miércoles, 13 de agosto de 2025

MANUAL SOCIAL CRIOLLO

 

    El nombre del nuevo Papa estimula un vigoroso relanzamiento de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) a un siglo y cuarto de la encíclica Rerum Novarum de León XIII, en estos nuevos tiempos, no ya de revolución industrial y amontonamiento obrero en fábricas, sino de emergentes desafíos culturales y de inteligencia artificial en oficinas. El fin de dicha doctrina, sin embargo, sigue siendo el mismo:  lograr un genuino humanismo en la polis.

    De la entraña de la Iglesia y siguiendo el cambiante devenir histórico ha venido surgiendo un tejido de enseñanzas acerca de la convivencia humana hacia un horizonte de valores como libertad y justicia, solidaridad y paz. El nombre acuñado para ese conjunto se ha concretado en DSI. Veamos un tanto el significado de estos términos.

    Lo de doctrina expresa la conjugación de sólidos valores humanos y cristianos en una propuesta abierta, que no se estanca en formulación ideológica cerrada, ni se dirige en exclusividad a una determinada audiencia; lo de social porque comprende múltiples elementos de la entera tríada económica- política-ético cultural; lo de Iglesia identifica su origen primario, pero en amplia apertura en cuanto a fuentes y destinatarios. Se define como oferta servicial abierta, apta para el diálogo y la cooperación de grupos y pueblos. Lo específico cristiano se entiende como perfeccionamiento de lo humano y no como forzado complemento religioso. Así el imperativo de construir corresponsablemente una sociedad terrena digna se interpreta, no como un añadido restringido para creyentes, sino como digna preparación de la polis celestial según el mandamiento máximo del amor. La esperanza de lo supra temporal fundamenta y refuerza el compromiso humano general por una “nueva sociedad”. Desde la fe, las dos ciudadanías, mundana y trascendente, están en íntima conexión.

    La formación en DSI no es optativa para al cristiano y su Iglesia. El mandamiento del amor no se agota en el relacionamiento persona-persona, sino que se amplía como corresponsabilidad y solidaridad en correspondencia a la auténtica socialidad del ser humano y al carácter comunional del plan de Dios sobre la historia. La DSI no es, por tanto, materia electiva para la Iglesia. El cristiano y su comunidad son necesariamente políticos ya que el amor evangélico ha de tomar cuerpo en la polis y visibilizarse en derechos humanos, bien común, progreso compartido, calidad cultural. Tentación amenazante siempre es la de interpretar y vivir la fe en sentido verticalista, intimista, “espiritualista” para hacerse acreedor del conocido reproche de “opio del pueblo”. La santidad cristiana, como la de José Gregorio Hernández, es de pies en tierra.  

    Esta es la razón por qué el Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006), la asamblea operativa más importante de la Iglesia en este país durante sus quinientos años, se ocupó de la “contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad” y de la acción transformadora del evangelio en la cultura. Produjo así dos documentos (3º y 13º), no simplemente reflexivos, sino también operativos, gracias a la metodología seguida del ver-juzgar-actuar. Estos trabajos -disponibles en Internet en lugar destinado al Concilio- conforman un verdadero “manual “criollo” en la materia; es obvio que ellos exigen una actualización en materia tan dinámica (pensemos en novedades como las ideológico-políticas del Socialismo del Siglo XXI y las antropológicas woke y género, así como en las agendas globalistas), pero el grueso de las formulaciones permanece válido.        

    En medio de las crisis contemporáneas, abundosas en revoluciones e involuciones, la DSI ofrece un material consistente, ágil y renovado, a la hora de pensar y actuar un humanismo integral, atento a la pluridimensionalidad del hombre y la complejidad de su devenir histórico.

    La misión evangelizadora de la Iglesia, el mandamiento máximo del amor y la fidelidad a Dios Unitrino obligan a los cristianos y su comunidad en el peregrinar histórico a contribuir seriamente en la construcción de una nueva sociedad, como ámbito político de libertad, justicia, paz y espiritualidad genuinas.

