sábado, 23 de octubre de 2021

ESTADO ESQUIZOFRÉNICO

     Ante todo, una definición de términos. Por Estado se entiende aquí el cuerpo político, la estructura jurídica de la nación, tal como la Constitución trata de identificarla en sus principios y normas fundamentales. Esquizofrenia es del ámbito psicológico y equivale a disociación, discordancia de las funciones psíquicas con alteración de la unidad de la personalidad y de su puente con la realidad.

    Lo primero que salta a la vista en el análisis de la situación nacional es el divorcio patente entre el funcionamiento del Estado y la letra de la Constitución, lo cual aparece evidente ya en una simple hojeada del Preámbulo y los Principios Fundamentales. Un ejemplo bien concreto lo ofrece el artículo 55 sobre la protección del Estado a las personas. Y hay casos en los cuales la letra constitucional se queda en el mundo de la fantasía por el “nominalismo” o vaciedad de sus determinaciones, como cuando trata de los derechos sociales (75ss). Por un lado marcha la Carta Magna y por otro la realidad concreta. El síndrome de Estocolmo ha venido acostumbrando a los venezolanos a la aceptación de lo ilegal como normal, de lo violatorio de derechos humanos como ordinaria administración, de lo abusivo como inevitable. Ha sido efectiva en gran medida la sistemática pedagogía del amaestramiento y la sumisión, característica de los regímenes tiránicos y totalitarios. Así el “bravo pueblo” se transforma en manso súbdito; de libertador de otros en la Patria Grande se convierte internacionalmente en motivo de lástima. 

    La contraposición es evidente entre la Constitución y el Plan de la Patria con todo el andamiaje normativo ilegítimo de éste, que se viene montando en asambleas, constituyente, TSJ, Diktat ejecutivo… hacia un sacralizado Socialismo del Siglo XXI y el menjurje del Estado comunal.  Esta dualidad viene de lejos; era la propuesta de reforma constitucional hacia un Estado socialista, presentada a la nación el 15 de agosto de 2007 por el presidente de la República, la cual fue negada, pero introducida ulteriormente de modo progresivo por caminos verdes. Cuando el Episcopado plantea la urgencia de una refundación el país, es porque ésta implica como uno de sus elementos fundamentales, poner en claro qué tipo de Estado se maneja y se debe manejar en la República de Venezuela.   

    La esquizofrenia se manifiesta también en el plano internacional por el doblaje existente en cuanto a la representación oficial del Estado. El reconocimiento de éste no es uniforme, con la confusión y consecuencias negativas que son de prever, aparte del vergonzoso espectáculo que ofrecemos como país. A más del desastre material y moral padecemos de una minusvalía jurídica global.

    En esta línea de disociación ha de subrayarse una sumamente dañina en el campo ético-cultural y es la relativa a la verdad. Se trata de una institucionalidad de la mentira, que es ruptura entre lo que se piensa y lo que se dice; cuando se la exhibe de modo calculado y burlón se torna en cinismo. ¿Consecuencia? Desconfianza a priori respecto de los mensajes que vienen del mundo oficial, lo cual que tiende a minar también la comunicación en el ámbito político y social. No olvidemos: columna fundamental de un progreso humano consistente es la confianza en “el otro”. Recordemos la clara enseñanza de Cristo “la verdad los hará libres” (Jn 8, 32), así como la calificación del diablo como “padre de la mentira” (Ibid. 44).

    Venezuela no ha entrado todavía en el III Milenio. Peor aún, ha involucionado y caído en un desastre global por la persistencia de la actual Dictadura militar social comunista en imponer un sistema contrario a la refundación de la República, que la Constitución de 1999 explicitó en su Preámbulo. Por ello, urge que el soberano, con su poder constituyente originario (CRBV 5), tome a Venezuela en sus manos y la encamine, a doscientos años de Carabobo, hacia una convivencia realmente democrática, solidaria, productiva, fraterna, de calidad ética y espiritual, en la línea de sus mejores valores identitarios nacionales.

