sábado, 31 de mayo de 2025

DEMOCRATIZACIÓN DE LA INTELIGENCIA

     El tema del desarrollo de la inteligencia con novedosas exploraciones en este campo, entre las cuales sobresale la inteligencia artificial, me llevó a destacar, en reciente intervención en Coro sobre el expresidente Luis A. Herrera Campins, lo que estimo la principal y peculiar obra de su gobierno.

    Paradójica y lamentablemente esa iniciativa, revolucionaria en el mejor sentido de la palabra, fue enterrada sin pena ni gloria al terminar el mandato del ilustre portugueseño, como si hubiese sido una menuda disposición de ordinaria administración. Desde entonces no ha habido dolientes que recuperen en algún modo el tesoro sepultado.

    A mí me gusta repetir lo que una vez oí de un amigo brasileño: “no hay cosa más peligrosa que enseñar a alguien a pensar con su propia cabeza”. ¿Por qué? Se está formando, en efecto, a un crítico de lo que uno propone. Pero no hay remedio, si se pretende edificar una sociedad de personas pensantes y protagonistas y no una masa de simples oyentes y seguidores, es preciso educar en el sentido genuino de esta palabra. Y educar es procurar que desde el interior del ser humano mismo emerjan concepciones, convicciones y creaciones. Como del mármol emergieron los davides y piedades del escultor toscano. Y en cuanto al saber, importa el tenerlo, pero, más todavía, el cómo obtenerlo. El método, cuyo aprendizaje no exige edad para comenzar.

    El timón de la aventura cristalizó en el Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia, del cual fue encargado otro gran venezolano y amigo, Luis Alberto Machado. Sobre la finalidad y motivación, realizaciones y valoración de tan importante iniciativa conviene leer La democratización de la Inteligencia editada oficialmente en 1984 con Presentación e importantes intervenciones del presidente Herrera Campins.  

    El proyecto y sus primeros frutos fueron apreciados más fuera que dentro del país. Recibió apoyo de institutos, centros de investigación y gobiernos de las más diversas naciones e ideologías, al tiempo que catalizó muy diversos intercambios y encuentros a los más varios niveles.  Esa revolución, verdadera de verdad, tocaba no simplemente determinadas expresiones del quehacer humano, sino su fuente misma, como es la inteligencia. Facultad no encerrada en sí misma, sino interpretada como gemela de una voluntad orientada éticamente hacia el desarrollo integral, la justicia y la paz. La Revolución de la inteligencia- El derecho a ser inteligente”, de Luis Alberto (Ed. Planeta 1983) es bien explícita al respecto.

    El cultivo sistemático de la inteligencia asumido, por su amplitud y trascendencia, como tarea del Estado, planteaba entre sus características principales: su sólida fundamentación científica, su funcionalidad respecto de la realidad concreta, su direccionalidad a toda la población sin distingos de ninguna especie, su talante inclusivo en materia ideológica y política, su apertura en beneficio de todos los pueblos. El término “Democratización de la inteligencia” expresaba esta apertura servicial, constructiva, genuinamente humanista, de dicha “Revolución”.

    En esta línea se integraban la participación protagónica de la familia, la orientación de la educación formal, el compromiso sindical y la más variada contribución social. Y se promovía el trabajo conjunto con altos centros de investigación mundial y organizaciones nacionales investigativas y pedagógicas.

    A un buen número de años del ocaso de tan valiosa iniciativa del Presidente Herrera se pueden apreciar las dimensiones de esa gran pérdida nacional. No sólo por lo que se marginó de positivo, sino por la negatividad creciente en el campo de la educación y la investigación en el país. El corte totalitario del régimen imperante ha acentuado desde entonces una estatización masificante, el monolitismo ideológico, la hegemonía comunicacional, el cierre a la formación de una conciencia crítica y de una convivencia pluralista.

    Importante es pensar; pero más, todavía, es pensar cómo pensar más y mejor. Aprovechando la inteligencia que Dios nos regaló, no sólo para utilizarla sino para hacerla crecer desarrollarla en perspectiva de bien. Democratizándola para lo mejor.  

