16.12.10
ESTADO COMUNAL
Ovidio Pérez Morales
En las primeras de cambio, lo de “Estado comunal” podría sonar bien. Sugiere convivencia comunitaria
Pero cuando el término se ubica en el proyecto político-ideológico oficial del país, las cosas adquieren otra resonancia. Masificante y totalitaria.
Este tiempo preparatorio de Navidad 2010 ha vivido el país un doloroso drama: inclemencia del tiempo, agravada por una culpable imprevisión humana. Y, todavía más, está siendo un tiempo estratégicamente seleccionado desde el poder, para apresurar la aprobación de leyes y medidas inconstitucionales, dirigidas a la construcción de un Estado “comunal”, desconocedor del Referendo 2007 y violatorio de derechos humanos fundamentales.
Todo esto invita a reflexionar sobre la relación persona-comunidad y lo que una “nueva sociedad” postula en cuanto a edificación de una “polis” rectamente integradora de persona-comunidad-Estado.
Debemos partir de un principio básico: una comunidad humana es-ha de ser convivencia de personas. Sin éstas, existentes y actuantes, se tendrá un simple conjunto o agregado de seres humanos, un colectivo cerrado o una pura “masa” informe o uniformada.
Un humanismo auténtico concibe la persona en una bipolaridad ineludible. La persona es subjetividad y alteridad. Es “sí misma” y comunicación. Un perfeccionamiento personal tiene que implicar, por tanto, un crecimiento bidimensional, evitando caer, ya en un egoísmo empobrecedor, ya en un diluirse relacional. Una recta comprensión antropológica ha de favorecer un desarrollo humano en el sentido de aquella bipolaridad.
Entre las posiciones equivocadas en este campo figura el marxismo, el cual, fundado en su materialismo, no parte de una adecuada concepción del ser humano, priorizando elementos estructurales económicos, a los que considera básicos y determinantes en la configuración y marcha de la sociedad. Los modos de producción privan sobre la identificación integral y la centralidad de la persona, con las consecuencias que son de esperar a la hora de pensar y actuar la liberación y el desarrollo humanos. Las monstruosidades del “socialismo real” –el fenecido y el que todavía sobrevive con pretensiones de reproducirse- no tienen otra explicación.
Desde el punto de vista cristiano una luminosa orientación antropológica se tiene a partir del la verdad (misterio) fundamental de la fe: la realidad misma de Dios, que se nos ha manifestado y comunicado en Jesucristo.
El Dios de la fe cristiana –que no es “otro” distinto del que veneran los judíos, los musulmanes y gentes de otras confesiones- no es un ser absoluto unipersonal, aislado en una especie de autocontemplación solitaria. En efecto, su unicidad se realiza en comunión, relación interpersonal. San Juan en su primera carta nos define a Dios como Amor (4, 8). Es comunidad, “familia”. En esto consiste la realidad (misterio) de la Trinidad.
Este misterio ilumina y funda una antropología integradora, así como la dinámica de un genuino humanismo, que habrá de escapar entonces, de toda tentación egocentrista o colectivista-masificante.
Un Estado comunal de orientación socialista marxista no promueve una sociedad genuinamente comunitaria. Construye masa, no familia humana ni convivencia fraterna. Porque lo “comunal” se interpreta y actúa en perspectiva homogeneizante; grupos y asociaciones resultan simples correas de transmisión del diktat totalizante de un Estado-Partido- Hiperlíder.
viernes, 17 de diciembre de 2010
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