lunes, 22 de diciembre de 2014

DE EINSTEIN SOBRE EL AMOR





      Una amiga judía me hizo llegar, como bello saludo en estos fines de año, copia de una carta de Einstein a su hija Lieser. El original reposa ahora en  la Universidad Hebrea de Jerusalén.

       Al leerla no pude menos de recordar otra misiva sobre  el mismo tema, escrita hace unos dos mil años, la cual es uno de los últimos escritos del Nuevo Testamento. Se trata de la Primera Carta de Juan.   
         Escribe Einstein: “Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas”, para la que  “hasta  ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal”. Y agrega: “Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros”.
         ¿Cuál es esa fuerza universal? El amor. El mismo sabio la describe: el Amor es luz, porque ilumina a quien lo da y lo recibe;  es gravedad, por la mutua atracción que genera; es potencia, porque multiplica lo mejor que se tiene y evita que  la humanidad se extinga en su egoísmo. “El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor”.

    Einstein advierte: “Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta”.

  “Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieser, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida”. Esta conclusión del hombre de “la Relatividad” nos introduce, pues, en la potencia y absolutez  del amor, en un mundo en el que, desgraciadamente, hace estragos la insensatez de la belicosidad y del odio.
       En lo tocante al mensaje cristiano, la actualidad y fecundidad del amor se manifiesta de modo patente  en la Primera Carta de Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos” (Jn 3, 14. “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (Jn 4, 8).
       En el Sermón de la Cena, transmitido por el evangelista Juan, Jesús dejó bien claro cuál es el mandamiento máximo, que refleja el ser íntimo de Dios así como su voluntad creadora y salvadora: “Éste es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15, 12).
       De gran provecho resulta entonces la exhortación que hace Einstein a su hija: “Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada”.
El amor es la realidad definitiva.





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