miércoles, 17 de septiembre de 2025

ESQUIZOFRENIA POLÍTICA

 

    Definiendo de modo bien perceptible y desde el inicio su nombre pontificio, el sucesor de Francisco está ofreciendo orientaciones sólidas y actualizadas en materia de de Doctrina Social.

    La caída del Muro de Berlín descompuso en el campo marxista dogmas ideológicos y pretendidos fatalismos históricos. Lo cultural surgió como algo serio respecto del pretendido determinismo económico y la “eternidad” socialista tuvo que sincerarse con su condición histórica. Esto llevó a una metamorfosis doctrinal y práctica que está en pleno desarrollo.

    En la acera del frente, luego de un cierto triunfalismo -alguno hasta habló del “fin de la historia”- se ha tomado progresiva conciencia de que no sólo el comunismo amenaza con su materialismo y totalitarismo la construcción de una nueva sociedad, sino que ésta reclama una revisión a fondo en los ámbitos económico, político y ético-cultural. Un humanismo integral exige ser actuado desde varios ángulos dada la complejidad del ser humano.

    En el campo democristiano el derrumbe del Muro llevó también a crisis y reformulaciones y mostró sensibles carencias y vacíos. La guerra fría había simplificado interpretaciones, diluido cambios y retardado respuestas; los factores culturales no habían sido objeto de la necesaria atención. En cuanto a la Iglesia, se ha experimentado un innegable aggiornamento y apertura a lo social pero ha faltado mayor coherencia, realismo y articulación en cuanto a lo operativo. Fácil proclamación y poca aplicación.  

    El Papa León ha subrayado recientemente en recomendaciones a políticos franceses elementos básicos para una praxis más auténtica e integrada de vida cristiana y actuación social, mayor correspondencia efectiva en la relación fe-política.

    Esquizofrenia es un término simple y útil para esquematizar la doblez de comportamiento con respecto a lo “privado” y “público”. Y en lo concerniente a los cristianos en un divorcio entre vida de fe y actuación ciudadana. Extremando las cosas se podría decir que para no pocos -creyentes y no creyentes- la política es un terreno del “sálvese quien pueda”. Verdad, justicia, honradez, delicadeza, bondad y misericordia, entre otras, son categorías que a menudo poco o nada constituyen imperativos efectivos para un político profesional. No resulta difícil identificar las consecuencias de una tal esquizofrenia. La arena político-partidista parece convertirse en un “campo de nadie” en que cualquier procedimiento se justifica, con tal de salir adelante en elecciones, progreso de agrupaciones de partidos y éxitos de gobernantes.    

     Es indudable que el quehacer político y lleva a necesarias precisiones y matices en la interpretación y práctica de lineamientos éticos. Pensemos en lo referente al decir la verdad con respecto al poner sobre la mesa pública estrategias y prácticas que exigen reserva y confidencialidad. Así como en el inevitable asumir costos sociales en determinadas decisiones administrativas. Una ética política seriamente asumida debe tener presente lo peculiar y desafiante del campo que se maneja. Todo ello lleva a programar la formación política no sólo en términos de pragmatismo operativo, sino de autenticidad personal y social. Eficacia y licitud no son sinónimos. Pero así como vicios no escasean, afortunadamente ejemplos no faltan. En todo caso el deber-ser no es simple materia de resultados y encuestas.

    Lo anterior lleva a recalcar la necesidad de la dimensión ética en la educación y praxis política. Y esto tiene una significación y consecuencias peculiares para el político cristiano, que ha de concebir su conducta personal como “ejemplar” en lo testimonial y educativo. Tanto individualmente como en grupo o institución.

    Formarse en Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y actuar en esta línea resulta entonces tarea obligante para todo miembro de la Iglesia. León XIV la ha calificado como no opcional. Y esto vale para todos, laicos y clérigos. Para los cristianos individuales y sus comunidades, comenzado por la familia, primera escuela. 

    La DSI se funda en la ley natural, la cultiva en la Iglesia, compromete y perfecciona al cristiano y se abre como positiva invitación a todo humano que quiera construir una “nueva sociedad”.

