lunes, 29 de noviembre de 2010

2.11.10
ESCUELA A LA MANO.
Ovidio Pérez Morales
Escuela a la mano. Así se pudiera definir el Pesebre. Por lo fácil de construir. Por su acceso gratis, lo plástico de su enseñanza y la sencillez de su metodología. Sólida escuela de vida, rica en valores y abierta a todos.
Estímulo inmediato para estas líneas ha sido el fascinante libro Navidades en Venezuela. Devociones, tradiciones y recuerdos, recientemente publicado por la Fundación Empresas Polar. Fruto de múltiples aportes, plumas calificadas y activa participación de la Universidad Católica Andrés Bello y del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas.
El Pesebre ha sido para mí, especialmente desde mi servicio episcopal en Falcón, una grata obsesión, espoleada allí por el investigador José María Cruxent y convertida en memoria renovada a través de la Feria Popular del Pesebre y del Museo del Pesebre de Coro.
Comencemos por una definición negativa: el Pesebre no es simple adorno. Y otra, positiva, sumamente generadora: el Pesebre es fe hecha cultura y humanismo vertido en cátedra popular.
En cuanto a fe, el Pesebre ha sido denominado tanto Biblia como Catecismo abiertos, por la síntesis doctrinal cristiana que ofrece. Muestra claramente la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento; el amor de Dios que envuelve toda la creación; el sentido cristocéntrico, así como el horizonte trascendente del mundo y de la historia. A este propósito, convendría explicitar más, sin embargo, la condición trinitaria de Dios, representando también al Padre y al Espíritu Santo.
En lo que respecta a humanismo, el Pesebre constituye un conjunto armónico de enseñanzas sobre la dignidad común y la igualdad fundamental de los seres humanos; sobre el trabajo, la solidaridad, la fraternidad y la paz. En lo ecológico da una lección gráfica sobre la relación amistosa del ser humano con minerales, vegetales y animales. En el Pesebre nadie amenaza a nadie. Todos comparten una comunión universal.
El Pesebre recoge lo antiguo y lo nuevo. Las tres olas de la historia de que habla Alvin Toffler. Acoge, en efecto, todas las culturas y las etapas del peregrinaje humano. Lo infantil y lo adulto. Teniendo presente, con todo, como nos dice Jesús, que si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los Cielos (Ver Lc 18, 17)..
Muchas otras expresiones culturales está llamado a generar el Pesebre. Ferias como la de Coro lo muestran de modo fehaciente. Artesanía, drama, música, pintura, poesía, cocina. En fin, muchas cosas.
El Pesebre “no está hecho”. Hemos de poner por obra imaginación, reflexión, creatividad en teoría y praxis, para que esta escuela de fe y humanismo rinda los mejores frutos. Teólogos y artistas, entre otros, tienen allí un campo amplio para ejercerse.
Hemos de aprovechar al máximo la riqueza y hondura del Pesebre, al igual que de las tradiciones criollas de la Navidad, para profundizar y renovar fe y práctica cristianas, un genuino humanismo. Esto, necesario siempre, se vuelve urgente en este tiempo. Hoy, una marea globalizante secularista y mercantilista busca vaciar la Navidad de su savia vital, para substituirla con símbolos y prácticas ajenas al acontecimiento de fe que se celebra, y a un humanismo capaz de llevarnos a una convivencia de altura.
El Pesebre es algo y mucho más que un adorno. Es una verdadera escuela. Y un lugar de oración.

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