martes, 14 de febrero de 2023

PRIMARIAS HACIA REFUNDACIÓN

     Han transcurrido más de dos décadas bajo el régimen identificado como Socialismo Siglo XXI. Capítulo de historia patria en tiempo muy especial por ser 1) puente no sólo de siglos, sino de milenios y b) marco planetario de transformaciones y novedades -particularmente en los campos de la comunicación y la vida-, de tal magnitud, que justifican hablar de cambio epocal y tercera ola humana.   

    Lamentablemente nuestra Venezuela en este período extraordinario ha marchado a contracorriente del dinamismo global; en efecto, no sólo ha experimentado una real parálisis en materia de desarrollo, sino que ha exhibido un patente retroceso en cuanto a convivencia política, crecimiento económico y calidad ético cultural.  No es del caso entrar en particulares que, entre otros, el episcopado venezolano, ha venido poniendo de relieve en sus regulares y preocupantes mensajes. Términos constantes que aparecen en los análisis y apreciaciones son: crisis, involución, deterioro, desastre. Por ello los obispos plantean la urgencia de una “refundación nacional”.  El Concilio Plenario de Venezuela, proféticamente celebrado de 2000 a 2006, ofrece material valioso para una tal empresa.

     Ante la prolongación de la crisis no pocos han caído en derrotismo, claudicación y desesperanza. La gran mayoría de los compatriotas, sin embargo, resisten en inconformidad y a pesar de persecuciones, amenazas y el clima de amedrentamiento general que el régimen mantiene y alimenta, manifiesta con creciente vigor la aspiración de cambio.  Propuestas de solución han surgido y salidas se han intentado. No es del caso entrar aquí en balances y juicios. Nuestro propósito con estas líneas es contribuir de modo concreto a la recuperación del país, al restablecimiento de una convivencia verdaderamente libre, pacífica, fraterna, productiva, dinámica, en marco constitucional republicano democrático, que nos reintegre dignamente en el concierto internacional.

    Ahora bien, lo mejor es enemigo de lo bueno. Busquemos lo perfecto pero sin pretender atraparlo en una determinada concreción. Los purismos suelen dejar la realidad intacta por la inacción. La unidad es encuentro, no fusión.

    Sobre el tapete de la actualidad nacional está la propuesta de unas primarias, mediante las cuales se escoja un candidato presidencial. El tiempo apremia y es preciso apurar el paso para definir caminos y trazar estrategias, animando al máximo posible la participación ciudadana con miras a un ejercicio efectivo de la potestad del soberano (CRBV 5).

    Con respecto a las primarias valgan las siguientes exigencias: 1) libertad en los diversos pasos del proceso; 2) supervisión internacional efectiva; 3) identificación del candidato en un listado de preferencias ;4) acuerdos previos que faciliten unidad y gobernabilidad; 5) cultivo de respeto mutuo que favorezca la corresponsabilidad política y estimule la convivencia pluralista.

    Más de una vez me he referido al país como un “nudo gordiano”, es decir, un enredo en que se entrecruzan anárquicamente inconstitucionalidades, ilegalidades e ilegitimidades, en medio del cual uno se pregunta qué camino tomar para echar adelante el país. Alejandro Magno con su espada cortando el nudo resolvió el problema. En el hoy nacional, entre las alternativas idealmente planteables, hay una que se ha propuesto y me parece hoy la más realísticamente viable: las primarias. 

    No se puede seguir deshojando la margarita en una especie de tornillo sin fin. El tiempo apremia porque la miseria avanza, el territorio se vacía, el país aceleradamente retrocede. Está de por medio la suerte de la población en progresivo empobrecimiento, reprimida por una dictadura militar “socialista” con autopercepción de eternidad. Y no habrá solución sin un cambio de régimen.

    Venezuela cuenta con abundantes reservas materiales y espirituales para salir adelante. Tenemos no sólo derecho sino obligación de refundar el país hacia una república democrática de calidad ético cultural. Las primarias pueden y deben poner en movimiento al soberano hacia el ejercicio de su potestad originaria, fundante, constituyente.

