La ignorancia registra múltiples interpretaciones. Una de ellas, bastante antigua, es la humilde de Sócrates, para quien la confesión de la propia ignorancia - “sólo sé que no sé nada” afirmaba frente a los sofistas- era sabio punto de partida en la búsqueda de la verdad.
Una útil distinción se establece
entre nesciencia e ignorancia. La primera significa simplemente
la ausencia de un conocimiento, en tanto que la segunda tiende a calificarla (injustificada,
culpable...). A un albañil no se le puede exigir la ciencia de un ingeniero.
Hay niveles o grados de saber con variables índices de evaluación científica y moral
de acuerdo a las circunstancias.
Estas consideraciones resultan
oportunas al referirnos al saber en materia de derechos-deberes humanos por
parte de la ciudadanía. En una sociedad democrática, que merezca lo básico de
este calificativo, es inaceptable la existencia de analfabetos políticos, categoría
cuyo mínimo referencial podría constituir la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, el Preámbulo y Principios Fundamentales de la Constitución
nacional, así como artículos de ésta directamente relacionados con aquellos
Derechos. Todo esto debería entrar en la etapa elemental de la educación
escolar. En la Escuela Primaria existió, por cierto, una asignatura, Moral y
Cívica, que, en mala hora, desapareció del currículo. Ahora
bien, al hablar de educación es preciso no olvidar que la primera escuela es-ha
de ser la familia.
Resulta incomprensible que el
derecho a la participación electoral, no vaya acompañada del obligatorio conocimiento
de cuestiones elementales para un ejercicio responsable de la ciudadanía, la
cual es corresponsable en la construcción de la polis, como ámbito de
convivencia civilizado, libre, justo, solidario, pacífico. La de ciudadano es
una profesión que, más que cualquiera otra, se debe aprender y ejercer desde niño,
con inteligencia y conciencia.
El analfabetismo en esta materia
(desconocimiento palmario de los derechos humanos y lineamientos
constitucionales) es fuente de graves y múltiples desajustes, abusos,
arbitrariedades, dependencias y opresiones,
que atavismos criollos y el síndrome de Estocolmo contribuyen a digerir y
conservar. Dicho analfabetismo ha sido facilitado también por la
superficialidad y el “pragmatismo” de partidos y liderazgos políticos, al igual
que por la escasa o nula educación ciudadana por parte de organizaciones e
instituciones de la sociedad civil, incluida la Iglesia.
La situación se ha agravado. Vivimos
actualmente en Venezuela en una habitual y patente violación de derechos
humanos y una manifiesta in-anti-constitucionalidad, apoyada en el
amaestramiento ideológico totalitario del Régimen, para el cual lo jurídico
está en función de la “Revolución” socialista marxista y de la pura y simple
conservación del poder. La esquizofrenia institucional (dualidad, paralelismo) de
poderes y la inconstitucionalidad o ilegitimidad de éstos, llevan a una marcha
insegura, contradictoria, desintegradora, destructiva del país. A 200 años de
Independencia todo ello interpela fuertemente a un cambio en profundidad, que
posibilite una sana convivencia democrática en un genuino estado de derecho.
Tarea urgente en la Venezuela por
rehacer es, por tanto, la alfabetización ciudadana. Sólo con personas
conscientes de sus derechos-deberes fundamentales se podrá pensar seriamente en
la Venezuela deseable y obligante. En ella quienes ejercen el poder actuarán no
como dueños o sargentones de manadas poblacionales encadenadas, sino como servidores
de comunidades; y los ciudadanos de a pie serán, no mendicantes de lo que les
pertenece, sino protagonistas de un desarrollo social compartido.
La alfabetización ciudadana
es condición ineludible para un cambio nacional consistente, radical y global. Si
las dictaduras y tiranías se alimentan con la ignorancia, la democracia se
nutre con el conocimiento. Superar el analfabetismo constitucional exige educar
para la ciudadanía, la democracia y el bien común, desde la familia, y
comprometiendo al sistema escolar desde su estadio fundamental. Nadie quiere y
defiende lo que no conoce.
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