domingo, 24 de marzo de 2013

LA IGLESIA ANTE EL 14-A

Ovidio Pérez Morales Estamos a menos un mes de las elecciones presidenciales. Éstas no serán una elección más, sino un momento de gravísima definición para el país, por cuanto la alternativa a resolver es: democracia o totalitarismo. Como miembro de la Iglesia, sin pretender asumir aquí su vocería oficial –función que toca a la Conferencia Episcopal Venezolana-, quiero sí, con toda seriedad y responsabilidad, hacer pública mi interpretación creyente sobre lo que entiendo es y ha de ser la posición de la Iglesia con respecto al 14-A. Me circunscribo aquí, como es de suponer, a la Iglesia católica, aunque la validez de los argumentos se extienda más allá. Ante la alternativa puesta para el 14-A a la Iglesia no le pueden caber dudas. No se justifica un ni-ni. El 14-A no plantea simplemente una opción ante modelos políticos diferentes por las soluciones que proponen para determinados problemas importantes y muy importantes del país, como la seguridad y la producción, el empleo y la educación, el petróleo y los servicios. No se trata de escoger, en definitiva, tampoco, entre diferentes posiciones en cuanto a descentralización y política exterior, a controles en materia de medios de comunicación social y de manejos financieros. Éstos y otros elementos han de tenerse en cuenta. Ciertamente y dan motivos suficientes para buscar otra dirección política del país. Pero non los más de fondo. ¡Lo que se decidirá el 14-A es algo mucho más que problemas parciales o sectoriales! Es algo clave, trascendental, referente a la orientación global del país, desde sus raíces y cimientos. Algo que toca la identidad nacional misma. El alma de Venezuela, pudiera decirse, y, por tanto, su definición, no sólo económico-política fundamental, sino primaria y principalmente, cultural. Y al decir esto se implica también, por supuesto, lo ético-religioso. Por consiguiente, para la Iglesia el 14-A, no cabe indefinición, indecisión, in-diferencia, ni-ni. La opción coherente de los católicos el 14-A tiene que ser en favor de la democracia pluralista y, por lo tanto, en contra del socialismo totalitario de índole marxista y castro-cubano, que propugna el oficialismo. Tradicionalmente la Iglesia, en cuanto comunidad de creyentes, ha expresado, a través de su representación institucional, su neutralidad (la cual no es lo mismo que indiferencia) en los procesos electorales; no ha querido asumir lo que entiende por alineamiento político-partidista. Esta vez, sin embargo, no puede haber neutralidad, pues ahora, el necesario alineamiento no es propiamente político-partidista, sino nacional, humano-cristiano. Lo que está de por medio, en efecto, son bienes no negociables pertenecientes a los Derechos Humanos, a un genuino humanismo cristiano. Porque el Estado (Gobierno-Partido-Líder) no es el dueño de la libertad humana, de las propiedades y las convicciones morales y religiosas de los ciudadanos; no puede erigirse en Poder Absoluto. Sólo Dios es adorable. Para la Iglesia no es moralmente decidible el que un sistema ideológico-político arrebate o no la libertad religiosa y todas las libertades y derechos de los ciudadanos. Lo que sucede en Cuba y busca imponerlo en Venezuela el Socialismo del Siglo XXI, no es algo éticamente abierto a libre escogencia. Al votar por la democracia, la Iglesia no se cuadra con un candidato, con un partido, con una Mesa o con la oposición. Se cuadra con la Nación.

PAPA LATINOAMERICANO

Con el anuncio en el balcón de la Basílica de San Pedro “habemus Papam” y la identificación del nuevo Sucesor de San Pedro, se estaba comunicando al mundo un cambio histórico en la Iglesia. En efecto, se tenía ya un Romano Pontífice procedente de un continente extra europeo. Ruptura de una tradición milenaria. Para los latinoamericanos esta elección es justificadamente de doble júbilo, al contar no sólo con un Papa que llena la “sede vacante”, sino que procede de esta América nuestra. Francisco significa no sólo un enriquecimiento de la lista del pontificado en cuanto a procedencias y nacionalidades, sino de la catolicidad de la Iglesia con el sensible aporte de lo eclesial latinoamericano. El Papa Bergoglio lleva consigo a Roma la peculiaridad de la Iglesia de este lado del Atlántico, su estilo, sus características propias, su índole cultural. La Iglesia es católica porque Pueblo de Dios integrado por pueblos, es decir historias, fisonomías y culturas diversas. La historia de la Iglesia de América Latina y el Caribe tiene varios momentos estelares. En 1492, su inicio en estas tierras; en 1899, el Primer Concilio Plenario de América Latina en Roma, que congregó nuestras Iglesias en torno al centro de la catolicidad y las impulsó en su dinamismo, integración y organización; en 1955, la creación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) a raíz de la Conferencia General del Episcopado en Río de Janeiro, organismo muy importante para la comunión de las Iglesias de nuestros países; 1962-1965 y 1968, el Concilio Vaticano II conjuntamente con la Conferencia de Obispos en Medellín, que animaron poderosamente la renovación de la Iglesia en los nuevos tiempos y un mayor servicio suyo a nuestros pueblos en un sentido liberador y unificante; 2013, elección del primer Papa latinoamericano. Siendo la Iglesia católica mayoritaria en nuestras naciones, se siente muy contenta con la presencia de Francisco como eje de comunión en el centro mismo de la catolicidad. Ad multos annos es saludo latino que expresamos ante Dios augurando muchos años de salud, felicidad y éxito para nuestro hermano el Papa Bergoglio.