      

lunes, 25 de agosto de 2025

JOSE GREGORIO EN LOS ALTARES

 

    Elevado a los altares es una expresión que simboliza el reconocimiento oficial de la Iglesia con respecto a la santidad de uno de sus miembros, considerándolo ciudadano ya de la polis celestial.

    El santo es venerado en la comunidad eclesial bajo diversas formas y por diversos motivos. En la devoción popular predomina el aspecto de la intercesión, en cuanto por su peculiar cercanía a Dios consigue favores, cosa que en el caso de José Gregorio resalta en cuanto a consuelo y curaciones. Otro aspecto que la Iglesia destaca es el ejemplar. Al santo se lo propone como modelo, no sólo para la admiración sino para la imitación. En este sentido la hagiografía ofrece una muy rica variedad, tanto por las características de los santos, como también por la variedad de devotos. De éstos tenemos desde religiosas contemplativas como Teresita del Niño Jesús hasta gobernantes de alto vuelo como el mártir Tomás Moro, patrono de los políticos. Bastante cercanos en el tiempo son la judía filósofa Edith Stein, quemada en Auschwitz por el nazismo y el muchacho italiano Carlos Acutis, programador de informática.   

    Actitud no tan corriente, como la de pedir un favor a los santos, es la de sentirse interpelados por ellos en las propias circunstancias y exigencias de vida. Los creyentes olvidamos fácilmente que estamos llamados no a una mediocridad de fe y entrega, sino a una total fidelidad de amor a Dios y al prójimo.  Una información que no sobra es la de que hoy en día hay muchos lugares en el mundo en los que el mantener la fe y la práctica cristianas es inscribirse en la lista de posibles mártires. Y de que el ambiente cultural contemporáneo es permanente y grave desafío a una autenticidad ética, espiritual. Un agudo teólogo contemporáneo dijo que en el presente siglo el cristiano será místico o no será cristiano.

    Hace algunas semanas surgió el planteamiento de “Canonización sin presos políticos”, en vista a la próxima elevación a los altares de los compatriotas José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, especialmente del primero (desiderátum y exigencia comprensibles en la actual circunstancia nacional). Ciertamente celebraciones como la exaltación de un cristiano genuino no pueden quedarse en fiesta -legítima y obligante, ciertamente-, sino que también implica recoger de modo consciente y responsable la exigencia de autenticidad que plantea a los celebrantes.  

    Al hablar de canonización estas líneas se refieren a los dos próximos santos, pero privilegian comprensiblemente a José Gregorio por su peculiar protagonismo público.

    Hay dos preguntas que nos pueden ayudar a interpretar adecuadamente la canonización en la actual coyuntura venezolana. ¿Qué país la celebra? ¿Qué país la debiera celebrar?

    Con respecto al primer interrogante, podría responderse con otra pregunta bien desafiante: ¿Es uno el país? Porque desde el poder no se lo reconoce uno. Se niega, de facto, la condición de ciudadanos venezolanos a quienes no comparten el alineamiento político-ideológico marxista del Socialismo del Siglo XXI, el cual contradice lo declarado en la Constitución sobre Venezuela como República democrática, pluralista. El drama de los presos-torturados políticos, la emigración forzada de la cuarta parte de la población y el robo del voto soberano, son bien dicientes.

    ¿Qué país la debiera celebrar? Uno que de veras realice el Preámbulo y los Principios Fundamentales de la misma Constitución. El que reclaman también los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la ONU el 10 de diciembre de l948.

     No como agregado marginal, sino como elemento substancial, se ha de recordar la condición cristiana católica mayoritaria del país, que a pesar de las incoherencias prácticas, entraña una identidad, una dignidad y una vocación, que no se pueden ignorar y las cuales plantean exigencias altas, positivas, estimulantes.

    La canonización es para la Iglesia motivo de alegre celebración, pero, al mismo tiempo,  serio reto para ser, en Cristo, signo e instrumento eficaz  de liberación y comunión en esta Venezuela oprimida y fracturada.

