Lo ecológico
está sobre el tapete de la actualidad. Por su propia positividad, pero también y,
sobre todo, por las amenazas y los daños que sufre. Es más antiguo que el ser
humano, quien sólo recientemente ha venido tomando viva conciencia de su
estrecha interrelación y mutua dependencia.
La reunión
internacional (sínodo) de obispos celebrada hace pocos días (6-27
octubre) en Roma sobre la Amazonía ha sido expresión patente de que la suerte
del ser humano en el planeta no puede pensarse abstrayendo de la referida
vinculación.
La reunión de
Roma ha asumido con alegría y esperanza un nuevo paradigma: “la ecología
integral, el cuidado de la casa común y la defensa de la Amazonía”,
según leemos en su Documento Final. Éste recoge y concreta la preocupación del
Papa Francisco, expuesta en su encíclica Laudato Si´ (24 mayo 2015).
El Papa
introduce el término ecología integral, que amplía la comprensión del
vocablo ambiente y permite profundizar en la definición del hombre
como ser en el mundo. La etimología nos ayuda a entender mejor el tema. Ecología
proviene de dos substantivos griegos, a saber: oikos, que significa
casa, habitación, y logos, que entre sus muchas traducciones registra
las de palabra, razón, explicación. Eso de casa nos suena a hogar,
ámbito familiar, lugar de encuentro y vida. De aquí el dañino error de interpretar
ese oikos como una naturaleza extraña a nosotros y objeto de pura y
simple utilización pragmática, o de escueta explotación crematística en la
línea de un paradigma tecnocrático.
La
integralidad de lo ecológico subraya la intrínseca relación entre ecología y
justicia social, entre cuidado de la naturaleza y solidaridad humana,
especialmente con los más necesitados. En lo ambiental se integra así lo
relativo a los derechos (deberes) humanos, a la construcción de una convivencia
amigable y de una nueva sociedad fraterna, que propicie el “buen vivir” de toda
la comunidad humana. La praxis ecológica no sólo ha de evitar la devastación
forestal y la contaminación del aire, sino también una planificación
urbanística deshumanizante y la concepción de la ciudad como simple escenario
físico aceptable. Se tiene que combatir la degradación ambiental y la
destrucción de la naturaleza, sí, pero, sobre todo, de modo positivo, posibilitar
un entorno que favorezca el desarrollo cultural (comunicacional, educativo, ético,
espiritual) de los animales racionales.
Si el ser
humano trata bien la naturaleza, ésta se portará del mismo modo con él. Tal es
la voluntad de Dios creador. La mala conducta ecológica va contra el querer
divino. Por ello se comienza a usar en la Iglesia el término “pecado ecológico”
¿Quién no advierte entonces la inmoralidad de empresas como el Arco Minero y la
tranquila aceptación de vecindarios urbanos inhóspitos y violentos, que impiden
una digna con-vivencia.
En
perspectiva cristiana se plantea, consiguientemente, la necesidad de una
“conversión ecológica”, es decir, de un cambio profundo en la interpretación de
lo ambiental, incluyendo a éste entre los quehaceres de la misión de la Iglesia
(evangelización), unido estrechamente a lo social. Habrá entonces que constituir
servicios pastorales ambientales en las comunidades eclesiales grandes y
pequeñas, así como se tienen los de catequesis y liturgia.
Para los
cristianos el Dios -que es uno y único- no es una individualidad solitaria, sino
Trinidad, tejido relacional, comunión. Creó a los seres humanos, a su imagen y semejanza
(sociales), para que formen fraternidad y entren en comunión con Él. Y a la humanidad la tejió en un hábitat, que
es ya un conjunto de interrelaciones, para constituir así una “comunión
universal”. El Papa Francisco ha inventado este término -ampliando el
significado de comunión, de por sí restringida a lo personal- para calificar la
íntima unión Dios Unitrino-hombre-naturaleza. Esto revela que la Trinidad no se
queda en dogma abstracto, sino que es realidad iluminadora del hermoso sentido
de toda la creación.
Una nueva
sociedad se hace impensable sin el cultivo de una ecología integral, para
lo cual resulta imprescindible una conversión
ecológica.