 

miércoles, 30 de julio de 2025

ALIENACIÓN COMO PARADOJA

     La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (CIGNS) es el título del tercero de los 16 del Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006). Constituye un muy útil manual de Doctrina Social de la Iglesia aplicada a nuestro país, dada su metodología del ver-juzgar-actuar.

    Clave e ineludible desafío es el que plantea el referido documento: “Una de las grandes tareas de la Iglesia en nuestro país consiste en la construcción de una sociedad más justa, más digna, más humana, más cristiana y más solidaria. Esta tarea exige la efectividad del amor. Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural” (CIGNS 9).

    Este imperativo lleva a recordar la interpretación marxista de la religión preparada ya por el filósofo alemán Feuerbach (1804-1872) con su categoría de alienación, de acuerdo a la cual, el hombre se vacía de sí mismo transfiriendo a un dios ficticio su propia dignidad. Marx concretó esa alienación en una causa económica: en la sociedad capitalista, de clases, el proletario es despojado de lo que le pertenece, de su dinero y, con ello, de su valor. Con la colectivización, fruto de la revolución comunista mediante la eliminación de la propiedad privada y las clases sociales, el ser humano se recuperará, será él mismo. Eliminada la propiedad privada esclavizante, el hombre recobrará su genuina identidad y destino, sin tener que apelar a expectativas de felicidad extra mundanas, a fantasías religiosas.

    La caída del Muro de Berlín mostró lo engañoso de los “paraísos terrenos” propuestos por proyectos destructivos de entraña totalitaria. Lo monstruoso de esa imaginería lo pusieron de relieve autores como Milovan Djilas a mediados de los 50´ con su Nueva clase y tres décadas más tarde George Orwell con su 1984.

    Con respecto al marxismo bastante agua ha corrido bajo los puentes y ha sido notable su metamorfosis al enfocar la revolución y el binomio de los opuestos, acentuando no ya tanto lo económico cuanto lo político y cultural; siempre, sin embargo, en un sentido totalitario de imposición excluyente. Un marxismo metamorfoseado, asumiendo disfraces democráticos que favorecen el marketing ideológico y el dominio gradual. Caso patente es el del Socialismo del Siglo XXI en la línea del castro narcomunismo.

    En cuanto al relacionamiento de estos neomarxismos político-culturales con los entes religiosos estamos frente una novedosa paradoja: no atacan y persiguen ya tanto explícita y directamente la religión, sino que buscan por todos los medios a su alcance, también punitivos, que ésta sea de veras alienante, no se comprometa en lo terrenal, “no se meta en política”, entendiendo por ésta, cosas como lo relativo a defensa y promoción de los derechos humanos, autenticidad de la convivencia democrática, exigencias básicas de un estado de derecho. A lo cultual y litúrgico, lo devocional privado, lo organizativo-administrativo indispensable institucional religioso, le dejan campo discretamente abierto, aunque siempre delimitado -cuando gobiernan- por la autoridad cívico-militar. La medida de la alienación la establece autoritativamente el Estado, que absorbe también las funciones de Sumo Sacerdote. En perspectiva totalitaria se “colectiviza” así también la religatio.

    Resulta así una patente paradoja: para corrientes y regímenes marxistas o congéneres como el Socialismo del Siglo XXI, la religión -y con ella, la Iglesia- es aceptable y puede actuar, sólo si se comporta efectivamente como “opio del pueblo”. Sin entrar en la suerte de la polis.

    Esta paradoja plantea para instituciones religiosas e iglesias -pienso en primer lugar en mi Iglesia católica- a) negativamente, evitar una presencia intimista y “espiritualista” en el mundo ajena al compromiso temporal y b) positivamente, integrar una espiritualidad, liturgia y vida de gran profundidad y aliento con un protagonismo consciente y activo humanizante en la polis.  El norte ha de ser construir en este mundo una “nueva sociedad”, que anuncie y prepare la polis celestial.

sábado, 12 de julio de 2025

CANONIZACIÓN Y PEREGRINANTES

 

    La fe cristiana identifica el trajinar humano en la historia como un peregrinar hacia la plenitud de los tiempos, la cual se inscribe en otro tipo de duración, definitiva, eterna. El último libro de la Biblia, el Apocalipsis, busca describir, con su peculiar género literario y riqueza simbólica, la etapa culminante del Reino (Reinado) de Dios, que constituyó lo central de la predicación de Jesús. La polis terrena cederá su lugar a la Jerusalén celestial, ciudad de luz y convivencia perfecta de los justos (santos) en comunión con Dios Amor, Trinidad. En esta perspectiva, el tiempo, devenir mundano, es ámbito de prueba, de decisión, respecto del mandamiento máximo, el amor a Dios-prójimo (ver Mateo 25, 31-46).

