Esperanza activa de nosotros venezolanos ha de ser: que como pueblo
soberano nos recuperemos de nuestra parálisis ciudadana y refundemos el país
como república democrática.
A propósito de parálisis es iluminador al respecto el primer milagro del
apóstol Pedro luego de Pentecostés: la curación de un tullido que pedía limosna
junto a una puerta del Templo de Jerusalén. “No tengo plata ni oro: pero lo que
tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar (…) y de un
salto se puso en pie y empezó a caminar” (Hch 3, 2-8).
No basta identificar al pueblo como soberano -lo hace nuestra Constitución
artículo 5)-; debe pasar, como diría Aristóteles, de la potencia al acto. La
soberanía de que se habla aquí no es la absoluta (tema filosófico y teológico),
la cual es exclusiva de Dios omnipotente, sino la política, formulada
por el empirista inglés John Locke (1632-1704), en su Segundo Tratado
sobre el gobierno. Él fue el primer teórico del estado liberal, fundado sobre
la soberanía popular, según la cual, los ciudadanos, por decisión tácitamente
contractual, se constituyen en comunidad civil orientada a realizar
racionalmente las exigencias de igualdad, libertad, recíproco respeto y
benevolencia en correspondencia a la naturaleza humana; el Estado se concibe por
tanto en un marco constitucional y de control ciudadano. La democracia tiene
así su sentido, expresión y finalidad.
En nuestra Constitución el referido artículo 5 se inscribe en el
conjunto de los Principios Fundamentales, que especifican el ámbito,
horizonte y exigencias del poder soberano del pueblo, lo cual irá detallando el
ulterior articulado de la Carta Magna.
De inmediato, sin embargo, surge un serio problema: ¿De qué sirve una bien
elaborada constitución si la ciudadanía en general la desconoce y quienes
ejercen el poder político sistemáticamente la violan? Al mencionarse los males
del país, no se tienen ordinariamente en cuenta el analfabetismo ciudadano de
la gente, así como la habitual ilegalidad e ilegitimidad del actuar de las
autoridades en las distintas ramas del poder público. No es del caso entrar en
detalles, pero bastaría una simple hojeada a los capítulos III y IV del título
III de nuestra Carta Magna para comprobar lo dicho. Bastante diciente al
respecto es lo que altos representantes del Régimen han reiterado sin escrúpulo
alguno ante la ciudadanía: “por las buenas o por las malas” continuaremos y “vinimos
para quedarnos”.
Nil volitum nisi praecognitum es una de esas sabias sentencias que el
latín sintetiza bien y significa: no se puede querer algo que se desconoce. Y querer
aquí comprende tanto el desear como el actuar. Aplíquese esto a la Constitución y
extiéndase a la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y
otros textos básicos de praxis ética y política, incluyendo también algunos
fundamentales de acento religioso y moral. La ignorancia pasiva o activo conduce
a la inacción o a la acción perversa.
En estos tiempos electorales se exige de los dirigentes y de las organizaciones
en ámbito político planes y proyectos concretos. Pues bien, algo que es
menester priorizar al respecto es la educación ciudadana, con miras a formar
gente protagonista de la construcción de una nueva sociedad, libre,
solidaria, de desarrollo compartido, fraterna y pacífica, de calidad ética y
espiritual de vida. Aportes como Armagedón
de José Ignacio Moreno León (Universidad Metropolitana 2009), ofrecen en este
sentido valioso material para una nueva educación en perspectiva de un genuino
humanismo en tiempos de globalización. La Doctrina Social de la Iglesia va en
esa dirección ¡Atención: ¡el ciudadano no nace, se hace!
Este año 2024 el soberano venezolano, con la ayuda de líderes genuinos
servidores, debe superar su parálisis y dar un salto en corresponsabilidad ciudadana
hacia una efectiva refundación del país. Para ello ha de tomar viva conciencia
de su deber ser ciudadano y poner por obra su potencial electoral con miras al
obligante cambio histórico que introduzca de veras a la nación en el nuevo
siglo y el nuevo milenio que el calendario señala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario