lunes, 14 de noviembre de 2011

ANGEL LOMBARDI

ANGEL LOMBARDI
Ovidio Pérez Morales
El pasado fin de semana tuve la grata oportunidad de participar en la clausura de una serie de actos en homenaje al profesor Ángel Lombardi, figura destacada, por múltiples conceptos positivos, no sólo de la región zuliana sino del país y más de allá de nuestras fronteras nacionales. En su denso curriculum apreciamos el haber sido rector de la Universidad del Zulia (LUZ) y ser actualmente rector de la Universidad Católica “Cecilio Acosta” de Maracaibo.
En la invitación que se me hizo, la cual acepté muy gustoso, se motivaba así dicho homenaje: “De larga permanencia al frente de las causas cívicas de nuestro país, la ciudad de Maracaibo tiene en él a su más consecuente tutor en materia de gestión cultural. Rector esclarecido de sus universidades, educador orientador de la opinión pública, editor entusiasta promotor de su arte y de su literatura, con él nos compromete una deuda de responsabilidades ciudadanas y afecto, la cual queremos refrendar y reconocer de manera pública”.
En esta hora crítica de Venezuela homenajear al Dr. Lombardi resulta iluminador y esperanzador. En efecto, en su persona se están reconociendo y exaltando valores, que son indispensables para la reconstrucción del país. Se está reafirmando también algo que es urgente para una nación tentada de caer en el desconsuelo, el conformismo, la desilusión o el derrotismo: en su persona tenemos un profeta de esperanza. No porque él caiga en optimismo fáciles a lo Doctor Pangloss –el iluso personaje del Cándido-, sino en cuanto mantiene firme su convicción creyente en las inmensas e inagotables potencialidades del ser humano y, sobre todo, en la sabia potencia de un Dios-Amor, cuyo plan sobre la historia es conducir el drama humano a una plenitud culmen, que es, al mismo tiempo, término y superación del dinamismo histórico.
Quisiera destacar aquí dos aspectos del iter vital del ilustre Rector: ciudadano y universitario
Ángel Lombardi es protagonista de ciudadanía, constructor de lo que puede denominarse una nueva sociedad. Su pensamiento y acción conjuga valores, que no pocas veces se asumen aisladamente o en contraposición, a saber: justicia y libertad, verdad y tolerancia, igualdad e iniciativa, pluralismo y fraternidad, diversidad y paz. Conjunto que se sitúa en las antípodas de los pensamientos únicos, de las injusticias y marginaciones sociales, de las hegemonías y apartheids socio-político-culturales, de los estatismos, de los regímenes autocráticos y los sistemas totalitarios. Una nueva sociedad integra la centralidad de la persona humana, la primacía del bien común, la communio corresponsable y fraterna. Lo cual es, para el cristiano, doblemente imperativo, como ciudadano de este mundo y como miembro de un Pueblo, cuyo mandamiento máximo es el amor y su horizonte de esperanza la unidad perfecta en y con un Dios que es Amor-Comunión (Cf. 1 Jn 4, 8).
Como universitario, el Dr. Lombardi encarna, en su actuación y su palabra, existencial y discursivamente, los desiderata de una genuina universidad y de una auténtica universidad católica. Creyente en profundidad y sin aspavientos, humanista cristiano sin complejos, demócrata convencido y militante sin hipocresías, comprometido socialmente en una línea liberadora sin concesiones dirigistas, intelectual de gran madurez sin pretensiones elitistas. Sus escritos, recogidos en Cátedra de papel (Ediciones del Rectorado de la Universidad del Zulia) y otras múltiples obras, constituyen una verdadera antología del deber ser de una universidad acorde con su identidad histórico-cultural, en sintonía con el propio país, al cual ha de servir, atenta a los signos de los tiempos, autónoma y democrática. En lo que respecta a la universidad católica, el Rector de la “Cecilio Acosta” delinea bien su perfil en el libro que inauguró la política editorial de dicha casa de estudios en 1998: Universidad católica, esencia y trascendencia. Allí percibimos bien que el adjetivo no significa restricción o frontera, sino servicio mayor, en cuanto abre lo mejor de lo humano a horizontes de mayor trascendencia.
Concluyo estas líneas con las cuales cierra Lombardi el libro que acabo de citar: “El país depende de nosotros y cada uno debe empezar por responder por cada uno. Ética y solidaridad son las palabras claves del futuro. El porvenir es una aventura abierta a la imaginación y un reto a la voluntad. Nosotros como educadores y universitarios no renunciamos a la lucidez crítica, pero tampoco a la esperanza”.

Cumpleaños del Muro

13. 8. 11
CUMPLEAÑOS DEL MURO
Ovidio Pérez Morales
Junto a lo que queda del Muro de Berlín celebro con tristeza y alegría, acompañadas de una inocultable preocupación, sus bodas de oro. He vuelto, por invitación episcopal, a esta ciudad, que he conocido en circunstancias muy diversas de su accidentada historia contemporánea.
Cuando la Ciudad estaba divida, para conocer el “sector Este” (soviético, República Democrática Alemana) tuve que pasar el punto de chequeo llamado Charlie, en el que se percibía en lo vivo hasta dónde puede llegar el ser humano, cuando se deja llevar por factores perversos excluyentes, deshumanizantes.
En las primeras horas del domingo 13 de agosto de 1961 se instalaron barreras y se cortaron las comunicaciones entre los sectores oriental (comunista) y occidental (democrático) de Berlín, lo cual muy pronto se convirtió en un muro muy firme, acompañado de alambradas, torres de observaciones y múltiples medios de aislamiento y control. Motivación fuerte e inmediata para esta edificación la constituyó el flujo abundante y creciente de berlineses que escapaban de la zona comunista. Con el Muro quedaron cortadas avenidas y líneas férreas, así como tapiadas puertas y ventanas. Pensemos en una ciudad como Caracas, en la cual, por ejemplo, el 23 de Enero y la Plaza Altamira quedasen cortados en dos por un muro alambrado y una vigilancia policial agresiva permanente.
El 9 de noviembre de 1989 el indetenible curso de la historia forzó medidas en el Régimen del Este para facilitar el paso, las cuales produjeron torrentes de ciudadanos volcados hacia el Sector Occidental de Berlín y la “desconstrucción” del Muro. Fue la noche del famoso derrumbe y del feliz reencuentro (Wiedersehen) en todo Berlín.
En una reacción en cadena se dio lo que todos conocemos relativo a la reunificación de Alemania y a la recomposición del tablero mundial, como consecuencia del desmoronamiento del bloque comunista y la emergencia de nuevas coordenadas geopolíticas.
La Caída del Muro no ha significado, ciertamente, la llegada de lo definitivo. La peregrinación humana sigue con su andar no pocas veces contradictorio, con sus avances y retrocesos. Pero, sin duda alguna, con un dinamismo indetenible hacia la libertad y la justicia, que, junto a otros valores, trazan en la historia un horizonte de esperanza.
El recuerdo del Muro produce tristeza. Su caída, gozo.
En mí, como venezolano, suscita, también, preocupación. En efecto, estamos en nuestro país del Bicentenario en presencia de un “Muro” emergente. El que se pretende echar entre los venezolanos, en base a un proyecto político-ideológico (Socialismo del Siglo XXI) de tipo maniqueo y manifiestamente excluyente; según éste, el país –a pesar de algunos slogans mentirosos- no pertenece a todos, ni todos en él pueden disfrutar de los mismos derechos. Lemas como el de “Patria, Socialismo o Muerte” –aunque se les modifique oportunísticamente- son bastante expresivos del apartheid en marcha.
Por cierto que durante estos días resido en un ámbito, que me resulta muy grato y espiritualmente reconfortante. Se trata del conjunto integrado por el Monasterio de las Carmelitas Reina de los Mártires -con un anexo residencial-, unido a la Iglesia Memorial María Reina de los Mártires, en recuerdo de las víctimas del Nazismo, que por aquí, a pocas cuadras, fueron ejecutadas (con horca o guillotina) en la horrendamente célebre Prisión de Plotzensee. El Comunismo y el Nacionalsocialismo son claros ejemplos de lo que el totalitarismo significa en cuanto a grave y masiva violación de los derechos humanos más fundamentales, y a retroceso de la cultura entendida como proceso de genuina humanización
La historia es maestra de la vida, si sabemos ser buenos alumnos. Ella busca enseñarnos que la libertad, la justicia y la paz se construyen con seres humanos libres, justos y pacíficos, que quieren esos valores para todos los demás, con miras a tejer una sociedad verdaderamente solidaria y fraterna.
El Muro de Berlín se plantea como indeclinable exigencia para todos los humanos y, en particular –lo subrayo aquí- para los venezolanos, en el sentido, no sólo de evitar la edificación de barreras para la convivencia humana, sino de convertirnos en constructores de una nueva sociedad y, por lo tanto, de agentes convencidos e inquebrantables de encuentro, reconciliación y paz.

