El Régimen que plantea el
Referéndum es un sujeto contradictorio.
Contradicción es en
lógica la máxima oposición. Niega totalmente lo que se dice, no dejando término
medio. En lo conductual es actuar con incoherencia. Exigir algo de alguien,
cuando quien lo hace actúa en sentido contrario de lo que pide. Y cosas por el
estilo. Autoridad moral designa la correspondencia ética entre lo que alguien
reclama y su proceder concreto en ese mismo campo. Hipocresía es una conducta
doble, que divorcia discurso y praxis.
Los evangelios traen múltiples y
fuertes reclamos de Jesús contra la hipocresía. Habló hasta de “sepulcros
blanqueados” (Mt 23,27). Como humanos estamos siempre expuestos a comportarnos,
en cosas grandes o pequeñas, de modo incoherente. La soberbia favorece y
justifica las contradicciones. En cambio, la humildad y sinceridad personales
facilitan la detección de dobles medidas en el juicio sobre sí mismo y sobre los
demás. No en vano la recomendada oración del Padre Nuestro es confesión
permanente del lado oscuro de la condición humana.
La política es, en una u otra
forma, quehacer ineludible de los seres y comunidades humanas; sin embargo,
junto a ser actividad indispensable para edificar una convivencia humana digna
y promotora del bien común, se presta a convertirse en escenario de corruptelas
del más diverso tipo, desde menudos aprovechamientos egoístas hasta enriquecimientos
ilícitos, dañinos favoritismos y nepotismos, sectarismos, prepotencias y
opresiones. Esto llega hasta farisaísmos constitucionales, en la práctica
oficial traiciona a la letra legal.
Valgan estas consideraciones como
conveniente reflexión respecto del Referéndum sobre el Esequibo, las cuales no
puedo callar como creyente y pastor.
Afirmo como punto de partida mi
convicción acerca de lo justo del reclamo venezolano. No me enredaré, sin
embargo, en cuestiones relativas al tratamiento jurídico y político oficial y
nacional que se debe dar en la materia; tampoco sobre la oportunidad,
estructura y otros aspectos del Referendo. Hay gente seria y bien calificada
que se ha ocupado y/o puede-debe ocuparse del asunto.
Mi aporte se ofrece como
reflexión sobre algunos aspectos políticos y ético-culturales del abordaje
concreto del problema en cuestión.
Una primera reflexión sería sobre
la autoridad moral de quien lanza el Referéndum. Venezuela no goza, en
efecto, de un estado de derecho y eso, al menos estéticamente, no compagina con
el reclamo en cuestión. Se pide el voto de la población al tiempo que se
obstruye ese voto en las Primarias y se lo rodea de trabas para las
Presidenciales como la consigna de que “por las buenas o por las malas” no
habrá alternabilidad. Se presiona el opinar sobre el Esequibo mientras la
ciudadanía está conatelizada, silenciada por la hegemonía comunicacional
gubernamental. Centenares de venezolanos están presos y torturados por disentir
de la ideología y la praxis del Régimen. Y se mantiene un clima de
amedrentamiento de los ciudadanos como consecuencia del proyecto totalitario
oficial.
Una segunda reflexión consiste en
la relación tierra-población. Se reclama la integración de una porción de
tierra mientras que a) del territorio venezolano se expatría por emigración
forzada un cuarto de la población, b) parte del territorio nacional está
dominado por guerrillas de fuera, c) una considerable extensión de nuestra
Guayana (Arco Minero) es víctima de agresión ecológica.
Una tercera se refiere al status
de la población nacional; se busca acrecentarla en momentos en que está en
severo y creciente empobrecimiento y en una crisis global de servicios, sueldos
y producción, aparte de la inexistencia de una convivencia democrática.
Tiene plena vigencia y urgencia
el llamado de la Conferencia Episcopal Venezolana a una refundación nacional.
Sigue actual la finalidad refundacional de la Constitución de 1999
según lo destaca su Preámbulo. Así como una vez el “vuelva al cabildo” estimuló
la gesta independentista, ahora el volver a la Constitución reclama el cambio
refundacional. Para ello, como en el ´99, hemos de invocar “la protección de
Dios” y “el ejemplo histórico” de Bolívar.
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