domingo, 29 de junio de 2025

PROPUESTAS ANTE CANONIZACIÓN

 

    La canonización de los dos primeros santos venezolanos, José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, cabe dentro del concepto griego de kairós, momento oportuno.  Es la razón de la siguiente tríada de propuestas, dos para la Iglesia y una para el país.

    En lo tocante a la Iglesia, destacar el marco fundamental doctrinal, trinitario-cristológico de la canonización y popularizar ampliamente el himno a la patrona de Venezuela, Salve aurora jubilosa. En lo concerniente al país, urgir la refundación nacional planteada no hace mucho por nuestro Episcopado ante la grave y global crisis de la República.

    1. La canonización exige integrar adecuadamente el culto a los santos en el conjunto doctrinal y pastoral de la Iglesia. Lo exige la débil formación del pueblo católico en materia de fe. Es preciso destacar la jerarquía de verdades y prácticas, cuya observancia asegura una recta inteligencia de lo que se cree y una coherente expresión religiosa, con lo cual también se preserva de errores y deformaciones. El tesoro de la religiosidad o piedad popular está siempre amenazado por desviaciones y sincretismos que contaminan la verdad y favorecen devociones inconvenientes y dañinas. La doctrina cristiana tiene un eje articulador (núcleo, centro): la fe en el Dios Unitrino revelado por Jesucristo y en éste como Salvador. Es lo que planteó públicamente san Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2), iniciando así la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. Los santos canonizados son propuestos como modelos de fe y de obediencia a Dios, practicantes ejemplares del mandamiento máximo del amor, al tiempo que intercesores valiosos en el peregrinar hacia lo definitivo celestial. La referencia a la Trinidad y Cristo Salvador constituye lo fundamental en lo doctrinal y práctico de los cristianos. Un símbolo, en creciente difusión actualmente, es de patente ayuda al respecto: la Cruz Trinitaria, que conjuga lo trinitario (triángulo) y cristológico (cruz) en estrecha e indivisible unidad; dicho símbolo viene a llenar un gran vacío en una cultura como la contemporánea, doblemente simbólica.

    2. El himno Salve aurora jubilosa, por cierto muy bello y bien vibrante, se identifica como expresión mariana nacional. La canonización es ocasión favorable para difundirlo en cobertura y frecuencia, como signo de la unidad católica venezolana. Nuestra Iglesia ha tenido en el culto a la Madre de Jesús un firme apoyo a la fe en Dios y la adhesión a Cristo, a través de una historia bastante convulsionada y en no pocos tiempos con notables carencias de pastores y apoyos institucionales, junto a medidas políticas discriminatorias y el fuerte influjo de círculos ilustrados contrarios o nada favorables. La Virgen de Coromoto como símbolo de una Iglesia en renovación estimulará también a construir una nueva sociedad, libre, justa y fraterna. El canto en su honor será en este sentido un permanente recordatorio.

    3. El tercer punto tiene que ver con el conjunto del país. Se trata de la refundación nacional, a la cual han convocado los Obispos en repetidas ocasiones. Ya en Exhortación de enero de 2021, ante la beatificación próxima de José Gregorio, la estimaron como “hermosa ocasión” para “refundar a Venezuela con los principios de nacionalidad inspirados en el Evangelio”; en esa oportunidad los Obispos denunciaron, entre otras cosas, el modelo de corte totalitario impuesto por el Régimen, el desconocimiento de derechos humanos y el aumento de la migración forzada; subrayaron la necesidad de un “cambio radical en la conducción política”. Sobre la refundación con “una verdadera la participación de todos los ciudadanos” se volvió con insistencia en julio siguiente. Es un tema que está sobre el tapete; la crisis se ha agudizado. No es del caso aquí entrar en particulares de la refundación, cuya necesidad acontecimientos como el del 28 de Julio del ´24 han puesto de relieve.