    La canonización es la declaración oficial de la Iglesia respecto de la integración de un ser humano en la ciudad definitiva. Y se lo declara santo, para que quienes todavía peregrinamos lo veneremos como modelo e intercesor. El catálogo de los santos (santoral) ofrece una rica variedad de personajes, que animan y ayudan al pueblo de Dios en su devenir histórico, como creyente y corresponsable en la misión evangelizadora encomendada por Cristo. Los santos son hombres y mujeres de los distintos sectores eclesiales, de las más diversas categorías sociales y características personales. Los próximos dos santos venezolanos son ejemplos de esa variedad hagiográfica.

    Las canonizaciones son también llamados y exigencias que se plantean a la Iglesia, con peculiares especificaciones y acentos en las circunstancias concretas. De allí la necesidad de leer los “signos de los tiempos”. Por ejemplo una Edith Stein, carmelita filósofa quemada en el campo de concentración de Auschwitz aparece como patente advertencia frente a políticas de intolerancia y culturas de permisividad; así como en su tiempo otro mártir, el político Tomás Moro, testimonió por dónde debía ir el ejercicio del poder.

    Es la razón por qué hemos de escarbar en la interpelación que la canonización de nuestros primeros santos, Carmen Rendiles y José Gregorio Hernández y, en particular, la del “médico de los pobres”, plantea a la Iglesia venezolana y a la nación entera en este tiempo de grave crisis nacional. Ellos se entregaron por completo al servicio de Dios y del prójimo, demostrando las radicales exigencias del amor evangélico. Su canonización es “fiesta”, celebración de agradecimiento a Dios así como de alegría fraterna, pero ha de ser también de reflexión y compromiso respecto de lo que ella exige en autenticidad de fe y expresión religiosa, así como en materia de verdad y libertad, justicia y solidaridad en la convivencia nacional. A dos siglos del 5 de Julio y de Carabobo en los inicios de un nuevo siglo-milenio, la interpelación al país es ineludible respecto de la inexistencia de un estado de derecho, la imposición de un proyecto ideológico-político de corte totalitario, la tragedia de un empobrecimiento masivo y la emigración forzada de una cuarta parte de nuestra población. Urge interpretar la canonización como un llamado imperativo a la recomposición del tejido nacional, a la reconciliación y la convivencia genuinamente democrática de los venezolanos.

    Por ello, sintetizando angustias y anhelos, puede decirse que la canonización es ocasión propicia para exigir:

1.La liberación de todos los presos políticos y de la actual ola represiva.

2.El restablecimiento de la libertad de los medios de comunicación social.

3. La pronta y efectiva obediencia al soberano (CRBV 5), en lo que ha decidido (28 Julio 2024) y pueda decidir desde ahora, por un procedimiento creíble, para la reconstitucionalización de la República. Eventuales acuerdos y decisiones que habrán de contar con seria garantía internacional.

    Dios revelado por Cristo es Trinidad, encuentro interpersonal; creó al ser humano para la comunión y quiere la reconciliación, la unidad de nuestro pueblo venezolano, al cual le regala ahora dos santos. A éstos los ofrece como modelos de servicio fraterno, especialmente del prójimo más débil. Su canonización desafía a construir una nación pacífica, libre, emprendedora, solidaria, de calidad espiritual.

 

 

   

 

 

domingo, 29 de junio de 2025

PROPUESTAS ANTE CANONIZACIÓN

 

    La canonización de los dos primeros santos venezolanos, José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, cabe dentro del concepto griego de kairós, momento oportuno.  Es la razón de la siguiente tríada de propuestas, dos para la Iglesia y una para el país.

