sábado, 30 de diciembre de 2023

¡VENEZUELA 2024: DESPIERTA Y REACCIONA!

     El próximo lunes comienza un año. Para Venezuela ha de ser decisivo hacia su refundación, en el sentido que el Episcopado nacional ha reiterado. Un verdadero Año Nuevo. Las elecciones presidenciales constituyen al respecto una excelente oportunidad.

    Justo al comienzo de este año que está finalizando (13 de enero 2023) los Obispos hicieron a) un balance de la situación, b) dibujaron un horizonte hacia el cual los venezolanos debíamos caminar juntos y c) asumieron un compromiso. Permanece, con mayor vigor, actual.

    Con respecto al balance, dijeron: “Iniciando este nuevo año 2023, nuestro país continúa viviendo una crisis política, social y económica profunda. Un escenario que pone en entredicho la gestión de gobierno que por más de veinte años ha guiado los destinos de la nación (…) Zonas de Caracas muestran lo que se ha llamado una burbuja (…) que contrasta y resulta ofensiva para quienes, como nuestros educadores y personal de salud, siguen intentando subsistir con unos sueldos pobrísimos (…) Esta situación (…) ha obligado ya a más de 7 millones de venezolanos a salir del país”. Más adelante leemos:  “Venezuela es hoy, como nación, una multitud de personas anímicamente deprimidas, psicológicamente traumatizadas, familiarmente separadas y espiritualmente fracturadas (…) en Venezuela existe todo un pueblo crucificado (…) Nuestra sociedad está paralizada por la inercia y una cierta resignación, por la desesperanza, por la experiencia acumulada de múltiples carencias, contradicciones reiteradas, violaciones impunes de derechos fundamentales, mentiras flagrantes, promesas incumplidas”. (Hoy felizmente podemos agregar que las Primarias han reflejado y fortalecido un resurgir de la esperanza).

    En relación al horizonte, expresaron: “Hoy, como pastores, una vez más, queremos renovar la urgencia de la búsqueda de una unidad nacional mayor, que logre la reinstitucionalización democrática del país, recuperando ese terreno de encuentro común que debe ser el texto y el espíritu de la Constitución nacional (…) el camino a transitar es el de negociaciones verdaderas y sinceras para la  obtención de acuerdos entre los poderes del Estado y las fuerzas sociales democrática acerca de las grandes cuestiones de interés nacional, como lo son, entre otras, la ayuda humanitaria, la liberación de los presos políticos, el funcionamiento constitucional de los poderes públicos, la rehabilitación de los partidos políticos, la reformulación de mayores y mejores garantías electorales, junto con la observación internacional plural e imparcial de las próximas elecciones”.

    En cuanto a compromiso: “Invitamos a todos los creyentes y a toda persona de buena voluntad a ejercer una doble conversión: a asumir con autenticidad el testimonio personal, con lucidez y compromiso humanizante, y el protagonismo consciente de ciudadanía responsable. No seamos masa informe, sino pueblo organizado, políticamente adulto (…) Pasemos de las lamentaciones y postraciones a acciones liberadoras. Que nos pongamos en cada diócesis, en cada parroquia, en cada congregación y en cada colegio, en cada empresa, oficina o comercio, de cara a la parálisis nacional, y cada uno se pregunte qué puedo hacer yo, cuánto más puedo aportar, cuánto y en qué ámbitos puedo pasar del yo a nosotros, elevando y multiplicando el bien que producimos”. Se cita el llamado del Papa Juan Pablo II a los venezolanos en su visita de 1996: “Venezuela, despierta y reacciona: ¡Es el momento!”.

    El Episcopado al tomar posiciones como ésta cumple con un claro deber. La Santa Sede en el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos pide a cada uno de ellos: “ser un profeta de la justicia y de la paz, defensor de los derechos inalienables de la persona, predicando la doctrina de la Iglesia, en defensa del derecho a la vida (…) y de la dignidad humana; asuma con dedicación especial la defensa de los débiles y sea la voz de los que no tienen voz para hacer respetar sus derechos” (No. 209).

    Los Obispos venezolanos expresamente urgen la refundación del país. Y ésta consiste en reconstrucción material y ético-espiritual, reinstitucionalización, redemocratización, reconstitucionalización.

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 14 de diciembre de 2023

PESEBRE Y EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA

     Una reflexión sobre pesebre (belén) y cultura resulta oportuna en momentos en que en los hogares y otros ámbitos se está montando esta representación del nacimiento de Jesús. Y la circunstancia es particularmente apropiada cuando justo celebramos los ochocientos años de la fundación del pesebre por Francisco de Asís en el caserío italiano de Greccio.

    La sencilla iniciativa del santo se fue extendiendo y enriqueciendo en formas en la Europa católica. Con la colonización pasó a estas tierras nuestras en donde ha echado raíces muy profundas y sentidas en la religiosidad popular, recogiendo y promoviendo sobre la marcha múltiples expresiones culturales de la Navidad.  La obra de Marielena Mestas y Horacio Biord Navidades en Venezuela, Devociones, tradiciones, recuerdos, editada en 2010, ofrece junto a una valiosa bibliografía, un rico inventario de celebraciones.

    Un tema importante hoy en medio de serios desafíos culturales, es la interpretación del pesebre con respecto a la relación evangelización-cultura. La globalización en curso tiende a uniformar expresiones y tendencias, también bajo ideologías impositivas, que buscan secularizar la sociedad, barriendo lo que no pocos consideran resabios religiosos especialmente cristianos. O también bajo penetración de fundamentalismos de otra índole como el islámico. En este marco situacional debe resonar lo que el apóstol Pedro pedía a los cristianos de ese tiempo inicial, a saber, estar “siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1P 3, 15).

    Dos categorías entran en escena: evangelización y cultura. Pues bien, a ambas se las asume aquí con un carácter englobante. Cultura como totalización de lo social, comprendiendo, por tanto, no sólo lo artístico, lo más refinado, sino lo humano en sus más diversas expresiones relacionales. Lo mismo sucede con la categoría evangelización, que totaliza la misión de la Iglesia (enseñanza, culto, organización…). En cuanto a la relación de esas dos nociones, se suele distinguir entre evangelización de la cultura e inculturación del evangelio, que son como dos caras de una misma medalla; la primera acentúa el aporte del evangelio a la cultura y la segunda la recepción o integración de lo cultural en la evangelización. No sobra recordar que ésta no se da en la historia sino inculturándose.

    El pesebre es un medio de evangelización de la cultura ¿Qué mensaje da el pesebre sobre Dios, el ser humano, la sociedad, la naturaleza…? Pongámoslo también en imperativo: ¿Qué mensaje debe dar? El pesebre no ha de ser entendido apenas como unas figuritas risueñas evocadoras de los mejores recuerdos y sentimientos. ¿Qué enseña y subraya el pesebre a nuestro mundo concreto? Dicen que el pesebre es como una Biblia abierta. Y un tonel pedagógico sin fondo. Mejor que dar respuestas es formularse preguntas que abran a compromisos.

    En cuanto a inculturación del evangelio, el pesebre es, junto a la imaginería tradicional, un incentivo a la creatividad. Cristo se inculturó en la Galilea y la Judea de la Torá, en el helenismo y el imperio romano ¿Qué elementos de nuestra cultura actual son integrables en el pesebre para iluminar una mente y encender un corazón humanistas y cristianos?

     Los “pesebre ingenuos” son los más propicios para la evangelización en su doble dirección de aporte-recepción. Niños gigantes junto a casas diminutas, leones paseando entre humanos, son lecciones, por ejemplo, de que para Dios no hay medidas y de que la reconciliación universal es profecía mesiánica. Las comunidades cristianas deben ser más reflexivas y creativas para aprovechar los modos y formas que el pesebre ofrece a la presentación y vivencia del misterio de la Navidad.