viernes, 15 de julio de 2011

Un católico venezolano que quiere mejorar su formación y ejercer su debido protagonismo evangelizador, debe conocer y poner en práctica, en lo que pueda, el CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA. Los 16 documento de éste y material auxiliar lo puede ver en la página de la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo, que es la siguiente;
http;//wwwunica.edu.ve/cpv/
El libro lo puede adquirir en cualquiera de las Librerías Paulinas del país, a partir del próximo martes 19 de julio.
Yo he dicho que un católico venezolano, en caso de naufragio (¡!), tendrìa que salvar, en lo que a libros religiosos se refiere, al menos estos tres:
Biblia+Catecismo de la Iglesia Católica+Documentos del Concilio Plenario de Venezuela

¿A quién le toca aplicar el Concilio? A mí, aquí y ahora, puede responder cada católico, sin esperar que de más arriba se lo pidan.
10.7.11
MISION DE LA IGLESIA
Ovidio Pérez Morales
¿Cuál es la misión de la Iglesia en el mundo?
Es una de esas preguntas básicas, cuya respuesta ha de tenerse bien clara. Porque su imprecisión se refleja negativamente en la debida praxis de la misma Iglesia y en el adecuado compromiso del cristiano en la sociedad.
Pues bien, la respuesta que ordinariamente se ofrece es: evangelizar. Y efectivamente éste es el objetivo fundamental, que le compete realizar a la Iglesia, y actuado ya a partir de su lanzamiento público en Pentecostés, cuando Pedro, a la cabeza de los Apóstoles, predicó el mensaje fundamental cristiano (ver el libro Hechos de los Apóstoles 2, 22-36.
Respondida así la pregunta sobre la misión de la Iglesia, se plantea inmediatamente, como es de esperar, esta otra: ¿Y qué es evangelizar? Aquí es donde las respuestas se diversifican, llevando, en muchos casos, a inadecuaciones, imprecisiones y confusiones. Lo más corriente es que se responda: predicar o difundir el evangelio.
Esta respuesta acerca de la evangelización no es falsa, pero sí inadecuada, por cuanto restringe la tarea de la Iglesia al solo campo de lo profético (anuncio, enseñanza, conocimiento) y, por cierto, en lo concerniente sólo a la primera proclamación (kerigma) dirigida a suscitar la fe y la conversión. Lo que sucedió con la predicación de Pedro en Pentecostés y la reacción de muchos de sus oyentes aquel día en Jerusalén.
La evangelización indudablemente comienza por este primer diálogo de salvación. Pero no se queda en él, como lo podemos comprobar leyendo completo el capítulo 2 de los Hechos y lo desencadenado a raíz de ese acontecimiento primordial. ¿Qué sucedió? Los creyentes y convertidos no se consideraron como singularidades dispersas, sino que formaron una primera comunidad de bautizados, en la cual se perseveraba y profundizaba en el mensaje de los Apóstoles, se celebraba la “fracción del pan” (eucaristía) y se unían en la oración, se practicaba la solidaridad (compartir de bienes). La evangelización tuvo en el primer anuncio su punto de partida, pero se mostró como un proceso, que debía continuar en otras tareas, las cuales, juntas, constituían integralmente la misión de la Iglesia naciente.
Lo anterior quiere decir que al primer anuncio se deben añadir otros objetivos específicos para poder hablarse de evangelización en sentido completo. Se percibe así una gama de actividades y compromisos tocantes a la Iglesia como cuerpo y a los cristianos individual y grupalmente tomados, no sólo para el tiempo inicial en Judea hace veinte siglos, sino para todo el recorrido del nuevo Pueblo de Dios en la historia.
Esos objetivos específicos pueden denominarse dimensiones y fijarse en seis. El término dimensión es muy apropiado, pues significa un aspecto constitutivo, no aislado ni aislable, de una realidad, sino en íntima relación con otros. Un gráfico que puede ayudar a visualizar esto es el de una pirámide invertida, la evangelización, cuyos lados corresponden a sus seis dimensiones, a saber: primer anuncio de la Buena Nueva en orden a suscitar o despertar la fe; catequesis o formación en la fe; liturgia o celebración de los misterios de la fe y oración; organización de la comunidad visible con sus servicios y ministerios; nueva sociedad o proyección de la fe y del mandamiento máximo en la convivencia social; diálogo abierto (ecuménico, interreligioso, interhumano general) en orden a la comunión y la participación.
Una tal comprensión amplia de la evangelización tiene, como hemos visto, honda raíz bíblica, y se oficializó a partir del documento Evangelii Nuntiandi (El anuncio del Evangelio) del Papa Pablo VI.
Ulteriormente retomaremos este tema. Por el momento valga decir que cuando la Iglesia actúa en campos fundamentales de la convivencia como es el de los Derechos Humanos, está procediendo en coherencia con una tarea ineludible de su misión, como es la de su contribución a la construcción de una nueva sociedad.