 

martes, 20 de mayo de 2025

TRÍADAS Y PEROS EN DOCTRINA SOCIAL

     Por Doctrina Social de la Iglesia (DSI) puede entenderse el conjunto de principios, criterios y orientaciones para la acción, que desde la Iglesia se ofrece con miras a la organización de una integral convivencia social.

    Cuando se habla de este tema inevitablemente surge la mención de un documento considerado como el de arranque oficial en la materia, la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (15 mayo 1891). La DSI se enraíza en la Sagrada Escritura y se ha venido desarrollando en la historia a través de aportes, ya oficiales, ya de entidades o personas particulares de los distintos sectores o niveles de la Iglesia. Un proceso que ha sido siempre de dar y recibir, enseñar y aprender, en virtud de la condición histórica cristiana. Pensemos en temas como el ecológico, de incorporación relativamente reciente. En Venezuela contamos con una especie de manual propio en la materia, en virtud de la metodología del ver-juzgar-actuar seguida en su elaboración; se trata del documento 13 producido por el Concilio Plenario de Venezuela (200-2006) y titulado Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad.

    El manejo de la DSI no se restringe a personas o grupos determinados; me gusta recordar que ya el Arzobispo de Caracas a finales de los 40´ incorporó temas de la misma al catecismo para alumnos de escuela primaria, y Juan Pablo II planteó incorporar dicha doctrina en la etapa inicial de formación catequética. Recordemos a este propósito algo de Perogrullo: la familia es la primera escuela.

    En la DSI se pueden señalar algunas tríadas de particular importancia y que son muy útiles a la hora de organizar su teoría y praxis. Cuando se habla de tríadas la memoria vuela inevitablemente al filósofo Hegel, cuyo sistema es un intrincado tejido tripartita, comenzando por la muy conocida dialéctica de tesis-antítesis y síntesis. Para un cristiano lo de triádico no extraña en modo alguno, dada su fe que es, fundamental y centralmente, confesión de un Dios Unitrino, Padre-Hijo-Espíritu Santo.

    En cuanto a las múltiples tríadas identificables y manejables en la DSI valgan los siguientes ejemplos. 1) Ámbitos sociales con sus respectivos campos y valores: económico/tener/justicia, político/poder/libertad, ético- cultural/calidad espiritual/gratuidad. 2)  Puntos capitales antropológicos y sociales:  centralidad de la persona, bien común y estado de derecho. 3) Exigencias para una recta y fecunda praxis: solidaridad, participación y subsidiaridad. 4) Componentes de lo que podría denominarse una “nueva sociedad”: comunidad participativa de bienes, democracia y calidad espiritual. 5) Modos o formas de praxis política: actuación ciudadana, actividad partidista, ejercicio del poder.

    Puede también decirse de la DSI en varios aspecto un sí, junto a un pero. En efecto, a) tiene su fuente e igualmente su fuerte en la Iglesia, pero no está amarrada a una perspectiva de fe, pudiendo ser asumida también por no creyentes y convertirse en ámbito de encuentro y diálogo; b) alimenta propuestas teóricas y prácticas, pero sin reducirse a una ideología o programa determinados; c) es apta para orientar un proyecto concreto, pero su desarrollo y progresividad no la amarran a un tiempo determinado; d) está pensada para orientar propuestas, programas y movimientos, pero como conjunto abierto no es identificable o monopolizable como algo exclusivo de un movimiento o partido.

    Para un cristiano la DSI desarrolla en profundidad y trascendencia la condición del ser humano y de la polis que está llamado a construir. El Dios de referencia es amor, la solidaridad que exige es estrecha fraternidad y el futuro definitivo al que abre es de convivencia supra temporal.

    Como estamos en momentos de nuevo pontificado resulta oportuno recordar, en lo concerniente a doctrina social, la contribución significativa del Papa Francisco con su encíclica Laudato Si´ en materia de “cuidado de la casa común”, “comunión universal” humano-cósmica y “lectura de la realidad en clave trinitaria”. Y el nombre mismo del nuevo Papa, que recuerda el del lanzador oficial de la DSI con su documento “Sobre la condición de los obreros”.  

