Venezuela se
encuentra en estos momentos con pandemia y en situación desastrosa. El
Socialismo del Siglo XXI con ideología comunista y una corrupción desaforada,
tiene al país en ascuas: economía por el suelo, empobrecimiento general,
política marcada por una abierta represión, cultura deprimida en sus ámbitos comunicacional
y educativo, por la imposición de un “pensamiento único”.
Los
cristianos católicos nos hemos de preguntar:1) ¿Qué mensaje lanza Dios con esta
beatificación, a la Iglesia de la mayoría de los venezolanos en el presente
drama nacional?2) ¿Qué interpelación plantea la beatificación del laico doctor José
Gregorio Hernández a nuestros laicos católicos?
Con respecto
a lo primero, conviene recordar que el Concilio Vaticano II definió a la
Iglesia como signo e instrumento de unidad humano-divina e interhumana (ver Lumen
Gentium 1). El mandamiento máximo de Jesucristo va en esa dirección: lograr la comunión-amor a) con Dios Trinidad
en alabanza y obediencia, y b) con el prójimo, compartiendo bienes espirituales
y materiales, así como construyendo una convivencia fraterna, libre, solidaria
y pacífica. El desastre del país reclama a la Iglesia, por tanto, un compromiso
más decidido para la reconstrucción de Venezuela y su ulterior progreso: honda
conversión hacia un testimonio más efectivo del amor evangélico. Opresores y
oprimidos en su mayoría se confiesan católicos. ¿Por qué hemos llegado a este
abismo? Es la hora de una perceptible coherencia con lo que se dice creer.
Ahora bien,
dentro de la Iglesia pueden señalarse dos sectores bien diferenciados, con
tareas específicas dentro de la misión común: a) pastores o clérigos, (obispos,
presbíteros y diáconos) y b) laicos. El quehacer de los pastores es más hacia
el interior de la comunidad eclesial, como ejes-cabezas de comunión: servicio
indispensable, de institución divina. La misión propia o peculiar de los laicos
(seglares) mira primordialmente hacia el mundo (lo temporal o secular) para
transformarlo según el espíritu del Evangelio.
Con respecto
a la segunda pregunta podríamos comenzar diciendo que en estos tiempos de
renovación eclesial, estamos pasando de una acostumbrada comprensión del laico como simple colaborador o ayudante
(“mandadero”, llega a decir el Papa
Francisco) de los pastores, a su reconocimiento como protagonista, miembro
activo, corresponsable, por título propio como bautizado, en la Iglesia Este
cambio (especie de “giro copernicano) implica superar el tradicional clericalismo
o polarización eclesial en el clero (ver carta de Francisco al Presidente
de la Pontificia Comisión para la
América Latina, con fecha 19 de marzo 2016).
El Concilio
Vaticano II (Lumen Gentium 31) definió como lo propio o peculiar del
laico en la Iglesia, su “carácter secular”, temporal, mundano (en el sentido
positivo de este término). El laico tiene al mundo, con sus ámbitos económico,
político y cultural, como su campo propio de trabajo. Desde su familia ha de
comprometerse en la construcción de una “nueva sociedad”.
José Gregorio
Hernández constituye un modelo de laico. Miembro de la comunidad eclesial,
participó en la vida de ésta y desde ésta se comprometió a hacer realidad los
valores humano-cristianos del Evangelio en Venezuela. La cultura, en la
acepción más amplia del vocablo, fue el objetivo de su misión. Como protagonista
y no ente pasivo ¿En qué ámbito social no se hizo presente, desde su amor a
Dios y al prójimo, especialmente al más pobre? Científico, docente, escritor, investigador
e innovador, atendió enfermos, privilegió a los pobres y dentro de su polícromo
quehacer quiso hasta alistarse para defender la patria.
José Gregorio
es una interpelación viva a los laicos de este país en los presentes momentos
de gravísima crisis. En su entrega no escatimó esfuerzos ni riesgos. El “médico
de los pobres” murió en camino hacia un servicio caritativo.