Fácil y frecuente, aunque doloroso, es identificar los
aspectos negativos de la actual grave crisis nacional. Porque los sufrimos.
No tan frecuente ni fácil resulta el precisar prioridades con
miras a soluciones hacia el futuro deseable del país.
La fecha de las elecciones para la Asamblea Nacional está
fijada y las distintas agrupaciones políticas organizan sus cuadros y activan
su propaganda en un ambiente cargado de incertidumbres. Se dibuja, sin embargo,
una mayoría creciente de la población que anhela un cambio en la conducción
política del país, más allá de la simple correlación de fuerzas en lo que se
espera sea un verdadero Parlamento.
Ante la globalidad y gravedad de la crisis así como la magnitud
de las expectativas, estimo que falta
presentar al electorado en forma clara, sincera y concisa los objetivos
fundamentales de la una dirección
política enderezada a lograr un
consistente futuro nacional. En este sentido no bastan propuestas genéricas
a modo de consignas y lemas, como tampoco
extensos y detallados programas, que se quedan en estrechos círculos de
expertos o partidarios. Los ciudadanos, creo, esperan una exposición breve, sencilla y acertada de
las prioridades dentro del amplio campo de lo que podría o debería hacer.
Como una contribución a esta tarea ofrezco un decálogo de
proposiciones, que busca estimular la presentación sintética de propuestas por
parte de los sectores de la nación, comenzando por las agrupaciones políticas, empeñadas
en la recuperación y ulterior desarrollo integral del país. Precisar y exponer
objetivos positivos y realistas correspondientes a necesidades substanciales de la comunidad
nacional, abre, sin duda, caminos de
esperanza.
Estimo que el siguiente Decálogo
responde a los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia y a las exigencias
del Preámbulo y los Principios Fundamentales de nuestra Constitución (CRBV).
- Garantizar
la vida, la seguridad y la tranquilidad de la población.
- Garantizar
el pleno ejercicio del pluralismo democrático.
- Restablecer
el estado de derecho y para ello una verdadera independencia de poderes.
- Actuar
políticas económicas que promuevan la
producción y el libre emprendimiento realizados con amplia participación, responsabilidad
social y solidaridad.
- Actuar
una política petrolera de eficiencia, orientada a la superación del modelo rentista, a la
diversificación de la economía y cuidando con delicadeza del ambiente.
6. Promover
una educación de calidad humana y científico-técnica, acorde con las
necesidades del país, el pluralismo cultural y el debido trato a sus actores.
- Garantizar
la libertad de información y comunicación en perspectiva de responsabilidad
social y convertir los MCS del Estado en genuino servicio público con
apertura pluralista.
- Actuar
la descentralización, regionalización y municipalización del poder
público, propiciando en forma efectiva la participación de la sociedad
civil.
- Restablecimiento
de la Fuerza Armada como institución sin militancia política al servicio de la nación según lo
establecido por la Constitución.
- Promover
la elevación moral y espiritual de los venezolanos y a tal fin abrir espacio a la educación religiosa escolar.
No entro aquí en comentarios de
estos puntos, cosa factible en posteriores escritos. Intención principal del
presente artículo es animar una amplia discusión sobre esta materia, no
sólo entre especialistas de diversos
campos (socioeconómico, político, ético-cultural), sino también en la
ciudadanía en general.
El futuro de la nación es tan
importante que no puede ser dejado en manos de unos pocos. Recordemos que factor
de primer orden en el desencadenamiento de la crisis nacional en las últimas
décadas del pasado siglo fue la inflación de los “cogollos” partidistas y el
desentendimiento de la población en el ejercicio de su corresponsabilidad
social y política. Se descuidó la formación y la práctica de la participación
ciudadana.
Un decálogo ayuda a concretar
objetivos y soluciones.
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