miércoles, 29 de junio de 2011

30.6.11
BICENTENARIO Y DERECHOS HUMANOS
Ovidio Pérez Morales
Resulta contradictorio que el mayor anhelo nacional que se puede formular en estos momentos bicentenarios sea el restablecimiento de la vigencia de los Derechos Humanos en esta Venezuela nuestra, que labró independencia, no sólo para sí misma, sino también para más allá de sus fronteras.
En efecto, característica saliente del así llamado Socialismo del Siglo XXI, proyecto político-ideológico oficial en plena marcha de realización, es la violación sistemática y programada de los Derechos Humanos. Tanto de facto, como, lo que es peor, de iure. Porque se asume esa violación como exigida por la naturaleza del proyecto que se trata de ejecutar, y el cual contradice los principios y normas de la Constitución y, trascendiendo éstos, los elementos básicos de un genuino humanismo.
El Socialismo del Siglo XXI, tal como repetidamente se lo propone y se lo va aplicando constituye algo inédito en nuestra historia republicana, plagada de dictaduras y regímenes similares.
Puede decirse que todo realidad histórica es inédita, ya que lo situacional en cuanto tal es irrepetible. Pero inédito significa aquí algo particularmente original, que no tiene semejanza con algo acaecido anteriormente. La razón es que por primera vez estamos en el país ante un proyecto totalitario.
Más de una vez hemos tocado este punto, y hoy, en vísperas del acontecimiento bicentenario, resulta obligante subrayarlo, por la patente contradicción que implica festejar la Independencia teniendo el Estado entre manos un plan de sujeción total de la ciudadanía a un Poder con pretensión de omnipotencia y control absoluto.
Dictaduras y cosas parecidas ha tenido Venezuela en abundancia a lo largo de estos doscientos años. De allí la carencia de una institucionalidad sólida, de un progreso sostenido, de una convivencia estable. Pero en todo lo que va de siglo y de milenio estamos ante un régimen totalizante, que se encamina a un sistema totalitario. No está establecido todavía, pero se lo va construyendo.
El totalitarismo es peor que una dictadura. Ésta busca un control parcial de la sociedad, en cuanto si bien el control es completo en lo político, no lo es en lo económico y menos en lo cultural. En estos dos últimos campos se interviene de modo más bien ocasional y fragmentario, en la medida en que sea necesario para asegurar el dominio político, o según las necesidades y apetencias circunstanciales de quienes ejercer el poder. No busca orientar la expresión artística, ni le interesan los detalles educativos ni la reelaboración de la historia. No se elimina la propiedad y se deja campo a un abanico de opiniones e iniciativas, mientras no pongan seriamente cuestión el ejercicio de la autoridad.
Con el totalitarismo no sucede así. Por principio busca la hegemonía y el control totales en manos del Partido (así, con mayúscula) y, en última instancia, del Líder máximo. La experiencia histórica del socialismo marxista lo muestra con creces. Pensamiento único, centralización absoluta del poder, partido monopólico, unicidad (no unidad) sindical, dirigismo comunicacional, estilo militar de la organización social y otra serie de elementos que se orientan a un monolitismo no sólo del Estado sino de la entera sociedad. La persona –sujeto consciente y libre- se diluye en una estructura masificante. Se convierte en simple pieza de una monstruosa maquinaria. Como ejemplos concretos pudiera ponerse un trío de tres continentes: Corea del Norte, la ex URSS y la Cuba de Castro.
Algunos piensan que con esto de una amenaza comunista se trata de de levantar un fantasma. Para asustar. Ojalá fuese sólo un fantasma. No sería problema. Pero el proyecto oficial socialista es una tenaza muy real, que se va cerrando. El que avance y llegue a su término ese proyecto no constituye, con todo, una fatalidad. Felizmente. Depende de la ciudadanía consciente y resuelta el detener y revertir ese proceso para bien de toda la nación, incluidas las personas y grupos que lo impulsan o sostienen. Porque un totalitarismo oprime a todos.
No hay nada más práctico y beneficioso que ver claro. El saber dónde se está y hacia dónde se le quiere conducir. Y en casos como el que estamos tratando, los errores de cálculo son fatales.
En tiempos bicentenarios es preciso retomar los ideales y los sueños de los libertadores y unir todas las voluntades para orientar al país por el camino de la libertad y la justicia, la solidaridad, la fraternidad y la paz. Con lucidez, amor y firmeza.
23.6.11
UNIDAD NACIONAL: TAREA PRIORITARIA
Ovidio Pérez Morales
Primera necesidad de la Venezuela actual: unidad de la nación.
Tiene que ser, por tanto, la tarea prioritaria de todos, especialmente de los que están al frente de los poderes públicos. Comenzando por quien preside el Ejecutivo.
¿Por qué constituye la primera necesidad? ¿Por qué el Presidente ha de ser el primer actor?
Las respuestas a estas preguntas pueden encontrarse en un mensaje que dirigí públicamente al Sr. Presidente en abril del año pasado, bajo el título: “Presidente, vuelva al Cabildo”.
En medio de la crisis del país, mencioné uno de los elementos sobresalientes de la misma: la ruptura de la unidad nacional. Recojo aquí lo dicho entonces, que ahora, lamentablemente, tiene mayor relieve.
“Venezuela, en efecto, ya no es una como sueño ni una como experiencia de convivencia. Por motivos ideológico-políticos se la ha dividido artificialmente, Por lo menos a la mitad se la califica de apátrida y hasta de antipatriótica, decretándosela excluida del goce pleno de los derechos ciudadanos. ¿Cómo se va a celebrar festivamente, en democracia, el cumpleaños de una República cuya unidad se niega? Ya no se la considera la casa común que soñaron los fundadores, amplia, acogedora, tolerante, pacífica, fraterna, sino el recinto cerrado, exclusivo, único, de una secta maniquea. No ya la gran familia sino un ámbito inclemente de rechazos, y de apartheid superado en otras latitudes. ¡Los Derechos Humanos no son ya de todos los humanos!”.
Dada esta ruptura de la unidad del pueblo venezolano, retomé la interpelación de Francisco Salias para dirigirla al Sr. Presidente en los siguientes términos:
“Volver a la unidad de la Patria. Esta unidad no podría ser pseudo-armonía etérea o bucólica, tampoco uniformidad monolítica ni homogeneidad masificadora, asfixiantes, sino compartir plural, diversificado. Esto obliga a promover la efectiva participación de todos, individual y grupalmente considerados; a impulsar la solidaridad que integra, así como la subsidiaridad que estimula y conjuga la actividad de los cuerpos sociales intermedios, articulándola con la tarea que corresponde al Estado, en aras del bien común y de su punto culminante: la paz en la justicia y la verdad. Esto recuerda y exige, en lo concreto y cercano, saldar una deuda pendiente con nuestra memoria histórica integral y una responsabilidad con hombres y mujeres reales caídos, mutilados, exiliados, presos o absueltos, convocando a una “comisión de la verdad” sobre los sucesos de Abril 2002. Tarea prioritaria de un Presidente es, en efecto, buscar la cohesión, la confraternidad de todos los ciudadanos, por encima de distingos de cualquier género, con miras a un trabajo corresponsable y compartido para lograr el progreso material, moral y espiritual de la Nación. El Primer Magistrado lo es de todos los venezolanos, no de un “proyecto”, ideología o partido, sino de una sola y misma patria. Nada debe estar más presente en la función presidencial que la prédica y acción convocantes, congregantes, a todos, de quienes es, a la vez, mandatario y servidor (y quienes, si pragmáticamente a ver vamos, son también contribuyentes que pagan los gastos presidenciales)”.
Entonces lo escribí y ahora lo ratifico, porque la situación se ha agravado. Los problemas del país son muchos. Pero el de la división de los venezolanos en dos mitades me parece monstruoso, particularmente en momentos en que se están preparando celebraciones del Bicentenario. ¿Cómo nos atrevemos a festejar el nacimiento de la República, cuando la estamos desmembrando, y los nacidos en esta tierra o sembrados en ella no nos reconocemos todos como venezolanos? Es una burla a los próceres y un espectáculo sin sentido.
Pero como la división no es una fatalidad, sino un pecado reparable, el momento es propicio para interpelar al Presidente e interpelarnos nosotros. La felicidad de la nación está en juego.
Bolívar clamó en sus últimos momentos de peregrinaje por este mundo, por la unidad. Recojamos ese reclamo. Porque sólo haciéndolo podríamos festejar dignamente el Bicentenario. ¡Lo otro sería un carnaval y un show vergonzoso!
Podemos corregir el rumbo que nos lleva a la autodestrucción. Y lo debemos hacer con humildad y coraje.
En nombre de Dios hago este llamado a la conciencia de todos y especialmente de los que tienen mayores responsabilidades, para que nos convirtamos y rehagamos caminos.

