viernes, 21 de agosto de 2020

EL SÌ DEL NO

 


     Ante las proyectadas elecciones parlamentarias, un conjunto de organizaciones políticas ha planteado como respuesta: no concurrir. La abstención, desde el punto lógico, es una posición negativa de parte de quien la sustenta, la cual, para serle productiva, ha de ir acompañada de acciones que, de algún modo, procuren lograr el fin que se busca con el abstenerse. Es decir, que un debe ir junto al no.

    Pienso que la ausencia de un consistente, en el caso de las votaciones (no elecciones) parlamentarias de diciembre, motivó el Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana del pasado 11 de agosto; de allí su insistencia en el “no basta” con la abstención y la crítica a quienes se instalaban en una actitud negativa, sin proponer alternativas serias y factibles. No pocos habíamos venido insistiendo en la urgencia de plantear, por parte de la Asamblea Nacional, entre otros, de proposiciones operativas para realizar el cambio del régimen y del administrador de Miraflores. Opino que un efecto positivo del referido Comunicado ha sido el de estimular a círculos políticos a proponer el “sí” que faltaba.

    El Consejo Superior de la Democracia Cristiana acaba de publicar un Comunicado (No.8. agosto 2020) titulado ¡La consulta popular y la Conferencia Episcopal! Es un documento de suma actualidad y utilidad para el pueblo soberano de este país, a fin de que en este momento asuma el ejercicio de la soberanía que la ha sido usurpada por el gobierno, como lo reclamaron ya los obispos, de modo bien claro, en su exhortación de 12 de enero de 2018. 

El Consejo Superior democristiano es coherente con el título que asigna su declaración y, en este sentido, cita pasajes muy al grano de documentos del Episcopado venezolano, aprobados por su organismo máximo que es la Asamblea Plenaria, congregada este mismo año en los meses de enero y julio. Por cierto que en enero los obispos mencionaron los artículos 70 y 71 de la Constitución Nacional, como posibilitantes del cambio presidencial.

No es el momento aquí de hacer un inventario de los desastres ocasionados por el Régimen desde finales del siglo pasado (¡!) Pero estimo oportuno recoger una expresión que utilizó el Episcopado en pleno, hace poco más de un mes, para calificar la presente realidad nacional: “Vivimos inmersos en un caos generalizado presente en todos los niveles de la vida social y personal” (Exhortación pastoral Dios está contigo, no te dejará ni te abandonará, Dt. 31,6). Caos significa radical confusión, desastre total. Desde el punto de vista constitucional, jurídico, hay una maraña de ilegitimidades y en lo que respecta a lo económico, político y ético-cultural, uno se pregunta si el país puede hundirse todavía más.

     El Consejo Superior lanza el guante  a los directivos de la Asamblea Nacional, para que convoquen ya al pueblo soberano (CRBV 70-71) a fin de que éste decida sobre el cese del Presidente de facto de la República, de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente y la constitución -por parte de aquella Asamblea-, de un Gobierno de Emergencia Nacional, que atienda a la crisis humanitaria y convoque, en un plazo de doce meses, verdaderas  elecciones presidenciales y parlamentarias, “en sintonía con lo planteado por la comunidad internacional”.

    ¿Se quiere una salida del “caos generalizado”, pacífica, democrática, civilizada? ¿Se quiere que sea el soberano mismo y no intermediarios -oficiales o no, partidistas o no- quien decida la suerte de la nación, el destino de este descalabrado país llamado Venezuela? ¡La referida propuesta democristiana ofrece el camino!

    Más de una vez me ha venido a la mente la imagen de un tsunami al dibujarme la situación del país y el futuro que enfrenta. Y la traigo aquí porque la amenaza que se nos plantea este fin de año es de dimensiones catastróficas, frente a lo cual suena suicida, ridículo, cruel, todo aquello que distraiga del peligro en puertas, fragmente esfuerzos para encararlo unidos, exija “purismos” que impidan respuestas realistas, dificultando o impidiendo así una solución que vaya al corazón del problema. Venezuela no tiene porvenir digno sin cambio de régimen. Lograrlo es un deber humano, creyente, cristiano. “Despierta y reacciona, es el momento”.  

martes, 11 de agosto de 2020

El Laico Protagonista




 "Los signos del tiempo muestran que el presente milenio será el del protagonismo de los laicos" (LCV 3). Son palabras del Concilio Plenario de Venezuela en su documento N°7.

Por laico o seglar se entiende al bautizado miembro de la Iglesia, Pueblo de Dios, participante, por tanto, de su misión, y quien tiene como propio y peculiar el carácter secular (ver LG 31). Éste significa su inmersión en el mundo para transformar desde adentro las realidades temporales en la línea del Evangelio.