    Lo cierto es que la canonización es un innegable y desafiante kairós. Fiesta también liberadora y unificante en perspectiva evangélica.             

miércoles, 18 de junio de 2025

CANONIZACIÓN INTERPELANTE

 

Canonización es la sentencia solemne por la cual el Papa declara a una persona fallecida como santo (a), es decir, alguien que goza actualmente de la gloria celestial y puede recibir culto en toda la Iglesia. León XIV hará dentro de poco esa declaración sobre los venezolanos José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles; los propondrá oficialmente así como modelos de vida cristiana, invitando también a participar con ellos de la intimidad con Dios y a tenerlos como intercesores en necesidades o aspiraciones tanto espirituales como corporales.

 Las presentes líneas buscan destacar la canonización del doctor José Gregorio como peculiar desafío planteado hoy tanto a la comunidad venezolana en general, mayoritariamente cristiana, como a la Iglesia católica en particular.  

José Gregorio fue un extraño personaje para su tiempo. Conjugó existencialmente fe y ciencia; laicidad y compromiso cristiano temporal; calidad profesional y servicio caritativo; altura socio cultural y humildad de vida;  protagonismo ciudadano (de primera fila en lo sanitario, se enroló para defensa de la patria y abogó ante el poder por la Universidad agredida) y participación eclesial (en culto y asociaciones); firme autenticidad en convicciones y apertura pluralista, amistosa, dialogal (ejemplificada en la relación con Razetti  como también en una corresponsabilidad social supra partidista).   No obstante sus intentos de vida monástica y seminarística, asumió como laico, de modo coherente, su inmersión en el mundo, tanto en sencillos vecindarios como en brillantes metrópolis. Disponible en su entrega a la entera polis, vivió al servicio de la verdad-libertad-amor, sin dejarse atrapar por el tener-poder-saber, asumiéndolos activamente como medios de solidaridad especialmente con los más necesitados.

El escenario histórico nacional e internacional del santo de Isnotú no fue de aires pacíficos.  En sus dos últimas décadas se afianzó la larga dictadura andina de Castro y Gómez (1900-1935), que siguió a la prolongada autocracia guzmancista culminada por cortos y moderados regímenes de transición. Del siglo XIX Venezuela salió descuartizada y empobrecida por una secuencia fratricida de acciones de guerra y otros hechos de violencia y sangre; en cuanto a población, en 1900 apenas arañaba el millón y medio. Pero sí abundamos en Constituciones (¡una veintena para 1931!). Cuando murió José Gregorio, el país, cafetero y cacaotero, estaba apenas en los albores de la exportación petrolera. En el ámbito político cultural, a raíz de la Independencia se produjo una descomposición de instituciones y se desencadenó un progresivo apartheid de lo eclesiástico junto a un triunfalismo secularista, principalmente de signo positivista. Al lado de un resistente sustrato de religiosidad popular, subsistió una rala presencia cristiana en el ámbito de ciencias y letras.  En ámbito internacional los estudios europeos los tuvo José Gregorio durante la consolidación del imperio alemán y la república francesa, que convulsionaron en el emergente siglo XX por la primera guerra mundial, la cual generó una crisis global que abrió camino a la avasallante tríada totalitaria comunista, fascista, nazista.

Como venezolanos y católicos hemos de agradecer a Dios y alegrarnos por la próxima canonización de nuestros dos primeros santos. Pero, particularmente en el caso de José Gregorio, esa declaración papal nos interpela muy seriamente acerca de nuestro compromiso actual respecto de la unión, la libertad, la fraternidad y el progreso de nuestro país. ¿Por qué?

Somos una nación en crisis generalizada: una cuarta parte de nuestros compatriotas es de emigrantes forzados; la extragrande mayoría está empobrecida; miles de presos-torturados y perseguidos políticos ensombrecen la República; la ciudadanía sin MCS y elecciones libres se ve obligada “por las buenas o por las malas” a aceptar un proyecto ideológico político de corte totalitario, causante primero del desastre nacional. Somos una nación urgida de reconciliación en la verdad y de que el soberano (CRBV 5) decida sin trabas el camino a seguir hacia una convivencia democrática, pluralista, productiva, fraterna. La que Dios manda. ´

Y para la Iglesia la interpelación es bien clara hacia a) una efectiva sinodalidad (caminar juntos) con todos los venezolanos para la recuperación y el progreso integrales del país y b) la promoción de un consistente laicado católico para la construcción de una “nueva sociedad”.

