jueves, 25 de mayo de 2017

HACIA LA TRANSICIÓN

Ovidio Pérez Morales
Hay en la vida de las personas y de los pueblos pasos decisivos, trascendentales, por los cuales se suele decir que ya “no hay marcha atrás”. En Venezuela en estos momentos nos encontramos en una tal situación.

En la historia antigua de Roma se registra un acontecimiento que desencadenó la crisis generadora del Imperio. Fue cuando César, conquistador de la Galia, desobedeciendo la orden del Gobierno regresó a Italia al frente de su ejército y pasó el río Rubicón, límite de su provincia, que legalmente no podía atravesar en armas. Él lo hizo, exclamado: “Está echada la suerte” (en latín Alea iacta est); en argot criollo podría traducirse “no hay vuelta de hoja”.

El drama nacional se ha agravado. Una síntesis de esto la encontramos en el último documento de los Obispos a raíz de su asamblea extraordinaria del 17 de mayo: “La crisis que ha venido golpeando a Venezuela se ha agudizado. Luego de las desacertadas decisiones del Tribunal Supremo de Justicia en las que se evidenció un desconocimiento del orden constitucional, la más reciente propuesta del Gobierno Nacional de convocar una ASAMBLEA CONSTITUYENTE de carácter comunal ha causado malestar y rechazo en la inmensa mayoría de los venezolanos”. Después  de subrayar estos dos hechos el documento  señala la creciente negatividad en otros ámbitos otros que han radicalizado la crisis: hambre y  desabastecimiento, falta de medicamentos, violencia y represión, irrespeto de los derechos humanos, desesperanza y éxodo.

Ante esta realidad los Obispos subrayan la necesidad de difundir una cultura de la vida, la cual implica, entre otras cosas, el respeto a la dignidad humana, el fortalecimiento de la fraternidad en sana convivencia, el “ayudar a construir y consolidar la democracia, promoviendo la participación y organización  ciudadana, así como el fortalecimiento de la sociedad civil”. También animan “al pueblo a seguir expresando sus opiniones de manera pacífica” y exhortan a que, superando las tentaciones del odio y la retaliación, favorezcamos todos “el encuentro, el debate de ideas y la búsqueda de propuestas que puedan animar el cambio del país”.

Y aquí viene una propuesta, central en el documento episcopal. Éste, luego de afirmar que el pueblo “es el verdadero sujeto social de la democracia” dice: “una forma privilegiada e indispensable de concretar su ejercicio democrático es el camino electoral”. Aquí se remite a la Constitución y se afianza en lo expresado por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario deEstado, en Fátima el pasado 13 de mayo ¡Que el pueblo se manifieste libremente y decida en conciencia su destino! Por cierto que los Obispos no omiten citar de nuevo los famosos cuatro puntos planteados por el  Cardenal Parolin (acordados e incumplidos por el Gobierno): canal humanitario, liberación de presos políticos, reconocimiento de la Asamblea Nacional y camino electoral. Tampoco omiten una interpelación a la Fuerza Armada, en la cual citan las proféticas palabras del mártir de América Beato Monseñor Oscar Romero: “En nombre de Dios y de este sufrido pueblo les ruego, les suplico, les ordeno que cese la represión”.

Como miembros del pueblo y pastores al servicio del mismo, los Obispos recalcan exigencias fundamentales humanas y evangélicas como son las vías de paz y  solidaridad, de fraternidad y  encuentro, de perdón y reconciliación; manifiestan su comunión con el pueblo que sufre y animan las expresiones de la gente “en la calle y en otros ámbitos de la sociedad en defensa de sus derechos irrespetados por quienes están violentado la Constitución”.


“La suerte está echada”. Los Obispos recogen el clamor popular por el cambio de orientación política del país con la consulta al soberano sobre lo éste quiere como destino nacional. El horizonte hacia el cual se debe orientar la acción es el de respuesta inmediata en comida y medicinas, de cese rápido de la violencia y represión y de ágil orientación a una convivencia democrática, pacífica, productiva, ajustada a los derechos humanos, a un ambiente sano   y a la observancia de la Constitución.  

miércoles, 17 de mayo de 2017

OBISPOS Y PROFECÍA POLÍTICA



Profecía  en su sentido bíblico no significa principalmente anunciar lo que ha de venir (pre-decir), sino comunicar la palabra-juicio de Dios en perspectiva de lo que está aconteciendo. Resulta muy iluminador al respecto un documento del Concilio Plenario nacional (2000-2006) titulado La proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela (PPEV).