 

   

      

 

    

miércoles, 1 de febrero de 2023

ORIGEN DIVINO DE LA POLÍTICA

     La definición aristotélica del hombre como animal político obliga a sacar la política de lugar reservado para algunos y coextenderla con la vida humana en cuanto tal.  Se ilegitiman, por tanto, expresiones como “la política es una cosa sucia”, “yo no me meto en política” o “la política es para tales o cuales”. Consecuencia lógica:  afirmar la apoliticidad propia es ya una opción política. Algo semejante a lo que cabe decir respecto del quehacer filosófico como actividad humana.

    Cuando leemos el relato de la creación en la Biblia nos encontramos con que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza. (Génesis 1, 6) A ésta se la ha identificado comúnmente como la capacidad intelectiva y volitiva del hombre, su libertad y condición espiritual. Y algo que, si bien no explicitado con el mismo acento, está implícito en todo ello: su socialidad, su característico “ser para la comunicación y la comunión”.

    Central y fundamental en la revelación-fe cristiana es la afirmación de la comunionalidad de Dios, quien, en su unidad y unicidad, existe como relación interpersonal de Padre-Hijo-Espíritu. La divinidad es, por consiguiente, sociedad, compartir, familia. Así, quien crea a imagen y semejanza suya al ser humano no es un ser solitario sino solidario.

    Ahora bien, la socialidad humana tiene una multiforme expresión, aun antes del nacimiento de los individuos componentes. La concepción de éstos es ya fruto de un encuentro (de varón y hembra); y el desarrollo del hombre, desde su ver la luz hasta la muerte, forma un tejido continuo de interrelaciones corporales y espirituales. Robinson Crusoe se queda en simple ficción. Hay una expresión que solemos oír, “yo me he formado solo en la vida”, la cual tiene sentido apenas si subraya un particular esfuerzo de algunos individuos en su recorrido existencial o, mejor, coexistencial.

    La socialidad se va haciendo más compleja y amplia en la medida en que el ser humano despliega su presencia en el mundo. Habitación y relacionamiento crecen desde lo pretribal hasta los mega conjuntos urbanos y globales. El patio hogareño está ya integrando en nuestro tiempo lo interespacial en un mundo cuyos límites son elásticos ¡Cuántas sorpresas nos va dando el futuro ya presente!

    La política, que es convivir en la polis, se concreta y especializa progresivamente en relaciones intergrupales e interinstitucionales, desde las inmediatas hasta las que tocan el funcionamiento de los estados y entes internacionales. Y esa convivencia se realiza en bien diversas formas de participación, entre las cuales el protagonismo en la sociedad civil, la militancia y el liderazgo partidistas, y en especial la función de gobierno.

    Todos los seres humanos -personas en sociedad- están llamados a interesarse y participar en la suerte, en el bien común de la polis. No a todos les corresponde lo mismo. Pero sí todos tienen que corresponsabilizarse. Esto exige una educación política, la cual, integrada como algo básico, correspondiente a una vocación- tarea humana obligante, estimulará la participación e informará sobre los varios modos de ejercerla, con conciencia crítica y actitud de servicio.

    El mandamiento máximo de Jesús, el amor, no se reduce, pues, al solo relacionamiento con Dios ni tampoco al individual persona-persona. Ha de tener una ineludible proyección social. En este sentido amplio hay que interpretar el criterio de salvación o condena en el Juicio Final (ver Mt 25, 31-46).

    La política no es, por consiguiente, algo optativo. Por lo demás, una socialidad proactiva, una ciudadanía corresponsable será el mejor antídoto frente a despotismos, populismos y cosas por el estilo. Hoy cuando se habla de refundar la nación una revalorización de lo político es tarea urgente. Quien cree en Dios debe cultivar en sí el ser su imagen y semejanza, también construyendo una nueva sociedad, polis libre, fraterna, productiva, pacífica.

    El Concilio Plenario de Venezuela hablando de la Iglesia en esta materia dice algo que es bueno subrayar en aplicación humana abierta: “Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural” (Documento 3, 90).