 

 

domingo, 4 de mayo de 2025

DIOS TRINIDAD EN FRANCISCO

     El título de estas líneas destaca aplicaciones concretas particularmente significativas del magisterio de Francisco de la cristiana sobre Dios en cuanto revelado por Cristo, como comunión, relación interpersonal.

    Lo central de la fe cristina, que se expresa sintéticamente en el Credo de la Misa, se confiesa en la conocida alabanza del Gloria y se manifiesta comúnmente al trazarse la señal de la cruz, es la confesión del Dios uno y único como Trinidad: Padre-Hijo-Espíritu Santo.

    Esto es en cuanto a explicitaciones. No sucede lo mismo en lo que se refiere a la implicitación de esa verdad fundamental en el tejido ordinario reflexivo y práctico de la vida de los cristianos. La noción de la divinidad que se maneja de modo corriente se queda, en buena medida, en lo que la razón humana puede alcanzar con su propio potencial e instrumentos. Pensemos en lo que el filósofo Leibniz (+1716) sistematizó en su Teodicea y el pensamiento ilustrado formuló, de modo reductivo y esquemático, desvinculándolo del devenir histórico. en el período inmediatamente siguiente del siglo XVIII.

    Si bien el cristiano ordinario va más allá de la empobrecida interpretación iluminista, no incorpora suficientemente, con todo, de modo patente y efectivo, la revelación hecha por Jesús acerca de la naturaleza e intimidad trinitarias de Dios, con las consecuencias que ello debe tener para el ser y el quehacer creyentes.

    En perspectiva cristiana Dios es y actúa como comunión interpersonal; es, en sí, diálogo, comunicación, compartir; o como la Primera Carta de Juan lo sintetiza, a saber, Dios es Amor (4, 8). No es, por tanto, el infinito, absoluto, solitario, del Iluminismo, ni se queda en el trascendente unipersonal de las grandes religiones.

    Pero no basta para el cristiano la confesión conceptual y aislada de Dios como Trinidad. Es preciso descubrir y relacionarse con ésta, poniendo sobre el tapete sus implicaciones en el devenir humano y el dinamismo cósmico. Percibirla en la cotidianidad y la globalidad de su obra de creación y salvación.

    Del amplio y rico magisterio del Papa Francisco estimo oportuno, provechoso y obligante en este momento tan especial destacar algunas expresiones magisteriales suyas relativas a la trinitariedad divina aplicadas a varios temas de particular importancia de la Iglesia y el mundo.

    Un primer punto sea el cósmico: “El mundo fue creado por las tres Personas como un único principio divino (…)”. De allí “el desafío de tratar de leer la realidad en clave trinitaria” (Laudato Si´ 238). El mundo es una “trama de relaciones”, como obra que es de la intercomunicación divina (Cf. Ibid. 240). El hombre forma “con los demás seres del universo una preciosa comunión universal” (Ibid. 220). Aquí el Papa Bergoglio amplía analógicamente la comprensión del concepto comunión 

     Otro punto sea el antropológico: “El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización (misión de la Iglesia) y promoción humana” (Evangelii Gaudium 178). Es la razón última de la socialidad, convivialidad, politicidad humanas.

    Un tercer punto toca lo kerygmático (del griego kérygma, anuncio), referente a la proclamación primera y principal cristiana de lo central y nuclear de la buena nueva, es decir, de la evangelización.  Pues bien, Francisco recordó, subrayando: “El kérygma es trinitario” (Ibid. 164). El anuncio cristiano, con todas sus implicaciones en el orden doctrinal y práctico de la misión de la Iglesia, es, pues, radicalmente trinitario e integralmente trinitario-cristológico. Penetra y da sentido a todo el conjunto cristiano, con sus obvias consecuencias en los campos de la moral y la espiritualidad.

    Francisco dejó sobre el tapete eclesial la temática de la sinodalidad. Pues bien, ésta, que entraña un “caminar juntos”, es reflejo, consecuencia, condición, exigencia, de la comunión, que Dios Trinidad quiere tejer en el mundo. Propósito del cual la Iglesia se entiende como signo e instrumento, es decir, como sacramento.