miércoles, 8 de junio de 2011

9.6.11
HOMBRE E IMAGEN
Ovidio Pérez Morales
El hecho condenable y condenado en estos días de la agresión a imágenes religiosas y particularmente de la Madre de Jesús el Señor, me lleva a compartir con mis lectores una reflexión surgida a propósito de tan vituperable acto.
La reflexión ha tenido como fundamento dos textos de la Biblia: el primero, relativo a la creación narrada al inicio del Génesis; la segunda refiere el criterio adoptado por Jesús como decisorio para el Juicio Final.
El Génesis al relatar el inicio de la presencia humana en el mundo, como efecto de la potente y amorosa acción divina, dice: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó” (Gn 1, 27). El libro sagrado expresa a continuación que a estos seres humanos les encomendó Dios todo lo que anteriormente había salido de su voluntad creadora.
Tenemos entonces que el ser humano es imagen, ícono (griego eikón) de la Divinidad.
En el Evangelio de San Mateo (25, 31-46) nos encontramos con que el Hijo del hombre (Jesucristo), cuando regrese en su gloria congregará a todas las naciones y establecerá el juicio definitivo de todos los seres humanos. A unos acercará como benditos y a otros apartará como malditos. ¿Cuál es el criterio para hacer esta distinción judicial? La razón que expone Jesús es bien escueta: Yo (nótese: primera persona del singular) tuve hambre, sed y otras carencias y los unos me dieron de comer, beber,… y los otros no. Pongamos atención: no se trata aquí de que le dieron o no le dieron de comer a fulano o mengano, sino a Él, Jesús el Señor. Así de simple.
En el Génesis el ser humano resulta ser imagen de Dios. En Mateo el mismo ser humano aparece como “impersonando” a Cristo o, mejor, el Señor convirtiéndose personalmente en mi prójimo.
¿Quién no capta, inmediata y fácilmente, la interpelación que emerge de estos dos relatos con respecto a nuestro comportamiento con los seres humanos, que con nosotros comparten nuestro mundo grande o chiquito y nos acompañan en nuestro peregrinar histórico? ¿Quién no se siente iluminado acerca del modo con el cual cada uno de nosotros debe tratarse a sí mismo como consecuencia de ser ícono de Dios y Cristo mismo?
La Palabra de Dios lanza a horizontes maravillosos todo lo que una antropología filosófica o reflexión puramente racional sobre el ser humano puede decir sobre éste. La concepción cristiana, enraizada en la judía, despliega un humanismo más rico y profundo, que eleva a proporciones mayores y trascendentes la identificación que el ser humano puede dar de sí mismo. La dignidad de éste aparece así realzada, al tiempo que su ética y espiritualidad adquieren mayor amplitud y profundidad.
Todo lo que se diga sobe los Derechos Humanos –que progresivamente se van precisando, ahondando y ampliando- encuentra en los citados relatos bíblicos, no sólo una ratificación, sino un fundamento y una meta superiores. Ya no se trata de una legitimación y valoración simplemente intramundana; se descubre una base y una apertura divinas.
¿Qué decir entonces de las discriminaciones e intolerancias, de las marginaciones y exclusiones, de los apartheids y sectarismos, de los fundamentalismos y odios, de las indiferencias e insensibilidades en que solemos incurrir los humanos respecto de los humanos prójimos? ¿Qué decir también de la instrumentación y cosificación que solemos hacer del prójimo, en aras del poder, del tener y del placer?
Génesis y evangelio según Mateo citados nos invitan a ser propositivos, proactivos, ingeniosos en llevar a la práctica lo que Jesús, en coherencia con la interpretación de Dios y suya propia en relación a su creatura humana, propone como mandamiento máximo: el amor.
El hombre, querido por Dios y salvado por Cristo, es una imagen maravillosa.

jueves, 19 de mayo de 2011

LIBROS AL DÍA:
1)Mío: "Nuestra fe: conjunto armónico". Está editado por Trípode, Caracas. Acaba de salir y es una síntesis de lo que creemos y estamos llamados a poner en práctica.Pudiera decirse que es un "catecismo" para jóvenes, adultos y mayores. Pero tiene una particularidad: organiza el conjunto teórico y práctico en torno a la noción o categoría de "comunión" (unión)de raigambre bíblica (koinonía). Las verdades y orientaciones no aparecen como un simple listado o una yuxtaposición de asuntos, sino como un conjunto o tejido armónico, en interrelación y estructuradas en torno a un eje o núcleo. Y se explica porque Dios (Trinidad) es comunión, es decir, unión o relación interpersonal, y todo lo que ha creado y salvado tiene ese sello comunional.Así, por ejemplo, la Iglesia es signo e instrumento de comunión humano-divina e interhumana, el cielo es la plenitud de la comunión, el mandamiento máximo es el amor (agápe que equivale a koinonía), el plan de Dios con respecto a la humanidad es unificante, el pecado es ruptura de comunión. La respuesta cristiana sobre su fe y actuar no contiene una simple yuxtaposición de afirmaciones y de propuestas, sino que se ofrece como un conjunto armónico, facilitando así mayor luz y organicidad.
2) Documentos del Concilio Plenario de Venezuela. Esta reedición, que estoy coordinando, sale (1a. quincena de junio) como publicación de la Conferencia Episcopal Venezolana, tendrá un tamaño casi de bolsillo, muy práctico. Yo digo que hay un trío de libros que un católico venezolano activo en la Iglesia y en el país, debe tener: la Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica y los Documentos de nuestro Concilio Plenario. Se hace esta reedición para difundirla lo más posible y favorecer un "relanzamiento" del Concilio como instrumento o medio de renovación de la Iglesia para un mejor servicio evangelizador a este país que queremos y debemos transformar desde el Evangelio de Jesucristo el Señor.
19.5.11
DEMOCRACIA TOLERADA O ASUMIDA
Ovidio Pérez Morales
¿Tenemos en Venezuela en este Año Bicentenario un sistema democrático consistente?
Sí y no.
Según la Constitución, sí.
Según el oficialismo y su proyecto Socialismo Siglo XXI, no. Porque éste entiende la democracia sólo como algo provisional, mientras se establece, de modo consistente, la hegemonía o totalitarismo socialista (comunista).
Antes de seguir adelante conviene aclarar lo que nuestra Constitución entiende por democracia. Para no mencionar muchos artículos de la Carta Magna, baste citar el No. 6: “El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”.
Elemento fundamental de un sistema democrático y fácilmente perceptible es su carácter pluralista. Esto lo remacha la Constitución en sus Principios Fundamentales y lo explica, entre otros, en los capítulos referentes a los derechos civiles y políticos. El pluralismo se puede percibir de modo fácil. En Caracas, por ejemplo, a través de un hecho muy simple como sería la ofrenda de una corona al Libertador en la Plaza Bolívar. ¿Identificado públicamente Ud. como opositor al gobierno, puede ir solo, en actitud pacífica, sintiéndose sereno y seguro, a dejar tranquilamente su obsequio floral ante el Padre de la Patria?
