jueves, 16 de mayo de 2024

LA IGLESIA CATÓLICA ANTE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES

 

    La posición concreta de la Iglesia y de su representación episcopal en una determinada circunstancia electoral no es algo que pueda definirse a priori. Depende de la situación, aparte de otros eventuales factores. Estudié en la Italia de la post guerra cuando la alternativa, más que electoral, era vital e histórica: o el Partido Comunista Italiano con Togliatti y el alineamiento con la URSS, o la Democracia Cristiana con De Gásperi y la permanencia en el Occidente democrático. Para la Iglesia estaba claro. Regresé al país, caída la dictadura de Pérez Jiménez, en un tiempo de incipiente pluralismo, cuando en las votaciones la libertad y un futuro abierto no se planteaban ya n forma dilemática.

    En el ámbito nacional las cosas han cambiado. Ello explica las siguientes tomas de posición del Episcopado: “Ante el deterioro progresivo de la situación política venezolana hemos señalado en nuestras recientes Exhortaciones de julio 2019 y enero 2020 que se hace necesaria la salida del actual gobierno y la realización de elecciones presidenciales limpias, y en condiciones de transparencia y equidad (…) los graves problemas del país no se solucionan, sino con cambios substanciales que respeten la ley, la institucionalidad y la autonomía de los poderes públicos” (Exhortación Pastoral del 10. 7. 2020).  El año siguiente otra exhortación (11. 1. 2021) denunciaba el empobrecimiento general como efecto de un modelo ideológico, el agravamiento en materia de violación de derechos humanos y la masiva migración forzada, de allí que volvía a insistir en la necesidad de “un cambio radical en la conducción política” del país. Meses más tarde (12.7.2021) el Episcopado planteó la necesidad de refundar la nación.

    Todavía el año pasado el Episcopado advirtió: “nuestro país continúa viviendo una crisis política, social y económica profunda. Un escenario que pone en entredicho la gestión de gobierno que por más de veinte años ha guiado los destinos de la nación”. Y añadió algo bien grave: “Hoy podemos decir que en Venezuela existe todo un pueblo crucificado”. De allí este interpelante llamado: “Invitamos a todos los creyentes y a toda persona de buena voluntad ejercer una doble conversión: a asumir con autenticidad el testimonio personal, con lucidez y compromiso humanizante, y el protagonismo consciente de ciudadanía responsable (…) Pasemos de lamentaciones y postraciones a acciones liberadoras”. Y formuló un compromiso: “Que nos pongamos, en cada diócesis, en cada parroquia, en cada congregación y en cada colegio, en cada empresa, oficina o comercio, de cara a la parálisis nacional, y cada uno pregunte qué puedo hacer yo, cuánto más puedo aportar, cuánto y en qué ámbitos puedo pasar del yo al nosotros, elevando y multiplicando el bien que producimos”. (Exhortación 13 de enero 2023)

    La semana pasada escribí acerca de la histórica caída del Muro de Berlín y con él del régimen comunista, no en medio de un conflicto fratricida, sino enmarcada en un pacífico reencuentro unificador. Las dos Alemanias estatales se reunificaron, y sus poblaciones se reconciliaron. Predicciones apocalípticas fallaron. Se impusieron:  la memoria histórica popular, la racionalidad de Bien Común, el instinto de supervivencia…y, para los creyentes, no estuvo ausente la mano de Dios. La historia no se repite, pero sí enseña. El comunismo había llegado allí con pretensión de quedarse como un destino necesario, pero el hecho es que no se quedó, porque la libertad creadora destruyó el mito.

    No resulta incongruente que los Obispos propicien, en medio de una crisis nacional global que se agrava, un cambio de régimen hacia una Venezuela en que no se vean forzados a plantear lo mismo en el futuro, como resultado de que la democracia se respete.

    Lo cierto es que lo sucedido en el país en las últimas décadas ha de llevar, no sólo a evitar represalias o retaliaciones contraproducentes y quedarse en arrepentimientos estériles comenzando por la misma Iglesia y sus pastores, sino a generar conversiones proactivas. Pues, entre otras cosas, ¿en qué medida no se formó a la ciudadanía -en su mayoría católica- para una participación política responsable, y para que su soberanía fuese lúcida, efectiva, humanista, de altas miras?  

sábado, 4 de mayo de 2024

CAIDA DE MURO Y CIUDAD

     Al famoso Muro de Berlín pude seguirlo también presencialmente en diversos momentos durante su existencia (13. 8. 1961-9. 11. 1989). Estuve en dicha capital antes, después de la construcción y también luego de echado abajo ese monumento de vergüenza.       