En dicho texto leemos que el profeta “es un testigo e intérprete de la voluntad de Dios en una situación concreta. En ésta, la Palabra de Dios enseña, anima, interpela, cuestiona, libera, transforma (…) Por eso, el anuncio que la Iglesia hace del Evangelio es profético cuando lleva a escuchar y descubrir a Dios en la realidad de cada tiempo y lugar, es decir, cuando es situado” (PPEV 3).
Todo cristiano, en cuanto miembro de la Iglesia, tiene una vocación profética. Es-ha de ser profeta, llamado a encarnar la palabra de Dios en su circunstancia, aplicándola al aquí y ahora histórico. Lo que vale de todo cristiano adquiere una peculiar tonalidad en el caso de los ministros ordenados y en particular de los obispos. 

Dos ejemplos pueden servirnos de iluminación ¿Por qué los obispos Rafael Arias Blanco con su carta pastoral de mayo 1947 y Oscar  A. Romero con su predicación en tiempo más cercano son considerados profetas? Porque no se quedaron en una lectura atemporal del Evangelio, sino que la proclamaron circunstanciada. El venezolano al lado de la Palabra de Dios tenía un análisis pastoral de la situación social del país, y el salvadoreño junto a la Biblia desplegaba  información de la realidad de su pueblo.

Un texto como el de Mateo 25, 31-46 interpela y puede molestar sólo cuando a  los hambrientos, enfermos y presos les ponemos nombres cercanos o los enmarcamos en políticas inhumanas de alimentación,  salud y  prisiones.

A los regímenes autocráticos y dictatoriales les contrarían los mensajes que los obispos publican con respecto a manejos económicos, políticos o culturales que no responden al bien común, creando serias carencias y produciendo graves daños. En esos casos guardar silencio sería cómodo para los pastores, pero también irresponsable.

La Santa Sede en 2004 hizo público el Directorio para el ministerio  pastoral de los obispos, Por su patente actualidad cito las siguientes líneas: “el obispo está llamado a ser un profeta de la justicia y de la paz, defensor de los derechos inalienables de la persona, predicando la doctrina de la Iglesia, en defensa del derecho a la vida, desde la concepción hasta su conclusión natural, y de la dignidad humana; asuma con dedicación especial la defensa de los débiles y sea a voz de los que no tienen voz para hacer respetar sus derechos (…) debe condenar con fuerza  todas las formas de violencia y elevar su voz en favor de quien es oprimido, perseguido, humillado, de los desempleados y de los niños gravemente maltratados (…); será profeta y constructor incansable de la paz, haciendo ver que toda la esperanza cristiana está íntimamente unida con la promoción integral del hombre y de la sociedad” (Directorio…,209).


El obispo tiene, por tanto, dentro de una Iglesia, toda ella con vocación profética, una grave responsabilidad de profecía política. 

martes, 9 de mayo de 2017

¿DIÁLOGO? ¡CAMBIO DE RÉGIMEN!



 “Hablando se entiende la gente”. Es verdad. Pero  cuando se quiere hablar, entendiendo este verbo en el sentido de comunicación humana genuina y no de simple logomaquia, torneo de equívocos, intercambio de monólogos.

El diálogo (real, no fingido) es búsqueda compartida de la verdad, no sólo teórica, sino también práctica, caminando hacia bien común. Por eso el diálogo es muy exigente en cuanto a su preparación y a las disposiciones de quienes lo tejen. Uno de los requisitos fundamentales es ponerse a la escucha y  en el lugar del otro, para poder interpretar bien sus dificultades, propósitos, anhelos. 

El diálogo no excluye otras formas de comunicación,  de no tanta densidad y requisitos anímicos, pero que resultan útiles, para el logro conjunto de objetivos. Es el caso, por ejemplo, de negociaciones  y otras formas de interrelación con miras a concretar acuerdos.

En meses pasados se planteó el diálogo como vía de solución a la grave crisis nacional. Fracasó, pudiendo decirse que nació muerto, ya que careció de sólida preparación, de adecuada representación y de realista evaluación de disposiciones y posibilidades. El Vaticano, llamado por las partes intentó prestar un servicio, pero su intervención se vio burlada por la parte oficial, que no sólo manipuló procedimientos e incumplió acuerdos, sino que terminó dando portazos a quien en nombre del Papa pidió se cumpliese lo convenido. Posteriormente el Gobierno ha reeditado, con alta dosis de cinismo, invitaciones a un diálogo en el que no cree, pero con el que gana tiempo y desea mejorar su imagen.

El Gobierno no dialoga ni quiere dialogar de veras. En esto es coherente, lógico ¿Cómo va a dialogar si se cree  intérprete único de la realidad objetiva, del sentido último de la historia, así como de la voluntad y felicidad del pueblo? ¿Puede acaso aprender algo de quienes  están al margen o contra una Revolución que se erige como algo absoluto y exige total adhesión? La actitud oficial, maniquea, es necesariamente refractaria al diálogo, que implica también aprender, recibir, comprender. (No menciono aquí otras razones gubernamentales contrarias  al diálogo y  más prosaicas como son el mantener dominaciones, corruptelas, privilegios e ilícitos, que siempre acompañan a los regímenes autoritarios).