 

sábado, 31 de mayo de 2025

DEMOCRATIZACIÓN DE LA INTELIGENCIA

     El tema del desarrollo de la inteligencia con novedosas exploraciones en este campo, entre las cuales sobresale la inteligencia artificial, me llevó a destacar, en reciente intervención en Coro sobre el expresidente Luis A. Herrera Campins, lo que estimo la principal y peculiar obra de su gobierno.

    Paradójica y lamentablemente esa iniciativa, revolucionaria en el mejor sentido de la palabra, fue enterrada sin pena ni gloria al terminar el mandato del ilustre portugueseño, como si hubiese sido una menuda disposición de ordinaria administración. Desde entonces no ha habido dolientes que recuperen en algún modo el tesoro sepultado.

    A mí me gusta repetir lo que una vez oí de un amigo brasileño: “no hay cosa más peligrosa que enseñar a alguien a pensar con su propia cabeza”. ¿Por qué? Se está formando, en efecto, a un crítico de lo que uno propone. Pero no hay remedio, si se pretende edificar una sociedad de personas pensantes y protagonistas y no una masa de simples oyentes y seguidores, es preciso educar en el sentido genuino de esta palabra. Y educar es procurar que desde el interior del ser humano mismo emerjan concepciones, convicciones y creaciones. Como del mármol emergieron los davides y piedades del escultor toscano. Y en cuanto al saber, importa el tenerlo, pero, más todavía, el cómo obtenerlo. El método, cuyo aprendizaje no exige edad para comenzar.

    El timón de la aventura cristalizó en el Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia, del cual fue encargado otro gran venezolano y amigo, Luis Alberto Machado. Sobre la finalidad y motivación, realizaciones y valoración de tan importante iniciativa conviene leer La democratización de la Inteligencia editada oficialmente en 1984 con Presentación e importantes intervenciones del presidente Herrera Campins.  

    El proyecto y sus primeros frutos fueron apreciados más fuera que dentro del país. Recibió apoyo de institutos, centros de investigación y gobiernos de las más diversas naciones e ideologías, al tiempo que catalizó muy diversos intercambios y encuentros a los más varios niveles.  Esa revolución, verdadera de verdad, tocaba no simplemente determinadas expresiones del quehacer humano, sino su fuente misma, como es la inteligencia. Facultad no encerrada en sí misma, sino interpretada como gemela de una voluntad orientada éticamente hacia el desarrollo integral, la justicia y la paz. La Revolución de la inteligencia- El derecho a ser inteligente”, de Luis Alberto (Ed. Planeta 1983) es bien explícita al respecto.

    El cultivo sistemático de la inteligencia asumido, por su amplitud y trascendencia, como tarea del Estado, planteaba entre sus características principales: su sólida fundamentación científica, su funcionalidad respecto de la realidad concreta, su direccionalidad a toda la población sin distingos de ninguna especie, su talante inclusivo en materia ideológica y política, su apertura en beneficio de todos los pueblos. El término “Democratización de la inteligencia” expresaba esta apertura servicial, constructiva, genuinamente humanista, de dicha “Revolución”.

    En esta línea se integraban la participación protagónica de la familia, la orientación de la educación formal, el compromiso sindical y la más variada contribución social. Y se promovía el trabajo conjunto con altos centros de investigación mundial y organizaciones nacionales investigativas y pedagógicas.

    A un buen número de años del ocaso de tan valiosa iniciativa del Presidente Herrera se pueden apreciar las dimensiones de esa gran pérdida nacional. No sólo por lo que se marginó de positivo, sino por la negatividad creciente en el campo de la educación y la investigación en el país. El corte totalitario del régimen imperante ha acentuado desde entonces una estatización masificante, el monolitismo ideológico, la hegemonía comunicacional, el cierre a la formación de una conciencia crítica y de una convivencia pluralista.

    Importante es pensar; pero más, todavía, es pensar cómo pensar más y mejor. Aprovechando la inteligencia que Dios nos regaló, no sólo para utilizarla sino para hacerla crecer desarrollarla en perspectiva de bien. Democratizándola para lo mejor.  

 

martes, 20 de mayo de 2025

TRÍADAS Y PEROS EN DOCTRINA SOCIAL

     Por Doctrina Social de la Iglesia (DSI) puede entenderse el conjunto de principios, criterios y orientaciones para la acción, que desde la Iglesia se ofrece con miras a la organización de una integral convivencia social.

    Cuando se habla de este tema inevitablemente surge la mención de un documento considerado como el de arranque oficial en la materia, la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (15 mayo 1891). La DSI se enraíza en la Sagrada Escritura y se ha venido desarrollando en la historia a través de aportes, ya oficiales, ya de entidades o personas particulares de los distintos sectores o niveles de la Iglesia. Un proceso que ha sido siempre de dar y recibir, enseñar y aprender, en virtud de la condición histórica cristiana. Pensemos en temas como el ecológico, de incorporación relativamente reciente. En Venezuela contamos con una especie de manual propio en la materia, en virtud de la metodología del ver-juzgar-actuar seguida en su elaboración; se trata del documento 13 producido por el Concilio Plenario de Venezuela (200-2006) y titulado Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad.

    El manejo de la DSI no se restringe a personas o grupos determinados; me gusta recordar que ya el Arzobispo de Caracas a finales de los 40´ incorporó temas de la misma al catecismo para alumnos de escuela primaria, y Juan Pablo II planteó incorporar dicha doctrina en la etapa inicial de formación catequética. Recordemos a este propósito algo de Perogrullo: la familia es la primera escuela.

    En la DSI se pueden señalar algunas tríadas de particular importancia y que son muy útiles a la hora de organizar su teoría y praxis. Cuando se habla de tríadas la memoria vuela inevitablemente al filósofo Hegel, cuyo sistema es un intrincado tejido tripartita, comenzando por la muy conocida dialéctica de tesis-antítesis y síntesis. Para un cristiano lo de triádico no extraña en modo alguno, dada su fe que es, fundamental y centralmente, confesión de un Dios Unitrino, Padre-Hijo-Espíritu Santo.

    En cuanto a las múltiples tríadas identificables y manejables en la DSI valgan los siguientes ejemplos. 1) Ámbitos sociales con sus respectivos campos y valores: económico/tener/justicia, político/poder/libertad, ético- cultural/calidad espiritual/gratuidad. 2)  Puntos capitales antropológicos y sociales:  centralidad de la persona, bien común y estado de derecho. 3) Exigencias para una recta y fecunda praxis: solidaridad, participación y subsidiaridad. 4) Componentes de lo que podría denominarse una “nueva sociedad”: comunidad participativa de bienes, democracia y calidad espiritual. 5) Modos o formas de praxis política: actuación ciudadana, actividad partidista, ejercicio del poder.

    Puede también decirse de la DSI en varios aspecto un sí, junto a un pero. En efecto, a) tiene su fuente e igualmente su fuerte en la Iglesia, pero no está amarrada a una perspectiva de fe, pudiendo ser asumida también por no creyentes y convertirse en ámbito de encuentro y diálogo; b) alimenta propuestas teóricas y prácticas, pero sin reducirse a una ideología o programa determinados; c) es apta para orientar un proyecto concreto, pero su desarrollo y progresividad no la amarran a un tiempo determinado; d) está pensada para orientar propuestas, programas y movimientos, pero como conjunto abierto no es identificable o monopolizable como algo exclusivo de un movimiento o partido.

    Para un cristiano la DSI desarrolla en profundidad y trascendencia la condición del ser humano y de la polis que está llamado a construir. El Dios de referencia es amor, la solidaridad que exige es estrecha fraternidad y el futuro definitivo al que abre es de convivencia supra temporal.

    Como estamos en momentos de nuevo pontificado resulta oportuno recordar, en lo concerniente a doctrina social, la contribución significativa del Papa Francisco con su encíclica Laudato Si´ en materia de “cuidado de la casa común”, “comunión universal” humano-cósmica y “lectura de la realidad en clave trinitaria”. Y el nombre mismo del nuevo Papa, que recuerda el del lanzador oficial de la DSI con su documento “Sobre la condición de los obreros”.  

