jueves, 22 de abril de 2021

EL CABILDO NO DEBE ESPERAR MÁS


    Con ocasión del Bicentenario del 19 de abril escribí unan carta pública al comandante Hugo Chávez Frías titulada “¡Presidente, vuelva al Cabildo!” (24 abril 2010). El destinatario murió. El mensaje quedó sin respuesta.

    La misiva le planteaba, fundamentalmente, asumir la responsabilidad de su delicado cargo, lo cual implicaba, de modo prioritario, trabajar por la re-unión hacia el bien común de todos los venezolanos. Y luego de subrayar que dicho reencuentro nacional acarrearía alegría al país, destacaba que el llamado a la unión, había sido lo medular de la petición de Jesús el Señor en la Última Cena y de Simón Bolívar en su postrer mensaje.

    Veinte años han pasado desde entonces. Los ha perdido Venezuela en un continuo agravamiento de la crisis. Lo cual interpela principalmente a los primeros responsables de la marcha del país, comenzando por quienes ejercen de facto el poder, el comando de la Fuerza Armada.

    La referida carta destacaba como manifestaciones y causas de la crisis las siguientes:

    1.Venezuela ya no es una como se la soñó en 1810, ni como experiencia de convivencia. “Por lo menos a la mitad se la califica de apátrida y hasta de antipatriótica, decretándosela excluida del goce pleno de los derechos ciudadanos.

    2.Venezuela tampoco es ya plural. Se busca imponer un modelo de “Estado socialista”, rechazado ya en 2007, inconstitucional, estatista, centralista, hegemónico masificante.

    3.Venezuela ya no es ámbito de vida. Somos un país de hemorragia culpable. Destacado en el mundo por la violencia y la criminalidad. Con acentuada represión y radicalizada militarización.

    4.Venezuela ya no es una nación en vías de desarrollo. Petro capitalismo de Estado con liberalidades selectivas hacia afuera y populismo dentro. Deterioro y carencias sociales y económicas en función de un “Proyecto” de concentración y control.

    5.Venezuela ya no es respetada en su alma e identidad. El Socialismo del Siglo XXI se erige como fin y criterio supremos. Se reformulan los símbolos, se rehace la memoria histórica y se decretan alianzas al margen de sentimientos nacionales y populares.

    ¿Qué significaba en 2010 la vuelta al Cabildo!? La citada carta lo desarrolla lo desarrolla en cuatro puntos, que prácticamente los sintetiza así al final:

    Volver al Cabildo exige, de modo prioritario y patente que asuma Usted su responsabilidad de Presidente de la República. Este delicado cargo implica la escucha y dedicación a todos los venezolanos, trabajando por su unión en pro del bien común nacional. Nada más contradictorio con ello, que la identificación, implícita o explícita -y, peor cuando se la exhibe- con sólo un sector de la población, despreciando y marginando a los demás, con base en motivos ideológico-políticos, raciales, religiosos o de cualquier género”.

    Al cabo de diez años de esa carta, el doloroso acontecimiento de la pandemia viene a enmarcar el agudizado sufrimiento nacional ¡Venezuela se nos muere! El reclamo de entonces se convierte ahora en grito. Y nos reta a nosotros sus dolientes, que nos unamos para enfrentar el ineludible desafío de su recuperación. El comandante Chávez eludió su responsabilidad histórica. A nosotros los venezolanos, comenzando por los que tienen mayores deberes, capacidades y posibilidades, nos toca enfrentarla hoy, en el bicentenario de Carabobo.

    Ahora bien, el paso decisivo y consistente hacia la urgente unidad nacional corresponde darlo a quien la Constitución Nacional en su artículo 5 señala como soberano, poder originario de la República. Éste, en manifestación libre y transparente de su voluntad, elegirá a quien decida confiarle la presidencia de la nación y la dirección del equipo gubernamental que lo acompañe en la recuperación y el progresivo desarrollo integral de Venezuela.

