jueves, 19 de agosto de 2010

19.8.10
DEFINIR EL SOCIALISMO
Ovidio Pérez Morales
Alguien me pidió, por twitter, definir el socialismo. Me puso un serio problema. Por el laconismo obligante de ese medio de comunicación, unido a lo complejo de una tal definición. He decidido responder con las presentes líneas.
Cuando uno viene opinando desde hace unos cuantos años, siente no pocas veces la tentación de “plagiarse”. Porque en nuestro cambiante mundo, los seres humanos tienden a repetirse, reeditando sus historias.
Los obispos venezolanos y el socialismo, artículo publicado por mí en este mismo Diario, dieciséis años antes de la caída del Muro de Berlín, es una de esas piezas documentales críticas de museo, que pueden salir hoy campantes a relucir, porque ideas y políticas consideradas hasta poco jurásicas, pretenden aparecer up-to-date. Tal el caso del socialismo marxista. A continuación sintetizo lo expuesto entonces, con sus inevitables actualizaciones.
1. El término socialismo ofrece gran variedad de acepciones y, por ende, una innegable ambigüedad. Esto en la teoría y en la práctica. Por eso aquel vocablo dice mucho y no dice nada.
2. Un diálogo o una discusión sobre el socialismo exige una inicial definición de dicho multiforme término, para precisar la significación que concretamente se asume. Es decir, ¿de qué socialismo se está hablando?. Pues no es lo mismo, por ejemplo, el socialismo romántico, que el denominado democrático; el explicitado en la identificación de la U.R.S.S., que el llamado árabe; el monárquico-hereditario castrista y el collage que por ahora ofrece el PSUV, que el “africano” propuesto por un obispo en 1973 como solución para ese continente..
3. Las posiciones con respecto al socialismo varían necesariamente, por tanto, frente a lo que se entiende específicamente como tal. De manera que si se sinonimizase el término simplemente con responsabilidad social, búsqueda de justicia, promoción de solidaridad y valores por el estilo, no hay persona coherentemente humana y cristiana que no deba ser socialista.
4. Los obispos venezolanos han asumido en los últimos años una posición bien clara en relación a un socialismo muy preciso: el oficial Socialismo del Siglo XXI, inspirado en el castro comunismo y reedición del marxista-leninista-stalinista. El del lema “Patria, Socialismo o Muerte”.
5. El oficialismo para implantar su proyecto a un pueblo que mayoritariamente lo rechaza, juega con ambigüedades retóricas; por ello ha reaccionado duramente frente a la clarificación hecha por el Episcopado.
Uno de los derechos fundamentales de los seres humanos y de los pueblos es el de que no se les trate de engañar en cuestiones que tocan lo más definitorio de su destino; es el caso de las apelaciones al mensaje cristiano, para maquillar ideologías materialistas y sistemas totalitarios.
El próximo septiembre estamos llamados a ejercer nuestra responsabilidad ciudadana frente al futuro del país. Es preciso tener bien clara la alternativa real que se presenta. Frente a “Patria, Socialismo o Muerte” es preciso mantener muy firme esta positiva convicción: “Patria, Democracia y Vida”.
La celebración del Bicentenario de la Independencia nos interpela a todos a progresar en verdadera soberanía, genuina libertad, auténtica solidaridad. Asumiendo coherentemente el legado cristiano en el nuevo escenario pluralista y construyendo un nuevo modelo de sociedad, verdaderamente democrática y fraterna. De todos. Para todos.

jueves, 5 de agosto de 2010

5.8.10
EL ESPEJO DEL CARDENAL
Ovidio Pérez Morales
El Cardenal Jorge Urosa Savino no ha dicho nada nuevo al manifestar que “el Presidente Chávez quiere llevar al país por el camino del socialismo marxista”. Así se expresó el Arzobispo en su exposición ante la Asamblea Nacional el pasado 27 de julio.
¿Por qué nada nuevo? Una razón de gran peso es la que el Cardenal allí mismo explicitó: “el Presidente en varias ocasiones ha afirmado ser marxista, como lo hizo, por ejemplo en esta Asamblea el 15 de enero de 2010, y está decidido a convertir a Venezuela en un estado socialista”.
El Cardenal reafirmó su Declaración de Roma (7 de julio de 2010), en respuesta a los ataques del Jefe de Estado: “Pasando por encima de la Constitución Nacional, el Presidente y su gobierno quieren llevar al país por el camino del socialismo marxista, que copa todos los espacios, es totalitario, y conduce a una dictadura, ni siquiera del proletariado, sino de la cúpula que gobierna. Contrariando la voluntad popular, que el 2 de diciembre de 2007 rechazó la propuesta de reforma estatizante socialista de la Constitución Nacional, a través de leyes inconstitucionales se pretende implantar en Venezuela un régimen marxista, como abiertamente lo ha proclamado en repetidas ocasiones el Presidente. Tal conducta es inconstitucional e ilegal, pero sobre todo, atenta contra los derechos humanos, civiles y políticos de los venezolanos. El fracaso del socialismo marxista en otros países es más que evidente”.
Poco días después (12 de julio) de la Declaración de Roma, la Conferencia Episcopal Venezolana, reunida en asamblea plenaria, afirmó: “es absolutamente inaceptable la imposición de un Estado socialista que se inspira en el régimen comunista cubano y se ha venido concretando a través de leyes y hechos que desconocen la voluntad popular y la Constitución vigente” (Exhortación Democracia y participación: compromiso de todos).
¿Por qué hay molestia oficial ante la explicitación del Cardenal? Éste ha recogido, simplemente lo que se dice y hace todos los días en el sector oficial. Quién esté interesado en algo sistemático al respecto, puede leer las Bases Programáticas del PSUV y la respectiva Declaración de Principios. Y quien quiera algo más corto y audiovisual vean-oigan la publicitada “fraternidad” (los italianos dirían gemellaggio) castro-chavista.
Se esconde falazmente lo que orgánicamente se asume. Se quiere “construir el socialismo marxista”, que es el camino al comunismo, procurando que el común de la gente no se entere. De allí la presentación mercadotécnica de un “socialismo” de ribetes románticos, apelaciones éticas y préstamos a la Biblia, que intentan disfrazar el férreo propósito totalitario de la Nomenclatura. Las elecciones de septiembre recomiendan un adecuado maquillaje, que incluye el vetar la transmisión televisiva “oportuna y veraz” de la visita del Arzobispo a la Asamblea Nacional. Por cierto que el “manual de urbanidad” que ésta usó para tratar al Cardenal, constituye un signo patente de lo que el socialismo marxista piensa de la religión y quiere hacer con ella.
El electorado católico consciente sabe ya qué tiene como opción en septiembre.
El Cardenal ha puesto ante el oficialismo un espejo. Lo ha hecho como Pastor, que vive con preocupación la suerte del pueblo al que sirve. Porque no es lo mismo una convivencia en libertad, justicia y paz, que una masa manejada por una cúpula gobernante, de mentalidad- y- procedimiento totalitario.