martes, 21 de septiembre de 2010

16. 9. 10
EL 26 DEFINIMOS NUESTRO FUTURO
Ovidio Pérez Morales
A quienes van al encuentro de las próximas elecciones con una actitud de indiferencia, neutralidad o abstención, es necesario y urgente recalcarles que el voto del 26 significa optar por: comunismo o democracia.
Cada uno tiene su propia conciencia como faro de decisión. La conciencia, sin embargo, debe abrirse, con diligencia y honestidad, a la verdad. Así la libertad podrá ejercerse con lucidez y responsabilidad. Y en situaciones particularmente delicadas como la presente venezolana, urge afinar éticamente esa conciencia y sensibilizarla respecto del bien común.
Entre los problemas que seriamente aquejan hoy a Venezuela están la inseguridad, la inflación-empobrecimiento, el deterioro de la producción y los servicios, el descenso en la calidad de la educación y de la convivencia ciudadana. Problemas que requieren también una interpretación, más honda, en perspectiva ético-cultural.
Hay un problema, con todo, que se muestra en el panorama nacional como el más grave, por su hondura, globalidad y consecuencias históricas. Se trata del proyecto oficial socialista, en ejecución.
A estas alturas no constituye ni exageración interesada, ni descubrimiento ingenioso, el afirmar que dicho socialismo equivale al clásico “socialismo real”. Es decir al comunismo (aunque en la ortodoxia marxista este último término se reserva para la fase culminante –paraíso terrenal- del socialismo.
Las próximas elecciones ponen en juego, en forma dilemática, la identidad del país en elementos fundamentales. ¿Cuál es la opción? ¿Un país en donde la justicia se busque en libertad, o en donde la libertad desaparezca para establecer una justicia irreal? ¿Una nación en donde la persona humana juegue el papel central que le corresponde, o en donde pase a ser simple función respecto de una ideología y un partido? ¿Una sociedad en donde los derechos humanos tengan consistencia, o en donde la “Revolución” prive sobre todo derecho? ¿Una Venezuela abierta a la trascendencia, o en donde los ídolos del Estado=Gobierno=Partido=Hiperlíder pretendan substituir a Dios?
Democracia es una forma societaria perfectible por su naturaleza misma. En ella pueden edificarse la justicia y la solidaridad, la unidad y la paz, en un marco de respeto y de libertad, valores indispensables todos estos para el logro de una sociedad mejor, una “nueva sociedad”.
Un verdadero dilema no permite escapatoria. De paso sea dicho que el actual dilema electoral, indeseado por la democracia, tiene su génesis en la concepción marxista-leninista misma. En efecto, es allí donde se concibe la historia y, consiguientemente, la dinámica social, en forma maniquea, fundamentalista, excluyente, segregacionista, totalitaria. De allí lemas absolutizantes como “Patria, Socialismo o Muerte”, que vemos exhibidos a-in-anticonstitucionalmente también en instalaciones del Estado venezolano. La democracia, al contrario, tolerante aun con los intolerantes, se plantea como marco político incluyente, relativo, plural.
El “no alineado”, que piense navegar tranquilo e intocado en las aguas de un sistema comunista, está dramática o trágicamente equivocado. Fidel Castro dixit.
Para el cristiano que quiera actuar en coherencia con su fe, la opción del 26 es clara. Como también para todas aquellas personas de cualquier credo o convicción, que anhelan una convivencia pacífica, plural, en la lógica-práctica de los derechos humanos.

sábado, 11 de septiembre de 2010

3.2.10
SUEÑO DE CONVIVENCIA
Ovidio Pérez Morales
Me fue sumamente grato encontrarme el pasado 28 de agosto en Washington, en el 47º aniversario del discurso de Martin Luther King: Tengo un sueño. Entonces, una muchedumbre que culminaba su marcha por empleos y libertad, escuchó las proféticas palabras del incansable protagonista del movimiento de los derechos civiles pronunciadas en las escalinatas del Lincoln Memorial. King permanece como Gandhi, ícono de la protesta no violenta o no violencia activa.
En este día aniversario hubo en la ciudad dos multitudinarias manifestaciones, contrastantes desde el punto de vista ideológico-político. Una, predominantemente de blancos –por cierto que entre los oradores resaltó la voz de una sobrina de M. L. King-, se desarrolló en el mismo lugar de la famosa proclama de 1963; la otra, sobre todo de gente de color, luego de pasar al lado de la primera, culminó su recorrido bastante cerca, donde se erigirá el King Memorial. Las dos concentraciones coincidieron, desde distintos ángulos, en exaltar la persona y el mensaje del líder de la justicia racial.
Algo que me impresionó muy positivamente de las dos concentraciones fue el respeto mutuo entre sus participantes. Y estamos hablando de centenares de miles de personas. Un ambiente pacífico, sin despliegue alguno manifiesto de fuerza pública, con ausencia patente de toda violencia verbal o física.
La fecha aniversaria me hizo volver, no sólo físicamente al lugar del histórico discurso, sino, sobre todo, espiritualmente, a una meditación sobre su contenido, que permanece actual en el reclamo válido contra toda discriminación y en favor de un compromiso efectivo por los derechos humanos, por la fraternidad.
“Tengo un sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero sentido de su credo: mantenemos… que todos los hombres han sido creados iguales… Con esta fe, seremos capaces de extraer de la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar los discordantes desencuentros de nuestra nación en una bella sinfonía de hermandad”. King, en coherencia con su fe cristiana –fue ministro bautista desde los 18 años- y en sincera comprensión de todo credo y convicción, orientó su acción a un encuentro sin fronteras. Todos los seres humanos son hijos de Dios y deben vivir, por tanto, en comunión, rompiendo cualquier barrera de discriminación, intolerancia, exclusión.

La fe en el origen y destinación comunes de los seres humanos, alimentó su firme esperanza, que lo llevó a un trabajo persistente por la libertad y la igualdad. Y como creyó en la humana fraternidad, encauzó su acción por el camino de la no violencia. No trató de aplastar y destruir al otro, sino de atraerlo, interpelarlo y presionarlo, por medios no violentos y acordes con su dignidad de persona, a una convivencia que a todos habría de dignificar. Su “sueño” no era inoperante fantasía, sino anhelo operativo. King –asesinado en 1968- tuvo la suerte de Gandhi. La de Cristo: “nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

¿Qué entraña el sueño de Martin Luther King para los venezolanos de hoy? Lograr que este país sea una casa, un hogar, para todos los nacidos en este país y para los se han sembrado en este suelo. Edificar una convivencia fraterna, no “a pesar de”, sino, precisamente con nuestras diferencias.