martes, 3 de diciembre de 2013

DIMENSIÓN POLÍTICA DEL PESEBRE

He sido entusiasta promotor del Pesebre o Belén, privilegiada expresión de la religiosidad popular en tiempo de Navidad. En Coro, junto con el distinguido antropólogo J.M Cruxent, inicié la Feria Popular del Pesebre en los inicios mismos de los ’80, la cual anualmente se viene celebrando en aquella ciudad y constituye una multiforme interpretación cultural del “Misterio de la Encarnación”, es decir, de la historización del Hijo de Dios. El Pesebre es una representación plástica del nacimiento del Señor, desde los tiempos de San Francisco de Asís. Favorece la expresión y renovación de la fe y de la vida cristianas.Resulta de fácil comprensión porparte de la gente sencilla y de los letrados,de los niños así como de las personas de las subsiguientes edades. Construible con los más variados materiales y con las técnicas más a la mano. Lo único que se requiere es imaginación, fe y mucho amor. El Pesebre es una Biblia y un Catecismo abiertos. En él puede estamparse la doctrina cristiana en lo más esencial y explicarse también en muy diversasmaneras. Puede contentarse con hospedar sólo el trío de la Sagrada Familia, pero albergar igualmente las imágenes de la Santísima Trinidad y de santos,así comode muchas otras realidades-verdades cristianas (Reyes Magos, apariciones y sacramentos, pasajes del Antiguo Testamento y“misterios del Rosario”, distintos acontecimientos cristianos…). En fin, es un ámbito de máxima comprehensión. La escenografía varía mucho. Desde la pueblerina y campesina de gran ingenua libertad hasta la complicada y exigente urbana contemporánea. Allí caben tanto las ovejas con sus pastores, como los helicópteros con los pilotos y las estaciones satelitales con sus operadores. Todo y todos pueden entrar en el Pesebre. Lo único que no encuentra espacio ni acogida en ese lugar bendito es el mal. Lo corrupto y lo perverso, el odio y la guerra. Porque el Pesebre es hogar de encuentro, de compartir. Un ambiente que refleja lo profetizado por Isaías al referirse a los tiempos mesiánicos: “Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra (2, 4)”. “Serán vecinos el lobo y el cordero y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá…Hurgaráel niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano.Nadie hará daño,nadie hará mal en todo mi santo Monte”(11, 6-9). El Pesebre tiene una dimensión política innegable en cuanto es una invitación-exigencia a la reconciliación y la paz. Una cátedra de convivencia. Una lección de verdad, unidad, bondad. Un estímulo al diálogo y la solidaridad. La “polis” (caserío, ciudad y algo más), que el Pesebre representa y propicia,es una “ciudad” de entendimiento y fraternidad, de respeto y cuido mutuo y en la que lo más débil recibe aceptación y atención privilegiadas. Cuando se colocan militares, aparecen bien vestidos y en formación, alegrando el conjunto con cercanía afectuosa; divierten a los niños y en todo caso no significan amenaza ni muerte para nadie. Toda persona o grupo, toda casa o producto del ser humano, toda creatura material (rocas, plantas, animales) convergen en el Niño Dios y son iluminados por su amor. Se percibe una neta cristocentralidad. El Pesebre tiene una dimensión política. Concreta una positiva pedagogía política. Cosa necesaria siempre, pero importante y necesaria todavía más cuando rugen olas de intolerancia y discriminación, y cuando sectarias ideologías amenazan con descuartizarirracionalmente el cuerpo social.

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