 

    

miércoles, 13 de agosto de 2025

MANUAL SOCIAL CRIOLLO

 

    El nombre del nuevo Papa estimula un vigoroso relanzamiento de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) a un siglo y cuarto de la encíclica Rerum Novarum de León XIII, en estos nuevos tiempos, no ya de revolución industrial y amontonamiento obrero en fábricas, sino de emergentes desafíos culturales y de inteligencia artificial en oficinas. El fin de dicha doctrina, sin embargo, sigue siendo el mismo:  lograr un genuino humanismo en la polis.

    De la entraña de la Iglesia y siguiendo el cambiante devenir histórico ha venido surgiendo un tejido de enseñanzas acerca de la convivencia humana hacia un horizonte de valores como libertad y justicia, solidaridad y paz. El nombre acuñado para ese conjunto se ha concretado en DSI. Veamos un tanto el significado de estos términos.

    Lo de doctrina expresa la conjugación de sólidos valores humanos y cristianos en una propuesta abierta, que no se estanca en formulación ideológica cerrada, ni se dirige en exclusividad a una determinada audiencia; lo de social porque comprende múltiples elementos de la entera tríada económica- política-ético cultural; lo de Iglesia identifica su origen primario, pero en amplia apertura en cuanto a fuentes y destinatarios. Se define como oferta servicial abierta, apta para el diálogo y la cooperación de grupos y pueblos. Lo específico cristiano se entiende como perfeccionamiento de lo humano y no como forzado complemento religioso. Así el imperativo de construir corresponsablemente una sociedad terrena digna se interpreta, no como un añadido restringido para creyentes, sino como digna preparación de la polis celestial según el mandamiento máximo del amor. La esperanza de lo supra temporal fundamenta y refuerza el compromiso humano general por una “nueva sociedad”. Desde la fe, las dos ciudadanías, mundana y trascendente, están en íntima conexión.

    La formación en DSI no es optativa para al cristiano y su Iglesia. El mandamiento del amor no se agota en el relacionamiento persona-persona, sino que se amplía como corresponsabilidad y solidaridad en correspondencia a la auténtica socialidad del ser humano y al carácter comunional del plan de Dios sobre la historia. La DSI no es, por tanto, materia electiva para la Iglesia. El cristiano y su comunidad son necesariamente políticos ya que el amor evangélico ha de tomar cuerpo en la polis y visibilizarse en derechos humanos, bien común, progreso compartido, calidad cultural. Tentación amenazante siempre es la de interpretar y vivir la fe en sentido verticalista, intimista, “espiritualista” para hacerse acreedor del conocido reproche de “opio del pueblo”. La santidad cristiana, como la de José Gregorio Hernández, es de pies en tierra.  

    Esta es la razón por qué el Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006), la asamblea operativa más importante de la Iglesia en este país durante sus quinientos años, se ocupó de la “contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad” y de la acción transformadora del evangelio en la cultura. Produjo así dos documentos (3º y 13º), no simplemente reflexivos, sino también operativos, gracias a la metodología seguida del ver-juzgar-actuar. Estos trabajos -disponibles en Internet en lugar destinado al Concilio- conforman un verdadero “manual “criollo” en la materia; es obvio que ellos exigen una actualización en materia tan dinámica (pensemos en novedades como las ideológico-políticas del Socialismo del Siglo XXI y las antropológicas woke y género, así como en las agendas globalistas), pero el grueso de las formulaciones permanece válido.        

    En medio de las crisis contemporáneas, abundosas en revoluciones e involuciones, la DSI ofrece un material consistente, ágil y renovado, a la hora de pensar y actuar un humanismo integral, atento a la pluridimensionalidad del hombre y la complejidad de su devenir histórico.

    La misión evangelizadora de la Iglesia, el mandamiento máximo del amor y la fidelidad a Dios Unitrino obligan a los cristianos y su comunidad en el peregrinar histórico a contribuir seriamente en la construcción de una nueva sociedad, como ámbito político de libertad, justicia, paz y espiritualidad genuinas.

 

miércoles, 30 de julio de 2025

ALIENACIÓN COMO PARADOJA

     La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (CIGNS) es el título del tercero de los 16 del Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006). Constituye un muy útil manual de Doctrina Social de la Iglesia aplicada a nuestro país, dada su metodología del ver-juzgar-actuar.

    Clave e ineludible desafío es el que plantea el referido documento: “Una de las grandes tareas de la Iglesia en nuestro país consiste en la construcción de una sociedad más justa, más digna, más humana, más cristiana y más solidaria. Esta tarea exige la efectividad del amor. Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural” (CIGNS 9).

    Este imperativo lleva a recordar la interpretación marxista de la religión preparada ya por el filósofo alemán Feuerbach (1804-1872) con su categoría de alienación, de acuerdo a la cual, el hombre se vacía de sí mismo transfiriendo a un dios ficticio su propia dignidad. Marx concretó esa alienación en una causa económica: en la sociedad capitalista, de clases, el proletario es despojado de lo que le pertenece, de su dinero y, con ello, de su valor. Con la colectivización, fruto de la revolución comunista mediante la eliminación de la propiedad privada y las clases sociales, el ser humano se recuperará, será él mismo. Eliminada la propiedad privada esclavizante, el hombre recobrará su genuina identidad y destino, sin tener que apelar a expectativas de felicidad extra mundanas, a fantasías religiosas.

    La caída del Muro de Berlín mostró lo engañoso de los “paraísos terrenos” propuestos por proyectos destructivos de entraña totalitaria. Lo monstruoso de esa imaginería lo pusieron de relieve autores como Milovan Djilas a mediados de los 50´ con su Nueva clase y tres décadas más tarde George Orwell con su 1984.

    Con respecto al marxismo bastante agua ha corrido bajo los puentes y ha sido notable su metamorfosis al enfocar la revolución y el binomio de los opuestos, acentuando no ya tanto lo económico cuanto lo político y cultural; siempre, sin embargo, en un sentido totalitario de imposición excluyente. Un marxismo metamorfoseado, asumiendo disfraces democráticos que favorecen el marketing ideológico y el dominio gradual. Caso patente es el del Socialismo del Siglo XXI en la línea del castro narcomunismo.

    En cuanto al relacionamiento de estos neomarxismos político-culturales con los entes religiosos estamos frente una novedosa paradoja: no atacan y persiguen ya tanto explícita y directamente la religión, sino que buscan por todos los medios a su alcance, también punitivos, que ésta sea de veras alienante, no se comprometa en lo terrenal, “no se meta en política”, entendiendo por ésta, cosas como lo relativo a defensa y promoción de los derechos humanos, autenticidad de la convivencia democrática, exigencias básicas de un estado de derecho. A lo cultual y litúrgico, lo devocional privado, lo organizativo-administrativo indispensable institucional religioso, le dejan campo discretamente abierto, aunque siempre delimitado -cuando gobiernan- por la autoridad cívico-militar. La medida de la alienación la establece autoritativamente el Estado, que absorbe también las funciones de Sumo Sacerdote. En perspectiva totalitaria se “colectiviza” así también la religatio.

    Resulta así una patente paradoja: para corrientes y regímenes marxistas o congéneres como el Socialismo del Siglo XXI, la religión -y con ella, la Iglesia- es aceptable y puede actuar, sólo si se comporta efectivamente como “opio del pueblo”. Sin entrar en la suerte de la polis.

    Esta paradoja plantea para instituciones religiosas e iglesias -pienso en primer lugar en mi Iglesia católica- a) negativamente, evitar una presencia intimista y “espiritualista” en el mundo ajena al compromiso temporal y b) positivamente, integrar una espiritualidad, liturgia y vida de gran profundidad y aliento con un protagonismo consciente y activo humanizante en la polis.  El norte ha de ser construir en este mundo una “nueva sociedad”, que anuncie y prepare la polis celestial.

sábado, 12 de julio de 2025

CANONIZACIÓN Y PEREGRINANTES

 

    La fe cristiana identifica el trajinar humano en la historia como un peregrinar hacia la plenitud de los tiempos, la cual se inscribe en otro tipo de duración, definitiva, eterna. El último libro de la Biblia, el Apocalipsis, busca describir, con su peculiar género literario y riqueza simbólica, la etapa culminante del Reino (Reinado) de Dios, que constituyó lo central de la predicación de Jesús. La polis terrena cederá su lugar a la Jerusalén celestial, ciudad de luz y convivencia perfecta de los justos (santos) en comunión con Dios Amor, Trinidad. En esta perspectiva, el tiempo, devenir mundano, es ámbito de prueba, de decisión, respecto del mandamiento máximo, el amor a Dios-prójimo (ver Mateo 25, 31-46).

    La canonización es la declaración oficial de la Iglesia respecto de la integración de un ser humano en la ciudad definitiva. Y se lo declara santo, para que quienes todavía peregrinamos lo veneremos como modelo e intercesor. El catálogo de los santos (santoral) ofrece una rica variedad de personajes, que animan y ayudan al pueblo de Dios en su devenir histórico, como creyente y corresponsable en la misión evangelizadora encomendada por Cristo. Los santos son hombres y mujeres de los distintos sectores eclesiales, de las más diversas categorías sociales y características personales. Los próximos dos santos venezolanos son ejemplos de esa variedad hagiográfica.

    Las canonizaciones son también llamados y exigencias que se plantean a la Iglesia, con peculiares especificaciones y acentos en las circunstancias concretas. De allí la necesidad de leer los “signos de los tiempos”. Por ejemplo una Edith Stein, carmelita filósofa quemada en el campo de concentración de Auschwitz aparece como patente advertencia frente a políticas de intolerancia y culturas de permisividad; así como en su tiempo otro mártir, el político Tomás Moro, testimonió por dónde debía ir el ejercicio del poder.

    Es la razón por qué hemos de escarbar en la interpelación que la canonización de nuestros primeros santos, Carmen Rendiles y José Gregorio Hernández y, en particular, la del “médico de los pobres”, plantea a la Iglesia venezolana y a la nación entera en este tiempo de grave crisis nacional. Ellos se entregaron por completo al servicio de Dios y del prójimo, demostrando las radicales exigencias del amor evangélico. Su canonización es “fiesta”, celebración de agradecimiento a Dios así como de alegría fraterna, pero ha de ser también de reflexión y compromiso respecto de lo que ella exige en autenticidad de fe y expresión religiosa, así como en materia de verdad y libertad, justicia y solidaridad en la convivencia nacional. A dos siglos del 5 de Julio y de Carabobo en los inicios de un nuevo siglo-milenio, la interpelación al país es ineludible respecto de la inexistencia de un estado de derecho, la imposición de un proyecto ideológico-político de corte totalitario, la tragedia de un empobrecimiento masivo y la emigración forzada de una cuarta parte de nuestra población. Urge interpretar la canonización como un llamado imperativo a la recomposición del tejido nacional, a la reconciliación y la convivencia genuinamente democrática de los venezolanos.

    Por ello, sintetizando angustias y anhelos, puede decirse que la canonización es ocasión propicia para exigir:

1.La liberación de todos los presos políticos y de la actual ola represiva.

2.El restablecimiento de la libertad de los medios de comunicación social.

3. La pronta y efectiva obediencia al soberano (CRBV 5), en lo que ha decidido (28 Julio 2024) y pueda decidir desde ahora, por un procedimiento creíble, para la reconstitucionalización de la República. Eventuales acuerdos y decisiones que habrán de contar con seria garantía internacional.

    Dios revelado por Cristo es Trinidad, encuentro interpersonal; creó al ser humano para la comunión y quiere la reconciliación, la unidad de nuestro pueblo venezolano, al cual le regala ahora dos santos. A éstos los ofrece como modelos de servicio fraterno, especialmente del prójimo más débil. Su canonización desafía a construir una nación pacífica, libre, emprendedora, solidaria, de calidad espiritual.

 

 

   

 

 

domingo, 29 de junio de 2025

PROPUESTAS ANTE CANONIZACIÓN

 

    La canonización de los dos primeros santos venezolanos, José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, cabe dentro del concepto griego de kairós, momento oportuno.  Es la razón de la siguiente tríada de propuestas, dos para la Iglesia y una para el país.

