sábado, 24 de enero de 2015

DECÁLOGO DE RENOVACIÓN EN PERSPECTIVA DE ESPERANZA


El número inicial del primero de los diez y seis documentos del Concilio Plenario (CPV), titulado La proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela, luego de referirse a los quinientos años de la evangelización en nuestro país, señala que la Iglesia desde 1498 “no ha cejado en su empeño de cumplir la misión fundamental que Jesús confió a sus discípulos: anunciar el Evangelio a toda criatura”. Y agrega:

 La Iglesia en Venezuela, hoy, quiere continuar esta misión examinándose a sí misma, haciendo suyas las angustias y esperanzas del pueblo venezolano para comunicarle con mayor eficacia la buena noticia de Jesucristo y su proyecto salvador, a través de una Nueva Evangelización, que exige nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión (PPEV 1).
 
 
Si deseas profundizar sobre el tema, debes hacer clic en el siguiente enlace
https://docs.google.com/document/d/1Z3uocAh4p8DRVF5YPZ8lMkT7ZLHpy1YEJGKII_lXU1g/edit?usp=sharing

POLÍTICA DE COMUNIÓN


 


El reciente documento del Episcopado Venezolano bajo el título Renovación ética y espiritual frente a la crisis nacional (12.1.1015) cita estas palabras del Papa Francisco:” En la medida en que Él (Dios) logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos” (Exhortación Evangelii Gaudium 180).
En estas palabras hay una referencia implícita a lo que constituye el corazón, el eje, de la predicación de Jesús: el Reino de Dios (o de los cielos, en la terminología del evangelista Mateo). El Reino (o Reinado) aquí significa el plan, el designio creador y salvador  de Dios y el cual revela el sentido definitivo de  la historia. Dicho plan consiste en la unidad de los seres humanos con Dios y entre sí. El Reino de Dios tiene su máxima expresión en Cristo y está en obra en el tiempo hasta su plenitud el Señor regrese glorioso.
Ahora bien, el término comunión es equivalente al de unidad, pero va más en profundidad, por cuanto nos adentra en lo interpersonal y viene a tener como sinónimos los de encuentro, compartir. Entrar en comunión, tejer comunión, tienen  una  resonancia muy especial, pues implican la relación específica de sujetos conscientes y libres y no ya de seres cualesquiera.
En el ámbito de la Iglesia la categoría comunión ha  recobrado vitalidad a partir del Concilio Vaticano II, hasta el punto  que la Conferencia Latinoamericano de Obispos en Puebla (1979) la asumió como núcleo estructurante o eje articulador de sus trabajos y, más todavía, del conjunto doctrinal y práctico cristiano.  Es lo que denominó línea teológico-pastoral de comunión.
Comunión se convierte así en la noción globalizante y armonizante de los diversos elementos en que el cristiano cree y ha de actuar, comenzando por Dios mismo –principio y fuente de toda realidad-, que es Trinidad, relación interpersonal, comunión.
La tarea que le compete a la Iglesia en el mundo viene a ser entonces proclamar, celebrar, construir comunión en sí y en la sociedad. Esto comprende también su compromiso social, que se puede definir como una dimensión de la evangelización. En esta perspectiva se entiende cómo  la presencia de la Iglesia y del cristiano en el campo político se orienta hacia la  comunión.
¿Qué quiere decir política de comunión? No otra cosa que orientar la acción política hacia la construcción de una unión efectiva en y de la convivencia, de la sociedad. Léase “producir”, promover: libertad, seguridad, justicia, equidad, solidaridad,  compartir, calidad ética y espiritual, encuentro, reconciliación, paz. Trabajar por el bien común. Edificar aquello que en el magisterio pontificio de los últimos tiempos se ha denominado la “civilización del amor”.
 Una política de comunión exige no sólo superar una política cainítica o del “hombre lobo para el hombre”, sino, sobre todo, potenciar una comunidad, desde la vecinal hasta la internacional, en donde imperen todos aquellos valores que se derivan de la constitución misma del ser humano, creado por Dios como ser para “el otro”, para la hermandad, con  todo lo que de ésta se deriva y a ésta lleva.
La frase del Papa Francisco arriba citada podría también traducirse así: Dios reina en la medida en que el hombre establece en el mundo un reinado de solidaridad y de paz.