    En lo tocante a la Iglesia, destacar el marco fundamental doctrinal, trinitario-cristológico de la canonización y popularizar ampliamente el himno a la patrona de Venezuela, Salve aurora jubilosa. En lo concerniente al país, urgir la refundación nacional planteada no hace mucho por nuestro Episcopado ante la grave y global crisis de la República.

    1. La canonización exige integrar adecuadamente el culto a los santos en el conjunto doctrinal y pastoral de la Iglesia. Lo exige la débil formación del pueblo católico en materia de fe. Es preciso destacar la jerarquía de verdades y prácticas, cuya observancia asegura una recta inteligencia de lo que se cree y una coherente expresión religiosa, con lo cual también se preserva de errores y deformaciones. El tesoro de la religiosidad o piedad popular está siempre amenazado por desviaciones y sincretismos que contaminan la verdad y favorecen devociones inconvenientes y dañinas. La doctrina cristiana tiene un eje articulador (núcleo, centro): la fe en el Dios Unitrino revelado por Jesucristo y en éste como Salvador. Es lo que planteó públicamente san Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2), iniciando así la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. Los santos canonizados son propuestos como modelos de fe y de obediencia a Dios, practicantes ejemplares del mandamiento máximo del amor, al tiempo que intercesores valiosos en el peregrinar hacia lo definitivo celestial. La referencia a la Trinidad y Cristo Salvador constituye lo fundamental en lo doctrinal y práctico de los cristianos. Un símbolo, en creciente difusión actualmente, es de patente ayuda al respecto: la Cruz Trinitaria, que conjuga lo trinitario (triángulo) y cristológico (cruz) en estrecha e indivisible unidad; dicho símbolo viene a llenar un gran vacío en una cultura como la contemporánea, doblemente simbólica.

    2. El himno Salve aurora jubilosa, por cierto muy bello y bien vibrante, se identifica como expresión mariana nacional. La canonización es ocasión favorable para difundirlo en cobertura y frecuencia, como signo de la unidad católica venezolana. Nuestra Iglesia ha tenido en el culto a la Madre de Jesús un firme apoyo a la fe en Dios y la adhesión a Cristo, a través de una historia bastante convulsionada y en no pocos tiempos con notables carencias de pastores y apoyos institucionales, junto a medidas políticas discriminatorias y el fuerte influjo de círculos ilustrados contrarios o nada favorables. La Virgen de Coromoto como símbolo de una Iglesia en renovación estimulará también a construir una nueva sociedad, libre, justa y fraterna. El canto en su honor será en este sentido un permanente recordatorio.

    3. El tercer punto tiene que ver con el conjunto del país. Se trata de la refundación nacional, a la cual han convocado los Obispos en repetidas ocasiones. Ya en Exhortación de enero de 2021, ante la beatificación próxima de José Gregorio, la estimaron como “hermosa ocasión” para “refundar a Venezuela con los principios de nacionalidad inspirados en el Evangelio”; en esa oportunidad los Obispos denunciaron, entre otras cosas, el modelo de corte totalitario impuesto por el Régimen, el desconocimiento de derechos humanos y el aumento de la migración forzada; subrayaron la necesidad de un “cambio radical en la conducción política”. Sobre la refundación con “una verdadera la participación de todos los ciudadanos” se volvió con insistencia en julio siguiente. Es un tema que está sobre el tapete; la crisis se ha agudizado. No es del caso aquí entrar en particulares de la refundación, cuya necesidad acontecimientos como el del 28 de Julio del ´24 han puesto de relieve.

    Lo cierto es que la canonización es un innegable y desafiante kairós. Fiesta también liberadora y unificante en perspectiva evangélica.             

miércoles, 18 de junio de 2025

CANONIZACIÓN INTERPELANTE

 

Canonización es la sentencia solemne por la cual el Papa declara a una persona fallecida como santo (a), es decir, alguien que goza actualmente de la gloria celestial y puede recibir culto en toda la Iglesia. León XIV hará dentro de poco esa declaración sobre los venezolanos José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles; los propondrá oficialmente así como modelos de vida cristiana, invitando también a participar con ellos de la intimidad con Dios y a tenerlos como intercesores en necesidades o aspiraciones tanto espirituales como corporales.