    El engavetamiento del pesebre frente a la invasión del mercantil papá Noel, del absorbente consumismo navideño, del insubstancial “espíritu de la navidad”, ha de recordar a los cristianos que se consideran tales lo que decía Jesús acerca de la sal que pierde su sabor (Mt 5, 13). El retomar y actualizar con fe y amor el pesebre constituye hoy un verdadero desafío para los creyentes.

Remito al saludo de los ángeles en la primera noche navideña.   



jueves, 30 de noviembre de 2023

DESASTRE NACIONAL: CAUSA Y SUPERACIÓN

     “En el niño observamos que tan luego como empieza a dar indicaciones del desarrollo intelectual, empieza a ser filósofo; le ocupa la causalidad, la modalidad, la finalidad de todo cuanto ve”. Lo leemos en el prólogo de Elementos de filosofía, de nuestro José Gregorio Hernández. Él no era filósofo profesional, pero sí un investigador profundamente humano y cristiano, para quien un hombre “rústico” era ya un filósofo, pues no podía vivir “sin tener una filosofía”. Como ser curioso, toda persona es crítica y exploradora. Cosa que no complace a quienes gustan de colectivos sin rostro ni razonamiento. O como dijo alguien: no hay cosa más peligrosa que enseñar a alguien a que piense con su propia cabeza.

    Buscar las causas es no conformarse sólo con lo dado -grato o ingrato-, con razones epidérmicas y salidas de paso. Implica indagar explicaciones serias de las cosas. Partiendo de que el ser humano es ya ineludiblemente problema en sí y en la sociedad que forma, por su condición inteligente y volitiva, ética y espiritual.

    Las causas suelen distinguirse. Las eficientes, que actuando producen efectos, pueden ser calificadas como próximas o remotas, últimas y última, dependiendo del nivel de conocimiento o ciencia con que se trabaje. (Algunos pensadores, como el sensista Hume, han reducido erróneamente la relación causa-efecto a una simple sucesión empírica).

    En base a lo anterior resulta connatural que la realidad nacional sea problemática. El quid está en la multiplicidad, hondura y volumen de los problemas. Ha habido períodos de nuestra historia con apreciable estabilidad y equilibrada convivencia, dentro del claroscuro y limitación de todo acontecer humano, que registra siempre la huella de la imperfección y del pecado. (Éste último es noción ajena a los libros de economía, política y otras ciencias, pero acompañante permanente del hombre en su peregrinar terreno).

    En cuanto a la situación actual del país, es muy significativo el llamado urgente y repetido del episcopado patrio a una refundación nacional. Ésta exige ir a las raíces de la nacionalidad, a lo positivo fundamental, al deber ser republicano constitucional, al ejercicio de una soberanía efectiva y a la coherencia con la mejor herencia histórica humanista y cristiana.

    La refundación se hace necesaria, porque la crisis nacional es honda y global. Ahora bien, ¿cuál, dentro de la multiplicidad de causas, es la central y principal?  La respuesta la ha dado el mismo episcopado, no desde un ángulo partidista o sectorial, pues él no es alternativa de poder, sino instancia ético-religiosa: “La causa fundamental, como lo hemos afirmado en otras ocasiones, es el empeño del Gobierno de imponer el sistema recogido en el Plan de la Patria (llamado Socialismo del Siglo XXI)” (Exhortación 13. 1. 2017). “La raíz de los problemas está en la implantación de un proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizado que el gobierno se empeña en mantener” (Exhortación 12.7.2016, citado en la de 12. 1. 2018). “(…) la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna” (Presidencia CEV, Mensaje 19.3.2018). “(…) el régimen se consolida como un gobierno totalitario, justificando que no se puede entregar el poder a alguien que piense distinto” (Exhortación 10. 7. 2020).

    Totalitario es algo más grave y envolvente que autocrático, tiránico, dictatorial. Es un propósito de control total del conjunto social en sus varios ámbitos: económico, político, ético-cultural. De allí la dimensión de la crisis actual venezolana, desastre causado por el proyecto oficial (en progresiva aplicación), que contradice no sólo la Constitución, sino un sano humanismo y una recta visión de fe.

    ¿Cómo superar la desastrosa crisis nacional? Mediante una refundación, que comience con un cambio de dirección a través de las Presidenciales el próximo año, en las que el pueblo soberano (CRBV 5) se manifieste con toda libertad.

 

jueves, 16 de noviembre de 2023

REFERÉNDUM ENTRE CONTRADICCIONES

 

    El Régimen que plantea el Referéndum es un sujeto contradictorio.

    Contradicción es en lógica la máxima oposición. Niega totalmente lo que se dice, no dejando término medio. En lo conductual es actuar con incoherencia. Exigir algo de alguien, cuando quien lo hace actúa en sentido contrario de lo que pide. Y cosas por el estilo. Autoridad moral designa la correspondencia ética entre lo que alguien reclama y su proceder concreto en ese mismo campo. Hipocresía es una conducta doble, que divorcia discurso y praxis.

    Los evangelios traen múltiples y fuertes reclamos de Jesús contra la hipocresía. Habló hasta de “sepulcros blanqueados” (Mt 23,27). Como humanos estamos siempre expuestos a comportarnos, en cosas grandes o pequeñas, de modo incoherente. La soberbia favorece y justifica las contradicciones. En cambio, la humildad y sinceridad personales facilitan la detección de dobles medidas en el juicio sobre sí mismo y sobre los demás. No en vano la recomendada oración del Padre Nuestro es confesión permanente del lado oscuro de la condición humana.

    La política es, en una u otra forma, quehacer ineludible de los seres y comunidades humanas; sin embargo, junto a ser actividad indispensable para edificar una convivencia humana digna y promotora del bien común, se presta a convertirse en escenario de corruptelas del más diverso tipo, desde menudos aprovechamientos egoístas hasta   enriquecimientos ilícitos, dañinos favoritismos y nepotismos, sectarismos, prepotencias y opresiones. Esto llega hasta farisaísmos constitucionales, en la práctica oficial traiciona a la letra legal.

    Valgan estas consideraciones como conveniente reflexión respecto del Referéndum sobre el Esequibo, las cuales no puedo callar como creyente y pastor.

    Afirmo como punto de partida mi convicción acerca de lo justo del reclamo venezolano. No me enredaré, sin embargo, en cuestiones relativas al tratamiento jurídico y político oficial y nacional que se debe dar en la materia; tampoco sobre la oportunidad, estructura y otros aspectos del Referendo. Hay gente seria y bien calificada que se ha ocupado y/o puede-debe ocuparse del asunto.

    Mi aporte se ofrece como reflexión sobre algunos aspectos políticos y ético-culturales del abordaje concreto del problema en cuestión.

    Una primera reflexión sería sobre la autoridad moral de quien lanza el Referéndum. Venezuela no goza, en efecto, de un estado de derecho y eso, al menos estéticamente, no compagina con el reclamo en cuestión. Se pide el voto de la población al tiempo que se obstruye ese voto en las Primarias y se lo rodea de trabas para las Presidenciales como la consigna de que “por las buenas o por las malas” no habrá alternabilidad. Se presiona el opinar sobre el Esequibo mientras la ciudadanía está conatelizada, silenciada por la hegemonía comunicacional gubernamental. Centenares de venezolanos están presos y torturados por disentir de la ideología y la praxis del Régimen. Y se mantiene un clima de amedrentamiento de los ciudadanos como consecuencia del proyecto totalitario oficial.

    Una segunda reflexión consiste en la relación tierra-población. Se reclama la integración de una porción de tierra mientras que a) del territorio venezolano se expatría por emigración forzada un cuarto de la población, b) parte del territorio nacional está dominado por guerrillas de fuera, c) una considerable extensión de nuestra Guayana (Arco Minero) es víctima de agresión ecológica.

    Una tercera se refiere al status de la población nacional; se busca acrecentarla en momentos en que está en severo y creciente empobrecimiento y en una crisis global de servicios, sueldos y producción, aparte de la inexistencia de una convivencia democrática.

