Teomanía es un vocablo compuesto de dos términos griegos, manía (demencia,
locura) y théos (Dios), que puede traducirse como pretensión de
endiosamiento. Esa fue la tentación que la serpiente diabólica presentó en el
Paraíso a la primera pareja humana, según narra el primer libro de la Biblia (Gn
3). El género literario con el cual éste describe la trampa maligna y el pecado
original constituye una multiforme metáfora, que dramatiza el inicio claroscuro
de la historia de un hombre creado con una libertad ambivalente.
La soberbia de auto divinizarse cruza todo el devenir terrestre humano,
caracterizado por luminosos proyectos, engañosas ilusiones, logros inmensos y estruendosos
desastres. La teomanía suele reflejarse en ateísmo práctico, pero también
teórico; en indiferencia, como también en beligerancia. En Occidente el
marginar a Dios lo percibimos desde la antigua Grecia en pensadores como Demócrito
o Protágoras; más tarde en algunos atisbos durante el Renacimiento, pero sobre
todo en el pensamiento sistemático de algunos iluministas como La Mettrie y
Helvecio, en pensadores del Ochocientos como Feuerbach, Marx, Comte y Nietzsche,
y en más cercanos en contemporaneidad como Freud, el existencialista Sartre, así
como neopositivistas y cultores del lenguaje, que relegan el problema de Dios a
simples construcciones lingüísticas.
Hoy en día la teomanía se expresa en tendencias antropológicas y, más
ampliamente, culturales, que tienden a disolver al hombre en sus mismas manos,
desligándolo de toda genuina apertura trascendente y del plan divino creador. El
animal racional queda librado entonces al juego de las ideologías y las maniobras
de la tecnología, sin consistencia específica propia; se excluye, en efecto,
toda frontera a la voluntad humana y toda norma moral que la pueda encauzar. Se
da vía libre a un transhumanismo, a una completa desestructuración
antropológica y, junto a ésta, a una reconstrucción anárquica, comprensiva,
entre otras, de una sexualidad indiferenciada que se expresa en abecedario de
géneros y extinción de la familia; surge un variado marketing cultural
con ideologías tipo woke, queer, de la cancelación y lo
políticamente correcto. En el ámbito socio económico y político se abren
agendas al dominio de los poderosos sobre una masificación global. La tentación
del “serán como dioses”, que refiere el Génesis, estimula una
confrontación social y beligerancia sin frenos retenida apenas por el fantasma
de un apocalipsis nuclear.
La teomanía y el ateísmo recorren toda la historia humana, cual camino de
un peregrinante humano tentado siempre a replegarse en sí mismo y dominar a los
demás, excluyendo un partner absoluto, trascendente. El problema del
ateísmo, especialmente en su forma de teomanía es que, al asumirlos, el hombre
queda suelto, sin otras amarras que los propios proyectos y pretensiones. Sin
otra ley que él mismo y sus intereses.
La teomanía suele tonarse en teofobia y entonces Dios simboliza un contrincante
de poder y un obstáculo a la autorrealización. O, peor, un impedimento a las
propias ansias de dominación irrestricta sobre otros seres humanos. La historia
del siglo XX con dos conflagraciones mundiales y el imperio de totalitarismos
con pretensiones de absolutez, son expresiones manifiestas. Y acercando la
historia, expresión palpable de teomanía en nuestro país es el querer
organizarlo mediante un poder ejercido con pretensiones de omnipotencia, sin
límites como no sean los que se ponga la misma autoridad.
Es preciso no olvidar la responsabilidad de los creyentes en la aparición y
crecimiento de teomanías y teofobias. Por algo ya Moisés transmitió este
mandamiento divino: “No hagas mal uso del nombre del Señor” (Éxodo 20, 7). Uso indebido
del cual la historia registra gran variedad de formas, buscando disfrazar el
mal o justificarlo mediante la indebida apelación a una voluntad divina. Abuso igualmente
al no pasar a la práctica la fe en un Dios que es sumo bien (bondad, justicia,
paz …) y, según la revelación de Cristo, libertad y amor.
El Dios verdadero es liberador-defensor del ser humano frente a toda
teomanía-teofobia opresora.