viernes, 5 de mayo de 2017

SANACIÓN ESPIRITUAL



El ser humano, y por consiguiente la sociedad, es un microcosmos. En él se da una integración o síntesis de lo real, que podría reducirse en el binomio cuerpo-espíritu; se lo pesa en una balanza, pero también trasciende lo espacio- temporal y por ende lo histórico por su vocación de eternidad.

“El animal racional” es objeto de estudio por parte de las más diversas ciencias, desde la química hasta la teología; su relación permite ser valorada, en la perspectiva de san Francisco de Asís, en términos de comunión, ampliando la comprensión de este término que, estrictamente hablando, se restringe a una relación interpersonal. Es lo que    novedosamente ha hecho el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sí con la formulación de una comunión universal (LS 220). 

Los ámbitos del ser y quehacer humanos son así múltiples: económico, político y ético-cultural. Un genuino desarrollo humano implica, por consiguiente, un crecimiento conjunto en esos diversos órdenes, para ser de verdad completo.  No bastan el crecimiento económico ni el buen ordenamiento político; se requiere el progreso en el campo moral, espiritual, unido al cuidadoso comportamiento socio-ambiental. Se entiende entonces la advertencia  hecha por Juan Pablo II sobre la democracia en su encíclica Centesimus Annus a raíz de lo acontecido en l989 con el derrumbe del socialismo real. El Papa Woytila, luego de manifestar el aprecio de la Iglesia al sistema democrático, afirma: “Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto” (CA 46). Juan Pablo se refiere a los peligros del agnosticismo y del relativismo escéptico en los cuales se esfuma una verdad consistente, última, en aras del simple dominio  de   mayorías o de equilibrios políticos.

Aplicando lo anterior a nuestra situación concreta venezolana, caracterizada por una crisis global, cuya causa central, principal, es el proyecto ideológico-político que se trata de imponer (Socialismo del Siglo XXI), se ve claro que la recuperación del país ha de atender a diferentes frentes: económico y político, ciertamente, pero también ético y espiritual. De tal modo a) es preciso romper el esquema monopólico estatizante que ha paralizado la actividad productiva, eliminado fuentes de trabajo y llevado a una pauperización general; b) es indispensable restablecer el estado de derecho y la vigencia de los derechos humanos en un marco constitucional; pero last but non least, urge una sanación de las personas y de la comunidad nacional en lo que ellas tienen de más  íntimo y definitorio, a saber, sus valores morales y su calidad espiritual.

En una tragedia griega encontramos algo así  ¿Qué son las naves y las torres si no hay seres humanos dentro? Al debilitamiento y deterioro de las conciencias y de la praxis moral, espiritual, se debe responder fortaleciendo virtudes como: justicia y solidaridad honradez y honestidad, responsabilidad y austeridad, bondad y sensibilidad privilegiada hacia los más necesitados, sencillez y humildad. Jesús subrayó el amor como el mandamiento máximo, integrador.

Se  hace necesario arreglar el tejido económico y el ordenamiento político. Pero, más todavía, sanar las personas y elevar espiritualmente la comunidad nacional..   

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