jueves, 30 de noviembre de 2023

DESASTRE NACIONAL: CAUSA Y SUPERACIÓN

     “En el niño observamos que tan luego como empieza a dar indicaciones del desarrollo intelectual, empieza a ser filósofo; le ocupa la causalidad, la modalidad, la finalidad de todo cuanto ve”. Lo leemos en el prólogo de Elementos de filosofía, de nuestro José Gregorio Hernández. Él no era filósofo profesional, pero sí un investigador profundamente humano y cristiano, para quien un hombre “rústico” era ya un filósofo, pues no podía vivir “sin tener una filosofía”. Como ser curioso, toda persona es crítica y exploradora. Cosa que no complace a quienes gustan de colectivos sin rostro ni razonamiento. O como dijo alguien: no hay cosa más peligrosa que enseñar a alguien a que piense con su propia cabeza.

    Buscar las causas es no conformarse sólo con lo dado -grato o ingrato-, con razones epidérmicas y salidas de paso. Implica indagar explicaciones serias de las cosas. Partiendo de que el ser humano es ya ineludiblemente problema en sí y en la sociedad que forma, por su condición inteligente y volitiva, ética y espiritual.

    Las causas suelen distinguirse. Las eficientes, que actuando producen efectos, pueden ser calificadas como próximas o remotas, últimas y última, dependiendo del nivel de conocimiento o ciencia con que se trabaje. (Algunos pensadores, como el sensista Hume, han reducido erróneamente la relación causa-efecto a una simple sucesión empírica).

    En base a lo anterior resulta connatural que la realidad nacional sea problemática. El quid está en la multiplicidad, hondura y volumen de los problemas. Ha habido períodos de nuestra historia con apreciable estabilidad y equilibrada convivencia, dentro del claroscuro y limitación de todo acontecer humano, que registra siempre la huella de la imperfección y del pecado. (Éste último es noción ajena a los libros de economía, política y otras ciencias, pero acompañante permanente del hombre en su peregrinar terreno).

    En cuanto a la situación actual del país, es muy significativo el llamado urgente y repetido del episcopado patrio a una refundación nacional. Ésta exige ir a las raíces de la nacionalidad, a lo positivo fundamental, al deber ser republicano constitucional, al ejercicio de una soberanía efectiva y a la coherencia con la mejor herencia histórica humanista y cristiana.

    La refundación se hace necesaria, porque la crisis nacional es honda y global. Ahora bien, ¿cuál, dentro de la multiplicidad de causas, es la central y principal?  La respuesta la ha dado el mismo episcopado, no desde un ángulo partidista o sectorial, pues él no es alternativa de poder, sino instancia ético-religiosa: “La causa fundamental, como lo hemos afirmado en otras ocasiones, es el empeño del Gobierno de imponer el sistema recogido en el Plan de la Patria (llamado Socialismo del Siglo XXI)” (Exhortación 13. 1. 2017). “La raíz de los problemas está en la implantación de un proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizado que el gobierno se empeña en mantener” (Exhortación 12.7.2016, citado en la de 12. 1. 2018). “(…) la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna” (Presidencia CEV, Mensaje 19.3.2018). “(…) el régimen se consolida como un gobierno totalitario, justificando que no se puede entregar el poder a alguien que piense distinto” (Exhortación 10. 7. 2020).

    Totalitario es algo más grave y envolvente que autocrático, tiránico, dictatorial. Es un propósito de control total del conjunto social en sus varios ámbitos: económico, político, ético-cultural. De allí la dimensión de la crisis actual venezolana, desastre causado por el proyecto oficial (en progresiva aplicación), que contradice no sólo la Constitución, sino un sano humanismo y una recta visión de fe.

    ¿Cómo superar la desastrosa crisis nacional? Mediante una refundación, que comience con un cambio de dirección a través de las Presidenciales el próximo año, en las que el pueblo soberano (CRBV 5) se manifieste con toda libertad.

 

jueves, 16 de noviembre de 2023

REFERÉNDUM ENTRE CONTRADICCIONES

 

    El Régimen que plantea el Referéndum es un sujeto contradictorio.

