreso de la República,  para  los  involucrados en el pronunciamiento militar del  04 de febrero  y 27 de noviembre de 1992.



Para  leer  el documento, haga click en el siguiente enlace:
https://drive.google.com/open?id=0BxOAgXdJltC2eHlYZ19JZWZCQWM

jueves, 18 de febrero de 2016

TSJUSTIFICACIÓN DE LO INACEPTABLE



La inaceptabilidad moral como también la inconstitucionalidad del régimen autoidentificado socialista “siglo XXI” (léase marxista-leninista), es algo que regularmente vengo recordando, en la línea de un reiterado juicio al respecto por parte del Episcopado venezolano.

Momento saliente de la posición de la Conferencia Episcopal Venezolana en esta materia fue su Exhortación del 19 de octubre 2007 sobre la propuesta de reforma constitucional para establecer un “Estado Socialista” (Art.6 de la propuesta). En dicho documento leemos: 1) “por cuanto el proyecto de Reforma vulnera los derechos fundamentales del sistema democrático y de la persona, poniendo en peligro la libertad y la convivencia social, la consideramos moralmente inaceptable a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia”; y 2) “la proposición de un Estado Socialista es contraria a principios fundamentales de la actual Constitución, y a una recta concepción de la persona y del Estado”.

En artículos anteriores  he citado los documentos en que los obispos han reafirmado esta posición, afianzada por hechos probatorios de la negatividad del proyecto oficial socialista en nuestro país. Nada extraño, por lo demás, pues la historia contemporánea muestra de modo patente el fracaso general del modelo socialista marxista.

La mayoría de los venezolanos rechazó en su momento la propuesta de reforma socialista (la cual, sin embargo, se ha venido imponiendo progresivamente de manera abusiva y descarada). Y ha ratificado su rechazo, de modo contundente e inequívoco, el 6D. En consecuencia, la política oficial “socialista” (castro-marxista) del régimen ubica a éste, automáticamente, en el campo de la  ilegitimidad e inconstitucionalidad. Por lo demás, bastaría para comprobarlo, en cuanto a lo jurídico, echar un vistazo a nuestra  Carta Magna (aunque fuese sólo  al Preámbulo); y en cuanto a legitimidad y moralidad, dar una hojeada a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

 El Art. 21,3  de la Declaración y el 5 de nuestra Constitución hablan del soberano como base del poder público. Pues bien, en Venezuela la voluntad de la base popular se  manifestó con claridad hace unos dos meses. ¿Pero qué está sucediendo?

El Gobierno, que hasta el pasado 5 de enero tenía en su mano todos los poderes y presumía del apoyo del soberano, se resiste ahora a reconocer la voluntad del pueblo, como si éste fuese  respetable sólo en la medida en que se ajuste al patrón político-ideológico de la Nomenclatura. ¿Resultado?  Si el pueblo mayoritariamente disiente del Partido-Gobierno-Comandante, ya no cuenta  y la representación popular es entonces descalificada y hostigada.

 

Sin entrar en el historial pre-6D, decisiones recientes del TSJ lo muestran como Poder subordinado a la voluntad del PSUV-Ejecutivo-Presidente, lo cual no favorece en modo alguno el ambiente de confianza, convivencia y encuentro, fundamental para que este país pueda salir adelante. El TSJ se exhibe como soporte de un régimen ilegítimo e inconstitucional, con lo cual cae él mismo en  ilegitimidad e inconstitucionalidad. No basta tener  poder, y mucho, sólo de facto.

El Art. 2 de la nuestra Constitución explicita como valores superiores del ordenamiento jurídico y de la actuación del Estado venezolano: “la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.