    Tiene plena vigencia y urgencia el llamado de la Conferencia Episcopal Venezolana a una refundación nacional. Sigue actual la finalidad refundacional de la Constitución de 1999 según lo destaca su Preámbulo. Así como una vez el “vuelva al cabildo” estimuló la gesta independentista, ahora el volver a la Constitución reclama el cambio refundacional. Para ello, como en el ´99, hemos de invocar “la protección de Dios” y “el ejemplo histórico” de Bolívar. 

 

 

viernes, 3 de noviembre de 2023

EL DIOS CRISTIANO

 

    La expresión Dios cristiano no es apropiada, pues, por principio, el Ser Supremo no admite especificaciones ni parcialidades. Son preferibles formulaciones como la de Dios según la fe cristiana.

    Ahora bien, la noción que no pocos cristianos tienen acerca de Dios y, concretamente, acerca de su ser y proximidad, se asemeja a la que formularon corrientes filosóficas y de pensamiento en general como el deísmo, el iluminismo y la ilustración, dominantes por allá en el siglo XVIII, pero cuyo influjo, en una u otra forma, llega hasta el nuestro.

    Dichas corrientes se deslindan del ateísmo, en cuanto admiten la existencia de un ser divino, trascendente, distinto del cosmos y superior a éste. Pero un ser distante, lejano, cuya omnisciencia y omnipotencia no se entrometen en las cosas mundanas. Tal era el pensamiento de gente como Voltaire, para quien todo lo que sonase a religión (religatio con lo divino) era fuente o producto de dañino fanatismo. Quedaba en pie sólo una genérica animación ética. Se mantenía así el reconocimiento de Dios apenas como causa inicial, sin implicación alguna en el acontecer personal y social.  Un Dios encerrado en casa, que no sale a la plaza; in-significante y nada protagónico. Posición muy corriente, expresiva y generadora de ideologías secularistas, laicistas.

    Muchos cristianos, sin llegar a extremismos deístas, coinciden, en mayor o menor medida, con el iluminismo en afirmar a Dios, pero manteniéndolo lejano del escenario histórico, distante del manejo humano de lo político, lo económico y lo ético-cultural. Un Dios con poco o nada que decir sobre el manejo del Estado y las líneas gruesas de la sociedad civil. Una tal interpretación polariza las exigencias morales en lo “negativo” (no matar, no robar…), así como en inhibiciones y opacamientos del dinamismo humano, que Nietzsche se encargó de exagerar en su perspectiva atea del superhombre.   Se interpreta la voluntad de Dios en un sentido pasivo, que poco o nada aporta al progreso tanto individual como colectivo. La realidad de sociedades y países estructurados según criterios de una religión intimista y maniquea ha cristalizado en formas que no se compadecen con las exigencias positivas del evangelio (ver Mt 25, 31-46), de un genuino humanismo.

    El Dios revelado por Jesucristo y confesado en la auténtica fe cristiana se sitúa en las antípodas de los divorcios y reduccionismos arriba señaladas. A este respecto resulta iluminador el inicio de la Solemne profesión de fe (credo del Pueblo de Dios) proclamada por el Papa Pablo VI el 30 de junio de 1968 ante la basílica de San Pedro: “Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Allí se destaca así lo prioritario y fundamental de la fe cristiana en Dios Unitrino, Comunión, Amor. Dicha profesión expone en seguida la particular acción de las divinas personas en el plan universal de creación y salvación, subrayándose en éste la centralidad de Jesucristo, el Hijo encarnado; luego aparecen otros elementos fundamentales, que los cristianos confesamos al recitar el tradicional Credo o símbolo de la fe.

    Dios, según la revelación proclamada por Jesucristo, es, pues, Uno y Único, pero en comunión, es decir, en relación o compartir interpersonal, tripersonal, trinitario. Es lo que dice la Primera Carta de Juan: “Dios es amor” (1 Jn 4,8). Esta identidad divina articula armónicamente todo el rico panorama de la fe cristiana: el ser humano, creado para la comunicación y la comunión; el amor  como mandamiento máximo; la unidad humano-divina e interhumana como finalidad del plan creativo y  salvador de Dios Padre;  el papel central de Cristo y la función animadora del Espíritu en la realización de dicho designio; significación e  instrumentalidad de la Iglesia peregrinante en la realización del referido plan comunional; la plenitud  de éste en la asamblea definitiva celestial.   Sentido de la historia es, entonces, ser lugar y tiempo de construcción de unidad.

    El “Dios cristiano” no es soledad omnipotente, sino comunión amorizante.        

 

 

domingo, 22 de octubre de 2023

PRIMARIAS Y REFUNDACIÓN

     El ser humano es inconforme por naturaleza. Porque Dios lo creó también espiritual, con una inteligencia y una voluntad abiertas a lo infinito. Por eso es de insaciables porqués y deseos. Y ante las realidades temporales, inevitablemente limitadas, aspira siempre a un conocimiento ulterior y una felicidad más completa.

    Filosóficamente se explica, a priori, por tanto, que la Venezuela de finales del pasado siglo no satisficiera suficientemente. A pesar de la convivencia democrática de cuatro décadas, la exuberancia petrolera, el aprecio internacional, las buenas andanzas de los servicios públicos, el dinamismo de las universidades; también el pasable equilibrio de los poderes del Estado, hasta el punto de que el país se dio el costoso lujo de deponer un presidente, electo con abundante voto popular. Lamentablemente se difundió una suicida anti política, que cristalizó en la aventura totalitaria y destructora que hoy estamos padeciendo. En resumen: con no pocas cosas positivas, junto a innegables carencias y defectos, se clausuró un siglo y un milenio.   

    La Conferencia Episcopal Venezolana en su Asamblea Plenaria de julio 2021 asumió el llamado a la refundación nacional, planteado el mes anterior por la Presidencia del Episcopado como “urgente necesidad”. La urgió en términos de reconstrucción, ante “la situación de deterioro general que sufre el país”. “Para lograr dicho objetivo -agregó- tenemos que unir esfuerzos para que haya una verdadera participación de los ciudadanos”.

    A pocos días de Primarias dirigidas a la conformación de Presidenciales en el próximo año, estimo oportuno traer aquí el tema de la refundación nacional planteado por los Obispos “hacia un objetivo común que implique la liberación y desarrollo integral del pueblo”. Refundar es una tarea que implica la integralidad de Venezuela, partiendo de las raíces positivas más hondas y características del conjunto social e, implicando los ámbitos económico, político y ético-cultural, sobre todo este último, que tiene que ver con lo que pudiera denominarse el “alma de la nación”, su dimensión moral y espiritual. El éxodo de una cuarta parte de los venezolanos y el proyecto totalitario que se trata de imponer a los que permanecemos ad intra, no se reduce a simples datos matemáticos y disfunciones económicas, sino que tiene que ver con muy hondos valores como solidaridad, autoestima, libertad y esperanza. Refundar es tomar unidos el país en los brazos y encaminarlo al futuro como casa común, bien común compartido, “nueva sociedad” desafiante; como patria merecedora de sacrificio e ilusión.  Bien distinta a la de una simple rica mina a explotar, una fácil riqueza a robar y una cómoda dictadura a imponer.

    La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, convertida actualmente en simple recurso literario y burladero de tropelías legales, se aprobó hace un cuarto de siglo con el expreso propósito de “refundar la República”. Esta afirmación, que en los advenedizos gobernantes disfrazaba objetivos totalitarios, se expuso en el Preámbulo y los Principios Fundamentales como un conjunto de mandatos y orientaciones que dibujaban un estado ideal, una república envidiable y un gobierno maravilloso, los cuales como buenos deseos continúan vigentes en estos momentos pre Primarias y Presidenciales. Su positividad intrínseca es la razón por qué en un pequeño libro mío sobre Doctrina Social de la Iglesia los he insertado como iluminador anexo, junto a la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y varios elementos básicos de una “nueva sociedad” afirmados por el Concilio Plenario de Venezuela.