    En lo tocante a la Iglesia, destacar el marco fundamental doctrinal, trinitario-cristológico de la canonización y popularizar ampliamente el himno a la patrona de Venezuela, Salve aurora jubilosa. En lo concerniente al país, urgir la refundación nacional planteada no hace mucho por nuestro Episcopado ante la grave y global crisis de la República.

    1. La canonización exige integrar adecuadamente el culto a los santos en el conjunto doctrinal y pastoral de la Iglesia. Lo exige la débil formación del pueblo católico en materia de fe. Es preciso destacar la jerarquía de verdades y prácticas, cuya observancia asegura una recta inteligencia de lo que se cree y una coherente expresión religiosa, con lo cual también se preserva de errores y deformaciones. El tesoro de la religiosidad o piedad popular está siempre amenazado por desviaciones y sincretismos que contaminan la verdad y favorecen devociones inconvenientes y dañinas. La doctrina cristiana tiene un eje articulador (núcleo, centro): la fe en el Dios Unitrino revelado por Jesucristo y en éste como Salvador. Es lo que planteó públicamente san Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2), iniciando así la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. Los santos canonizados son propuestos como modelos de fe y de obediencia a Dios, practicantes ejemplares del mandamiento máximo del amor, al tiempo que intercesores valiosos en el peregrinar hacia lo definitivo celestial. La referencia a la Trinidad y Cristo Salvador constituye lo fundamental en lo doctrinal y práctico de los cristianos. Un símbolo, en creciente difusión actualmente, es de patente ayuda al respecto: la Cruz Trinitaria, que conjuga lo trinitario (triángulo) y cristológico (cruz) en estrecha e indivisible unidad; dicho símbolo viene a llenar un gran vacío en una cultura como la contemporánea, doblemente simbólica.

    2. El himno Salve aurora jubilosa, por cierto muy bello y bien vibrante, se identifica como expresión mariana nacional. La canonización es ocasión favorable para difundirlo en cobertura y frecuencia, como signo de la unidad católica venezolana. Nuestra Iglesia ha tenido en el culto a la Madre de Jesús un firme apoyo a la fe en Dios y la adhesión a Cristo, a través de una historia bastante convulsionada y en no pocos tiempos con notables carencias de pastores y apoyos institucionales, junto a medidas políticas discriminatorias y el fuerte influjo de círculos ilustrados contrarios o nada favorables. La Virgen de Coromoto como símbolo de una Iglesia en renovación estimulará también a construir una nueva sociedad, libre, justa y fraterna. El canto en su honor será en este sentido un permanente recordatorio.

    3. El tercer punto tiene que ver con el conjunto del país. Se trata de la refundación nacional, a la cual han convocado los Obispos en repetidas ocasiones. Ya en Exhortación de enero de 2021, ante la beatificación próxima de José Gregorio, la estimaron como “hermosa ocasión” para “refundar a Venezuela con los principios de nacionalidad inspirados en el Evangelio”; en esa oportunidad los Obispos denunciaron, entre otras cosas, el modelo de corte totalitario impuesto por el Régimen, el desconocimiento de derechos humanos y el aumento de la migración forzada; subrayaron la necesidad de un “cambio radical en la conducción política”. Sobre la refundación con “una verdadera la participación de todos los ciudadanos” se volvió con insistencia en julio siguiente. Es un tema que está sobre el tapete; la crisis se ha agudizado. No es del caso aquí entrar en particulares de la refundación, cuya necesidad acontecimientos como el del 28 de Julio del ´24 han puesto de relieve.

    Lo cierto es que la canonización es un innegable y desafiante kairós. Fiesta también liberadora y unificante en perspectiva evangélica.             

miércoles, 18 de junio de 2025

CANONIZACIÓN INTERPELANTE

 

Canonización es la sentencia solemne por la cual el Papa declara a una persona fallecida como santo (a), es decir, alguien que goza actualmente de la gloria celestial y puede recibir culto en toda la Iglesia. León XIV hará dentro de poco esa declaración sobre los venezolanos José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles; los propondrá oficialmente así como modelos de vida cristiana, invitando también a participar con ellos de la intimidad con Dios y a tenerlos como intercesores en necesidades o aspiraciones tanto espirituales como corporales.

