jueves, 23 de septiembre de 2021

REFUNDACIÓN URGENTE

    El término nominalismo designa una corriente filosófica que divorcia las ideas generales o universales de la realidad concreta; aquéllas quedan sólo como “emisiones de voz”, sin expresar la esencia de las cosas. Esa doctrina tuvo en el inglés Guillermo de Ockam (1295-1349) su máximo propagador. El vocablo se ha ampliado para designar los discursos o propuestas que se quedan en puras palabras.

    Lo de nominalismo me viene a la mente al leer el Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que subraya como objetivo de la misma “refundar la República para establecer una sociedad democrática”. A más de dos décadas de aprobada la Carta Magna lo de refundación suena como pura proclama, pues la realidad nacional ha involucionado en crisis global gravísima, y no como consecuencia de factores naturales o casuales, sino de un proyecto político-ideológico, que de modo repetitivo el Episcopado ha denunciado claramente: “Plan de la Patria, traducción operativa del Socialismo del Siglo XXI, sistema totalitario, militarista, policial, violento y represor, que ha originado los males que hoy padece el país”( Comunicado  del 5.5.2017).

    No es de extrañar, por tanto, que el mismo Episcopado acabe de plantear, con ocasión del Bicentenario de Carabobo, “la urgente necesidad de REFUNDAR LA NACIÓN. Basada en los principios que constituyen la nacionalidad, inspirada en el testimonio de tantos hombres y mujeres que hicieron posible la Independencia, la tarea que nos concierne hoy y de cara al futuro es rehacer Venezuela” (Mensaje de la Presidencia,22. 6. 2021).

    Refundar es reconstruir el país, retomar la positividad de sus raíces y sus mejores logros, fortalecer los valores fundamentales de su identidad nacional y fisonomía cultural, responder a los imperativos de su deseable deber ser. Según los Obispos, una de las más importantes tareas de los venezolanos en este sentido es recobrar su subjetividad, autonomía y libertad como ciudadanos y como nación “ante la invasión político-cultural extranjera en que nos encontramos” (Exhortación 12.7. 2021). Refundar no es partir de cero, sino afianzar, unidos y de modo proactivo, lo propio y obligante nuestro frente a los desafíos de los nuevos tiempos, sin someter al país a ideologías de nuevo coloniaje y alineamientos dañinos con imperios cualesquiera. La refundación postula apertura mundial, priorizando sin embargo la fraternidad en la “patria grande” latinoamericana.

Refundar el país es tarea pluridimensional: jurídico-política, pero también socio- económica y ético-cultural. Lo que va del Siglo XXI en Venezuela ha sido de creciente deterioro causado por la dictadura militar comunista respecto de a) valoración de la persona y de sus derechos-deberes fundamentales (pensemos en la pedagogía de la sumisión y en la violación sistemática de los derechos humanos), b) calidad de la convivencia (inducción de expatriación masiva, siembra de odio,  apartheid político-partidista, generalización de la corrupción), c) consistencia ético- cultural (moral “revolucionaria”,  imposición de “pensamiento único” y hegemonía comunicacional). En cuanto a lo constitucional, la Carta Magna exige reformulaciones importantes (corregir presidencialismo, “bicameralizar” parlamento, acentuar municipalización, renovar lo educativo y ecológico…).

    La refundación declarada en 1999 hacia una república democrática fue nominalista. Y algo peor: la realidad ha consistido en un progresivo retroceso conducente al actual desastre nacional. Hoy, en consecuencia, refundar el país es urgencia insoslayable. La debacle actual exige ir a la raíz -causa fundamental- del problema, sin quedarse en ramas como elecciones tipo 21N y diálogos a la mexicana, que podrían entenderse, en el mejor de los casos, sólo como “pasos hacia”, en sentido funcional. La raíz es el régimen y su proyecto. La refundación postula, en lo operativo político, un proceso constituyente, en que el pueblo soberano decida, con su poder originario, el rumbo del país.