Más allá de este detalle anecdótico se dan hechos graves y voluminosos como las famosas listas de apartheid político-ideológico, las alegres inhabilitaciones, los prisioneros y exiliados políticos, la clausura o espada de Damocles sobre los medios de comunicación, la partidización de la justicia y de los órganos del “poder moral” estatal.
Cuando se enarbola el lema “Patria, Socialismo o Muerte” en instalaciones del Estado, hasta en aquellas destinadas a gente armada de la República, se está mutilando o matando la democracia, pues se la priva de una característica sustantiva como es el pluralismo.
Según la Constitución, el pluralismo político-ideológico junto con la organización y expresión multicolores de la sociedad civil, son elementos substanciales de la convivencia nacional y del Estado democrático que la articula.
No se puede aceptar la democracia como algo simplemente provisional, tolerado, como pura etapa de transición hacia lo que se considera necesario, insustituible, definitivo: la hegemonía socialista, unicolor y totalizante en lo económico, lo político y lo cultural.
Lo opuesto al pluralismo es el fundamentalismo, el totalitarismo. Como he dicho más de una vez, un totalitarismo se diferencia de una dictadura en cuanto el control que ésta busca es: completo en lo político; parcial en lo económico; limitado en lo cultural. Pero el totalitarismo, por definición, pretende el control total de todos esos ámbitos de la convivencia social. Así proyecta desde la producción y venta monopólicas de los alimentos, hasta la orientación de la literatura y del arte. Pretendiendo, igualmente, manejar lo religioso, y aún definir corrientes teológicas.
Los sistemas e ideologías totalitarias tienen su lógica y la aplican. Lógica que parte de principios utópico-perversos.
Nuestra Constitución reconoce y define la democracia, pluralista, no como algo tolerado, sino como elemento básico, esencial, definitorio de la nación y del Estado venezolanos. Y, por lo tanto, como algo permanente y progresivamente perfectible (en la línea de la progresividad que el Art. 19 establece en materia de derechos humanos).
Una última palabra: el pluralismo nos conviene a todos, opositores, independientes, oficialistas. La tierra da vueltas. Hoy es de día, mañana de noche. Y viceversa. Lo susurra la Historia.
La democracia no se contenta con ser tolerada. Ha de ser asumida.
11.5.11
CONCILIO PLENARIO: DESAFÍO HISTÓRICO
Ovidio Pérez Morales
Cuatro años tienen ya de entradas en vigor las disposiciones del Concilio Plenario de Venezuela, cuya clausura solemne tuvo lugar el 7 de octubre de 2006.
Nada más oportuno, al hablar de la aplicación del Concilio Plenario de Venezuela (CPV) como desafío histórico, que citar al Episcopado nacional en su Carta Pastoral Sobre el Bicentenario de la Declaración de Independencia de la República, con fecha 12 de enero 2010.
“…nuestra Iglesia cuenta con un conjunto doctrinal sólido proporcionado por el Concilio Plenario de Venezuela, el cual constituye el fundamento de un proyecto evangelizador pastoral de gran alcance para su renovación en función de un mejor servicio a nuestro pueblo. Urge, por consiguiente, su puesta en práctica, decidida y responsable, a lo ancho y largo del país”.
En esa misma Carta, los obispos venezolanos, luego de trazar un panorama de la situación nacional y de poner de relieve grandes retos que emergen de ella y plantean un compromiso decidido de “los católicos, unidos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, con la construcción y reconstrucción del país en el sentido de la justicia, la libertad, la fraternidad y la paz”, expresa lo siguiente: “como Pastores manifestamos nuestra decisión de impulsar una decidida puesta en práctica de las orientaciones conciliares”.
Las normas y orientaciones del Concilio Plenario, en efecto, tocan no sólo lo que interesa a la vida y quehacer internos de la Iglesia, sino también a la contribución de ésta a la gestación de una “nueva sociedad” en Venezuela.
El Concilio Plenario surgió como respuesta al reto de la nueva evangelización del país, en la oportunidad del V Centenario de su evangelización y con vistas al III Milenio cristiano (Carta Pastoral Guiados por el Espíritu Santo, 5.14). Ahora bien, concluido el Concilio, su puesta en práctica se ha convertido en serio desafío para la Iglesia en Venezuela. A cuatro años de haber entrado en vigencia sus decisiones, urge evaluar su aplicación y relanzarlo con mayor vigor, máxime cuando la realidad nacional lo hace todavía más necesario. No es superfluo recordar cómo en el campo socioeconómico y político-cultural está en marcha la realización de un proyecto oficial, llamado Socialismo del Siglo XXI, que busca refundar la República en una perspectiva ajena a un genuino humanismo cristiano.
La Iglesia en la presente circunstancia nacional no tiene, felizmente, las manos vacías en lo que a proyecto pastoral de largo alcance se refiere. La Carta sobre el Bicentenario lo ha subrayado. Por ello dado el agravarse de la situación nacional y de la necesidad una más efectiva renovación de la Iglesia en sí misma, la aplicación del Concilio resulta hoy un verdadero desafío histórico para nuestra Iglesia, desde la Conferencia Episcopal Venezolana hasta las comunidades y organizaciones más pequeñas, implicando obviamente todos los sectores (ministerio jerárquico, laicado, vida consagrada) tanto grupal como individualmente. La aplicación tiene que asumirse desde los más diversos ángulos y exige poner por obra la mayor participación y creatividad.
Como nadie puede querer lo que no conoce, tarea prioritaria es el procurar la máxima difusión y estudio del Concilio a todos los niveles de Iglesia y por parte de todos los agentes de pastoral, promoviendo con tal fin y de manera suficiente, la publicación de los documentos conciliares.
Se tiene que lograr y fortalecer la convicción de que el Concilio constituye el marco y horizonte de una pastoral de conjunto, orgánica, nacional, para la actuación concreta de la nueva evangelización en los distintos niveles e instancias de la Iglesia en Venezuela. A tal efecto es preciso articular las campañas, años, eventos eclesiales especiales y otros, en torno al Concilio, sumando así fuerzas y evitando paralelismos o dispersión de iniciativas pastorales.
El definir y organizar así la actividad evangelizadora permitirá responder a preguntas como la siguiente: ¿Qué busca realizar, en concreto y de modo verificable, la Iglesia en Venezuela en los próximos tres, cinco, diez años?
La puesta en práctica del primero y único Concilio Plenario de la Iglesia en Venezuela, en los quinientos años de su existencia, constituye un reto histórico de primera magnitud, una seria responsabilidad asumida ante la Santa Sede y una grave obligación ante el Señor.

