domingo, 20 de enero de 2013

CRISTIANO EN TIERRA

Ovidio Pérez Morales El cristiano aparece definido claramente en el Nuevo Testamento como ciudadano de dos mundos. Uno, el definitivo: la plenitud del Reino prometida por Jesús para el “más allá “de la historia. El otro, el mundano, teatro del acontecer histórico. Sin esas dos referencias fundamentales integradas y asumidas con seriedad y responsabilidad, la existencia cristiana se desvanece y descompone. Quedaría, de un lado, un espiritualismo alienante, que alguna corriente materialista ha conceptuado como “opio del pueblo”. Del otro lado, si el bautizado olvida la dimensión trascendente, el cristianismo se convierte en una ideología intramundana a secas, con las alas recortadas y sin mayor aliento. Un documento que da la substancia de lo que significa ser cristiano en tierra, es la primera carta de Juan, en donde “el otro”, el prójimo, aparece como camino hacia Dios, como presencialización de Cristo. Entonces el compromiso mundano fraterno se muestra supremamente ineludible, obligante, No sólo en lo que refiere a la relación solidaria yo-tu y al proximus más cercano, sino a la que abre a la hermosa tare de edificar una “nueva sociedad”. El cristiano se torna así en ciudadano activo y corresponsable. La formación para este trabajo de con-vivencia es parte integrante, fundamental, de la educación en la fe; no se queda en algo adherente, secundario. Es substancial. Si la misión de la Iglesia -y, consiguientemente, de los cristianos- en el mundo es la evangelización, entonces lo tocante a su compromiso social constituye una dimensión de ese quehacer evangelizador, al lado de las otras cinco: primer anuncio o kerigma, educación de la fe, celebración litúrgica y oración, organización de la comunidad visible y diálogo. Para formar en el compromiso social, en el protagonismo ciudadano, la Iglesia dispone de una Doctrina Social. Ésta no se restringe en modo alguno a un conjunto pedagógico reservado a una elite de cristianos. Ha de entrar, en efecto, en la formación de la fe desde la infancia hasta la más avanzada madurez. Por ello, tiene que comenzar desde temprano en la familia. Vuelvo a recordar un ejemplo patente de esta integración de la Doctrina Social en la evangelización y, más concretamete, en la dimensión catequesis: el Catecismo de la Doctrina Cristiana elaborado por el Arzobispo de Caracas Mons. Rafael Arias Blanco (+1959). ¡Ese texto estaba hecho para los alumnos del 3º al 6º grados de Instrucción Primaria! En la lección 54 encontramos las siguientes pregunta y respuesta: “¿Debemos conocer la Doctrina Social de la Iglesia? Sí; (…) para poder defender la justicia social con una orientación cristiana”. Gran desafío a la Iglesia en Venezuela, particularmente en estos tiempos muy desafiantes consiste en formar en la Doctrina Social de la Iglesia a todos los católicos, de todas las edades, de todos los sectores eclesiales y en todos los niveles o instancias de la Iglesia. Teniendo presente que esa enseñanza buscará no sólo alcanzar los cerebros, sino penetrar en los corazones y hacerse práctica progresiva en las vidas. Así se tendrá un cristiano en tierra. No en las nubes, ni en un espiritualismo infecundo, ni en una espera vacía.

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