El diálogo  Gobierno-disidencia no es posible porque el proyecto que está imponiendo el Régimen es de tipo dictatorial totalitario, socialista comunista, inconstitucional y moralmente inaceptable, como tantas veces lo ha denunciado la Conferencia Episcopal Venezolana.

La gravísima crisis nacional tiene su causa principal, central, en dicho proyecto, que busca imponer: economía completamente estatizada, partido y pensamiento únicos, militarización de la sociedad, amaestramiento educativo, hegemonía comunicacional, ideología materialista y culto a la personalidad. Todo en la línea de Cuba y Corea del Norte.

 Más de una vez he mencionado la tenaza totalitaria que el Régimen viene cerrando. Esto se  pone muy de manifiesto en estos días con a) la cantidad de muertos, heridos y maltratados en las manifestaciones legítimas de la ciudadanía, b) la propuesta de una Constituyente para dar forma “legal” a un sistema socialista comunista, y c) los nazitribunales militares para juzgar a civiles,   encomendando así  a la FAN  el papel sucio de la Revolución.

El Socialismo del Siglo XXI-Plan de la Patria no da espacio al diálogo, ni puerta para salir de la gravísima crisis. La solución de esta reside, como lo ha remachado el  Episcopado venezolano, en un cambio de orientación política del país. Léase cambio de régimen, Gobierno de transición, consulta directa al pueblo soberano (CRBV 5).


El proyecto monopólico totalizante del Régimen es la razón de por qué el diálogo no funciona y  un cambio de régimen se impone.   

viernes, 5 de mayo de 2017

SANACIÓN ESPIRITUAL



El ser humano, y por consiguiente la sociedad, es un microcosmos. En él se da una integración o síntesis de lo real, que podría reducirse en el binomio cuerpo-espíritu; se lo pesa en una balanza, pero también trasciende lo espacio- temporal y por ende lo histórico por su vocación de eternidad.

“El animal racional” es objeto de estudio por parte de las más diversas ciencias, desde la química hasta la teología; su relación permite ser valorada, en la perspectiva de san Francisco de Asís, en términos de comunión, ampliando la comprensión de este término que, estrictamente hablando, se restringe a una relación interpersonal. Es lo que    novedosamente ha hecho el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sí con la formulación de una comunión universal (LS 220). 

Los ámbitos del ser y quehacer humanos son así múltiples: económico, político y ético-cultural. Un genuino desarrollo humano implica, por consiguiente, un crecimiento conjunto en esos diversos órdenes, para ser de verdad completo.  No bastan el crecimiento económico ni el buen ordenamiento político; se requiere el progreso en el campo moral, espiritual, unido al cuidadoso comportamiento socio-ambiental. Se entiende entonces la advertencia  hecha por Juan Pablo II sobre la democracia en su encíclica Centesimus Annus a raíz de lo acontecido en l989 con el derrumbe del socialismo real. El Papa Woytila, luego de manifestar el aprecio de la Iglesia al sistema democrático, afirma: “Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto” (CA 46). Juan Pablo se refiere a los peligros del agnosticismo y del relativismo escéptico en los cuales se esfuma una verdad consistente, última, en aras del simple dominio  de   mayorías o de equilibrios políticos.

Aplicando lo anterior a nuestra situación concreta venezolana, caracterizada por una crisis global, cuya causa central, principal, es el proyecto ideológico-político que se trata de imponer (Socialismo del Siglo XXI), se ve claro que la recuperación del país ha de atender a diferentes frentes: económico y político, ciertamente, pero también ético y espiritual. De tal modo a) es preciso romper el esquema monopólico estatizante que ha paralizado la actividad productiva, eliminado fuentes de trabajo y llevado a una pauperización general; b) es indispensable restablecer el estado de derecho y la vigencia de los derechos humanos en un marco constitucional; pero last but non least, urge una sanación de las personas y de la comunidad nacional en lo que ellas tienen de más  íntimo y definitorio, a saber, sus valores morales y su calidad espiritual.

En una tragedia griega encontramos algo así  ¿Qué son las naves y las torres si no hay seres humanos dentro? Al debilitamiento y deterioro de las conciencias y de la praxis moral, espiritual, se debe responder fortaleciendo virtudes como: justicia y solidaridad honradez y honestidad, responsabilidad y austeridad, bondad y sensibilidad privilegiada hacia los más necesitados, sencillez y humildad. Jesús subrayó el amor como el mandamiento máximo, integrador.

Se  hace necesario arreglar el tejido económico y el ordenamiento político. Pero, más todavía, sanar las personas y elevar espiritualmente la comunidad nacional..