 Las presentes líneas buscan destacar la canonización del doctor José Gregorio como peculiar desafío planteado hoy tanto a la comunidad venezolana en general, mayoritariamente cristiana, como a la Iglesia católica en particular.  

José Gregorio fue un extraño personaje para su tiempo. Conjugó existencialmente fe y ciencia; laicidad y compromiso cristiano temporal; calidad profesional y servicio caritativo; altura socio cultural y humildad de vida;  protagonismo ciudadano (de primera fila en lo sanitario, se enroló para defensa de la patria y abogó ante el poder por la Universidad agredida) y participación eclesial (en culto y asociaciones); firme autenticidad en convicciones y apertura pluralista, amistosa, dialogal (ejemplificada en la relación con Razetti  como también en una corresponsabilidad social supra partidista).   No obstante sus intentos de vida monástica y seminarística, asumió como laico, de modo coherente, su inmersión en el mundo, tanto en sencillos vecindarios como en brillantes metrópolis. Disponible en su entrega a la entera polis, vivió al servicio de la verdad-libertad-amor, sin dejarse atrapar por el tener-poder-saber, asumiéndolos activamente como medios de solidaridad especialmente con los más necesitados.

El escenario histórico nacional e internacional del santo de Isnotú no fue de aires pacíficos.  En sus dos últimas décadas se afianzó la larga dictadura andina de Castro y Gómez (1900-1935), que siguió a la prolongada autocracia guzmancista culminada por cortos y moderados regímenes de transición. Del siglo XIX Venezuela salió descuartizada y empobrecida por una secuencia fratricida de acciones de guerra y otros hechos de violencia y sangre; en cuanto a población, en 1900 apenas arañaba el millón y medio. Pero sí abundamos en Constituciones (¡una veintena para 1931!). Cuando murió José Gregorio, el país, cafetero y cacaotero, estaba apenas en los albores de la exportación petrolera. En el ámbito político cultural, a raíz de la Independencia se produjo una descomposición de instituciones y se desencadenó un progresivo apartheid de lo eclesiástico junto a un triunfalismo secularista, principalmente de signo positivista. Al lado de un resistente sustrato de religiosidad popular, subsistió una rala presencia cristiana en el ámbito de ciencias y letras.  En ámbito internacional los estudios europeos los tuvo José Gregorio durante la consolidación del imperio alemán y la república francesa, que convulsionaron en el emergente siglo XX por la primera guerra mundial, la cual generó una crisis global que abrió camino a la avasallante tríada totalitaria comunista, fascista, nazista.

Como venezolanos y católicos hemos de agradecer a Dios y alegrarnos por la próxima canonización de nuestros dos primeros santos. Pero, particularmente en el caso de José Gregorio, esa declaración papal nos interpela muy seriamente acerca de nuestro compromiso actual respecto de la unión, la libertad, la fraternidad y el progreso de nuestro país. ¿Por qué?

Somos una nación en crisis generalizada: una cuarta parte de nuestros compatriotas es de emigrantes forzados; la extragrande mayoría está empobrecida; miles de presos-torturados y perseguidos políticos ensombrecen la República; la ciudadanía sin MCS y elecciones libres se ve obligada “por las buenas o por las malas” a aceptar un proyecto ideológico político de corte totalitario, causante primero del desastre nacional. Somos una nación urgida de reconciliación en la verdad y de que el soberano (CRBV 5) decida sin trabas el camino a seguir hacia una convivencia democrática, pluralista, productiva, fraterna. La que Dios manda. ´

Y para la Iglesia la interpelación es bien clara hacia a) una efectiva sinodalidad (caminar juntos) con todos los venezolanos para la recuperación y el progreso integrales del país y b) la promoción de un consistente laicado católico para la construcción de una “nueva sociedad”.