sábado, 7 de mayo de 2011

15.4.11
RERUM NOVARUM Y DOCTRINA SOCIAL
Ovidio Pérez Morales
Con motivo del 120º aniversario de la encíclica Rerum Novarum (RN) considero que pueda ser útil una síntesis sencilla de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), subrayando en ésta la importancia del trascendental documento del Papa León XIII.
1. DEFINICIÓN TERMINOLÓGICA
Doctrina: enseñanza, mensaje; conjunto de principios, criterios y orientaciones para la acción.
Social: relativa a la organización de la convivencia humana.
De la Iglesia: elaborada en la Iglesia católica en base a la Sagrada Escritura, la Tradición, el Magisterio, la reflexión y la praxis eclesiales.
2. DEFINICIÓN OBJETIVA
Objeto material o ámbito: la realidad humana en su intercomunicación, el tejido social, las estructuras y relaciones de convivencia.
Objeto formal o ángulo de consideración: esa realidad analizada, iluminada, en perspectiva humanista cristiana, de recta razón y de fe, ético-religiosa, con miras a un cambio efectivo.
Por ello la DSI se ubica en el campo de la moral social, de la teología práctica.
3. CARACTERÍSTICAS
Dialogal: conjunto doctrinal no cerrado confesionalmente, de máxima y flexible apertura. Racional-creyente: conjunto racionalmente fundado y compartible, pero enriquecido por la iluminación desde la fe. Interdisciplinaria: conjuga Biblia, Teología, Filosofía, Ciencias Sociales…Progresiva: en continuidad-renovación. En desarrollo y actualización permanente.
Metodología: se privilegia la del Ver-Juzgar-Actuar.
4. HISTORIA
Remota: hunde sus raíces en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento y en la tradición escrita y práctica tanto eclesial como humana en general.
Próxima: la Rerum Novarum (15.5.1891), precedida de personas, centros, movimientos y publicaciones, como Obispo W.E.Von Ketteler (1811-1877), “La Unión de Friburgo” (1884), asociaciones de obreros por A. de Mun (1841-1914), periódico “Ere Nouvelle”(1848), el Padre de Lacordaire (1802-1861), G. Toniolo (1845-1918) y otros.
5. LA RERUM NOVARUM
León XIII (1810-1903) dentro de los límites político-culturales del tiempo (“cuestión romana” o situación peculiar de la Santa Sede a raíz de la unificación italiana), abrió caminos de renovación a la Iglesia. La Encíclica se produjo en plena emergencia de la sociedad industrial. Abordó la problemática social, la causa de los obreros: trato justo, derecho de asociación. Deberes de los patronos y presencia del Estado. Conciliación social. Contra el liberalismo y el socialismo. Perspectiva religiosa. Se considera esta encíclica como Carta Magna, que inaugura formalmente la DSI
6. HISTORIA SUBSIGUIENTE
Siglos XX Y XXI. Dos guerras mundiales. Totalitarismos. Descolonización. Democracia. Recomposición geopolítica. De la bipolaridad a la multipolaridad. Despertar de la preocupación demográfica y ecológica. Globalización o mundialización.
Cambio “epocal”. La “Tercera Ola” (A Toffler) con 1955 como punto de inflexión. Salto científico-tecnológico. Novedades culturales. De la empresa a la multinacional. De la chimenea a la computadora. Revolución del empleo.
7. DSI EN MOVIMIENTO
La DSI no puede menos que moverse en un mundo que se mueve. Respuesta a nuevos desafíos. Faro orientador en los nuevos tiempos.
Referencias fundamentales: 1) Concilio Vaticano II. 2) Documentos pontificios: encíclicas, radiomensajes, exhortaciones, mensajes, mensajes para las Jornadas Mundiales de la Paz y otras.3) Sínodos de los Obispos. 4) Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (y del Caribe): Río de Janeiro, 1955; Medellín 1968; Puebla 1979; Santo. Domingo 1992; Aparecida (2007).5) Manuales: Catecismo de la Iglesia Católica, Juan Pablo II (CIC) y Compendio de la DSI 2004, Pontificio “Consejo Justicia y Paz”1992. 6) Concilio Plenario de Venezuela (2000-20006): el primero en cinco siglos, concreta la “nueva evangelización” en Venezuela. Es el fundamento de un proyecto pastoral nacional de largo alcance.
8. DOCUMENTOS DE PARTICULAR RELIEVE
Punto de partida: Rerum Novarum
- Concilio Ecuménico Vaticano II: documentos sobre la Iglesia (LG), Iglesia y Mundo (GS), la Libertad Religiosa (DH), Educación (GEM) Comunicación Social (IM)…
-Pontificios: 1) Encíclicas en aniversarios de la RN: 40o Quadragesimo Anno, Pío XI; 70o Mater et Magistra, Juan XXIII; 80o (Carta Apostólica) Octogesima Adveniens, Pablo VI; 90o Laborem Exercens y 100 Centesimus Annus, Juan Pablo II. 2) Otros: Radiomensaje de Navidad 1944, Pío XII; Encíclica Populorum Progressio, Pablo VI 1967; Encíclicas II Redemptor Hominis 1979 y Sollicitudo Rei Socialis 1987, Juan Pablo II; (Exhortación) Ecclesia in America 1999, Juan Pablo II; Encíclica Caritas in Veritate 2009, Benedicto XVI.
-Sínodos de los Obispos: Documento Final La Justicia en el Mundo (JM) ,1971; Exhortaciones La Evangelización…Evangelii Nuntiandi (EN), 1974; los Fieles Laicos, Christifideles Laici (ChrL), 1987; Ecclesia in America (EA), 1997.
-Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 1992
-Concilio Plenario de Venezuela (CPV): especialmente los documentos Contribución de la Iglesia a la Gestación de una Nueva Sociedad (CIGNS), El laico católico: fermento del Reino de Dios en Venezuela (LCV), Evangelización de la Cultura en Venezuela (ECV), Iglesia y Educación (IE), Pastoral de los Medios de Comunicación (PMC).
9. ¿QUÉ ESPERAR DE LA DSI?
Inspiración y aliento para la construcción de modelos; no un modelo concreto.-Animación hacia una “nueva sociedad”; no, “vía media”, por ej. entre capitalismo liberal y socialismo marxista. Propuestas hacia una sociedad deseable, siempre perfectible; no, utopía ni paraíso terreno. Corpus doctrinal en permanente renovación; no, formulación estática. Doctrina para la praxis y el testimonio y alimentada por éstos; no simple teoría. Instrumento de diálogo ecuménico, interreligioso y con no creyentes, para la comunión y la solidaridad; no, herramienta para un ghetto.
10. PRIORIDADES
Del espíritu sobre la materia. Del hombre sobre las cosas. De la ética sobre la técnica. Del trabajo sobre el capital. De la persona sobre la estructura. Del ser sobre el tener-poder-placer. Del bien común sobre el interés particular.
11. TEMAS BÁSICOS
Antropología cristiana. Dignidad y centralidad de la persona humana. Derechos Humanos fundamentales; la vida, el primero. El hombre: “ser para la comunión” (socialidad). Bien común. Opción privilegiada por los pobres. Destinación universal de los bienes. Trabajo humano. Desarrollo integral. Responsabilidad y deberes. Solidaridad. Subsidiaridad. Política. Cultura. Ecología. Fraternidad internacional. Nuevo humanismo.
12. EVANGELIZACIÓN Y NUEVA SOCIEDAD
El Dios en que cree el cristiano es Comunión, Trinidad, Amor. Los hijos de Dios están llamados a vivir la fraternidad en Cristo.- La Iglesia es, en Cristo, signo e instrumento de la comunión humano-divina e interhumana, que constituye el designio salvador de Dios.-
La Evangelización es la misión de la Iglesia y tiene seis dimensiones u objetivos específicos: primer anuncio, catequesis o formación de la fe, liturgia-oración, organización de la comunidad visible, compromiso por una “nueva sociedad”, diálogo para la comunión y la solidaridad.- La contribución a la gestación de una “nueva sociedad” es, pues, una de las tareas fundamentales de la Iglesia, como actuación del mandamiento máximo del amor. La DSI es un medio, un instrumento para actuar dicha contribución. La DSI se integra en la tarea de la evangelización de la cultura, que compete a la Iglesia y toca de modo muy propio, especial, a los fieles cristianos laicos.
15.4.11
PROYECCIÓN SOCIAL DEL EVANGELIO
Ovidio Pérez Morales
El Evangelio, asumido en la fe, tiene que proyectarse en las realidades sociales de nuestro mundo (economía, política, cultura). Éstas según el plan creador y salvador de Dios, que es Comunión, deben orientarse en un sentido liberador y unificante. Todo lo que se inscribe en la línea de la libertad y la justicia, de la solidaridad y la fraternidad, de la reconciliación y la paz, se encamina en esa dirección claramente humanizante.
La fidelidad a Cristo exige renovar, a la luz y en el sentido del Evangelio, la convivencia humana a todos los niveles; desde el familiar hasta el internacional.
El Concilio Plenario de Venezuela en La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad nos enseña: “Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural.” (CIGNS 90). Este documento, junto con el de Evangelización de la cultura en Venezuela, forman una especie de compendio de Doctrina Social de la Iglesia aplicada a nuestro país.
La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla, 1979) recalcó ya que en el rostro del desempleado, del marginado, del enfermo, del minusválido, del anciano, del niño… “deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela” (DP 31-39).
La sociedad “nueva”, Civilización del amor, que los cristianos hemos de construir en colaboración con todos los hombres de buena voluntad, es la del compartir, de la vida y la solidaridad. Como notas características ha de ofrecer: comunicación de bienes (correspondiente a la destinación universal de los mismos), convivencia democrática y calidad espiritual de vida.
Un buen cristiano ha de ser un buen ciudadano (griego polítes), es decir, una persona preocupada por el bien de la ciudad (griego polis), por el bien común. Tiene, por tanto, un ineludible deber “político”, como miembro aquélla.
A la Iglesia, en cuanto comunidad de fieles e institucionalmente tal, no le compete formular un modelo determinado de organización de los distintos ámbitos sociales (económico…). Tiene que estimular sí, a la búsqueda y actuación de modelos cada vez más compatibles con las exigencias del ser humano y con los valores del Evangelio.
El laico, llamado obviamente a participar en la vida y actividad internas de la comunidad eclesial, tiene, sin embargo, como campo específico de acción, lo temporal, lo “mundano”, desde la familia hasta la comunidad internacional. En perspectiva evangélica ha de comprometerse, por tanto, en la edificación de una “nueva sociedad”, la cual, en cuanto histórica, será siempre perfectible. Esto exige una formación permanente en la Doctrina Social de la Iglesia, la cual tiene que comenzar desde la primera catequesis y perfeccionarse y ampliarse a lo largo de la vida.
Juan Pablo II en su visita apostólica se expresó así el 10-02-96 en el Teatro Teresa Carreño, de Caracas: “… la Iglesia ha asumido la apasionante tarea de la Nueva Evangelización, que tiene como meta renovar la vida según el mensaje de Jesucristo y hacer de los valores evangélicos savia y fermento de una Nueva Sociedad, favoreciendo en los fieles cristianos la coherencia entre la fe y la vida, así como la superación de las fallas sociales, el fomento de la dignidad humana y de una recta conducta familiar, laboral, política y económica”.
El Evangelio, la fe, la Iglesia, el cristiano y particularmente el laico, tienen que proyectarse de modo efectivo en la construcción de una “nueva sociedad”.

