Han transcurrido más de dos décadas bajo el régimen identificado como Socialismo Siglo XXI. Capítulo de historia patria en tiempo muy especial por ser 1) puente no sólo de siglos, sino de milenios y b) marco planetario de transformaciones y novedades -particularmente en los campos de la comunicación y la vida-, de tal magnitud, que justifican hablar de cambio epocal y tercera ola humana.
Lamentablemente nuestra Venezuela en este período extraordinario ha
marchado a contracorriente del dinamismo global; en efecto, no sólo ha experimentado
una real parálisis en materia de desarrollo, sino que ha exhibido un patente
retroceso en cuanto a convivencia política, crecimiento económico y calidad
ético cultural. No es del caso entrar en
particulares que, entre otros, el episcopado venezolano, ha venido poniendo de
relieve en sus regulares y preocupantes mensajes. Términos constantes que
aparecen en los análisis y apreciaciones son: crisis, involución, deterioro,
desastre. Por ello los obispos plantean la urgencia de una “refundación
nacional”. El Concilio Plenario de
Venezuela, proféticamente celebrado de 2000 a 2006, ofrece material valioso
para una tal empresa.
Ante la prolongación de la crisis no
pocos han caído en derrotismo, claudicación y desesperanza. La gran mayoría de
los compatriotas, sin embargo, resisten en inconformidad y a pesar de
persecuciones, amenazas y el clima de amedrentamiento general que el régimen mantiene
y alimenta, manifiesta con creciente vigor la aspiración de cambio. Propuestas de solución han surgido y salidas
se han intentado. No es del caso entrar aquí en balances y juicios. Nuestro
propósito con estas líneas es contribuir de modo concreto a la recuperación del
país, al restablecimiento de una convivencia verdaderamente libre, pacífica, fraterna,
productiva, dinámica, en marco constitucional republicano democrático, que nos reintegre
dignamente en el concierto internacional.
Ahora bien, lo mejor es enemigo de lo bueno. Busquemos lo perfecto pero sin
pretender atraparlo en una determinada concreción. Los purismos suelen dejar la
realidad intacta por la inacción. La unidad es encuentro, no fusión.
Sobre el tapete de la actualidad nacional está la propuesta de unas
primarias, mediante las cuales se escoja un candidato presidencial. El tiempo
apremia y es preciso apurar el paso para definir caminos y trazar estrategias,
animando al máximo posible la participación ciudadana con miras a un ejercicio
efectivo de la potestad del soberano (CRBV 5).
Con respecto a las primarias valgan las siguientes exigencias: 1) libertad
en los diversos pasos del proceso; 2) supervisión internacional efectiva; 3) identificación
del candidato en un listado de preferencias ;4) acuerdos previos que faciliten
unidad y gobernabilidad; 5) cultivo de respeto mutuo que favorezca la corresponsabilidad
política y estimule la convivencia pluralista.
Más de una vez me he referido al país como un “nudo gordiano”, es decir, un
enredo en que se entrecruzan anárquicamente inconstitucionalidades,
ilegalidades e ilegitimidades, en medio del cual uno se pregunta qué camino
tomar para echar adelante el país. Alejandro Magno con su espada cortando el
nudo resolvió el problema. En el hoy nacional, entre las alternativas
idealmente planteables, hay una que se ha propuesto y me parece hoy la más realísticamente
viable: las primarias.
No se puede seguir deshojando la margarita en una especie de tornillo sin
fin. El tiempo apremia porque la miseria avanza, el territorio se vacía, el
país aceleradamente retrocede. Está de por medio la suerte de la población en progresivo
empobrecimiento, reprimida por una dictadura militar “socialista” con autopercepción
de eternidad. Y no habrá solución sin un cambio de régimen.
Venezuela cuenta con abundantes reservas materiales y espirituales para
salir adelante. Tenemos no sólo derecho sino obligación de refundar el país
hacia una república democrática de calidad ético cultural. Las primarias pueden
y deben poner en movimiento al soberano hacia el ejercicio de su potestad
originaria, fundante, constituyente.
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