    Me encontraba en Múnich cuando las emisoras de radio comenzaron a transmitir, con dolor y furia, el ruido de taladros rompiendo calles berlinesas para construirlo. Y en 2011 pude compartir en Berlín la conmemoración del 50º aniversario del infausto inicio.

    Construido el Muro, confieso que no me ponía el problema de su extinción, como tampoco el de la caída del comunismo que el mismo simbolizaba, porque “problema que no tiene solución no es problema”. La duración del dominio soviético -aunque realidad histórica y, consiguiente temporal- se proyectaba como algo de impredecible término por la naturaleza del sistema totalitario. Su defunción fue, con todo, sorpresiva; un tsunami popular se desencadenó de repente para tumbar el muro, en lo cual hasta algunos de los guardias que lo aseguraban colaboraron en el desmantelamiento. Claro está, factores de resistencia trabajaban en silencio y con paciencia, pero….

    En mi imaginación yo no concebía un ocaso pacífico del muro y del sistema que simbolizaba. La STASI (organismo de seguridad) y la nomenklatura férrea no podrían desaparecer en paz; me figuraba un cambio bien conflictivo, pintado con bastante sangre, con innumerables víctimas y consecuencias desastrosas. Ya había presenciado la “Cortina de hierro”, con su instrumental amenazante y disuasivo, también en zona agrícola, en la frontera de la Alemania Federal con Checoeslovaquia.

    ¿Qué paso entonces? Los creyentes utilizamos con frecuencia la palabra milagro para calificar hechos mundanamente inexplicables. Pues bien, cayó el Muro y no supe de ningún enfrentamiento, así como de ningún humano fusilado, ahorcado o cosa semejante. Hubo, en cambio, música, lágrimas pero de alegría, alborozo de rencuentros, fuegos artificiales … Parece que la tierra hubiese engullido de repente los bloques de concreto, los policías apertrechados y vigilantes para evitar fugas. La reunificación alemana comenzó a caminar presurosamente, superando diferencias y obstáculos.

    Todo ello configuró un cuadro diferente a la caída de la ciudad de Berlín en 1945, en manos del avasallante ejército soviético. Bastantes films y videos están a pública disposición para percibir esa victoria-tragedia. Personalmente pude contemplar tiempo después un Berlín con más o menos 80 por ciento en el suelo.  Con los previos inclementes bombardeos anglo norteamericanos y la avasallante entrada de la armada roja la esplendorosa capital del Reich quedó hecha una miseria. Hitler en su soberbia había preferido enterrarse con su imperio antes que perderlo. “Por las buenas o por las malas” lo proyectaba por mil años. “Había llegado para quedarse”, con la esvástica ondeando desafiante en suelo ario.

    Hago memoria de estas cosas porque dicen que la historia es maestra de la vida. Y que quien no sabe de dónde viene no sabe hacia dónde va.

    Venezuela vive hoy una situación sumamente crítica. Bajo una dictadura de corte totalitario, y urgida de cambio hacia una convivencia como la ordena la Constitución patentemente en su Preámbulo y sus Principios Fundamentales. Y, sobre todo, como Dios la quiere:  libre, justa, fraterna, pacífica. La nación tiene ante sí unas elecciones bastante próximas en las cuales el soberano debe-debería libremente decidir.

    ¿Cómo serán el cambio y la transición? ¿Como la caída pacífica del Muro o como el suicidio del Fuhrer y el desmantelamiento de Berlín? Estos días y semanas son claves. ¿Se abrirá paso en el Régimen la racionalidad, un talante realista y humanista, o se radicalizará una voluntad continuista, represiva, excluyente y destructora?

    Quien puntea hoy las encuestas tiene felizmente un espíritu amplio y una palabra dialogante, que responden a un anhelo nacional. Unas elecciones libres, en un ambiente de mutuo respeto, abrirían-deben abrir el camino al cambio-transición que la nación urge y Dios quiere:  hacia Venezuela como ámbito de encuentro y casa común.