    Contradicción es en lógica la máxima oposición. Niega totalmente lo que se dice, no dejando término medio. En lo conductual es actuar con incoherencia. Exigir algo de alguien, cuando quien lo hace actúa en sentido contrario de lo que pide. Y cosas por el estilo. Autoridad moral designa la correspondencia ética entre lo que alguien reclama y su proceder concreto en ese mismo campo. Hipocresía es una conducta doble, que divorcia discurso y praxis.

    Los evangelios traen múltiples y fuertes reclamos de Jesús contra la hipocresía. Habló hasta de “sepulcros blanqueados” (Mt 23,27). Como humanos estamos siempre expuestos a comportarnos, en cosas grandes o pequeñas, de modo incoherente. La soberbia favorece y justifica las contradicciones. En cambio, la humildad y sinceridad personales facilitan la detección de dobles medidas en el juicio sobre sí mismo y sobre los demás. No en vano la recomendada oración del Padre Nuestro es confesión permanente del lado oscuro de la condición humana.

    La política es, en una u otra forma, quehacer ineludible de los seres y comunidades humanas; sin embargo, junto a ser actividad indispensable para edificar una convivencia humana digna y promotora del bien común, se presta a convertirse en escenario de corruptelas del más diverso tipo, desde menudos aprovechamientos egoístas hasta   enriquecimientos ilícitos, dañinos favoritismos y nepotismos, sectarismos, prepotencias y opresiones. Esto llega hasta farisaísmos constitucionales, en la práctica oficial traiciona a la letra legal.

    Valgan estas consideraciones como conveniente reflexión respecto del Referéndum sobre el Esequibo, las cuales no puedo callar como creyente y pastor.

    Afirmo como punto de partida mi convicción acerca de lo justo del reclamo venezolano. No me enredaré, sin embargo, en cuestiones relativas al tratamiento jurídico y político oficial y nacional que se debe dar en la materia; tampoco sobre la oportunidad, estructura y otros aspectos del Referendo. Hay gente seria y bien calificada que se ha ocupado y/o puede-debe ocuparse del asunto.

    Mi aporte se ofrece como reflexión sobre algunos aspectos políticos y ético-culturales del abordaje concreto del problema en cuestión.

    Una primera reflexión sería sobre la autoridad moral de quien lanza el Referéndum. Venezuela no goza, en efecto, de un estado de derecho y eso, al menos estéticamente, no compagina con el reclamo en cuestión. Se pide el voto de la población al tiempo que se obstruye ese voto en las Primarias y se lo rodea de trabas para las Presidenciales como la consigna de que “por las buenas o por las malas” no habrá alternabilidad. Se presiona el opinar sobre el Esequibo mientras la ciudadanía está conatelizada, silenciada por la hegemonía comunicacional gubernamental. Centenares de venezolanos están presos y torturados por disentir de la ideología y la praxis del Régimen. Y se mantiene un clima de amedrentamiento de los ciudadanos como consecuencia del proyecto totalitario oficial.

    Una segunda reflexión consiste en la relación tierra-población. Se reclama la integración de una porción de tierra mientras que a) del territorio venezolano se expatría por emigración forzada un cuarto de la población, b) parte del territorio nacional está dominado por guerrillas de fuera, c) una considerable extensión de nuestra Guayana (Arco Minero) es víctima de agresión ecológica.

    Una tercera se refiere al status de la población nacional; se busca acrecentarla en momentos en que está en severo y creciente empobrecimiento y en una crisis global de servicios, sueldos y producción, aparte de la inexistencia de una convivencia democrática.

    Tiene plena vigencia y urgencia el llamado de la Conferencia Episcopal Venezolana a una refundación nacional. Sigue actual la finalidad refundacional de la Constitución de 1999 según lo destaca su Preámbulo. Así como una vez el “vuelva al cabildo” estimuló la gesta independentista, ahora el volver a la Constitución reclama el cambio refundacional. Para ello, como en el ´99, hemos de invocar “la protección de Dios” y “el ejemplo histórico” de Bolívar. 

