Una reflexión sobre pesebre (belén) y cultura resulta oportuna en momentos en que en los hogares y otros ámbitos se está montando esta representación del nacimiento de Jesús. Y la circunstancia es particularmente apropiada cuando justo celebramos los ochocientos años de la fundación del pesebre por Francisco de Asís en el caserío italiano de Greccio.
La sencilla iniciativa del santo se fue extendiendo y enriqueciendo en
formas en la Europa católica. Con la colonización pasó a estas tierras nuestras
en donde ha echado raíces muy profundas y sentidas en la religiosidad popular,
recogiendo y promoviendo sobre la marcha múltiples expresiones culturales de la
Navidad. La obra de Marielena
Mestas y Horacio Biord Navidades en Venezuela, Devociones, tradiciones, recuerdos, editada en 2010, ofrece junto a una valiosa bibliografía, un rico inventario de celebraciones.
Un tema importante hoy en medio de serios desafíos culturales, es la
interpretación del pesebre con respecto a la relación evangelización-cultura.
La globalización en curso tiende a uniformar expresiones y tendencias, también
bajo ideologías impositivas, que buscan secularizar la sociedad, barriendo lo
que no pocos consideran resabios religiosos especialmente cristianos. O también
bajo penetración de fundamentalismos de otra índole como el islámico. En este
marco situacional debe resonar lo que el apóstol Pedro pedía a los cristianos
de ese tiempo inicial, a saber, estar “siempre dispuestos a dar respuesta a
todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1P 3, 15).
Dos categorías entran en escena: evangelización y cultura.
Pues bien, a ambas se las asume aquí con un carácter englobante. Cultura
como totalización de lo social, comprendiendo, por tanto, no sólo lo artístico,
lo más refinado, sino lo humano en sus más diversas expresiones relacionales.
Lo mismo sucede con la categoría evangelización, que totaliza la misión
de la Iglesia (enseñanza, culto, organización…). En cuanto a la relación de
esas dos nociones, se suele distinguir entre evangelización de la cultura e
inculturación del evangelio, que son como dos caras de una misma medalla; la
primera acentúa el aporte del evangelio a la cultura y la segunda la recepción
o integración de lo cultural en la evangelización. No sobra recordar que ésta
no se da en la historia sino inculturándose.
El pesebre es un medio de evangelización de la cultura ¿Qué mensaje da el
pesebre sobre Dios, el ser humano, la sociedad, la naturaleza…? Pongámoslo
también en imperativo: ¿Qué mensaje debe dar? El pesebre no ha de ser entendido
apenas como unas figuritas risueñas evocadoras de los mejores recuerdos y
sentimientos. ¿Qué enseña y subraya el pesebre a nuestro mundo concreto? Dicen
que el pesebre es como una Biblia abierta. Y un tonel pedagógico sin fondo.
Mejor que dar respuestas es formularse preguntas que abran a compromisos.
En cuanto a inculturación del evangelio, el pesebre es, junto a la imaginería
tradicional, un incentivo a la creatividad. Cristo se inculturó en la Galilea y
la Judea de la Torá, en el helenismo y el imperio romano ¿Qué elementos de
nuestra cultura actual son integrables en el pesebre para iluminar una mente y
encender un corazón humanistas y cristianos?
El engavetamiento del pesebre frente a la invasión del mercantil papá
Noel, del absorbente consumismo navideño, del insubstancial “espíritu de la
navidad”, ha de recordar a los cristianos que se consideran tales lo que decía
Jesús acerca de la sal que pierde su sabor (Mt 5, 13). El retomar y actualizar
con fe y amor el pesebre constituye hoy un verdadero desafío para los
creyentes.
Remito al saludo de los ángeles en la primera noche navideña.
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