 

 

domingo, 4 de mayo de 2025

DIOS TRINIDAD EN FRANCISCO

     El título de estas líneas destaca aplicaciones concretas particularmente significativas del magisterio de Francisco de la cristiana sobre Dios en cuanto revelado por Cristo, como comunión, relación interpersonal.

    Lo central de la fe cristina, que se expresa sintéticamente en el Credo de la Misa, se confiesa en la conocida alabanza del Gloria y se manifiesta comúnmente al trazarse la señal de la cruz, es la confesión del Dios uno y único como Trinidad: Padre-Hijo-Espíritu Santo.

    Esto es en cuanto a explicitaciones. No sucede lo mismo en lo que se refiere a la implicitación de esa verdad fundamental en el tejido ordinario reflexivo y práctico de la vida de los cristianos. La noción de la divinidad que se maneja de modo corriente se queda, en buena medida, en lo que la razón humana puede alcanzar con su propio potencial e instrumentos. Pensemos en lo que el filósofo Leibniz (+1716) sistematizó en su Teodicea y el pensamiento ilustrado formuló, de modo reductivo y esquemático, desvinculándolo del devenir histórico. en el período inmediatamente siguiente del siglo XVIII.

    Si bien el cristiano ordinario va más allá de la empobrecida interpretación iluminista, no incorpora suficientemente, con todo, de modo patente y efectivo, la revelación hecha por Jesús acerca de la naturaleza e intimidad trinitarias de Dios, con las consecuencias que ello debe tener para el ser y el quehacer creyentes.

    En perspectiva cristiana Dios es y actúa como comunión interpersonal; es, en sí, diálogo, comunicación, compartir; o como la Primera Carta de Juan lo sintetiza, a saber, Dios es Amor (4, 8). No es, por tanto, el infinito, absoluto, solitario, del Iluminismo, ni se queda en el trascendente unipersonal de las grandes religiones.

    Pero no basta para el cristiano la confesión conceptual y aislada de Dios como Trinidad. Es preciso descubrir y relacionarse con ésta, poniendo sobre el tapete sus implicaciones en el devenir humano y el dinamismo cósmico. Percibirla en la cotidianidad y la globalidad de su obra de creación y salvación.

    Del amplio y rico magisterio del Papa Francisco estimo oportuno, provechoso y obligante en este momento tan especial destacar algunas expresiones magisteriales suyas relativas a la trinitariedad divina aplicadas a varios temas de particular importancia de la Iglesia y el mundo.

    Un primer punto sea el cósmico: “El mundo fue creado por las tres Personas como un único principio divino (…)”. De allí “el desafío de tratar de leer la realidad en clave trinitaria” (Laudato Si´ 238). El mundo es una “trama de relaciones”, como obra que es de la intercomunicación divina (Cf. Ibid. 240). El hombre forma “con los demás seres del universo una preciosa comunión universal” (Ibid. 220). Aquí el Papa Bergoglio amplía analógicamente la comprensión del concepto comunión 

     Otro punto sea el antropológico: “El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización (misión de la Iglesia) y promoción humana” (Evangelii Gaudium 178). Es la razón última de la socialidad, convivialidad, politicidad humanas.

    Un tercer punto toca lo kerygmático (del griego kérygma, anuncio), referente a la proclamación primera y principal cristiana de lo central y nuclear de la buena nueva, es decir, de la evangelización.  Pues bien, Francisco recordó, subrayando: “El kérygma es trinitario” (Ibid. 164). El anuncio cristiano, con todas sus implicaciones en el orden doctrinal y práctico de la misión de la Iglesia, es, pues, radicalmente trinitario e integralmente trinitario-cristológico. Penetra y da sentido a todo el conjunto cristiano, con sus obvias consecuencias en los campos de la moral y la espiritualidad.

    Francisco dejó sobre el tapete eclesial la temática de la sinodalidad. Pues bien, ésta, que entraña un “caminar juntos”, es reflejo, consecuencia, condición, exigencia, de la comunión, que Dios Trinidad quiere tejer en el mundo. Propósito del cual la Iglesia se entiende como signo e instrumento, es decir, como sacramento.

 

 

viernes, 25 de abril de 2025

DIOS ES AMOR

 

    El catálogo que ofrece la historia en cuanto a concepciones y definiciones de Dios es abundante y se inscribe en un conjunto bien amplio, que comprende las múltiples expresiones religiosas y elaboraciones teológicas con sus antecedentes míticos, además de las variadas posiciones planteadas en el ámbito filosófico.

    Dentro de este vasto campo podemos fijar hoy nuestra atención en algo que dice la Primera Carta de Juan: “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 8).  Allí el Autor explicita una condición hondamente existencial para acceder a dicho conocimiento: adhesión de la voluntad al bien genuino, apertura del corazón al amor auténtico. No basta una lógica de razones determinantes de una conclusión; se requiere una libre disponibilidad afectiva, que abra a la aceptación de Dios, como ser personal absoluto, que da sentido y plenitud al ser humano. No es una escueta conclusión sobre una realidad neutra. Se trata de un encuentro con alguien, que ilumina la existencia de quien pregunta y se pregunta. Si bien en latín se tiene el aforismo nil volitum nisi praecognitum (no queremos nada que no hayamos conocido de antemano), parece que en el presente caso las cosas son al revés: el amor posibilita el conocimiento. Ya Platón había intuido esta precedencia.

     “Dios existe”, como afirmación personal, no es una proposición neutra, pensemos en las físico-matemáticas. Es la aceptación de un relacionamiento interpersonal con inmensas consecuencias morales y espirituales. La religatio, desencadenada por un tal encuentro, presupone o implica una reformulación o conversión de la persona en búsqueda, una superación del egocentrismo y la adopción de una postura servicial. Obstáculos para la aceptación primacial de Dios constituyen entonces la soberbia, la avaricia y otros pecados capitales, fruto de actitudes y culturas hedonistas auto referenciales, de tecnocratismos deshumanizantes o de ideologismos cerrados.

    Ahora bien, el teísmo cristiano va más allá de lo que la sola capacidad humana puede alcanzar respecto de la existencia y naturaleza de Dios; así como de lo que el judaísmo, el islam u otras grandes religiones asumen de lo divino. La revelación hecha por Jesús es radicalmente original: el monoteísmo se interpreta como conjunto relacional interpersonal, comunión, amor. El Absoluto divino no es ya un solitario infinito, sino el Unitrino, tres personas en una sola divinidad. Algo que, aún después de revelado, permanece como misterio.

    Para la fe cristiana lo de Unitrino no se queda en simple afirmación intelectual; postula hondas y fecundas consecuencias vitales para la praxis creyente.  Lo comunional -Teilhard de Chardin diría amorizante- de Dios implica una reformulación de la propia persona y del entorno mundano en su devenir y conjunto cósmico. Dios pone su sello relacional en lo que crea y salva: el hombre como ser para la comunión, la salvación actuada en una comunidad (Iglesia) abierta a la humanidad como signo e instrumento del plan unificante divino universal. Éste constituye el horizonte (telos, griego) definitivo de la historia. En el plano ético y espiritual el amor resplandece así como mandamiento principal y sentido del quehacer humano. Consecuencia de éste es la deseable y obligante construcción de una nueva sociedad en libertad y solidaridad, participación y corresponsabilidad. La cual puede denominarse también civilización del amor.

    Conceptos de Dios como el infinito absoluto, el individuo solitario y lejano de la Ilustración, o como el frio postulado kantiano (garante, junto a la libertad y la inmortalidad, de una consistente moralidad humana), se quedan cortos ante aceptación Dios como amor amorizante, manifestado y regalado a la humanidad en su Hijo hecho hombre: Jesucristo.

    La definición dada por Juan interpela a los creyentes de todo tiempo, tentados de reducir la relación con Dios a una vinculación individualista y vertical, a simple obediencia u otorgamiento de castigos y premios, olvidando el relacionamiento amoroso que el Unitrino quiere establecer con y entre nosotros. 

domingo, 6 de abril de 2025

LA INDISPENSABLE DEMOCRACIA

 

    No hay nada más problemático que formar gente que piense con su propia cabeza.

    Es frase que me gusta repetirme y repetir. Con ella comencé un artículo que, por cierto, recibió el premio de El Nacional en 1992. Lo escribí pocos días después del intento de golpe de estado, aventura que desembocó, antes de una década, en el régimen de corte totalitario durante todo lo que va de siglo y milenio.

    El referido artículo tenía como título La exigente democracia. Junto a identificar innegables fallas políticas de entonces insistía en lo indispensable de una educación para la democracia, la cual, como obra de la libertad ciudadana, es algo vivo, necesitado de continua revisión, cuido, alimentación y perfeccionamiento.

    Mucha agua ha corrido desde entonces bajo los puentes. La experiencia demostró que la democracia es una planta que exige delicada atención, porque de otro modo se debilita hasta secarse. No pocos habían pensado que la convivencia democrática en nuestro país tenía una especie de seguro de vida y podía permitirse juegos de poder, hasta cambiar alegremente un presidente a escaso tiempo del término de período constitucional.

    El pasado es eso y lo que fue, fue. El futuro no existe. El único tiempo de que disponemos es un presente fugaz, que es preciso aprovechar con inteligencia, responsabilidad, previsión, bondad. Y con lo que en cristiano entendemos como algo obligante y bien exigente, amor.

    De la democracia no podemos quedarnos en calificarla como algo bueno, deseable. Sin ser la perfección terrena absoluta, hemos de asumirla como algo valioso y obligante, como relacionamiento social querido por Dios para nosotros, seres libres y responsables; puestos en el mundo para la comunicación y el diálogo; creados políticos (humanos para emerger y desarrollarse en polis), personas con dignidad y derechos inalienables. Democracia es com-partir propiedades, tareas y responsabilidades. Construir juntos lo que atañe a todos, lo que conforma el bien común.

    Por ello es obligante formarse y formar para convivir en democracia. Lo que implica educarse en derechos, pero también e inseparablemente, en deberes como regalo que nos hacemos.

    A propósito de educación para la democracia, resulta oportuno recordar algo sobre el primero de estos términos, para lo cual resulta muy iluminador recordar su etimología. Educar viene del verbo latino educere, de muy rica significación (criar, cuidar, alimentar, sacar, hacer salir…) Puede decirse que Miguel Ángel edujo de un bloque de mármol su Moisés. No lo introdujo. La mano del artista   lo fue generando y la piedra lo fue dando a luz.  Educar no es inyectar y hacer del alumno un repetidor. Como en la mayéutica socrática, es una ayuda liberadora ¿Qué significa educar para la responsabilidad, para la solidaridad, para la libertad?  No se trata tanto de procurar aptitudes cuanto actitudes.

    Una pedagogía para la democracia entraña que el ciudadano se transforme desde dentro en persona sensible a los derechos del otro, a la fraterna solidaridad, a la corresponsabilidad en el bienestar colectivo, en la atención preferencial a los más débiles; al descubrimiento y apreciar del otro como proximus.

    La democracia es, por tanto, tarea común, siempre en hacerse. No se debe esperar que nos la hagan y den. Debe formarse desde el hogar en el cultivo de un relacionamiento responsable, delicado y servicial. La democracia es un derecho humano. Con su otra cara, el deber.

    En Venezuela no gozamos de una convivencia democrática. Lograrla es imperativo común. Para lo cual hemos de educarnos y educar. Recordando que es planta que hemos de regar, abonar, podar, proteger. 

    La experiencia nos enseña que interpretar la democracia como algo dado, que ha de permanecer al margen de lo que hagamos o no hagamos, es una nefasta ilusión. Agentes y soportes de una democracia hemos de ser todos los ciudadanos; sólo así se evitará que los “líderes” se conviertan en sus solos protagonistas y los gobernantes en sus solos administradores para terminar en déspotas.