    Concluyo estas líneas con el reto planteado por el Papa Francisco el primero de enero de este año y citado pocos días después por la asamblea de la Conferencia Episcopal Venezolana: “(…) no podemos quedarnos inmóviles, no podemos permanecer esperando a que las cosas mejoren. Hay que levantarse, aprovechar las oportunidades que nos dan la gracia, ir, arriesgar. Es necesario arriesgar” (Exhortación, 13 enero 2023).

 


domingo, 8 de octubre de 2023

DE AYUDANTE A PROTAGONISTA

 

    Los miembros de la Iglesia -me refiero concretamente a la católica- se suelen distribuir en tres sectores: los laicos -denominados también seglares- con una mayoría que casi totaliza el conjunto; los ministros, pastores o clérigos (es la jerarquía de obispos, presbíteros -llamados ordinariamente sacerdotes- y diáconos); los consagrados, denominados de ordinario religioso(a)s.

    Tradicionalmente los laicos, a pesar de su extragrande mayoría y aún de ocupar eventualmente funciones importantes en la sociedad (en lo varios ámbitos económico, político y ético-cultural), ejercieron siempre en cuanto a la dirección y ordenamiento de la comunidad eclesial un papel secundario respecto de los clérigos y también de los consagrados. Esto no obstante que no pocos alcanzaron un lugar relevante en influjo y reconocimiento de la Iglesia, como el caso de san Luis Rey de Francia, santo Tomás Moro, mártir, Canciller del Reino de Inglaterra, beato Federico Ozanam académico y apóstol en el campo social y entre nosotros el beato doctor José Gregorio Hernández, científico y médico de los pobres.

    Con el movimiento democrático moderno, la emergencia de la soberanía popular y la efervescencia de los movimientos políticos y sociales del siglo XIX, se generaron en la Iglesia agrupaciones de seglares con viva conciencia de su corresponsabilidad cristiana, los cuales buscaron orientar la dinámica societaria como expresión de su fe y organizar una presencia activa de la Iglesia en la marcha de la sociedad. El papa León XIII fue sensible en acoger y animar las novedades en este campo. Ya en el siglo XX, otro Papa, Pío IX se distinguió en la década de los treinta por su iniciativa en estimular la presencia organizada de los laicos, no sólo al interior de la Iglesia sino en la arena política y social en especial, con la organización de la Acción Católica tanto de adultos como de jóvenes. La presencia devota en templos derivó en presencia comprometida en el ámbito público, con miras a que el mensaje cristiano se encarnase de veras en el entramado de una sociedad en ágil movimiento.

    En los comienzos, esta participación de laicos particularmente ad extra de la Iglesia, se interpretó como una colaboración de aquellos en la misión pastoral característica de la jerarquía eclesiástica, interpretándose al laico como un brazo largo del pastor en la cristianización de la sociedad, particularmente en los ambientes más problemáticos. Se entendía así al seglar como un cooperador, un asistente del sacerdote en la tarea evangelizadora especialmente en la transformación de las realidades temporales según la misión encomendada por Cristo.

    Más pronto que tarde el sentido de la actuación del laico se fue profundizando en lo doctrinal y práctico, y así su identificación como colaborador y ayudante de los sacerdotes fue cambiando por la de protagonista, apóstol, por título propio. Es lo que asumió, maduró y relanzó con vigor el Concilio Vaticano II (1962-1966). Éste desarrolló la noción de la Iglesia como Pueblo de Dios en la línea de una corresponsabilidad de todos sus miembros en el ejercicio de la misión evangelizadora. Se subrayó el papel del bautismo como sacramento básico y motivación fundamental del actuar cristiano, razón y sentido del compromiso misionero común, al tiempo que se destacó como lo peculiar del seglar su presencia transformadora de la convivencia social, de la cultura -en la vasta acepción de este término-, comenzando por el círculo familiar y el entorno inmediato. Se acentuó así la ineludible tarea laical de contribuir con su Iglesia a edificar en este mundo concreto una “nueva sociedad”, libre, justa, próspera, fraterna, pacífica.  El destacar la naturaleza y misión propia del laico no margina o minimiza las del ministro eclesial o pastor, pero sí las redimensiona, precisando lo específico de cada sector.

    Un documento que sintetiza bien este proceso de reformulación del ser y quehacer del laico en una Iglesia renovada lo tenemos en El laico católico, fermento del Reino de Dios en Venezuela, producido por el Concilio Plenario de Venezuela justo hace veinte años y el cual constituye, con obvias actualizaciones, un valioso manual teórico y práctico sobre este importante tema.

 

 

jueves, 21 de septiembre de 2023

2024: RESPUESTA POSITIVA

 

¿Dónde está tu hermano Abel? (Génesis 4, 9)

    Es la pregunta hecha a un fratricida en los albores de una historia plagada de reediciones individuales y colectivas de crímenes de esa misma especie. La respuesta dada entonces por el agresor resultó paradigmática en relación a las formuladas a través de los tiempos en casos semejantes. El milenio concluido hace poco experimentó, en medio de muchas otras tragedias, dos guerras mundiales con millones y millones de fratricidios; y el que se está iniciando abunda ya en cadáveres de hermanos, fruto de las más diversas formas de exterminio humano.

    La respuesta que dio entonces Caín, es entonces la repetida en el decurso de generaciones, expresiva de la negación del otro como proximus: No sé ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?

    Dolorosamente el devenir humano exhibe una ininterrumpida secuencia de enfrentamientos y conflictos con abultados saldos de víctimas y destrucción. La humanidad creada por Dios como ámbito de encuentro y convivencia, de progreso compartido, degenera en arena de enfrentamientos y muerte. En estos mismos momentos, conflictos internacionales como la guerra en Ucrania y masacres causadas por clanes y guerrillas a más de asesinatos aislados sin número, siguen ensangrentando pueblos y sacrificando vidas.

    Pero la insolidaridad cainítica no se reduce al asesinato. Se manifiesta también en múltiples formas de distanciamiento del prójimo, de injusticia-agresión-dominación individual y social. El mandamiento del Decálogo no matarás se viola de los más diversos modos, algunos de ellos sofisticados y disfrazados como en el caso del aborto.

    La narración genesíaca explicita una realidad penosa del ser humano, que si bien no es materia de las ciencias naturales y sociales, penetra la cultura con su carga destructiva. Se trata del pecado, categoría de orden ético y espiritual, con reflejos en todo el andamiaje humano. Cuando uno dirige la mirada a la realidad cercana y cotidiana percibe fácilmente sus expresiones en la soberbia y la avaricia,  la indiferencia y el odio,  la insolidaridad y el distanciamiento, que conducen a una sociedad fracturada, escindida por el egoísmo en las más diversas formas.

    ¿Qué explica que una cuarta parte de los venezolanos hayan emigrado del país, buscando otro suelo que los albergue; que la gran mayoría de los compatriotas padezca un empobrecimiento causado por la rapiña y la culpable mala administración de los bienes nacionales; que centenares de connacionales estén encarcelados y sean torturados por pensar distinto de los gobernantes; que millones de coterráneos no puedan expresarse con libertad y moverse sin amenazas?

    Ante estas y situaciones semejantes se actualiza el reclamo de Dios: ¿Dónde está tu hermano?

    La presente crisis nacional no es fruto de desastres naturales, sino de desórdenes morales y fallas ético-culturales, de insolidaridad con el proximus, que reeditan la respuesta de Caín: Soy yo acaso el guarda de mi hermano?

    Las Primarias de este año y la Presidenciales del próximo constituyen una oportunidad obligante de darnos y dar una respuesta positiva al reclamo de cercanía de nuestro prójimo y de la nación entera. De manifestar activa y eficazmente nuestra corresponsabilidad respecto de la suerte de nuestros hermanos venezolanos, especialmente de los más necesitados.