Ser laico es la condición o estado ordinario del cristiano; los laicos integran el sector o subconjunto mayoritario y casi totalizante de la Iglesia; se nace laico en el bautismo. Tradicionalmente se vino considerando al laico como un "no clérigo" (y "no religioso"), miembro más bien pasivo de la Iglesia, simple colaborador o auxiliar del sacerdote (presbítero) en la tarea evangelizadora, es decir, como un fiel formado para ser, fundamentalmente, realizador de objetivos y ejecutor de tareas que le asignasen. Ahora bien, la renovación eclesial tanto doctrinal como práctica, recogida, madurada y ulteriormente impulsada por el Concilio Vaticano II, ha pasado de la definición "negativa" del laico (lo que no es) a otra, "positiva", (lo que es); ha reformulado el papel del laico, reconociéndole un efectivo protagonismo evangelizador, particularmente en su ámbito propio, a saber, el del mundo, la cotidianidad secular, partiendo de lo más inmediato, la familia.

Si desea leer más al respecto, haga clic en el siguiente título El Laico Protagonista


jueves, 6 de agosto de 2020

SSXXI: PROYECTO TOTALITARIO



    Una cosa es hablar por experiencia ajena y otra haber sufrido en carne propia aquello de que se habla. Esto se aplica a san Juan Pablo II en relación al totalitarismo.

    El Papa Wojtyila padeció persecución por parte de los totalitarismos hitleriano y stalinista. Por eso tiene existencial resonancia la denuncia que estampa en su encíclica Sollicitudo Rei Socialis (1987): “Ningún grupo social, por ejemplo, un partido, tiene derecho a usurpar el papel de guía único, porque ello conlleva la destrucción de la verdadera subjetividad de la sociedad y de las personas-ciudadanos” ¿Resultado? Masificación despersonalizante.  Caído el Muro de Berlín, el mismo Papa en 1991 identificó la raíz del totalitarismo moderno en “la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación, ni el Estado” (Centesimus Annus 44).

    Ante la avalancha de los totalitarismos, el Papa Pío XI había publicado tres contundentes y oportunas encíclicas: en 1931 Non abbiamo bisogno contra el fascismo, en 1937 Mit brennender Sorge contra el nazismo y Divini Redemptoris contra el comunismo. De estos deshumanizantes sistemas e ideologías se destacaban, entre otros, la negación de una real participación ciudadana y del libre emprendimiento, la absorción de la sociedad civil por el Estado, la hegemonía comunicacional y educativa, la absolutización e idolatría del poder, el utopismo del paraíso terreno.

El totalitarismo profundiza y amplia el control que cualquier otro sistema político e ideológico despótico busca imponer. Pretende monopolizar todos los ámbitos del entramado social: economía (tener), política (poder) y cultura -en la acepción más restringida de este término- (ser). Agrava la dominación característica de autocracias, dictaduras, tiranías y otras formas de monopolio social. La historia de Venezuela registra variados especímenes de sumisión societaria, pero de totalitarismo uno solo, a saber, el Socialismo del Siglo XXI. Éste copia el modelo comunista cubano, con peculiaridades, como las de que el “bolivariano” financia al isleño, y éste maneja la “inteligencia” del venezolano.   

    El criollo es un totalitarismo en ejecución progresiva. Por cierto, que la pandemia del COVID 19 ha servido para acentuar la escalada represiva. La “profecía” anticonstitucional y vergonzosa del Ministro de la Defensa sobre la inutilidad de las próximas elecciones para un cambio de Régimen evidencia la dominación comunista en marcha.

   En más de una ocasión he manifestado que la no percepción -culpable o inculpable- del carácter totalitario del proyecto socialista ha sido la causa de muchas fallas estratégicas, cuando no de claros fracasos operativos de la disidencia. Por otra parte, el populismo y la mentira institucionalizada del Gobierno, ha sabido disfrazar propósitos oficiales y frustrar intentos de la oposición.

  Las anunciadas elecciones legislativas constituyen un serio desafío a nuestra responsabilidad ciudadana. La abstención no puede identificarse -negativamente- con pasividad: tiene que asumirse, positiva y proactivamente, como actividad, iniciativa, como ejercicio de responsabilidad ciudadana, buscando generar unidad dinámica para el logro de objetivos democráticos. Hay retiradas estratégicas, que son sumamente productivas. Sobre todo, cuando lo que mueve la acción son nobles y altos propósitos como el restablecimiento del estado de derecho y la convivencia democrática. Es preciso ser ingeniosos en este sentido. La abstención puede convertirse en referendo para un cambio de régimen, en elecciones (también) presidenciales Hay que poner en juego el protagonismo y las facultades del soberano (CRBV 5), su poder constitucional, pero también supraconstitucional y originario.

   La historia no es determinismo. La libertad constituye una energía irrefrenable. Los totalitarismos son estatuas imponentes, pero con pies de barro. Por eso debemos trabajar unidos y con gran esperanza, la cual, para los creyentes, se funda definitivamente en los designios bondadosos de Dios.