domingo, 20 de enero de 2013

LA FE ES ENCUENTRO

Ovidio Pérez Morales Con motivo del 50 aniversario del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II, el Papa ha declarado un “Año de la Fe”. El que estamos viviendo. El documento con el cual lo ha comunicado y explicado se llama Porta Fidei, La Puerta de la Fe (1.10.2011). Para los católicos este Año tiene una especial significación y encierra un ineludible llamado. En efecto, la fe es la virtud o disposición fundamental de una existencia creyente. Por allí comienza la vida cristiana y constituye su referencia y perspectiva primarias. Concede, junto con el bautismo, la integración en el cuerpo de la Iglesia. No pocos interpretan la fe como una adhesión casi puramente intelectual –cerebral, diría- a contenidos de la fe y, por cierto, no siempre ateniéndose a los principales o siquiera tomándolos en cuenta. La fe se vuelve algo superficial, sin implicaciones serias en la orientación de la persona. No implica mayor compromiso. Hay quienes se identifican como cristianos, sin que ello tenga repercusiones existenciales ¿Qué significa, en este sentido, la afirmación de que Venezuela es un país cristiano, católico? Un instrumento privilegiado para ayudar grandemente en este tiempo a profundizar en el conocimiento y la práctica de la fe, es el primero de los diez y seis documentos de nuestro Concilio Plenario: La proclamación profética del Evangelio en Venezuela. Un documento que también se puede bajar fácilmente por Internet. En indudable que la fe implica la aceptación de un conjunto de verdades, como su contenido o aspecto objetivo. Cuando se bautiza a una persona, se le pregunta “Crees en Dios Padre…., en Dios Hijo…, en Dios Espíritu Santo?” Si en la Misa se pide a los participantes renovar su fe, éstos recitan entonces el Credo, el cual contiene una síntesis del contenido esencial de lo que se cree. Pero, y he aquí un pero tan importante como todos los peros: La fe consiste todavía en algo y mucho más. La fe, dice el Concilio Plenario de Venezuela, es “adhesión a la persona de Cristo y al programa de vida (…) que Él propone” (PPEV 69). Es, por tanto, un encuentro personal. Y agrega: “El encuentro con Jesús es transformador y exige conversión personal y colectiva. No podemos pretender creer en Jesucristo y vivir en la indiferencia, en la permisividad y sin compromiso alguno” (PPEV 76). En el Evangelio se nos relatan varios encuentros, realmente transformadores, de personas bien diversas con Jesús. Pensemos el tenido con el recaudador de impuestos Leví, el experimentado por un comerciante inescrupuloso llamado casualmente Zaqueo, el milagroso que convirtió a Saulo de fanático perseguidor de cristianos en apasionado evangelizador, el que hizo de una nada correcta samaritana una entusiasta proclamadora de Jesús. Encuentros que iluminaron vidas. Un encuentro genuino de fe hace de la persona un discípulo misionero de Cristo. Es lo que el Año de la Fe trata de suscitar. Un cambio que haga de cristianos nominales, creyentes auténticos. Desde el punto de vista estadístico, Venezuela es un país católico (oscilando entre un 80% y un 90%). ¿Realmente lo es? La realidad socioeconómica, política y cultural pone graves interrogantes y plantea serias interpelaciones a los autodenominados católicos. Una fe entendida y vivida como encuentro, tendría inmensas positivas consecuencias para el presente y futuro tanto de la Iglesia como del país.

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