    2023 y 2024 han de ser tiempo de reencuentro nacional. En la línea de la refundación nacional que el Episcopado nacional ha venido urgiendo. Podemos y debemos reconstruir el país como casa común, libre, justa y grata de todos los venezolanos, como república democrática real, multicolor y polifónica. Como la fraternidad querida por Dios.

    Tenemos derecho y estamos obligados a construir una Venezuela sin fronteras y exclusiones internas, que fracturan la indispensable unidad nacional.

    El soberano (CRBV 5) está urgiendo nuestro protagonismo, para que respondamos positivamente a la pregunta ¿Dónde está tu hermano venezolano? A dos siglos de Carabobo hemos de retomar la tarea construir la República como el hogar deseable, próspero, por el cual ofrendaron su vida los libertadores.  

 

 

 

 

viernes, 8 de septiembre de 2023

ECONOMÍA Y POLÍTICA: PROBLEMA CULTURAL

 

    La gravedad y globalidad de la crisis nacional, que cubre todo este siglo-milenio, invita a reflexionar sobre la íntima relación de lo económico y lo político con lo cultural, o mejor, la interpretación de éstos como un conjunto tridimensional, poniendo especial atención al caso venezolano.

    El término cultura está cargado de muchas significaciones, que se pueden agrupar primordialmente en un binomio: sectorial y global. En este último sentido, cultura es una noción totalizante, integradora de todo lo social: económico, político y ético-espiritual. En sentido sectorial, se circunscribe a los campos de lo artístico y literario, de lo valorativo moral y la expresión religiosa, del relacionamiento ecológico y de lo peculiarmente tradicional y convivencial. Es comprensible que las fronteras de los sectores no son de precisión físico-matemática o cosa parecida. Lo cultural como sector puede ser denominado como ético-cultural o ético-espiritual.

    Concretando a Venezuela, es patente que el desastre de la economía nacional (pensemos en la industria petrolera y las grandes empresas de Guayana) no ha sido fruto, principalmente, de cálculos financieros errados, de procesos técnicos desarticulados, de estrategias deficientes o cosas por el estilo, sino de: marcada ideologización gerencial, gigantesca y generalizada corrupción, partidización e irresponsabilidad administrativas.

    De modo parecido, el deterioro político no ha sido efecto, primariamente, no de improvisación de cuadros directivos, anarquización de procedimientos, inflación burocrática y clientelar, sino de: simbiosis ideológica de Estado y Partido generadora de hegemonías como la comunicacional y enmarcada en un proyecto totalitario de tipo comunista-castrista, conceptuado como Socialismo del Siglo XXI. La inexistencia de un estado de derecho no es simple producto de apetencias personales o grupales -lo sucedido repetidas veces en la historia venezolana- sino resultado de una concepción marxista de la persona y de la sociedad, según la cual el ciudadano y su convivencia son engullidos por un régimen colectivizante, para el cual la dignidad y los derechos humanos no tienen consistencia propia, pues todo es relativizado con respecto a un poder central sin límites. En este contexto, prisión y torturas para los disidentes políticos así como amedrentamiento sistemático de la ciudadanía se convierten en puntos ordinarios de la agenda oficial. El pueblo (soberano), que en una república democrática actúa como poder supremo, originario, es expropiado por un “Poder Popular” autosuficiente, con pretensiones de absolutez y perennidad. “Vinimos para quedarnos” y “por las buenas o por las malas”, son principios manejados como supremos e inapelables.

    El desastre económico y político venezolano es resultado entonces de una teoría-praxis dominadora y masificante de la persona y de la sociedad, que el poder armado asegura y la hegemonía comunicacional-educativa busca introyectar en la población.

    La urgente refundación nacional, que el episcopado patrio repetidamente plantea, no se reduce, por consiguiente, a una reconstrucción económica y política del país en términos sólo de racionalidad técnica, adecuados procedimientos, eficacia administrativa y factores semejantes. Esa refundación debe ir en mayor profundidad, a las raíces, comenzando por la concepción misma de la persona (propia o prójima), más allá de simple ente económico productor-consumidor-contribuyente y político ciudadano-votante-. Esa refundación exige asumir la desglosada en el Preámbulo de la Constitución e ir todavía más hondo. Los creyentes y los cristianos en particular tenemos en los mandamientos y virtudes exigencias y estímulos hacia un humanismo en continuo perfeccionamiento. Bastante hemos sufrido por la soberbia y la avaricia empoderados, por el afán de dominación y libertinismo desencadenados, para no entender que una “nueva sociedad”, perfectible siempre, es posible con un serio compromiso económico de solidaridad, político de servicio y cultural de calidad ética y espiritual.

  “Nada son los castillos, nada los barcos, si ninguna persona hay en ellos”. Siglos antes de Cristo lo estampó Sófocles en su tragedia Edipo.

 


lunes, 28 de agosto de 2023

CONSTITUCIÓN NOMINAL, SOBERANO ENCADENADO

 

    Tenemos una Constitución, que se queda en puro nombre, y un soberano -definido en el artículo 5 de la misma-, que se encuentra actualmente encadenado.

    Lo “puro nombre” es porque si bien la Constitución (CRBV) recibió inicialmente mucha difusión y alabanza, su articulado base quedó en simples palabras. Esto nos recuerda una filosofía de fines del Medioevo llamada nominalismo, para la cual los conceptos eran puros nombres (flatus vocis, emisiones de voz), sin responder a realidad alguna. Lo de “encadenado” como calificativo del soberano, es porque los ciudadanos no gozan actualmente de garantías políticas, que les permitan expresarse libremente sobre la cosa pública, especialmente en lo electoral; la dirigencia del Régimen proclama que continuará en el poder “por las buenas o por las malas” y que “vinimos para quedarnos”. Expresiones confesa y públicamente soberbias y subversivas.

    La Constitución de 1999 -excesivamente centralista, necesitada de reforma y hasta de reformulación- constituye por ahora, con todas sus limitaciones y vacíos, un instrumento aceptable para el manejo democrático del país. El problema máximo es que su articulado fundamental se queda en enunciados formales, junto a una praxis cotidiana violatoria manifiestamente anticonstitucional. Hoy no existe en Venezuela un estado de derecho y, lo que es peor, el Régimen alardea de un socialismo contrabandeado, no sólo hegemónico sino también totalitario.

    Con respecto al soberano, no obstante que la Constitución afirma solemnemente el poder intransferible (CRBV 5), originario (CRBV 347) del pueblo, se da, de facto, una usurpadora concentración e inflación de poderes en el Ejecutivo nacional, el cual los ejerce dictatorialmente, no sólo con la notable participación, sino, sobre todo, por el apoyo decisivo político-ideológico del Alto Mando de la Fuerza Armada. El soberano parece un pordiosero a la espera de migajas de libertad concedidas por el poder.  Manifestaciones patentes de una tal anomalía son los centenares de presos-torturados políticos, la hegemonía comunicacional, la discrecionalidad de los organismos represores, el saqueo del país y la expatriación forzada de una cuarta parte de los venezolanos.

    La Conferencia Episcopal, ante la grave y global crisis, viene planteando la urgencia de una refundación nacional. Con respecto a ésta, resulta cuando menos curioso leer en el Preámbulo de la Constitución que “El pueblo de Venezuela (…) en ejercicio de su poder originario” la decretó “con el fin supremo de refundar la República”. Y explicita el para qué de la refundación:  “establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad”.

    Estos fines positivos fueron declarados así en 1999, en una Venezuela con una democracia y un progreso innegables aunque imperfectos y con vivos anhelos de cambio efectivo. Los detentores del poder emergente tenían, sin embargo, otro proyecto subrepticio de tipo socialista marxista para imponerlo progresivamente. Hoy, a más de veinte años de distancia y en una Venezuela arruinada y oprimida, aquellos fines se replantean con máxima urgencia y obligatoriedad. Las Primarias de la oposición y las próximas elecciones nacionales han de ser pasos consistentes en dirección refundacional. La realidad debe ajustarse a la Constitución y el soberano debe romper cadenas y ejercer su poder originario. Para refundar el país. Nuestro país.

