Repetidas veces he recordado la propuesta de la Conferencia Episcopal Venezolana sobre un esfuerzo conjunto ciudadano para refundar el país. Este llamado, bastante exigente en profundidad y globalidad, responde a la situación nacional de crisis integral, la cual exige un esfuerzo conjunto con miras a una efectiva recuperación.
Pues bien, un aspecto o
componente fundamental de esa refundación es el tocante a la educación,
entendiendo ésta como un requisito primario, ya que no se la restringe o
polariza en lo informativo o instrumental, sino que se la interpreta
primordialmente como formación de las personas y la comunidad en valores, creatividad,
actitudes, socialidad, requerimientos ético-culturales.
En momentos en que estamos en la
proximidad de una transición de la República hacia una convivencia democrática
en la línea de la Constitución, es preciso subrayar la prioridad de lo
educativo, justamente por la hondura y extensión del deterioro y las carencias
de la realidad nacional. Dentro del trabajo en la elaboración de propuestas
para responder a necesidades y urgencias, resulta imperativo actuar con lucidez
y eficacia en lo pedagógico en su sentido más genuino e integral.
Hay tareas de orden estructural,
organizativo y financiera, que emergen con prioridad en este campo, tan descuidado
y maltratado en múltiples aspectos; piénsese, como ejemplo notorio, en la
atención a los docentes, relegados a una escandalosa marginalidad. Pero la
atención a estas ineludibles prioridades no puede retardar o disminuir la que toca
el ser y sentido mismos de la educación.
Es aquí donde se precisa re-poner
sobre el tapete lo que en un momento determinado de la etapa democrática
(1958-1998) llegó a fraguar hasta en un Ministerio de Estado para el Desarrollo
de la Inteligencia. Lo que ello buscaba y repercutió con razón a nivel
internacional tenía como horizonte una genuina revolución, pues buscaba la
transformación, no simplemente de cosas, conocimientos, instrumentos y
estructuras, sino del cuido y el manejo de la fuente y el motor mismos de éstos:
la inteligencia del pueblo, sin barreras de condición social, racial y otras.
La pronta, repentina,
inexplicable e inexplicada desaparición del referido organismo oficial y el
eclipse de lo que éste significaba, generaba y multiplicaba constituyó una
verdadera tragedia nacional. Con el agravante de que no tuvo mayores dolientes,
ni en el gobierno ni en la oposición; ni mayor repercusión en organismos y
sectores de la sociedad civil. De nada sirven ahora los lamentos, si la
conversión no despunta.
Luis Alberto Machado -
“progenitor” de la creatura- comenzó su libro La revolución de la
inteligencia. El derecho a ser inteligente (Caracas, Planeta 1983) con una
cita de René Descartes, “padre de la filosofía moderna”. Propósito de ambos era
enseñar la importancia de un método, un camino, a seguir. Les interesa
primariamente no los productos de la inteligencia, sino cómo ésta los logra puede
inventar cualquier cosa.
¿Cómo manejar la inteligencia y crecer
como creatura inteligente? Ligado estrechamente con ello surgía en el doctor
Machado el tema del derecho humano “a ser inteligente”, como derecho primario y
altamente generador. Tema éstos que hoy, en escenarios de inteligencia
artificial, cobran peculiar relieve. (Estos planteamientos -digámoslo de paso- dejaban
en la sombra la exaltación marxista de los medios de producción como estructura
social fundamental, así como otras ideologías idolátricas).
La etimología latina de educación
(educere), así como la pedagogía socrática (mayéutica), que
acentúan un generar desde dentro, cobran particular importancia. Enseñar a
pensar, supera el simple obsequiar pensamientos. Dios creó al ser humano como
inteligente, como co-creador que ha de comenzar por la construcción de sí
mismo. La inteligencia es aprendizaje de genialidad, posibilitado por la
liberación de la inteligencia.
Reconstruir la educación exige
reparar y edificar escuelas, tratar dignamente a los docentes, pero, junto a eso
y sobre todo eso, pensarla y actuarla como desarrollo de los humanos como creaturas
inteligentes y responsablemente libres.