sábado, 11 de septiembre de 2010

3.2.10
SUEÑO DE CONVIVENCIA
Ovidio Pérez Morales
Me fue sumamente grato encontrarme el pasado 28 de agosto en Washington, en el 47º aniversario del discurso de Martin Luther King: Tengo un sueño. Entonces, una muchedumbre que culminaba su marcha por empleos y libertad, escuchó las proféticas palabras del incansable protagonista del movimiento de los derechos civiles pronunciadas en las escalinatas del Lincoln Memorial. King permanece como Gandhi, ícono de la protesta no violenta o no violencia activa.
En este día aniversario hubo en la ciudad dos multitudinarias manifestaciones, contrastantes desde el punto de vista ideológico-político. Una, predominantemente de blancos –por cierto que entre los oradores resaltó la voz de una sobrina de M. L. King-, se desarrolló en el mismo lugar de la famosa proclama de 1963; la otra, sobre todo de gente de color, luego de pasar al lado de la primera, culminó su recorrido bastante cerca, donde se erigirá el King Memorial. Las dos concentraciones coincidieron, desde distintos ángulos, en exaltar la persona y el mensaje del líder de la justicia racial.
Algo que me impresionó muy positivamente de las dos concentraciones fue el respeto mutuo entre sus participantes. Y estamos hablando de centenares de miles de personas. Un ambiente pacífico, sin despliegue alguno manifiesto de fuerza pública, con ausencia patente de toda violencia verbal o física.
La fecha aniversaria me hizo volver, no sólo físicamente al lugar del histórico discurso, sino, sobre todo, espiritualmente, a una meditación sobre su contenido, que permanece actual en el reclamo válido contra toda discriminación y en favor de un compromiso efectivo por los derechos humanos, por la fraternidad.
“Tengo un sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero sentido de su credo: mantenemos… que todos los hombres han sido creados iguales… Con esta fe, seremos capaces de extraer de la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar los discordantes desencuentros de nuestra nación en una bella sinfonía de hermandad”. King, en coherencia con su fe cristiana –fue ministro bautista desde los 18 años- y en sincera comprensión de todo credo y convicción, orientó su acción a un encuentro sin fronteras. Todos los seres humanos son hijos de Dios y deben vivir, por tanto, en comunión, rompiendo cualquier barrera de discriminación, intolerancia, exclusión.

La fe en el origen y destinación comunes de los seres humanos, alimentó su firme esperanza, que lo llevó a un trabajo persistente por la libertad y la igualdad. Y como creyó en la humana fraternidad, encauzó su acción por el camino de la no violencia. No trató de aplastar y destruir al otro, sino de atraerlo, interpelarlo y presionarlo, por medios no violentos y acordes con su dignidad de persona, a una convivencia que a todos habría de dignificar. Su “sueño” no era inoperante fantasía, sino anhelo operativo. King –asesinado en 1968- tuvo la suerte de Gandhi. La de Cristo: “nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

¿Qué entraña el sueño de Martin Luther King para los venezolanos de hoy? Lograr que este país sea una casa, un hogar, para todos los nacidos en este país y para los se han sembrado en este suelo. Edificar una convivencia fraterna, no “a pesar de”, sino, precisamente con nuestras diferencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario