La Cruz Trinitaria es un símbolo compuesto, que integra dos muy conocidos y de edad milenaria: la cruz y el triángulo equilátero. Se la propone hoy como imagen cristiana, expresiva de una fe actualizada y de suma utilidad para la nueva evangelización, tarea de la Iglesia en estos tiempos de cambio epocal, de transformaciones globales y profundas.
La cruz era ya instrumento de castigo terrible entre los persas; de ellos
la tomaron Alejandro Mago, los sirios y los cartagineses, de los cuales pasó a
los romanos. A más de dolorosa, la muerte en cruz era lenta e infamante. Con el
sacrificio de Jesús en cruz, ésta progresivamente cambió su significado hasta convertirse en señal de esperanza, de victoria
y de gloria. Basta leer el inicio de la Primera Carta de Pablo a los Corintios
(1, 17-24). De los varios tipos de cruces, la que probablemente se impuso a
Cristo fue la denominada immisa y sublimis, que es la comúnmente
conocida y venerada.
El triángulo es la figura geométrica por antonomasia; griegos y romanos,
siguiendo a la escuela platónica, la tenían como la primera. El equilátero, de
lados y ángulos iguales, ocupa el primer lugar de los triángulos. Por ello ha
sido de corriente manejo en los más diversos ámbitos (científicos, esotéricos,
religiosos…); se lo ha solido acompañar con otros signos como ojos, manos, letras.
Por corresponder al número tres ha servido para representar tríadas, también de
divinidades como en el budismo. Más cerca en el tiempo, la masonería ha
privilegiado la delta -letra triangular griega- luminosa, radiante. El judaísmo,
religión monoteísta, lo ha utilizado como símbolo de Dios, cuyo nombre no se
pronuncia.
En campo cristiano el triángulo equilátero como símbolo trinitario no es
novedad. Antes del Concilio Vaticano II (1962-1965), por ejemplo, un catecismo
de difusión internacional -Curso superior de religión de J.
Rafael Faría (Bogotá, 1945)- proponía dicho triángulo para aclarar lo de las
tres personas distintas en una naturaleza común. Inexplicable y lamentablemente
la utilización de la simbología trinitaria de dicho triángulo se archivó en la
catequesis ulterior. Retomarla constituye un desafío cristiano ineludible y
obligante.
La proclamación de lo fundamental y central del misterio y de la fe
cristiana -lo que Pedro hizo en su primer discurso en Pentecostés- suele
denominarse con una palabra griega, kerygma: anuncio de la salvación que
Dios Padre actúa por su Hijo Jesucristo, enviando su Espíritu (Hch 2, 14-19).
Es un conjunto trinitario-cristológico. No sólo, por tanto, trinitario o
cristológico. Cristo es revelación y comunicación de la vida Dios Trinidad. En
los últimos siglos lo trinitario- afirmado siempre como doctrina básica, quedó, con todo, sin recibir correspondiente
desarrollo teológico- práctico, polarizándose la atención en lo que es uno y
común en Dios (omnipotencia, infinitud, omniciencia,…) y en la acción salvadora
de su Hijo Jesucristo; con el Vaticano II se retomó y acentuó la atención a lo trinitario
e interpersonal divino (relación, diálogo, comunión, amor) y su reflejo en la
obra creadora y salvadora (socialidad humana, sentido comunitario de Iglesia y
humanidad,…).
La Cruz Trinitaria es un símbolo que busca a) recuperar el triángulo
equilátero como apto y necesario símbolo del Dios revelado por Cristo; b)
integrar cruz y triángulo para configurar el símbolo completo de lo nuclear
trinitario-cristológico del credo (fe, kerygma) cristiano.
En esta civilización de la imagen y una cultura superlativamente
comunicacional creería que los cristianos hemos de ofrecer y difundir un signo
claro y expresivo del Dios Unitrino, Amor, en que creemos, y unirlo íntima
e inseparablemente al de Cristo, expresión máxima y efectiva del amor salvador
de la Trinidad (ver Jn 3, 16). La Cruz Trinitaria completa la tradicional y ofrece
así una bella y sencilla síntesis de lo fundamental y central del misterio
íntimo de Dios y de su comunicación por Cristo.
¿Por qué no hacer que la Cruz Trinitaria se convierta en símbolo cristiano preferido en este tiempo de
cambio epocal?
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