 

 

viernes, 3 de noviembre de 2023

EL DIOS CRISTIANO

 

    La expresión Dios cristiano no es apropiada, pues, por principio, el Ser Supremo no admite especificaciones ni parcialidades. Son preferibles formulaciones como la de Dios según la fe cristiana.

    Ahora bien, la noción que no pocos cristianos tienen acerca de Dios y, concretamente, acerca de su ser y proximidad, se asemeja a la que formularon corrientes filosóficas y de pensamiento en general como el deísmo, el iluminismo y la ilustración, dominantes por allá en el siglo XVIII, pero cuyo influjo, en una u otra forma, llega hasta el nuestro.

    Dichas corrientes se deslindan del ateísmo, en cuanto admiten la existencia de un ser divino, trascendente, distinto del cosmos y superior a éste. Pero un ser distante, lejano, cuya omnisciencia y omnipotencia no se entrometen en las cosas mundanas. Tal era el pensamiento de gente como Voltaire, para quien todo lo que sonase a religión (religatio con lo divino) era fuente o producto de dañino fanatismo. Quedaba en pie sólo una genérica animación ética. Se mantenía así el reconocimiento de Dios apenas como causa inicial, sin implicación alguna en el acontecer personal y social.  Un Dios encerrado en casa, que no sale a la plaza; in-significante y nada protagónico. Posición muy corriente, expresiva y generadora de ideologías secularistas, laicistas.

    Muchos cristianos, sin llegar a extremismos deístas, coinciden, en mayor o menor medida, con el iluminismo en afirmar a Dios, pero manteniéndolo lejano del escenario histórico, distante del manejo humano de lo político, lo económico y lo ético-cultural. Un Dios con poco o nada que decir sobre el manejo del Estado y las líneas gruesas de la sociedad civil. Una tal interpretación polariza las exigencias morales en lo “negativo” (no matar, no robar…), así como en inhibiciones y opacamientos del dinamismo humano, que Nietzsche se encargó de exagerar en su perspectiva atea del superhombre.   Se interpreta la voluntad de Dios en un sentido pasivo, que poco o nada aporta al progreso tanto individual como colectivo. La realidad de sociedades y países estructurados según criterios de una religión intimista y maniquea ha cristalizado en formas que no se compadecen con las exigencias positivas del evangelio (ver Mt 25, 31-46), de un genuino humanismo.

    El Dios revelado por Jesucristo y confesado en la auténtica fe cristiana se sitúa en las antípodas de los divorcios y reduccionismos arriba señaladas. A este respecto resulta iluminador el inicio de la Solemne profesión de fe (credo del Pueblo de Dios) proclamada por el Papa Pablo VI el 30 de junio de 1968 ante la basílica de San Pedro: “Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Allí se destaca así lo prioritario y fundamental de la fe cristiana en Dios Unitrino, Comunión, Amor. Dicha profesión expone en seguida la particular acción de las divinas personas en el plan universal de creación y salvación, subrayándose en éste la centralidad de Jesucristo, el Hijo encarnado; luego aparecen otros elementos fundamentales, que los cristianos confesamos al recitar el tradicional Credo o símbolo de la fe.

    Dios, según la revelación proclamada por Jesucristo, es, pues, Uno y Único, pero en comunión, es decir, en relación o compartir interpersonal, tripersonal, trinitario. Es lo que dice la Primera Carta de Juan: “Dios es amor” (1 Jn 4,8). Esta identidad divina articula armónicamente todo el rico panorama de la fe cristiana: el ser humano, creado para la comunicación y la comunión; el amor  como mandamiento máximo; la unidad humano-divina e interhumana como finalidad del plan creativo y  salvador de Dios Padre;  el papel central de Cristo y la función animadora del Espíritu en la realización de dicho designio; significación e  instrumentalidad de la Iglesia peregrinante en la realización del referido plan comunional; la plenitud  de éste en la asamblea definitiva celestial.   Sentido de la historia es, entonces, ser lugar y tiempo de construcción de unidad.

    El “Dios cristiano” no es soledad omnipotente, sino comunión amorizante.