 

sábado, 31 de mayo de 2025

DEMOCRATIZACIÓN DE LA INTELIGENCIA

     El tema del desarrollo de la inteligencia con novedosas exploraciones en este campo, entre las cuales sobresale la inteligencia artificial, me llevó a destacar, en reciente intervención en Coro sobre el expresidente Luis A. Herrera Campins, lo que estimo la principal y peculiar obra de su gobierno.

    Paradójica y lamentablemente esa iniciativa, revolucionaria en el mejor sentido de la palabra, fue enterrada sin pena ni gloria al terminar el mandato del ilustre portugueseño, como si hubiese sido una menuda disposición de ordinaria administración. Desde entonces no ha habido dolientes que recuperen en algún modo el tesoro sepultado.

    A mí me gusta repetir lo que una vez oí de un amigo brasileño: “no hay cosa más peligrosa que enseñar a alguien a pensar con su propia cabeza”. ¿Por qué? Se está formando, en efecto, a un crítico de lo que uno propone. Pero no hay remedio, si se pretende edificar una sociedad de personas pensantes y protagonistas y no una masa de simples oyentes y seguidores, es preciso educar en el sentido genuino de esta palabra. Y educar es procurar que desde el interior del ser humano mismo emerjan concepciones, convicciones y creaciones. Como del mármol emergieron los davides y piedades del escultor toscano. Y en cuanto al saber, importa el tenerlo, pero, más todavía, el cómo obtenerlo. El método, cuyo aprendizaje no exige edad para comenzar.

    El timón de la aventura cristalizó en el Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia, del cual fue encargado otro gran venezolano y amigo, Luis Alberto Machado. Sobre la finalidad y motivación, realizaciones y valoración de tan importante iniciativa conviene leer La democratización de la Inteligencia editada oficialmente en 1984 con Presentación e importantes intervenciones del presidente Herrera Campins.  

    El proyecto y sus primeros frutos fueron apreciados más fuera que dentro del país. Recibió apoyo de institutos, centros de investigación y gobiernos de las más diversas naciones e ideologías, al tiempo que catalizó muy diversos intercambios y encuentros a los más varios niveles.  Esa revolución, verdadera de verdad, tocaba no simplemente determinadas expresiones del quehacer humano, sino su fuente misma, como es la inteligencia. Facultad no encerrada en sí misma, sino interpretada como gemela de una voluntad orientada éticamente hacia el desarrollo integral, la justicia y la paz. La Revolución de la inteligencia- El derecho a ser inteligente”, de Luis Alberto (Ed. Planeta 1983) es bien explícita al respecto.

    El cultivo sistemático de la inteligencia asumido, por su amplitud y trascendencia, como tarea del Estado, planteaba entre sus características principales: su sólida fundamentación científica, su funcionalidad respecto de la realidad concreta, su direccionalidad a toda la población sin distingos de ninguna especie, su talante inclusivo en materia ideológica y política, su apertura en beneficio de todos los pueblos. El término “Democratización de la inteligencia” expresaba esta apertura servicial, constructiva, genuinamente humanista, de dicha “Revolución”.

    En esta línea se integraban la participación protagónica de la familia, la orientación de la educación formal, el compromiso sindical y la más variada contribución social. Y se promovía el trabajo conjunto con altos centros de investigación mundial y organizaciones nacionales investigativas y pedagógicas.

    A un buen número de años del ocaso de tan valiosa iniciativa del Presidente Herrera se pueden apreciar las dimensiones de esa gran pérdida nacional. No sólo por lo que se marginó de positivo, sino por la negatividad creciente en el campo de la educación y la investigación en el país. El corte totalitario del régimen imperante ha acentuado desde entonces una estatización masificante, el monolitismo ideológico, la hegemonía comunicacional, el cierre a la formación de una conciencia crítica y de una convivencia pluralista.

    Importante es pensar; pero más, todavía, es pensar cómo pensar más y mejor. Aprovechando la inteligencia que Dios nos regaló, no sólo para utilizarla sino para hacerla crecer desarrollarla en perspectiva de bien. Democratizándola para lo mejor.  