    Los venezolanos debemos encontrarnos en nuestra pluralidad y forjar juntos un proyecto que siente las bases firmes de la Venezuela deseable.            

 


jueves, 9 de septiembre de 2021

ANIMAL POLÍTICO COMO VOCACIÓN


    La sensibilidad ecológica lleva a mirar con afecto al ambiente, que Dios ha dado al ser humano para convivir y desarrollarse hacia la plenitud. El Papa Francisco en su encíclica Laudato Si´ utiliza una categoría para designar la unidad global cósmica: comunión universal (LS 220); ésta, en la línea del Poverello de Asís, subraya el íntimo tejido inter relacional que constituye el universo con sus diversos reinos, mineral, vegetal, animal, y en el cual el hombre, ser para la comunión humano-divina e interhumana debe integrarse. Es una visión bien positiva y animadora de la realidad global, que corrige la interpretación del ser humano como egoísta explotador de la naturaleza y alimenta otra, de socio y amigo de la realidad creada según aparece en los dos primeros capítulos del Génesis.

    Esto lleva a revisar conceptos como el de animalización, para calificar actitudes y comportamientos censurables de los humanos como son torturas, opresiones y genocidios. Cuando uno abre la Política de Aristóteles, encuentra, justo al comienzo, algo concerniente a nuestro tema. El Estagirita, luego de afirmar que “el hombre es por naturaleza un animal político o social” y “el único (animal) que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo e injusto y de las demás cualidades morales”, expresa: “De aquí que, cuando está desprovisto de virtud, el hombre es el menos escrupuloso y el más salvaje de los animales y el peor en el aspecto de la indulgencia sexual y la gula”.

    El instinto constituye para el simple animal lo que pudiéramos llamar su regla de conducta regular, previsible, natural, con respecto a un conglomerado de necesidades, lo cual le lleva a una convivencia favorable a su conservación individual y al bien de la especie, exenta de sorpresas y “abusos”. El animal, bueno por naturaleza, no entabla guerras ni conquista colonias o edifica campos de exterminio; no acumula bienes a expensas de los vecinos, ni guarda resentimientos a los fines de vengarse. No se le puede acusar de “pecados capitales”, que tanto daño social producen (tiranías y totalitarismos de soberbios, explotaciones y monopolios de avariciosos).

    La expresión “se comporta como un animal” endilgada a un humano, no hace justicia a los simples animales. Identifica más bien, una actuación a- o in-humana o escuetamente salvaje. Dejemos en paz a los pobres y buenos animales y no les achaquemos torpezas y vicios que no les corresponden.

    Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Dios es amor, comunión, en cuanto tejido interpersonal, familia divina del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y Dios amor (1Jn 4, 8) creó al ser humano para amar; en esta perspectiva se entiende lo de la referida “comunión universal”, cósmica. Ahora bien, gran problema, que constituye el lado oscuro de la historia, es la condición pecadora del hombre, al cual se refiere ya el capítulo tercero del Génesis. Allí aparece el libre albedrío como don excelente y definitorio de la persona, capacidad de autodecisión y fuente de responsabilidad; pero también emerge el pecado como como mal y nocivo uso de la libertad.

    Dios creó al hombre como animal político. Esta condición social es dimensión connatural de su ser personal, racional y libre. Pero el animal político debe ser buen animal político. Y lo será en la medida en que asuma su libertad en una línea de servicio y solidaridad. La política, condición necesaria y obligante del ser humano, es también ciencia, arte, técnica, herramienta de socialidad; pues bien, en este sentido exige ser asumida, formada y practicada, como contribución al bien-ser de la convivencia, hacia la construcción de una nueva sociedad, civilización del amor.

    Cuando los Obispos hablan de una refundación del país, un aspecto fundamental de ésta es la recuperación ética y religiosa del compromiso político de todos los venezolanos. Asumiendo la política como praxis del mandamiento máximo (el amor), como medio de liberación y desarrollo integrales. Y la condición de animal político como vocación personal y existencia auténtica.