La nación urge un cambio de rumbo hacia la recuperación de la legitimidad y constitucionalidad del Poder Público, apoyándose en la Asamblea Nacional, que acaba de ser elegida por el  soberano. El cambio debe apuntar a un nuevo Gobierno. Y a la reestructuración del TSJ. Éste debe recuperar su autonomía, distinguirse por su talante de dignidad, moderación y equilibrio, así como   por una perceptible transparencia y eticidad. Tiene que pasar de tsjustificador de lo inaceptable a genuino Tribunal Supremo de Justicia.  

martes, 2 de febrero de 2016

DEL FUNDAMENTALISMO A LA CONVIVENCIA

Amigo mío, Platón; pero más amiga, la verdad. Este dicho se atribuye a Aristóteles. Y Jesús afirmó la verdad como fundamento de la libertad; suya es una frase muy repetida, que  leí en la fachada de la universidad de Friburgo en Alemania : “la verdad os hará libres”(Jn 8,32).

La verdad es afirmación-puente a la realidad, ya como genuina captación de ésta (lo contrario sería caer en lo falso), ya como expresión auténtica de lo que se piensa (lo contrario es mentir). Más aún, la verdad es, en el fondo, la realidad misma (como cuando se dice que tal cosa es verdadero oro).

Una sana y constructiva convivencia humana se edifica sobre la verdad. Ésta le da consistencia al asegurar un relacionamiento confiable. Nada hay más frágil, vulnerable y peligroso que un grupo de mentirosos.

La política, edificación y manejo de la ciudad como conglomerado humano, si quiere responder al propio sentido y vocación, debe tejerse con la verdad. Esto no quiere decir que en la política no se requieran, por ejemplo,  discreción  y reservas, al trazarse tácticas y estrategias.  Hay una sentencia que suena así: el sabio sabe todo lo que dice y el tonto dice todo lo que sabe. Pero una política entendida como mercado de falsedades y bazar de mentiras se convierte en farsa paralizante y destructiva. Conjunto invivible, inhumano.

La mentira, cuando se suelta con desvergüenza, se convierte en cinismo, el cual exhibe una falta moral contra el prójimo al despreciarlo y buscar degradarlo. El cinismo autodestruye y envilece.

Ahora bien, si la convicción de estar en la verdad exige acompañarse de fortaleza, ha de caminar también con  sencillez y humildad. Por eso  el creyente ha de proponer la verdad y no tratar de imponerla, por cuanto entiende que la posesión total y absoluta de la verdad es exclusiva de quien es la Verdad misma, Dios; y no debe olvidar que el valor-criterio definitivo del juicio divino es el amor comprensivo y misericordioso y no la pura posesión de una verdad, como lo subraya el mismo Jesús (Mt 25, 31-46). Lo que recordamos arriba de Aristóteles sobre amistad y verdad se refiere a su relación académica con Platón, pero no al respeto y aprecio de la persona del maestro, que el Estagirita siempre guardó y debió guardar.

Hay que enmarcar la adhesión a la verdad, la convicción y la fe, en la aceptación y valoración del prójimo como persona, en el amor. La humanidad ha sufrido mucho por los fundamentalismos o imposiciones de la verdad, no sólo en el plano religioso (inquisiciones, guerras de religión, yihads) sino también ideológico (totalitarismos). Una de las ventajas de la democracia es la convivencia pluralista, que entraña el respeto a las opiniones de los demás y  la apertura al diálogo. Esto no significa la igualación o relativización de todo, sino la aceptación de los límites propios y la necesidad de compartir-complementar  concepciones y visiones.

En Venezuela hemos venido sufriendo mucho en estos últimos años por el propósito oficial de imponer un modelo político-ideológico (de alta corrupción y con rasgos mágico-cultuales) fundamentalista. De proyecto-pensamiento único, hegemónico, que no acepta divergencias ni alternativas. De allí que al “otro” no se lo interpreta  en términos de distinto, disidente  o contrincante, sino, bélicamente, como enemigo a eliminar. Expresión de una cultura de guerra y de odio.

El cambio que urge nuestro país es indudablemente de proyecto económico y de dirección política, pero, sobre todo, de perspectiva ético-cultural. Paso del fundamentalismo del SSXXI a una convivencia democrática, pluralista.

El 6D ha constituido un clamor de la ciudadanía por otro tipo de política, de ciudad. En que la mentira y la exclusión cedan el paso a la verdad y la inclusión; el fundamentalismo a la convivencia. Porque hemos de construir juntos el país, no a pesar de, sino precisamente con nuestras diferencias.