 

     

 

 

viernes, 11 de agosto de 2023

DOCTRINA SOCIAL DESDE LA IGLESIA

 

    El título de estas líneas busca subrayar un aspecto fundamental de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), a saber, su apertura supra-confesional, pues si bien ella surge en y para la Iglesia, su contenido se abre dialogal y operativamente, como en círculos concéntricos, a los cristianos, a los creyentes en Dios y, en general, a todos los hombres de buena voluntad. Pensemos, por ejemplo, en la afirmación de la dignidad inalienable del ser humano y sus derechos innatos. La DSI tiene una destinación universal. 

    Lo de círculos concéntricos se puede ilustrar con un ejemplo: el ser humano es un existente libre, ético y espiritual, pero, en perspectiva cristiana, es más todavía, hijo de Dios Unitrino, redimido por Cristo, convocado a su Iglesia y llamado a una plenitud ultraterrena. El cristiano cree en Dios Amor y asume, en esta lógica comunional, como mandamiento máximo y unificante, el amor; interpreta la convivencia humana como ineludible compromiso terreno, pero, más allá de éste, como preparación de la comunidad definitiva universal, que el libro del Apocalipsis denomina “Jerusalén celestial”. Lo ético adquiere así una dimensión más honda, pues se realiza como santidad. Se amplían entonces los horizontes hacia una plenitud en lo por venir: proyección de lo temporal en lo eterno.

    El campo del diálogo queda abierto, no sólo por simple conveniencia o cálculo humano, sino por la voluntad salvadora de Dios, que no tiene fronteras y da sentido ulterior a todo quehacer humano de verdad y de bien. La DSI surgida y desarrollada en terreno cristiano, católico, se manifiesta como conjunto teórico-operativo flexible, dialogal, de validez y aplicación universales con las indispensables inculturaciones en la dinámica histórica.

    En el presente venezolano, con proximidad electoral de Primarias y Presidenciales, es muy oportuno recalcar la importancia de la DSI como cuerpo orgánico de principios, criterios y orientaciones para la acción en orden a la construcción de una nueva sociedad, tarea que bien puede precisarse hoy como refundación nacional. Así la está exigiendo el Episcopado patrio.

    Hay dos documentos venezolanos muy oportunos y útiles al respecto, que conforman una especie de manual de DSI, elaborados, por cierto, con la beneficiosa metodología del ver-juzgar-actuar: Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad y Evangelización de la cultura en Venezuela. Fueron aprobados por el primer Concilio Plenario de la Iglesia en nuestro país (2000-2006) dentro de un total de l6 documentos, los cuales, a unos veinte años de distancia, tienen plena vigencia con las requeridas actualizaciones. Dicho Concilio inició así, sinodalmente (en comunión y participación), el siglo-milenio, coincidiendo con el comienzo de un desastroso capítulo de nuestra historia republicana, algunos de cuyos rasgos salientes quedaron registrados desde entonces.

    La DSI tiene que ver con lo social en su sentido integral: económico, político y cultural sensu stricto (ético-spiritual). El Concilio Plenario incluyó temas recientes como los de ecología y cambio epocal; no trató otros, como la ideología de género, pues todavía no habían sido puestos explícita y sistemáticamente sobre el tapete. La DSI está-debe estar en continuo aggiornamento.

    En el hoy venezolano los documentos del nuestro Concilio Plenario constituyen un instrumental teórico-práctico sumamente iluminador y útil para la construcción de una nueva sociedad. Contribuir en esta tarea, es obligante para la Iglesia -casi totalmente integrada por laicos- en su misión evangelizadora, que tiene que ver con la suerte integral del ser humano histórico. Esto máxime en la situación de gravísima crisis global del país, la cual urge la referida refundación nacional. Ésta implica, entre sus factores principales, reinstitucionalizar y reconstitucionalizar, así como propiciar el reencuentro físico y espiritual de los venezolanos (ante la emigración forzada masiva, el escandaloso binomio minoría privilegiada/extragrande mayoría miserabilizada y la opresión interna político-ideológica).

    La DSI no tiene partidos pues está abierta a todos, como servicio y desafío.  Y para los católicos es orientación clara de un compromiso urgente y obligante. 

   

martes, 1 de agosto de 2023

JUICIO FINAL Y TEMPORALIDAD

 

    Hay un texto bíblico particularmente expresivo por su fuerte repercusión en la conducta cristiana y su peculiar incidencia en la crisis actual del país. Es el capítulo 25, versículos 31-46, del evangelio de Mateo. Se refiere al Juicio Final y ofrece la narración de dicho acontecimiento, hecha por el mismo Jesús. Texto capital para la comprensión del compromiso que se plantea al discípulo de Cristo con respecto a la construcción de una nueva sociedad.

    El Señor identifica al amor como “su” mandamiento, máximo y central imperativo moral. La perspectiva ética que plantea el texto citado se sitúa en las antípodas de la alienación, que pensadores como Feuerbach y Marx subrayan como actitud del creyente ante las precariedades de la realidad social. El cielo aparece simplemente como refugio y la vida eterna como consuelo ante las calamidades de este mundo. El paraíso sería la ilusión de un futuro feliz ultraterreno, que vendría a ser “opio del pueblo” ante las estrecheces de la realidad.

    En la narración que hace Jesús, el criterio de juicio de salvación o condenación viene a ser la praxis obligante con respeto a situaciones bien concretas de necesidades tangibles del próximo. Como aprobados para la vida eterna están los que han dado de comer al hambriento o de beber al sediento, los que se han acercado a los enfermos y visitado a los presos. Y esto sin pedir carnets o asegurar reconocimientos y retribuciones. Jesús personaliza esas acciones solidarias poniéndose como el beneficiario de las mismas. A la pregunta de “¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte? (…) el Rey les dirá: En verdad les digo que cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”.  En el caso de los reprobados la respuesta de Jesús va en la misma dirección: su “in-personificación” en el prójimo vulnerable. Lo religioso en modo alguno se plantea como alienación; es, al contrario, máxima exigencia de servicio y amor.

    Para entender cabalmente esta lección es preciso proyectar los comportamientos allí mencionados en escenarios más amplios, sociales, desde los más cercanos (vecindario y otros) hasta los nacionales o globales. Lo de dar de comer al hambriento y de beber al sediento se ha de traducir también en políticas hídricas o nutricionales; y lo de los sin techo, enfermos y presos, en políticas habitacionales, sanitarias y carcelarias, que respondan a auténticos derechos-deberes humanos. El   salir al encuentro de necesidades sectoriales ha de cristalizar en lo que se podría definir como la construcción de una nueva sociedad, libre, justa fraterna, de calidad ético-espiritual de vida. 

    Hay quienes por motivos diversos (pragmáticos inmediatos, intereses egoístas o grupales, espiritualismos vacíos, concepciones erróneas de lo religioso, motivaciones ideológicas), establecen un corte entre lo religioso y lo secular mundano. El texto del Juicio Final de Mateo va en un sentido integrador de lo temporal y lo supra terreno trascendente.  Otros párrafos dignos de citar y que van en esta misma dirección, son los siguientes del Concilio Plenario de Venezuela: “Una de las grandes tareas de la Iglesia en nuestro país consiste en la construcción de una sociedad más justa, más digna, más humana, más cristiana y solidaria. Esta tarea exige la efectividad del amor. Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural” (Documento No. 3 sobre Iglesia y nueva sociedad, 90).

    En tiempo de Primarias y Presidenciales, en medio de la situación desastrosa nacional y de la grave amenaza de la continuación impuesta de un sistema dictatorial de proyecto totalitario, es menester una seria toma de conciencia de las exigencias que una actitud cristiana y genuinamente humana plantean al venezolano actual. Lo cristiano no es confesión de fe vacía, mero rito o convención social. Es exigencia de una nueva sociedad, de un genuino humanismo integral, que asume seriamente lo temporal proyectándolo en lo eterno.

