jueves, 25 de abril de 2019

RÉGIMEN GENOCIDA




Es fácil inventariar, no así el jerarquizar. Lo primero implica sencillamente recoger información, mientras que lo segunda entraña un discernimiento y juicios de valor.
Apliquemos esto a los males y causas de la situación venezolana. En cuanto a males nacionales, inventariarlos no es tarea laboriosa, pues los sufrimos; su listado es dolorosamente interminable. En este país estamos experimentando una globalización del mal. Pareciera que el reloj camina hacia atrás, retrotrayendo en los más diversos órdenes, desde cosas materiales  como el servicio de agua, hasta otras que entran en el campo del espíritu como son la comunicación y la educación. Esta regresión se concreta en los varios ámbitos de la convivencia, a saber, en lo económico, lo político y lo ético-cultural.  Caricaturizando las cosas puede decirse que al Siglo XXI del Socialismo oficial debería agregársele un “aC” (antes de Cristo).
En lo relativo a jerarquización de los males del país, múltiples en todos los órdenes, no hay duda de que entre los más graves se ha de señalar la expatriación (éxodo, exilio) de millones de venezolanos. En términos demográficos significa un dramático despoblamiento del territorio nacional ¿Qué familia nuestra puede decir que alguno de sus miembros o de sus amigos no ha tenido que irse de esta tierra, que lo ha visto nacer, que es suya y constituye su hogar y patria? Aquí no hemos tenido una guerra, ni una peste masiva, ni catástrofes naturales de alcance nacional. ¿La causa del despoblamiento? La que han señalado los Obispos para el desastre global: el Régimen y su proyecto inhumano, totalitario, que hacen invivible al país y obligan a una multitudinaria fuga para sobrevivir ¡Como si los castrocomunistas fueran los dueños también de Venezuela! ¿Quiénes podrán entonces permanecer aquí? La aspiración oficial es que sólo militantes rojos y esclavos o sometidos. La Nomenklatura, por supuesto, así como, por temporadas, familiares y “enchufados” de la “nueva clase”, que hacen paréntesis en sus estadías en el “Imperio” y en París, Madrid o Roma.
Respecto de las causas de los males -que pueden dividirse en primarias y secundarias, próximas y remotas, leves y graves- el Episcopado venezolano ha sido reiterativo y claro. Así en Exhortación del 13 de enero de 2017 afirmó: “Muchas son las razones que han conducido al país a la actual situación. La causa fundamental, como lo hemos afirmado en otras ocasiones, es el empeño del Gobierno de imponer el sistema totalitario recogido en el Plan de la Patria (llamado Socialismo del Siglo XXI), a pesar de que el sistema socialista marxista ha fracasado en todos los países en que se ha instaurado, dejando una estela de dolor y pobreza”. Del desastre general se puede señalar entonces una causa primera, generadora, central: el proyecto “socialista marxista” (léase comunista) oficial. Proyecto rechazado, por cierto, por el pueblo venezolano en 2007 y que los obispos calificaron como contrario al pensamiento del Libertador Simón Bolívar,“a la naturaleza personal del ser humano y a la visión cristiana del hombre, porque establece el dominio absoluto del Estado sobre la persona” ((Exhortación Sobre la propuesta de reforma constitucional, 19 de octubre de 2007). A pesar del rechazo ciudadano, ese proyecto siguió adelante por caminos verdes, porque sus promotores parten de la autosuficiencia ideológica de pensar que tienen las llaves de la historia. Por supuesto que el Régimen no se mueve por pura ideología; otras motivaciones están presentes como en nefasto cocktail: ambición de poder, avaricia, narcomanejos. La praxis del estalinismo no fue pura dialéctica histórica.
 “Genocidio” es un término de precisa definición jurídica para efectos penales internacionales. Pero en un sentido humano, moral, más comprensivo, no dudo en calificar a este Régimen de genocida, pues diezma sistemática y culpablemente la población de Venezuela, que fue liberada por Bolívar del coloniaje borbónico, pero está dominada ahora por  la dinastía castrista.   