 

martes, 20 de mayo de 2025

TRÍADAS Y PEROS EN DOCTRINA SOCIAL

     Por Doctrina Social de la Iglesia (DSI) puede entenderse el conjunto de principios, criterios y orientaciones para la acción, que desde la Iglesia se ofrece con miras a la organización de una integral convivencia social.

    Cuando se habla de este tema inevitablemente surge la mención de un documento considerado como el de arranque oficial en la materia, la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (15 mayo 1891). La DSI se enraíza en la Sagrada Escritura y se ha venido desarrollando en la historia a través de aportes, ya oficiales, ya de entidades o personas particulares de los distintos sectores o niveles de la Iglesia. Un proceso que ha sido siempre de dar y recibir, enseñar y aprender, en virtud de la condición histórica cristiana. Pensemos en temas como el ecológico, de incorporación relativamente reciente. En Venezuela contamos con una especie de manual propio en la materia, en virtud de la metodología del ver-juzgar-actuar seguida en su elaboración; se trata del documento 13 producido por el Concilio Plenario de Venezuela (200-2006) y titulado Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad.

    El manejo de la DSI no se restringe a personas o grupos determinados; me gusta recordar que ya el Arzobispo de Caracas a finales de los 40´ incorporó temas de la misma al catecismo para alumnos de escuela primaria, y Juan Pablo II planteó incorporar dicha doctrina en la etapa inicial de formación catequética. Recordemos a este propósito algo de Perogrullo: la familia es la primera escuela.

    En la DSI se pueden señalar algunas tríadas de particular importancia y que son muy útiles a la hora de organizar su teoría y praxis. Cuando se habla de tríadas la memoria vuela inevitablemente al filósofo Hegel, cuyo sistema es un intrincado tejido tripartita, comenzando por la muy conocida dialéctica de tesis-antítesis y síntesis. Para un cristiano lo de triádico no extraña en modo alguno, dada su fe que es, fundamental y centralmente, confesión de un Dios Unitrino, Padre-Hijo-Espíritu Santo.

    En cuanto a las múltiples tríadas identificables y manejables en la DSI valgan los siguientes ejemplos. 1) Ámbitos sociales con sus respectivos campos y valores: económico/tener/justicia, político/poder/libertad, ético- cultural/calidad espiritual/gratuidad. 2)  Puntos capitales antropológicos y sociales:  centralidad de la persona, bien común y estado de derecho. 3) Exigencias para una recta y fecunda praxis: solidaridad, participación y subsidiaridad. 4) Componentes de lo que podría denominarse una “nueva sociedad”: comunidad participativa de bienes, democracia y calidad espiritual. 5) Modos o formas de praxis política: actuación ciudadana, actividad partidista, ejercicio del poder.

    Puede también decirse de la DSI en varios aspecto un sí, junto a un pero. En efecto, a) tiene su fuente e igualmente su fuerte en la Iglesia, pero no está amarrada a una perspectiva de fe, pudiendo ser asumida también por no creyentes y convertirse en ámbito de encuentro y diálogo; b) alimenta propuestas teóricas y prácticas, pero sin reducirse a una ideología o programa determinados; c) es apta para orientar un proyecto concreto, pero su desarrollo y progresividad no la amarran a un tiempo determinado; d) está pensada para orientar propuestas, programas y movimientos, pero como conjunto abierto no es identificable o monopolizable como algo exclusivo de un movimiento o partido.

    Para un cristiano la DSI desarrolla en profundidad y trascendencia la condición del ser humano y de la polis que está llamado a construir. El Dios de referencia es amor, la solidaridad que exige es estrecha fraternidad y el futuro definitivo al que abre es de convivencia supra temporal.

    Como estamos en momentos de nuevo pontificado resulta oportuno recordar, en lo concerniente a doctrina social, la contribución significativa del Papa Francisco con su encíclica Laudato Si´ en materia de “cuidado de la casa común”, “comunión universal” humano-cósmica y “lectura de la realidad en clave trinitaria”. Y el nombre mismo del nuevo Papa, que recuerda el del lanzador oficial de la DSI con su documento “Sobre la condición de los obreros”.