 

 

 

 

lunes, 17 de julio de 2023

REENCUENTRO NACIONAL

     Un tema resaltante en las reuniones del Episcopado venezolano en estos últimos años ha sido el de la refundación nacional.  Pone de relieve la radicalidad y globalidad de la crisis actual y, sobre todo, la dimensión del compromiso y las tareas que se tienen por delante.

    Entre los rasgos más salientes de la grave crisis del país, se ha identificado el desencuentro entre los venezolanos y correlativamente, como factor prioritario para una reconstrucción, su reencuentro, con todo lo que ello implica de apertura, valentía y disponibilidad.

     El ser humano, creado como social, puede definirse como “ser-para-el otro- “, para el encuentro, el compartir, la comunicación y la comunión. En este sentido le son éticamente imperativas la participación y la solidaridad, expresiones de su ineludible compromiso social. Esto se sitúa en las antípodas del modelo egocéntrico bastante común en la modernidad.

    Como factores de desencuentro los obispos han subrayado algunos de orden socio económico, político y cultural, que configuran un país fracturado. Entre ellos aparecen la inequidad reflejada en la pobreza creciente y el desastre de servicios públicos de la gran mayoría de la población, junto a “burbujas” de bienestar de círculos privilegiados y elites de poder; la escandalosa emigración forzada; el amedrentamiento de la disidencia y los centenares de presos y torturados políticos; la hegemonía comunicacional; el control de significativas parcelas del territorio por grupos irregulares armados y una desbocada corrupción. Estos hechos van más allá de lo material, técnico y administrativo, pues reflejan una seria descomposición en el campo ético y espiritual. Son datos, que asumidos en coordenadas morales y religiosas, pueden catalogarse inequívocamente como pecados, por cuanto contradicen la finalidad amorizante del plan divino creador y salvador.

    Para una efectiva refundación del país es indispensable el reencuentro de nosotros los venezolanos; tarea común de la cual nadie, grande o pequeño, puede considerarse excluido, ni estimar que la reconstrucción de Venezuela es tarea sólo del gobierno, de los empresarios y de los líderes políticos o culturales. Hay una tríada clave en la Doctrina Social de la Iglesia para edificar el bien común: solidaridad, participación y subsidiaridad. En esta línea la “democracia” ha de entenderse no simplemente en coordenadas de gobierno representativo del pueblo, sino, primariamente, como obra conjunta de toda la ciudadanía. El Papa Francisco ha venido destacando teórica y prácticamente una categoría que exige el protagonismo compartido en la Iglesia y desde ésta en la sociedad: la sinodalidad, la cual etimológicamente significa caminar juntos, compartir en reflexión y acción.

    El binomio 2023 y 2024 constituye un serio desafío para nosotros los venezolanos en lo que toca a refundación y reencuentro. Estamos frente a un proceso de elección primarias-presidencial. El compromiso ha de comenzar vigorosamente desde ya. La reconstitucionalización -implicada en la obra de reconstrucción- debe realizarse en modos diversos, pero toca a todos: sector oficial, dirigencias tanto de organizaciones partidistas como de instituciones cívicas en general, ciudadanos sin excepción. Se debe hacer visible y efectiva la soberanía popular, consagrada en el artículo 5 de la Constitución. Los Obispos en la Asamblea que está culminando, han recalcado condiciones que posibiliten al pueblo soberano actuar genuinamente como tal: clima de auténtica libertad, cese del amedrentamiento y la represión de personas y agrupaciones, reestructuración del Consejo Nacional Electoral de acuerdo a la Carta Magna (ver especialmente los artículos 294-296), liberación de los presos políticos y de los medios de comunicación, veeduría independiente internacional. De la oposición y la disidencia se exige sensibilidad y reflejo de las necesidades y esperanzas del pueblo, así como servicio, acuerdo y unión en lo que éste espera de sus líderes.

    Venezuela no tiene futuro próspero sin reencuentro nacional. Dios nos creó para encontrarnos. Y reencontrarnos. Él mismo es encuentro.

 

 

 

 

 

  

  

viernes, 30 de junio de 2023

2023: RENACER DE ESPERANZA


    Ciertos signos de notables fervor popular están acompañando el proceso de las Primarias, que presagian un 2024 de renacimiento nacional, en el sentido de: reencuentro ciudadano,  reconstitucionalidad democrática, impulso productivo, concientización ética y espiritual, retorno de millones de expatriados, reinserción privilegiada del país en una hermandad internacional acorde con su ser histórico-cultural, enraizamiento efectivo en lo mejor de la tradición nacional.

    Por algo y mucho el Episcopado venezolano ha venido insistiendo en los últimos años en la urgencia de una refundación nacional. Tarea que implica asumir el asumir el protagonismo que le corresponde intransferiblemente a los compatriotas como soberano (CRBV 5). “Para refundar la nación, una de las más importantes tareas que tenemos pendientes los venezolanos es volver a recobrar la fuerza de ser sujetos, recobrar la autonomía y la libertad como ciudadanos y como nación ante la invasión político-cultural extranjera en la que nos encontramos” (Exhortación de 12.07.2021).

    Avanzar en esta dirección permitirá al país entrar en el nuevo siglo-milenio, luego de más de dos décadas de involución, de destrucción en los varios ámbitos de la vida nacional. Hacer aquí un inventario de desastres parece innecesario, cuando es todo un pueblo el que está sufriendo las consecuencias de manejos no sólo deficientes, sino de prácticas sistemáticamente irresponsables, opresivas y corruptas. El 2024 no sólo ha de reiniciar el estado de derecho, la repoblación del país, el reconocimiento de la dignidad de jubilados y trabajadores, el progreso económico, la recuperación educativa, la libre comunicación, sino la sanación del país de la lacra de corruptelas que lo han expoliado.

    El clima de entusiasmo y esperanza que va in crescendo por las Primarias, preanuncia - ¿por qué no decirlo? -  un tsunami de fervor popular ante el cambio político que se actuará el próximo año. El conocido lema de “Despierta y reacciona”, parece que lo está asumiendo el soberano, que más y más toma conciencia de su condición y obligación. Dichos como aquél de que “por las buenas o por las malas” lo van a tener callado y oprimido, ya no le hacen mella. Al contrario, más bien estimulan su inalienable responsabilidad y alimentan su amor propio.

    Ahora bien, el cambio que como deber- ser- y- hacer se espera y trabaja no podrá ser un “voltear la tortilla” de compadrazgos, sectarismos, hegemonías e imposiciones ideológico-políticas. Ya el país ha padecido un buen número de años de esos males. Una buena dosis de racionalidad, prudencia y amplias miras logrará el reencuentro del país consigo mismo, la revitalización de la convivencia y el esfuerzo conjunto para echar adelante este país. A quienes pudimos seguir presencialmente o con seria atención el drama  del Muro de Berlín y la reunificación alemana no nos es difícil afirmar que si la humanidad ha podido sobrevivir en la historia es por acuerdos logrados sobre una base consistente de realismo, imaginación, paciencia, prudencia, aguante…,  en las circunstancias más difíciles y catastróficas. El instinto de conservación es singular y colectivo. Alguien ha dicho que “los enemigos de ayer son los amigos de mañana”. Y no le faltaba sin-razón.

    Las mediaciones de opinión más confiables se inclinan claramente hacia un cambio de régimen. Buen cálculo y acertada estrategia de parte del oficialismo sería una actitud patriótica, razonable, que facilite el paso de lo que hay a lo que el país espera. La tierra da vueltas; hoy es de día, mañana de noche, y el universo sigue moviéndose.

    No hay derecho a desesperar. Como humanos contamos con vasta experiencia de una historia, que es movimiento y cambio. Y si somos creyentes, tenemos la certeza de que Dios acompaña y quiere siempre todo lo que significa caminar hacia la unidad, la paz y la fraternidad.