jueves, 11 de abril de 2019

CUADRILLAS DE PAZ




Venezuela bajo el SSXXI en vez de caminar hacia adelante, marcha hacia atrás. Es un progreso a la inversa: de la electricidad a las velas, del tractor al azadón, del pluralismo al paredón.
El volver las cosas al revés se expresa y potencia con la voltereta del lenguaje. Las palabras en vez de significar lo que dicen, expresan todo lo contrario. Como en ciertos lugares de Venezuela en que subir y bajar se usan en referencia a la salida o la caída del sol y así al subir una calle usted debe decir que está bajando.
El término neolengua está ya de uso corriente para expresar esta transmutación, puesta de moda en regímenes totalitarios como la actual dictadura militar comunista venezolana, los cuales comienzan su “revolución” revolucionando el lenguaje. Tendrá uno entonces que repetir aquello de que “cuando yo digo digo, digo digo y no digo diego”. Estas reflexiones tienen su inmediata razón de ser en la apología hecha por el de facto Maduro respecto de sus “cuadrillas de paz”.
En La neolengua del poder en Venezuela (Editorial Galipán 2015), escrita, entre otros, por Antonio Canova González, encontramos un muy serio y útil desarrollo de esta materia, la cual hemos todos de conocer para identificar bien la “dominación política y destrucción de la democracia” en nuestro país. En dicho libro tenemos una exposición bien situada de la ya clásica obra de George Orwell, 1984.
Cuadrillas de paz en cuanto nombre suena  parecido a la asociación humanitaria Médicos sin fronteras, al voluntariado católico de Caritas y al Ejército de Salvación” evangélico. Pero no, se trata de grupos como las Turbas divinas del sandinismo y el Sturmabteilung (SA) - tropas de asalto nazis-, encargados de “pacificar” con garrotes y armas de fuego a los disidentes del régimen. Esas Cuadrillas constituyen una nueva denominación de los así llamados “colectivos”, que son en realidad grupos de matones armados por el gobierno con el fin de disolver manifestaciones pacíficas de ciudadanos y amedrentar vecindarios para asegurar su fidelidad al SSXXI.
La imposición de la neolengua totalitaria en nuestro país busca primariamente 1) dividir a los venezolanos (patriotas/apátridas), 2) glorificar a los líderes oficiales con culto a la personalidad (vocablos como comandante eterno, gigante, y parodias del Padre Nuestro, 3)mentir y engañar (“devaluación” se convierte en “ajuste cambiario” y “protesta” en “terrorismo”), 4) confundir, entorpeciendo la comunicación (al ganar tiempo se le llama “diálogo”,  y la desidia e incapacidad administrativa oficial se convierte en “agresión imperial” saboteo” interno). El régimen lleva a la redacción de un nuevo diccionario en que términos usuales suelen significar lo opuesto (¿qué significa odio en la “Ley contra el odio” aprobada para aplastar toda disidencia?) y términos bellos enmascaran atrocidades (ministerios, viceministerios, departamentos, programas, para el servicio del amor y la felicidad, la paz y la verdad). Ese vocabulario acumula progresivamente expresiones sofisticadas y rimbombantes para inflar operativos como “sistema biométrico de distribución alimentaria”. En el terreno religioso -al cual se le quita programáticamente el piso- el Hermano Mayor pontifica definiendo lo que es el “cristianismo puro”, a saber, el revolucionario de masificación social, homogeneización ideológica, partido único y monolitismo cultural.
Aunque ideológicamente el socialismo marxista, “real”, enfatiza como nuclear el control de los medios de producción, busca la hegemonía comunicacional y el dominio educativo como elementos claves de dominación. Se trata de cambiar el modo de pensar, uniformando el pensamiento colectivo. Eso de pensar con la propia cabeza es algo incompatible con el “hombre nuevo”.
Desmontar la neolengua es tarea indispensable y urgente. Un buen ejercicio lingüístico y hasta diversión para jóvenes y adultos. En todo caso constituye una tarea obligante para quien quiera liberarse y liberar. Hay una frase del Señor Jesús, que es emblemática en tal sentido: “La verdad os hará libres” (Jn 8,32).