IGLESIA EN LA REPUBLICA
Ovidio Pérez Morales
Desde 1498 la Iglesia ha estado íntimamente presente en el devenir venezolano.
La fe católica penetró el espíritu nacional hasta convertirse en un signo de identidad, que los fundadores de la República reflejaron en los documentos constituyentes. Luego se irán integrando otras confesiones y convicciones, manteniéndose, con todo, la adhesión mayoritaria católica de nuestro pueblo, en un marco de fluido respeto y diálogo.
Situaciones críticas no le han faltado a las instituciones de la Iglesia católica en el período republicano. Ejemplos: cuando el país se inauguró como independiente en 1830, el usurpado Patronato Eclesiástico llevó a los obispos al exilio. Con Guzmán Blanco el laicismo-cesaropapista llegó al clímax: destierro de obispos, arrasamiento de conventos, cierre de seminarios, aparte de leyes dirigidas al cerco administrativo y jurisdiccional de la jerarquía. Un testimonio patente de la postración institucional de la Iglesia y las penurias en su actividad apostólica en el cruce de siglos XIX-XX, lo ofrece la comunicación dirigida por los Obispos al Presidente Dr. J.P. Rojas Paúl (26.9. 1889).
No podrían omitirse en un análisis de los roces Iglesia-Estado durante el siglo XIX, las fallas operativas de la jerarquía misma, como tampoco el débil bagaje doctrinal y pastoral de la Iglesia para abordar adecuadamente la modernidad y sus nuevos tiempos laicos, liberales, democráticos. El renovador Concilio Vaticano II se tuvo apenas en los 60´ del siglo siguiente.
Los tiempos “serenos” del Gomecismo registran prisión y muerte de algunos sacerdotes, un decreto (no puesto en práctica) de expulsión del Episcopado, el ostracismo del Obispo de Valencia –futuro mártir del régimen nazi- . El trienio postoctubrista (1945-1948) encrespó las aguas (por el Decreto 321 y otras causas). La década “militar” inaugurada con la caída de don Rómulo Gallegos experimentó un in crescendo en distanciamientos y tensiones, que llegaron con la carta pastoral de Monseñor Arias Blanco del 57´ a un choque frontal con la dictadura.
La Iglesia se comprometió muy decididamente en pro de la convivencia democrática durante la etapa que se inició el 23 de Enero de 1958, en la perspectiva de su misión evangelizadora, con sentido crítico, promoviendo siempre el bien del país y el mayor servicio a los más débiles. Para conocer la mente y la acción del Episcopado a partir de esa fecha hasta 2007 es fundamental acudir a Compañeros de camino, tres volúmes de documentos compilados y presentados por los obispos Baltazar Porras Cardozo (I-II) y José Luis Azuaje (III).
La amplia Declaración de la Conferencia Episcopal Venezolana a los treinta años del 23 de enero de 1958 (12.1.98) advierte algo que, a poco más de veinte años de distancia de 1988, resuena con peculiar acento: “Muy distinto habría sido nuestro proceso democrático, y otra la situación actual, si quienes han conducido los diversos órdenes de la vida nacional, hubieran escuchado y puesto en práctica las orientaciones, que, desde el Evangelio, comunicábamos a los hijos de la Iglesia y a todos los venezolanos” (No. 3.6).
Una Declaración del Episcopado a inicios del crucial ´98, luego de subrayar algunas tareas nacionales apremiantes, enfatizó: “la democracia como sistema político no es negociable”
La Iglesia fue lanzada a la historia para evangelizar. Esto le exige enseñar, aportar; pero también aprender, recibir. En la línea del mandamiento máximo.
La fe católica penetró el espíritu nacional hasta convertirse en un signo de identidad, que los fundadores de la República reflejaron en los documentos constituyentes. Luego se irán integrando otras confesiones y convicciones, manteniéndose, con todo, la adhesión mayoritaria católica de nuestro pueblo, en un marco de fluido respeto y diálogo.
Situaciones críticas no le han faltado a las instituciones de la Iglesia católica en el período republicano. Ejemplos: cuando el país se inauguró como independiente en 1830, el usurpado Patronato Eclesiástico llevó a los obispos al exilio. Con Guzmán Blanco el laicismo-cesaropapista llegó al clímax: destierro de obispos, arrasamiento de conventos, cierre de seminarios, aparte de leyes dirigidas al cerco administrativo y jurisdiccional de la jerarquía. Un testimonio patente de la postración institucional de la Iglesia y las penurias en su actividad apostólica en el cruce de siglos XIX-XX, lo ofrece la comunicación dirigida por los Obispos al Presidente Dr. J.P. Rojas Paúl (26.9. 1889).
No podrían omitirse en un análisis de los roces Iglesia-Estado durante el siglo XIX, las fallas operativas de la jerarquía misma, como tampoco el débil bagaje doctrinal y pastoral de la Iglesia para abordar adecuadamente la modernidad y sus nuevos tiempos laicos, liberales, democráticos. El renovador Concilio Vaticano II se tuvo apenas en los 60´ del siglo siguiente.
Los tiempos “serenos” del Gomecismo registran prisión y muerte de algunos sacerdotes, un decreto (no puesto en práctica) de expulsión del Episcopado, el ostracismo del Obispo de Valencia –futuro mártir del régimen nazi- . El trienio postoctubrista (1945-1948) encrespó las aguas (por el Decreto 321 y otras causas). La década “militar” inaugurada con la caída de don Rómulo Gallegos experimentó un in crescendo en distanciamientos y tensiones, que llegaron con la carta pastoral de Monseñor Arias Blanco del 57´ a un choque frontal con la dictadura.
La Iglesia se comprometió muy decididamente en pro de la convivencia democrática durante la etapa que se inició el 23 de Enero de 1958, en la perspectiva de su misión evangelizadora, con sentido crítico, promoviendo siempre el bien del país y el mayor servicio a los más débiles. Para conocer la mente y la acción del Episcopado a partir de esa fecha hasta 2007 es fundamental acudir a Compañeros de camino, tres volúmes de documentos compilados y presentados por los obispos Baltazar Porras Cardozo (I-II) y José Luis Azuaje (III).
La amplia Declaración de la Conferencia Episcopal Venezolana a los treinta años del 23 de enero de 1958 (12.1.98) advierte algo que, a poco más de veinte años de distancia de 1988, resuena con peculiar acento: “Muy distinto habría sido nuestro proceso democrático, y otra la situación actual, si quienes han conducido los diversos órdenes de la vida nacional, hubieran escuchado y puesto en práctica las orientaciones, que, desde el Evangelio, comunicábamos a los hijos de la Iglesia y a todos los venezolanos” (No. 3.6).
Una Declaración del Episcopado a inicios del crucial ´98, luego de subrayar algunas tareas nacionales apremiantes, enfatizó: “la democracia como sistema político no es negociable”
La Iglesia fue lanzada a la historia para evangelizar. Esto le exige enseñar, aportar; pero también aprender, recibir. En la línea del mandamiento máximo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario