domingo, 26 de marzo de 2023

DADO, NO CONCEDIDO

     Nominalismo se denomina una doctrina surgida a finales de la Edad Media, según la cual las ideas eran puros sonidos a los cuales no correspondía nada objetivo. Me viene a la mente ahora que tengo que decir algo sobre nuestra Constitución (CRBV).

    Nuestra Carta Magna como formulación teórica, no es perfecta, pero sí pasable. El problema es que desde el comienzo quedó neutralizada por una interpretación nominalista, en proporción directa a su exaltación por el Régimen. Por lo demás, los venezolanos no nos podemos quejar, porque si en algo hemos abundado en nuestra alborotada historia post Carabobo ha sido en constituciones y proclamas. Por cierto que en un pequeño libro introductorio y sintético sobre Doctrina Social de la Iglesia (verlo en mi blog perezdoc1810.blogspot.com) he anexado, junto al listado de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del ´48, el Preámbulo y los Principios Fundamentales de nuestra Constitución, porque suelen ser grandes ignorados en la formación básica y el quehacer ordinario de nuestro pueblo. Y nadie quiere -busca, reclama- lo que no conoce.

    A la constitucionalidad vacía del país y la consiguiente mezcla de ilegalidades e ilegitimidades se debe el embrollo jurídico actual, en el cual impera una a-in-anticonstitucionalidad, en más de una ocasión calificada de nudo gordiano, especie de kilo de estopa que Alejandro Magno desenfadadamente “desenredó”, cortándolo con su espada y ganándose así el premio. El de iure y el de facto se entremezclan en la realidad política nacional, de modo que en un momento determinado no se sabe dónde estamos parados desde un punto de vista legal serio. Aún no ha desaparecido del todo del escenario internacional la formal esquizofrenia del Poder Público Nacional. No se toma en serio que la precisión de la identidad efectiva es requisito básico en cualquier intercambio.

    En este ámbito de confusión nos encuentran las primarias, paso introductorio a las elecciones presidenciales previstas para el próximo año. Parece que no queda otro camino factible para decidir un cambio de poder. En este caso, en cuanto a juridicidad, hemos de aplicar lo que en lógica se entiende por el “dado, no concedido” (dato, non concessu), pues no hay otro modo de salir del atolladero y así decidir electoralmente la ulterior marcha de la nación. A ésta no se la ha de paralizar con un tornillo sin fin de controversias jurídicas y fácticas.

    Lo anterior no significa renunciar a exigir estructuras y procedimientos indispensables para asegurar la indispensable libertad, justicia y racionalidad del proceso eleccionario.  En todo caso, a este no se lo puede dejar a simples concesiones u ocurrencias del Régimen. Es indispensable renovar sobre fundamento consistente la confianza en el poder del pueblo organizado. En un país destruido y decaído como el nuestro es preciso hace todo lo posible para que el soberano despierte, tome conciencia de su poder y deber, cobre ánimo y fuerza, se organice y entusiasme hacia el necesario cambio nacional.

    Que en este momento haya demasiados inscritos en las primarias no es problema. Es preciso, sí, impulsar una progresiva concentración de candidatos, generación de acuerdos y la alimentación del entusiasmo popular hacia - ¿por qué no pensarlo y fantasearlo? - una especie de tsunami que envuelva a la ciudadanía en un propósito de cambio.

    Los Obispos venezolanos han insistido repetidas veces en una necesaria refundación del país. En Exhortación del 12.7.2021 recalcaron la unión de “esfuerzos para que haya una verdadera participación de todos los ciudadanos” como sujetos, protagonista de esa tarea. La refundación ha de comenzar con el renacimiento de la esperanza y la alegría nacionales, junto al compromiso de ejercer la propia inalienable soberanía. No hay que olvidar que este tipo de regímenes, de proyecto totalitario, busca el contagio forzado de la población con el virus del desencanto y de la propia inutilidad ante la “omnipotencia” y “eternización” de la oligarquía gobernante. Lo que sucede, lamentablemente, en la Cuba castrocomunista, amaestradora de la “ideología chavista” y de la dictadura militar socialista criolla.   

viernes, 10 de marzo de 2023

CRUZ TRINITARIA

     La Cruz Trinitaria es un símbolo compuesto, que integra dos muy conocidos y de edad milenaria: la cruz y el triángulo equilátero. Se la propone hoy como imagen cristiana, expresiva de una fe actualizada y de suma utilidad para la nueva evangelización, tarea de la Iglesia en estos tiempos de cambio epocal, de transformaciones globales y profundas.

    La cruz era ya instrumento de castigo terrible entre los persas; de ellos la tomaron Alejandro Mago, los sirios y los cartagineses, de los cuales pasó a los romanos. A más de dolorosa, la muerte en cruz era lenta e infamante. Con el sacrificio de Jesús en cruz, ésta progresivamente cambió su significado  hasta convertirse en señal de esperanza, de victoria y de gloria. Basta leer el inicio de la Primera Carta de Pablo a los Corintios (1, 17-24). De los varios tipos de cruces, la que probablemente se impuso a Cristo fue la denominada immisa y sublimis, que es la comúnmente conocida y venerada.

    El triángulo es la figura geométrica por antonomasia; griegos y romanos, siguiendo a la escuela platónica, la tenían como la primera. El equilátero, de lados y ángulos iguales, ocupa el primer lugar de los triángulos. Por ello ha sido de corriente manejo en los más diversos ámbitos (científicos, esotéricos, religiosos…); se lo ha solido acompañar con otros signos como ojos, manos, letras. Por corresponder al número tres ha servido para representar tríadas, también de divinidades como en el budismo. Más cerca en el tiempo, la masonería ha privilegiado la delta -letra triangular griega- luminosa, radiante. El judaísmo, religión monoteísta, lo ha utilizado como símbolo de Dios, cuyo nombre no se pronuncia.

    En campo cristiano el triángulo equilátero como símbolo trinitario no es novedad. Antes del Concilio Vaticano II (1962-1965), por ejemplo, un catecismo de difusión internacional -Curso superior de religión de J. Rafael Faría (Bogotá, 1945)- proponía dicho triángulo para aclarar lo de las tres personas distintas en una naturaleza común. Inexplicable y lamentablemente la utilización de la simbología trinitaria de dicho triángulo se archivó en la catequesis ulterior. Retomarla constituye un desafío cristiano ineludible y obligante.

    La proclamación de lo fundamental y central del misterio y de la fe cristiana -lo que Pedro hizo en su primer discurso en Pentecostés- suele denominarse con una palabra griega, kerygma: anuncio de la salvación que Dios Padre actúa por su Hijo Jesucristo, enviando su Espíritu (Hch 2, 14-19). Es un conjunto trinitario-cristológico. No sólo, por tanto, trinitario o cristológico. Cristo es revelación y comunicación de la vida Dios Trinidad. En los últimos siglos lo trinitario- afirmado siempre como  doctrina básica, quedó, con todo, sin recibir correspondiente desarrollo teológico- práctico, polarizándose la atención en lo que es uno y común en Dios (omnipotencia, infinitud, omniciencia,…) y en la acción salvadora de su Hijo Jesucristo; con el Vaticano II se retomó y acentuó la atención a lo trinitario e interpersonal divino (relación, diálogo, comunión, amor) y su reflejo en la obra creadora y salvadora (socialidad humana, sentido comunitario de Iglesia y humanidad,…).

    La Cruz Trinitaria es un símbolo que busca a) recuperar el triángulo equilátero como apto y necesario símbolo del Dios revelado por Cristo; b) integrar cruz y triángulo para configurar el símbolo completo de lo nuclear trinitario-cristológico del credo (fe, kerygma) cristiano.

    En esta civilización de la imagen y una cultura superlativamente comunicacional creería que los cristianos hemos de ofrecer y difundir un signo claro y expresivo del Dios Unitrino, Amor, en que creemos, y unirlo íntima e inseparablemente al de Cristo, expresión máxima y efectiva del amor salvador de la Trinidad (ver Jn 3, 16). La Cruz Trinitaria completa la tradicional y ofrece así una bella y sencilla síntesis de lo fundamental y central del misterio íntimo de Dios y de su comunicación por Cristo.

    ¿Por qué no hacer que la Cruz Trinitaria se convierta en  símbolo cristiano preferido en este tiempo de cambio epocal?