La Conferencia
Episcopal Venezolana (CEV) viene haciendo de modo regular en sus documentos
pastorales sobre la situación nacional serias denuncias sobre múltiples
aspectos de la praxis del régimen con respecto a violación de derechos humanos,
crisis humanitaria, corrupción administrativa, opresión política y otros. Esto
lo hacen los obispos en coherencia con su función pastoral, que comprende
también el compromiso por la edificación de la convivencia según las exigencias
humano - cristianas del evangelio.
A casi veinte años de distancia reviste particular actualidad la Carta Abierta que, con fecha 26 de abril
de 2002, la Presidencia del Episcopado dirigió al presidente Hugo Chávez, con
motivo de declaraciones emitidas por éste en la en la capital cubana. En ella leemos:
“Usted afirmó en la Habana, en noviembre pasado, que la Iglesia católica en
Venezuela era cómplice de la corrupción, porque había callado durante los
últimos cuarenta años. Hace unos días, desde el mismo lugar, y a su regreso, se
expresó en términos semejantes”.
Lo primero que le hacen los obispos al presidente, ante tales
declaraciones, es pedirle que consulte dos volúmenes, los cuales, bajo el título
Compañeros de camino, contienen los
documentos de la CEV de las últimas décadas. Éstos muestran las recurrentes
tomas de posición del Episcopado en cuanto a denuncia, anuncio y compromiso sobre
problemas socio – económicos, políticos y culturales de nuestro pueblo. Todo
ello, como es de suponer, no había sido siempre pacíficamente recibido, pues
quienes tienen el poder suelen padecer sordera para escuchar y corregir, cuando
no es que reaccionan belicosamente.
Es oportuno tener presente el reconocimiento que había hecho Chávez
de la intervención de la CEV en favor de él y sus compañeros de alzamiento con
ocasión del 4F, “en la defensa de sus vidas, de su integridad física y de todos
sus derechos ciudadanos”. Por cierto, guardo carta que me envió el mismo Chávez,
firmada también por sus compañeros de prisión, agradeciendo todo lo que
habíamos hecho al respecto y formulando votos por una Venezuela muy distinta de
la que después “construyó”. Recordemos también lo que agregan los obispos: “La
mediación de la Conferencia Episcopal, igualmente, a petición del Gobierno
presidido por Usted, en el conflicto del año pasado entre la Asamblea Nacional
Constituyente y el Congreso Nacional, fue aceptada por nosotros por razones
superiores”.
Antes de cualquier otro comentario quisiera subrayar, a propósito
de la mentira de Chávez, que una de las razones de la fricción entre los
gobiernos del SSXXI y el Episcopado ha sido precisamente la crítica de la
Iglesia a la corrupción oficial imperante.
Especial relieve tiene una consideración histórica e institucional,
que subraya la Presidencia del Episcopado en la Carta: “Sus juicios sobre la Iglesia y la descalificación genérica
de la misma, son los más negativos emitidos por un Jefe de Estado en toda la
vida republicana. Qué lejos están esas expresiones del auténtico ideal
bolivariano: protegeré la religión hasta
que me muera (Carta a María Antonieta Bolívar, 27 de octubre de
1825)”. Se agrega: “Ni siquiera los
presidentes que expulsaron sacerdotes, religiosos y obispos se valieron de
semejantes calificativos (…) Si esto se dice de la Iglesia, ¿qué se puede
esperar para el resto de las instituciones del país y para los ciudadanos?”
Los Obispos rechazan también la pretensión de presentar al
Episcopado como dividido y dominado por una pequeña fracción; la insistencia de
Chávez en identificar “la verdadera Iglesia” con la posición de algunos
exsacerdotes o sacerdotes afectos al proceso; y la utilización del lenguaje y
citas bíblicas para abalar su proyecto, su programa e incluso sus medidas
políticas.
Desde el inicio del régimen “socialista”, el gobierno, en razón de
su proyecto totalitario, ha sido beligerante contra la Iglesia. Ésta se identifica
con ningún modelo político, sino que está abierta a un pluralismo en la línea
de la libertad, la justicia y la paz; busca siempre cooperar con Estado con
miras al bien común.