    La Primarias han de seguir adelante y deben abrirse paso exigiendo justas condiciones, la libertad necesaria, el apoyo internacional. No como regalos, sino como expresión de una debida solidaridad. El soberano (CRBV 5) es algo serio. Y el “bravo pueblo” no simple poesía.

 

 

   

 

 

 

lunes, 26 de junio de 2023

PRIMER ESCALÓN OPRESIVO

 


    Se dice que inicio fuerte de la secuencia negativa inaugurada el 4 de febrero del ´92 fue el mostrar por TV al jefe de la asonada, difundiendo un “por ahora” generador. Punto de agenda prioritario en programas insurreccionales es siempre la ocupación forzada de medios de comunicación, y en primer lugar, los televisivos. En esta misma línea, los regímenes de fuerza (despóticos, dictatoriales  y semejantes) dan primacía al control total y sistemático de los medios de comunicación social, como primer y fundamental escalón opresivo. Son datos coherentes con la realidad identificada ahora con lo que se suele llamar “sociedad de la información”.

    Estos datos obligan a una reflexión sobre la materia, cuando el país se prepara para eventos electorales acompañados arbitrariamente por una manifiesta hegemonía comunicacional, demostrativa del nefasto amaestramiento del pueblo venezolano siguiendo las experimentadas pautas del régimen castro cubano.

    Se define con plena razón al hombre como un “ser para la comunicación”. Ello se evidencia en la narración del Génesis sobre la creación. Dios hace un ser parlante, a su “imagen y semejanza”, con el cual establece un diálogo y le encomienda la variedad de otros seres, que son puestos a su servicio. Al parlante se le dará pronto una acompañante de la misma especie.

    La comunicación teje la sociedad, que el ser humano desarrolla en el tiempo como historia en virtud de su libertad. Lamentablemente ésta experimentó muy pronto un debilitamiento con la irrupción del pecado (desobediencia de Adán que se reflejará en el fratricidio de Caín), el cual es fractura de una genuina comunicación.

    El ser humano siguió siendo un ser libre y, por ende, constructor de su sociedad, la cual constituye un continuum relacional, fundamentalmente comunicacional. Lo sucedido con la Torre de Babel (Génesis 11) es un hecho paradigmático, que puso bien de manifiesto, tanto la soberbia humana, como el papel que juega la comunicación en el entramado y devenir sociales.

    Antonio Pasquali define así comunicación en su sentido más genuino de deber ser, subrayando los aspectos de igualdad y protagonismo compartido: “el proceso mediante el cual el ente racional, actuando unus inter pares y concediendo total reciprocidad al interlocutor, vectorializa hacia él, en códigos convenidos, un saber o un sentir convertido en mensaje” (18 ensayos sobre comunicaciones, Debate 2005, 48). En esta perspectiva insiste en el derecho a la comunicación -que integra y supera los clásicos de expresión, opinión e información- como innato, inalienable.

    Este derecho es  primigenio y fundamental en el entramado humano. De modo  inmediato y privilegiado se vincula al de la vida. De allí el dicho de que “vivir es comunicarse y comunicarse es vivir”. Muerte viene a ser pérdida de toda comunicación. De allí se puede inferir que el impedir la libre comunicación de un pueblo es una especie de genocidio.

    La “domesticación castro comunista” de nuestro país tiene su manifestación más inmediata y palpable en la hegemonía comunicacional que el totalitario Socialismo Siglo XXI ha impuesto al pueblo venezolano y éste ha venido “pacíficamente” soportando.  Los medios han sido engullidos, suspendidos o controlados por el oficialismo. Conatelización en sentido perverso.

    En este, como en otros campos, se pone de manifiesto la inexistencia de un estado de derecho y la inconstitucionalidad del país. Hecho particularmente grave en tiempos preelectorales, que exigen auténtica libertad en el intercambio  de propuestas y tomas de decisión por parte del soberano (CRBV 5), en la práctica efectiva de lo que contempla el artículo 57 de la Constitución: “Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura”.  

    La urgente refundación nacional ha de tener privilegiada manifestación en el restablecimiento y perfeccionamiento de una libre comunicación.

  

 

 

 

 

 

    

 

 

 

domingo, 11 de junio de 2023

REFUNDACIÓN TRIDIMENSIONAL



    Con ocasión de los 200 años de la Batalla de Carabobo el Episcopado Venezolano invitó a todos los compatriotas “a dar el paso necesario e impostergable de refundar a Venezuela, con los criterios de la ciudadanía e iluminados por los principios del Evangelio” (Exhortación 22 junio 2021). Una invitación que ha renovado con insistencia ante la gravísima crisis nacional, cuyos rasgos salientes ha subrayado oportunamente.

    En la proximidad de eventos electorales, que comienzan con las Primarias, conviene ofrecer algunas reflexiones y sugerencias orientadas a una solución de la multiforme crisis nacional. Ésta es global y tiene que ver, por consiguiente, no con un ámbito determinado, sino con los tres que integran el conjunto social: la economía, la política y la cultura (tomada ésta en su sentido estricto ético-cultural). Esta tríada reúne las dimensiones de la sociedad, la cuales, por tanto, no pueden considerarse de modo aislado, pues se interrelacionan, en mayor o menor medida, en problemática y solución. Pensemos, por ejemplo, en el caso bien patente de la educación.

    La Doctrina Social y Ecológica de la Iglesia (DSEI), como conjunto de principios, criterios y orientaciones para la construcción de una nueva sociedad, nos puede ayudar en la tarea de la refundación nacional, no sólo para identificar problemas, sino también y, lo que más interesa, para la comprensión de los mismos y el señalamiento de vías de solución. Pues bien, en esta perspectiva podemos hablar con respecto al país, de una crisis y de una solución tridimensionales. Los documentos del Episcopado durante estos años ofrecen bastantes elementos iluminadores en la materia.

    En relación a la problemática económica del país no se requiere ningún esfuerzo para percibir el gravísimo deterioro en este ámbito, no como efecto de causas naturales o de conflictos armados, sino de rapiña, populismo, inhumanidad e incapacidad. El ocaso de PDVSA y la superproducción de emigrantes y empobrecidos son claros índices al respecto.  La DSEI respecto de lo económico subraya un principio, el de la destinación universal de los bienes creados y un criterio de solución, la orientación humanista y racional de la economía; advierte ante los extremos, tanto de un capitalismo liberal “sálvese quien pueda”, como de un colectivismo (de facto estatismo) a la marxista, y pide organizar una economía participativa, solidaria y social de mercado.

    En lo referente a lo político se trata de pasar de la dictadura militar socialista existente, con su talante dominador y opresivo, a una convivencia democrática genuina, con estado de derecho y actuación efectiva de la soberanía popular. Se ha de establecer un régimen, que no sólo excluya presos y torturas por causas políticas, violaciones de derechos humanos y hegemonía comunicacional, sino que profundice lo que la Constitución establece en materia de descentralización, participación ciudadana y derechos varios.

    En lo que concierne a lo ético-cultural urge superar la imposición de un pensamiento único con ideología social comunista y un comunalismo estatizante, así como acabar con la explotación ecocida de los recursos naturales. Se ha de fortalecer la comunidad familiar como institución básica, apoyar la organización de la participación ciudadana y prestar una atención especial a la educación (docentes, instalaciones, instrumental e integralidad). La calidad moral y espiritual de vida exige ser considerada y tratada como elemento básico de un genuino desarrollo nacional. Y algo fundamental, que concierne a todos los ámbitos de la vida nacional: la exclusión de cualquier forma de totalitarismo.

    En esto de la refundación es preciso tener presente lo que Sófocles puso en labios del sacerdote al dirigirse a Edipo Rey: “Nada son los castillos, nada los barcos, si ninguna persona hay en ellos”. En la tragedia venezolana, que abarca todo lo que va de siglo, estas palabras tienen particular resonancia.  La persona humana, social por naturaleza, es y debe ser, como lo afirmó el Concilio Vaticano II: “el principio, el sujeto y fin de todas las instituciones sociales” (Gaudium et Spes 25).