 

 

 

viernes, 8 de octubre de 2021

REFUNDACIÓN RECONSTITUYENTE

       Nuestro país tiene una carta magna: Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.  Es un conjunto jurídico, cuya substancia debería ser conocida por todos los venezolanos y estudiada en los institutos educativos. En otro tiempo las escuelas contaban con una asignatura llamada Moral y Cívica y en no pocas de ellas hasta se organizaban prácticas serias de república escolares.

    Nuestra Constitución se ha quedado en buena medida, lamentablemente, sólo como libro de biblioteca, porque en la práctica se la pasa por alto. Baste a título de ejemplo dar una hojeada al capítulo “De los derechos civiles”, en el que aparecen cosas curiosas como la inviolabilidad de los derechos a la vida y la libertad personal, así como del hogar doméstico y de las comunicaciones privadas. El texto constitucional semeja así un libro de curiosidades. De allí que se estimen como pura retórica las invocaciones a artículos como el 337 y 350 para poner las cosas en orden, porque el capítulo referente a la Fuerza Armada (III del título VII) es letra muerta en la praxis dictatorial del Régimen.

    Ley y vida se han divorciado y la nación reina una confusión en que los límites de lo jurídico y lo fáctico se han diluido para terminar en un baturrillo, que el argot criollo describe como “más enredado que un kilo estopa”. Esto afecta no sólo lo interno del país, sino que salta al plano internacional con el reconocimiento oficial o no del Régimen y la dualidad de representaciones diplomáticas. Venezuela aparece institucionalmente así como un estado bicéfalo o esquizofrénico o, también y paradójicamente, como una dictadura militar pluripolar.

    Como reflejo de lo anterior y evidencia de la crisis que sufre el país, así como del imperativo de lograr una verdadera solución, vale la pena citar el Mensaje de la Conferencia Episcopal Venezolana fechado en 30 de noviembre de 2020; en él se afirma: “ El evento electoral convocado para el próximo 6 de diciembre, lejos de contribuir a la solución democrática de la situación política que hoy vivimos, tiende a agravarla (...) aún deben realizarse las elecciones presidenciales, pues las del 2018 estuvieron signadas por condiciones ilegítimas que han dejado al actual régimen, a los ojos de Venezuela y de muchas naciones, como un poder de facto. La voluntad mayoritaria del pueblo venezolano es dilucidar su futuro político a través de la vía electoral. Esto implica una convocatoria a unas auténticas elecciones parlamentarias y elecciones presidenciales con condiciones de libertad e igualdad para todos los participantes, y con acompañamiento y seguimiento de organismos internacionales plurales”.

    En la misma línea este mismo año y con ocasión del Bicentenario de la Batalla de Carabobo, el Episcopado, primero a través de su Presidencia (22 junio) y luego en plenaria (12 de julio), ha formulado la necesidad de refundar el país con la participación de todos los ciudadanos. Una convocatoria al conjunto de los venezolanos, pues “sólo si unimos esfuerzos y voluntades podemos sacar el país adelante. Es urgente que cada uno de nosotros, como personas y como pueblo, contribuyamos a la reconstrucción de nuestro país” (Exhortación de julio).

    Es claro que la refundación, dada la globalidad y hondura de la crisis, no se reduce al aspecto político; implica también renovación, conversión en lo socio-económico y ético-cultural. Inmensos han sido el daño antropológico y la fractura de la convivencia. Urge una intervención especial del pueblo soberano para redefiniciones y decisiones en aspectos fundamentales de la República. “Diálogos” sectoriales y elecciones periféricas no bastan, ya que resultan indispensables reformulaciones y reestructuraciones en elementos básicos de la nación. De lo constituido hay que pasar a lo constituyente y lograr que la Constitución no se reduzca a libro de biblioteca y rubro de exportación, sino que se convierta en instrumento efectivo de unidad y progreso de la nación.

    El Bicentenario de Carabobo en una Venezuela oprimida y arruinada ha de ser clarinada para la refundación de Venezuela como república, libre, próspera, fraterna.