jueves, 19 de julio de 2018

SALIR DE LA GRAN TRIBULACIÓN




Los Obispos venezolanos calificaron el actual desastre nacional en su  exhortación del 11 de julio con los términos apocalípticos de “gran tribulación” (ver Ap 12, 7-12). Enfrentamiento con las fuerzas mismas del mal, caracterizadas bíblicamente como Diablo, Satanás, Dragón y Serpiente Antigua.
¿Quién es  principal responsable de la gravísima crisis? La Conferencia Episcopal reitera de modo  claro y directo: “el gobierno nacional, por anteponer su proyecto político a cualquier otra consideración, incluso humanitaria.

En cuanto a medidas ante la crisis, los Obispos mencionan la consulta electoral  del  20 Mayo, denunciando que fue  ilegítimamente convocada por la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente impuesta por el Poder Ejecutivo. Expresan que la “altísima abstención” significa “un mensaje silencioso de rechazo, dirigido a quienes pretenden imponer una ideología de corte totalitario, contra el parecer de la mayoría de la población”.

“Vivimos un régimen de facto -dicen-, sin respeto a las garantías previstas en la Constitución y a los más altos principios de dignidad del pueblo”. Detengámonos un poco sobre esto. El comportamiento del ser humano puede dividirse en: fáctico, legal y legítimo. Lo fáctico es lo que se da de hecho (de facto) en la realidad, sin más; lo legal se refiere a lo jurídico, justo, lo que se puede hacer o no  en el marco de las normas reguladoras de la comunidad política, entre las cuales sobresalen las constitucionales; lo legítimo, bueno, se sitúa en un nivel superior, trascendente, el ético-espiritual, que toca el ámbito de la conciencia moral. Esta distinción permite captar la ambigüedad del verbo “poder” (no todo lo que se puede físicamente, se puede legal y moralmente) y el límite de lo jurídico (no todo lo legal es bueno, moralmente justo). Los niveles jurídico y  legítimo son característicos del actuar humano propiamente tal y, por ende, libre, consciente, responsable ante sí, los demás y Dios. Por ello no tiene asidero verdaderamente humano el hacer simplemente “lo que viene en gana”, así como  no basta invocar una ley para justificar una conducta y es razonable u obligatorio oponerse a una ley injusta. Las leyes nazis racistas de Núremberg no legitimaban en modo alguno la exclusión de un pueblo, así como la legalización del aborto no justifica eliminación de una vida. La dignidad del ser humano y sus derechos humanos quedan intactos frente a todo hecho y toda norma.

Cuando los Obispos califican al Régimen del SSXXI como puramente de facto ponen en cuestión la legalidad y legitimidad del mismo. Ya habían denunciado  en enero pasado la usurpación de la soberanía popular por  parte del Régimen e instaban  a la recuperación de su ejercicio por parte de los ciudadanos. Ahora  vuelven sobre el tema: “animamos a las diferentes organizaciones de la sociedad civil, y a los partidos políticos, a exigir la restitución del poder soberano al pueblo, utilizando todos los medios que contempla nuestra Constitución (referendo consultivo, manifestaciones y otros)”. Y en esa misma línea interpelan a la Fuerza Armada.

La inconstitucionalidad e ilegitimidad del Régimen  vienen de muy diversas fuentes. En estos mismo días se está divulgando la sentencia que el 2 de julio produjo el Tribunal Supremo de Justicia (en exilio forzado), que destituye al presidente Maduro, con el resultante vacío de poder y la apertura de caminos constitucionales  para la designación de un nuevo Presidente y la formación de un Gobierno de Transición. En este mismo orden de cosas vuelve a manejarse la fecha de le muerte del Presidente Chávez.
El Episcopado  nacional se identifica como un cuerpo de ciudadanos y pastores, que no puede abstraerse de su obligación moral y religiosa de contribuir a la supervivencia digna y al progreso integral del país. Pero también recalca la ingente tarea que corresponde a los laicos o seglares –extra grande mayoría de la Iglesia- y cuya misión propia es el contribuir a la construcción de una “nueva sociedad” libre, justa, solidaria y pacífica, según los valores humano-cristianos del Evangelio...
 “No temas, yo estoy contigo” (Is 41, 30) es la confiada y esperanzadora profecía, que ante “la  gran tribulación” sirve de título a esta última exhortación de los Obispos.





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