domingo, 27 de marzo de 2011

1.4.11
FE Y NUEVA SOCIEDAD
Ovidio Pérez Morales
Cuando se habla de “nueva sociedad” se entiende por ésta una convivencia humana a la altura de la dignidad del hombre, sujeto consciente y libre, persona portadora de derechos inalienables, del cual el primero y fundamental es el derecho a la vida.
Una primera observación necesaria en esta materia es que la “nueva sociedad” ha de entenderse, no como una organización societaria perfecta, alcanzable en un momento determinado de la historia, sino como un horizonte hacia el cual deben dirigirse los esfuerzos humanos. Es decir, como una convivencia satisfactoria, pero siempre perfectible. Pudiéramos decir: una sociedad deseable, que, al realizarse, se juzga simultáneamente como todavía mejorable.
Esta concepción dinámica de nueva sociedad supera las endebles utopías, como la que formula el materialismo marxista, el cual afirma un cierto punto terminal en la dialéctica histórica, que se daría con la sociedad sin clases, abriendo así el “paraíso” comunista. Un punto final en una línea dialéctica, contradictoriamente asienta un fijismo como conclusión de una absoluta progresividad.
En perspectiva cristiana la perfección última humana se tendrá en otro ámbito de duración, que no es ya el tiempo propiamente terreno, histórico, sino escatológica, metahistórica. Es lo que se entiende por “cielo” o plenitud del Reino de los Cielos. El alcance de esa perfección no se da ya como simple fruto del esfuerzo humano, por lo demás seriamente requerido, sino, principal y radicalmente, como don divino. Esto implica, como se puede ver, una ruptura con un humanismo cerrado, que se define desde las solas disponibilidades y capacidades del ser humano, excluyendo el reconocimiento de una genuina trascendencia, la presencia de Dios con su acción creadora y salvadora.
Ahora bien, el compromiso por el logro de una “nueva sociedad” es algo obligante para el cristiano. Brota de su misma fe, que es encuentro con Jesucristo, aceptación de su persona y su mensaje. Encuentro transformador, que implica conversión y lleva, por su misma dinámica interna, al seguimiento de Jesús, a la práctica de su mandamiento máximo, el amor.
Jesús enseña que “el camino hacia Dios pasa por el amor y la solidaridad con los más débiles”, y el aceptar al Señor exige “asumir un proyecto de humanización” según el mandamiento del amor mutuo”. Esto lo afirma el Concilio Plenario de Venezuela en el documento Proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela, Nos. 74-75. Dicho amor no se queda en un relacionamiento persona-persona o en un compartir grupal restringido, sino que ha de extenderse, en círculos societarios cada vez más amplios. El mismo Concilio desarrolla este punto en otro documento, muy importante desde el punto de vista de la Doctrina Social, como es La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad.
Vistas así las cosas se debe decir que la fe –lo mismo aplíquese al Evangelio, al compromiso cristiano, a la misión de la Iglesia- tiene una dimensión política. Ha de expresarse, ineludiblemente, en la organización social, en el tejido de la convivencia, procurando actuar los valores de la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, la responsabilidad ecológica, la calidad espiritual de vida.
Personalmente me gusta recordar siempre el texto del Evangelio según san Mateo, en el cual se describe el Juicio Final y el criterio que allí se adopta para clasificar buenos-malos: la iniciativa y operatividad en la práctica de las obras de misericordia (actuables a los niveles micro- y macrosociales.
Fe y trabajo por una nueva sociedad son, pues, términos inseparables para el cristiano, en el sentido que éste no puede considerarse como tal sin comprometerse, en una u otra forma, en la construcción de una sociedad que corresponda a los requerimientos del ser humano, de sus derechos y deberes, de su vocación y destino terreno y trascendente.

miércoles, 16 de marzo de 2011

18.3.1
CENIZA Y CONDICIÓN HUMANA
Ovidio Pérez Morales
El Miércoles de Ceniza inauguró la Iglesia, con un rito muy sencillo, el tiempo de Cuaresma, preparatorio de la Pascua.
El sacerdote marcó la frente de hermanos suyos en la fe, con ceniza, mientras pronunciaba una de estas dos fórmulas: “Conviértanse y crean el Evangelio”, o “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”.
La Cuaresma invita al creyente a profundizar en su condición cristiana, así como a cambiar actitudes y comportamientos hacia una más sincera y coherente adhesión al Señor. Por eso se le llama tiempo especial de conversión.
El rito de la Ceniza introduce el tiempo cuaresmal, subrayando características fundamentales de la condición humana en su existir temporal.
La fórmula “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás” sintetiza tres de esas características: corporeidad, fugacidad y pecaminosidad. El Génesis, mediante un relato antropomórfico, presenta a Dios como un artesano que forma al hombre “con polvo del suelo”, para luego insuflarle “el aliento de vida” (2, 7); origen humilde (de humus, tierra) de un ser creado para una vocación muy alta. El “volverás” pone de relieve la caducidad de ese mismo ser humano, la cual, en el texto sagrado aparece ligada a la pecaminosidad. Después de pecar, el hombre oye a Dios decirle: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” (3, 19). El hombre queda así definido como ser-para-la-muerte e identificado como “pecador”. El pecado se muestra ya en el Génesis (cap. 3) como múltiple ruptura: con Dios (desobediencia), pero también interhumana (Adán acusa a Eva) y con la naturaleza (ésta, al ser objeto de abuso, se vuelve dura).
Dios no abandonó, sin embargo a este ser caído en el pecado. De muchas formas se le fue acercando. Y Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, es, en la historia, la prueba culminante del amor misericordioso de Dios, y, así, fuente de liberación (sanación) y elevación del ser humano a la participación de la vida divina.
La otra fórmula de la Ceniza –“Conviértanse y crean el Evangelio”- es una proclama de esperanza. El hombre es invitado a volverse a Dios para recibir de él salvación, vida. En esto consiste el Evangelio (la “buena noticia” cristiana). La conversión es un cambio de ruta, que abre al encuentro renovador con Jesús.
“Hombre nuevo”. Esto es lo que quiere hacer Dios del existente humano. “Ese hombre nuevo” no es simplemente fruto del ejercicio de la libertad del hombre o de una dinámica histórica –planteamiento de filosofías o ideologías como la marxista-, sino fundamental y radicalmente, un don (gracia) divina, otorgado por Cristo.
La Cuaresma, por tanto, reclama del creyente, conversión. Ésta entraña, de una parte, un cambio de vida, y de la otra, una apertura a la acción liberadora y elevante de Dios.
El rito sencillo pero muy significativo de la Ceniza nos advierte acerca de nuestra condición humana, que es no sólo limitada, sino también frágil y pecadora. Pero igualmente y como lo más importante, nos recuerda nuestra vocación a la comunión con Dios y con nuestro prójimo. Una comunión que se realiza de un modo verdadero aunque imperfecto en nuestro peregrinar terreno. Y se tendrá de manera perfecta en la plenitud celestial del Reino.

jueves, 3 de febrero de 2011

NUESTRA FE: CONJUNTO ARMÓNICO
Es el título de un nuevo libro mío, que está comenzando a circular. Lo publica Ediciones Trípode, Caracas.
El subtítulo de la obra es: Síntesis de fe y acción.
Se trata de un compendio de los elementos fundamentales del mensaje cristiano en en lo doctrinal y lo práctico. La "originalidad" de esta síntesis es que ofrece un orden no sólo sistemático (es lo que hacen los catecismos),sino también orgánico de los temas. Estos se tejen, en efecto, en torno a un núcleo o eje, COMUNIÓN (=amor), lo cual se puede pecibir fácilmente leyendo los títulos de todos los capítulos; en todos aparece el término "comunión", que viene a ser el polo de referencia, el eje estructurante, el hilo conductor de todo lo que se expone. El primer capítulo se titula "Dios es comunión, Trinidad" y abre una secuencia en esa misma línea unificante. Aparece entonces bien claro que las afirmaciones doctrinales y las orientaciones o normas ético-pastorales no son un simple agregado de elementos; constituyen, al contrario, un conjunto bien trabado en torno a un principio organizador. Se muestra así la armonía de lo que el cristiano cree y está llamado a poner en práctica, tanto al interior de la Iglesia como en la sociedad.