 Las presentes líneas buscan destacar la canonización del doctor José Gregorio como peculiar desafío planteado hoy tanto a la comunidad venezolana en general, mayoritariamente cristiana, como a la Iglesia católica en particular.  

José Gregorio fue un extraño personaje para su tiempo. Conjugó existencialmente fe y ciencia; laicidad y compromiso cristiano temporal; calidad profesional y servicio caritativo; altura socio cultural y humildad de vida;  protagonismo ciudadano (de primera fila en lo sanitario, se enroló para defensa de la patria y abogó ante el poder por la Universidad agredida) y participación eclesial (en culto y asociaciones); firme autenticidad en convicciones y apertura pluralista, amistosa, dialogal (ejemplificada en la relación con Razetti  como también en una corresponsabilidad social supra partidista).   No obstante sus intentos de vida monástica y seminarística, asumió como laico, de modo coherente, su inmersión en el mundo, tanto en sencillos vecindarios como en brillantes metrópolis. Disponible en su entrega a la entera polis, vivió al servicio de la verdad-libertad-amor, sin dejarse atrapar por el tener-poder-saber, asumiéndolos activamente como medios de solidaridad especialmente con los más necesitados.

El escenario histórico nacional e internacional del santo de Isnotú no fue de aires pacíficos.  En sus dos últimas décadas se afianzó la larga dictadura andina de Castro y Gómez (1900-1935), que siguió a la prolongada autocracia guzmancista culminada por cortos y moderados regímenes de transición. Del siglo XIX Venezuela salió descuartizada y empobrecida por una secuencia fratricida de acciones de guerra y otros hechos de violencia y sangre; en cuanto a población, en 1900 apenas arañaba el millón y medio. Pero sí abundamos en Constituciones (¡una veintena para 1931!). Cuando murió José Gregorio, el país, cafetero y cacaotero, estaba apenas en los albores de la exportación petrolera. En el ámbito político cultural, a raíz de la Independencia se produjo una descomposición de instituciones y se desencadenó un progresivo apartheid de lo eclesiástico junto a un triunfalismo secularista, principalmente de signo positivista. Al lado de un resistente sustrato de religiosidad popular, subsistió una rala presencia cristiana en el ámbito de ciencias y letras.  En ámbito internacional los estudios europeos los tuvo José Gregorio durante la consolidación del imperio alemán y la república francesa, que convulsionaron en el emergente siglo XX por la primera guerra mundial, la cual generó una crisis global que abrió camino a la avasallante tríada totalitaria comunista, fascista, nazista.

Como venezolanos y católicos hemos de agradecer a Dios y alegrarnos por la próxima canonización de nuestros dos primeros santos. Pero, particularmente en el caso de José Gregorio, esa declaración papal nos interpela muy seriamente acerca de nuestro compromiso actual respecto de la unión, la libertad, la fraternidad y el progreso de nuestro país. ¿Por qué?

Somos una nación en crisis generalizada: una cuarta parte de nuestros compatriotas es de emigrantes forzados; la extragrande mayoría está empobrecida; miles de presos-torturados y perseguidos políticos ensombrecen la República; la ciudadanía sin MCS y elecciones libres se ve obligada “por las buenas o por las malas” a aceptar un proyecto ideológico político de corte totalitario, causante primero del desastre nacional. Somos una nación urgida de reconciliación en la verdad y de que el soberano (CRBV 5) decida sin trabas el camino a seguir hacia una convivencia democrática, pluralista, productiva, fraterna. La que Dios manda. ´

Y para la Iglesia la interpelación es bien clara hacia a) una efectiva sinodalidad (caminar juntos) con todos los venezolanos para la recuperación y el progreso integrales del país y b) la promoción de un consistente laicado católico para la construcción de una “nueva sociedad”.