    ¡El Cabildo no debe esperar más! Este año Bicentenario de Carabobo ha de ser de reconstitución de la libertad y unidad de la nación. Dios nos conceda éxito en la tarea. Y José Gregorio Hernández, que ofrendó su vida al servicio de la vida, interceda para que los venezolanos respondamos eficazmente al imperativo de unir y recuperar solidariamente nuestro país.

 

  

 

jueves, 8 de abril de 2021

EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA

     Hablar de evangelización de la cultura entraña manejar dos categorías de carácter totalizante. Evangelización, que integra todo lo relativo a la misión de la Iglesia en el mundo. Y cultura, que, en su acepción más amplia, abarca todo el quehacer humano.

    El Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006), cuyo inicio coincidió significativamente con el del presente siglo-milenio, aprobó entre sus diez y seis documentos, uno titulado así: Evangelización de la cultura en Venezuela. Su contenido tiene que ver, como es de esperar, con el conjunto de la obra conciliar.

    La acepción amplia del término cultura que asumimos aquí, se contrapone particularmente a una bastante corriente de tipo sectorial, que la restringe al ámbito de las bellas artes y a lo más cultivado o refinado del quehacer ético-espiritual humano. Es el sentido que se utiliza, por ejemplo, al designar a una persona como culta. El significado más inclusivo lo privilegió la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y lo desarrolló de modo orgánico la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla 1979). En esta línea se ubica el referido documento conciliar venezolano, el cual entiende por cultura toda la actividad del ser humano, su tejido relacional, el estilo de su convivencia, los valores y estructuras de su construcción societaria. Es así como cultura arropa los ámbitos económico y político como también un tercero, que se pudiera denominar ético-cultural y comprende desde lo ecológico hasta lo religioso.

    Lo cristiano y lo eclesial no se reduce así a una adhesión intelectual o a una praxis cultual, ni se restringe a un ámbito privado o simplemente religioso, sino que tiende a impregnar la totalidad del ser y del quehacer humanos, la globalidad de la praxis secular, mundana. La entera triple relacionalidad (con la naturaleza, con el otro, con Dios). La cultura, en cuanto concierne grupos humanos con sus espacios y tiempos, sus matices y pluralidad, se concreta en culturas.

    Hay dos frases de sendos papas del siglo pasado que pueden considerarse emblemáticas en esta materia. La primera, de Juan Pablo II: “La síntesis entre cultura y fe no es sólo una exigencia de la cultura, sino también de la fe (…) Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida” (Carta constitutiva del Pontificio Consejo para la Cultura, 20. 5. 1982). La otra es de Pablo VI: (…) lo que importa es evangelizar -no de una manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera viva en profundidad y hasta sus mismas raíces – la cultura y las culturas del hombre” (Exhortación La evangelización del mundo contemporáneo, 8. 12. 1975). La fe es-ha de ser conversión vital, realidad existencial transformadora también del entero tejido relacional humano; está llamada a transformar la política y la economía no desde fuera, limitándose a bendecir sedes bancarias y casas de partidos, sino orientando desde dentro lo político y lo económico hacia la construcción de una nueva sociedad. El doctor José Gregorio Hernández es un buen ejemplo de evangelizador de la cultura: unió investigación científica y práctica sacramental, militancia académica y actividad curativa humanizante, reflexión filosófica y compartir con los pobres.

    Evangelizar la(s) cultura(s) es una tarea de tipo dialogal; implica, en efecto, tanto aportar valores y perspectivas (iluminación y transformación desde el evangelio), como recibirlos (inculturando la doctrina y la praxis cristiana); igualmente postula un trabajo conjunto abierto, aprovechando los distintos círculos de coincidencia de confesiones y convicciones hacia el mayor bien común posible y consciente de la voluntad salvífica universal (ver 1Tm 2, 3-5). Esto plantea un compromiso en permanente renovación, dada la historicidad de lo humano y del plan salvador de Dios.

    La fe se da (encarna) en la(s) cultura (s), si bien no se identifica con ninguna y ha de ser instancia crítica con respecto a cada una. La evangelización de la cultura, obligante para la Iglesia en su conjunto y los cristianos singularmente tomados, es imperativo peculiar para los laicos, que se identifican propiamente por su presencia transformadora de las realidades temporales.