,
27.1.11
ESTATOLATRÍA S.XXI
Ovidio Pérez Morales
Estatólatra es un calificativo apropiado para calificar el Socialismo del S. XXI.
¿Razón? Su estatismo feroz. Tiende a inmolar la persona y la comunidad de personas, en el altar de un Estado (=gobierno=Partido) convertido en ídolo, como omnipotente, dirigido por un máximo líder (endiosado también), que pretende saber, decidir, poder todo. Esto sea dicho, no obstante su autoidentificación humanista y su promesa de generar un hombre nuevo.
El SS XXI es un socialismo, que manipula las expresiones y formas del así llamado “poder popular”, para convertirlas en órganos ejecutores del Ejecutivo. Se estructura una centralización extrema. El poder no se define y ejerce, en realidad, desde y con las bases, sino en línea descendente. Desde Miraflores. El volumen y cantidad de asambleas del “pueblo” podrá ser grande, físicamente, no así el real influjo de los ciudadanos. Veamos lo que sucede en Cuba. ¿En manos de quién está la toma de las grandes decisiones? La soberanía del pueblo se diluye y mediatiza en el entramado de la nomenklatura y del liderazgo supremo. ¿Y en Venezuela? ¡La afirmación de que “el Presidente es el pueblo”, simplifica las cosas!
El socialismo “S.XXI” no es cualquier socialismo (la familia es grande). Es marxista, de tipo leninista-castrista. Estatólatra. De allí la acelerada carrera de expropiaciones y monopolizaciones. No soporta la repartición o descentralización del poder. Por lógica embiste contra la propiedad privada, la libertad de expresión y de educación. ¡Qué grato le fuera poder expropiar el cerebro y el corazón de los ciudadanos para pintarlos de rojo!
En Venezuela no se da, por ahora, un socialismo ya conformado. Pero está en proceso; esto explica –más allá de improvisaciones y repliegues tácticos- el sentido monopólico de las leyes y medidas, así como del comportamiento general del régimen.
La Conferencia Episcopal Venezolana, considera la pretensión oficial de imponer un sistema socialista marxista, totalitario, como “moralmente inaceptable, pues ofende la dignidad de cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, desconoce la soberanía popular y vulnera gravemente el bien común, la institucionalidad democrática y los derechos de los venezolanos” (Exhortación pastoral Anhelos de unión, justicia, libertad y paz para Venezuela, 11.1.11).
Esta calificación ética la había usado ya el Episcopado en su exhortación del 19 de octubre de 2007, Llamados a vivir en libertad, a propósito de la proyectada reforma constitucional. En dicho documento se dijo: “Un modelo de Estado socialista, marxista-leninista, estatista, es contrario al pensamiento del Libertador Simón Bolívar (cf. Discurso de Angostura), y también a la naturaleza personal del ser humano y a la visión cristiana del hombre, porque establece el dominio absoluto del Estado sobre la persona. Experiencias de otros países demuestran que en un tal sistema, el Estado y su gobierno se convierten en opresores de las personas y de la sociedad, coartan la libertad personal y la expresión religiosa, y causan un gravísimo deterioro en la economía, produciendo una pobreza generalizada”.
El Concilio Vaticano II enfatizó: “el principio, el sujeto y fin de todas las instituciones sociales, es y debe ser la persona humana, la cual por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social” (Gaudium et Spes 25).
Estado y liderazgo convertidos en ídolos: algo moralmente inaceptable.

jueves, 13 de enero de 2011

1.11
HOMBRE NUEVO
Ovidio Pérez Morales
Cuando se usa la expresión “hombre nuevo”, podrían utilizarse como equivalentes del calificativo, estos otros: pleno, renovado, o también liberado y perfecto.
En el campo político-ideológico, el tema del hombre nuevo se está moviendo sobre el tapete nacional, a propósito del proyecto oficial del Socialismo del Siglo XXI. El tema es de tradición marxista. También Mussolini trazó un conjunto de rasgos del hombre nuevo, que sacaría a Italia, mediante el fascismo, de la decadencia. Ambas corrientes se enraízan diversamente en Hegel a partir de su dialéctica.
Antes de entrar en consideraciones de fondo cabría plantearse algunas preguntas, en razón del intento gubernamental de construir entre nosotros una “nueva” sociedad en base a modelos históricamente fracasados: ¿Puede surgir un hombre nuevo de la militarización de la sociedad, de la colectivización de las personas, de la homogeneización de los grupos sociales, de la estatización ilimitada de todo bien, de la concentración totalitaria de todo poder, de la imposición de un pensamiento único?
En lo que toca a los cristianos, la noción de hombre nuevo es muy importante en el pensamiento de san Pablo y, por consiguiente, para la fe y la praxis del creyente. Antes de recordar algunos pasajes bíblicos, considero oportunas algunas reflexiones de tipo antropológico. Ellas pueden ayudarnos a desarrollar el tema en una perspectiva de genuino humanismo, el cual adquiere profundidad y amplitud mayores en su interpretación cristiana.
El ser humano, por su estructura misma personal, dice una apertura irrefrenable de infinitud en el orden del conocimiento (verdad), y del querer (bien), lo cual se refleja en el obrar. Esto, en virtud de que es no sólo un ente material, sino también espiritual. De allí su permanente curiosidad e insatisfacción, así como su natural tendencia a trascenderse y a hurgar en lo que considera más allá de lo simplemente humano. Propiedad fundamental de este ser, inevitablemente inquieto, es la de su libertad, consecuencia de la referida condición espiritual. Decir persona, significa referirse ineludiblemente a un existente libre, para quien vivir implica optar, decidir, responsabilizarse, con todo lo que esto acarrea de angustia, responsabilidad, satisfacción o frustración. La condición histórica del ser humano hace de éste un cruce de luces y de sombras, con una praxis que se mueve entre lo monstruoso y lo sublime.
El marxismo desplaza lo definitorio del quehacer humano, de lo personal a lo instrumental: reacomodando las cosas (bienes, modos de producción) el hombre podrá renovarse y perfeccionar su convivencia. Los “pecados capitales” (soberbia, avaricia…) se evaporan. De allí el idealismo de fantasear con “paraísos terrenos”, producidos por seres humanos idealizados. Stalin, por ejemplo.
Para san Pablo el hombre nuevo viene a ser don y tarea. Acción gratuita, liberadora y unificante de Dios, al tiempo que compromiso de la libertad humana. Véanse, por ejemplo, Gálatas 4, 17-32 y Colosenses 3, 5-15. Allí se percibe el hombre nuevo como auténtica novedad, teniendo como modelo y fuerza transformadora a Jesucristo. Novedad de vida, que entraña servicio y solidaridad, transparencia y verdad, libertad y justicia, amor y paz.
El marxismo, materialista, al cancelar los horizontes de una verdadera trascendencia, cierra el paso a un real hombre nuevo. Y, al contrario, abre el camino a trágicas autodestrucciones humanas.