Definiendo de modo bien perceptible y desde el inicio su nombre pontificio,
el sucesor de Francisco está ofreciendo orientaciones sólidas y actualizadas en
materia de de Doctrina Social.
La caída del Muro de Berlín descompuso en el campo marxista dogmas
ideológicos y pretendidos fatalismos históricos. Lo cultural surgió como algo
serio respecto del pretendido determinismo económico y la “eternidad” socialista
tuvo que sincerarse con su condición histórica. Esto llevó a una metamorfosis
doctrinal y práctica que está en pleno desarrollo.
En la acera del frente, luego de un cierto triunfalismo -alguno hasta habló
del “fin de la historia”- se ha tomado progresiva conciencia de que no sólo el
comunismo amenaza con su materialismo y totalitarismo la construcción de una
nueva sociedad, sino que ésta reclama una revisión a fondo en los ámbitos
económico, político y ético-cultural. Un humanismo integral exige ser actuado
desde varios ángulos dada la complejidad del ser humano.
En el campo democristiano el derrumbe del Muro llevó también a crisis y
reformulaciones y mostró sensibles carencias y vacíos. La guerra fría había simplificado
interpretaciones, diluido cambios y retardado respuestas; los factores
culturales no habían sido objeto de la necesaria atención. En cuanto a la
Iglesia, se ha experimentado un innegable aggiornamento y apertura a lo
social pero ha faltado mayor coherencia, realismo y articulación en cuanto a lo
operativo. Fácil proclamación y poca aplicación.
El Papa León ha subrayado recientemente en recomendaciones a políticos
franceses elementos básicos para una praxis más auténtica e integrada de vida
cristiana y actuación social, mayor correspondencia efectiva en la relación
fe-política.
Esquizofrenia es un término simple y útil para esquematizar la
doblez de comportamiento con respecto a lo “privado” y “público”. Y en lo
concerniente a los cristianos en un divorcio entre vida de fe y actuación
ciudadana. Extremando las cosas se podría decir que para no pocos -creyentes y
no creyentes- la política es un terreno del “sálvese quien pueda”. Verdad,
justicia, honradez, delicadeza, bondad y misericordia, entre otras, son
categorías que a menudo poco o nada constituyen imperativos efectivos para un
político profesional. No resulta difícil identificar las consecuencias de una
tal esquizofrenia. La arena político-partidista parece convertirse en un
“campo de nadie” en que cualquier procedimiento se justifica, con tal de salir
adelante en elecciones, progreso de agrupaciones de partidos y éxitos de
gobernantes.
Es indudable que el quehacer
político y lleva a necesarias precisiones y matices en la interpretación y
práctica de lineamientos éticos. Pensemos en lo referente al decir la verdad con
respecto al poner sobre la mesa pública estrategias y prácticas que exigen
reserva y confidencialidad. Así como en el inevitable asumir costos sociales en
determinadas decisiones administrativas. Una ética política seriamente asumida
debe tener presente lo peculiar y desafiante del campo que se maneja. Todo ello
lleva a programar la formación política no sólo en términos de pragmatismo
operativo, sino de autenticidad personal y social. Eficacia y licitud no son
sinónimos. Pero así como vicios no escasean, afortunadamente ejemplos no
faltan. En todo caso el deber-ser no es simple materia de resultados y encuestas.
Lo anterior lleva a recalcar la necesidad de la dimensión ética en la
educación y praxis política. Y esto tiene una significación y consecuencias
peculiares para el político cristiano, que ha de concebir su conducta personal
como “ejemplar” en lo testimonial y educativo. Tanto individualmente como en
grupo o institución.
Formarse en Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y actuar en esta
línea resulta entonces tarea obligante para todo miembro de la Iglesia. León
XIV la ha calificado como no opcional. Y esto vale para todos, laicos y
clérigos. Para los cristianos individuales y sus comunidades, comenzado por la
familia, primera escuela.
La DSI se funda en la ley natural, la cultiva en la Iglesia, compromete y
perfecciona al cristiano y se abre como positiva invitación a todo humano que
quiera construir una “nueva sociedad”.
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