jueves, 29 de abril de 2010

IGLESIA EN LA REPÚBLICA

Artículo 29.4.2010
IGLESIA EN LA REPUBLICA
Ovidio Pérez Morales

Desde 1498 la Iglesia ha estado íntimamente presente en el devenir venezolano.
La fe católica penetró el espíritu nacional hasta convertirse en un signo de identidad, que los fundadores de la República reflejaron en los documentos constituyentes. Luego se irán integrando otras confesiones y convicciones, manteniéndose, con todo, la adhesión mayoritaria católica de nuestro pueblo, en un marco de fluido respeto y diálogo.
Situaciones críticas no le han faltado a las instituciones de la Iglesia católica en el período republicano. Ejemplos: cuando el país se inauguró como independiente en 1830, el usurpado Patronato Eclesiástico llevó a los obispos al exilio. Con Guzmán Blanco el laicismo-cesaropapista llegó al clímax: destierro de obispos, arrasamiento de conventos, cierre de seminarios, aparte de leyes dirigidas al cerco administrativo y jurisdiccional de la jerarquía. Un testimonio patente de la postración institucional de la Iglesia y las penurias en su actividad apostólica en el cruce de siglos XIX-XX, lo ofrece la comunicación dirigida por los Obispos al Presidente Dr. J.P. Rojas Paúl (26.9. 1889).
No podrían omitirse en un análisis de los roces Iglesia-Estado durante el siglo XIX, las fallas operativas de la jerarquía misma, como tampoco el débil bagaje doctrinal y pastoral de la Iglesia para abordar adecuadamente la modernidad y sus nuevos tiempos laicos, liberales, democráticos. El renovador Concilio Vaticano II se tuvo apenas en los 60´ del siglo siguiente.
Los tiempos “serenos” del Gomecismo registran prisión y muerte de algunos sacerdotes, un decreto (no puesto en práctica) de expulsión del Episcopado, el ostracismo del Obispo de Valencia –futuro mártir del régimen nazi- . El trienio postoctubrista (1945-1948) encrespó las aguas (por el Decreto 321 y otras causas). La década “militar” inaugurada con la caída de don Rómulo Gallegos experimentó un in crescendo en distanciamientos y tensiones, que llegaron con la carta pastoral de Monseñor Arias Blanco del 57´ a un choque frontal con la dictadura.
La Iglesia se comprometió muy decididamente en pro de la convivencia democrática durante la etapa que se inició el 23 de Enero de 1958, en la perspectiva de su misión evangelizadora, con sentido crítico, promoviendo siempre el bien del país y el mayor servicio a los más débiles. Para conocer la mente y la acción del Episcopado a partir de esa fecha hasta 2007 es fundamental acudir a Compañeros de camino, tres volúmes de documentos compilados y presentados por los obispos Baltazar Porras Cardozo (I-II) y José Luis Azuaje (III).
La amplia Declaración de la Conferencia Episcopal Venezolana a los treinta años del 23 de enero de 1958 (12.1.98) advierte algo que, a poco más de veinte años de distancia de 1988, resuena con peculiar acento: “Muy distinto habría sido nuestro proceso democrático, y otra la situación actual, si quienes han conducido los diversos órdenes de la vida nacional, hubieran escuchado y puesto en práctica las orientaciones, que, desde el Evangelio, comunicábamos a los hijos de la Iglesia y a todos los venezolanos” (No. 3.6).
Una Declaración del Episcopado a inicios del crucial ´98, luego de subrayar algunas tareas nacionales apremiantes, enfatizó: “la democracia como sistema político no es negociable”
La Iglesia fue lanzada a la historia para evangelizar. Esto le exige enseñar, aportar; pero también aprender, recibir. En la línea del mandamiento máximo.

ENTREVISTA A EL NACIONAL

ENTREVISTA A OVIDIO PEREZ MORALES POR MILAGROS SOCORRO PUBLICADA EN EL DIARIO “EL NACIONAL” DE CARACAS EL 25 ABRIL 2010

Monseñor Ovidio Pérez Morales insta al Gobierno a retomar la Constitución

“Venezuela padece una ineficaz, ineficiente y dolosa gestión”

En un documento de orden personal, el Arzobispo Emérito, quien estuvo en las diócesis de Coro, Maracaibo y Los Teques, conmina al Presidente a “acercarse con amorosa sencillez a las personas concretas”.

Milagros Socorro

-La Patria es hoy un país desgarrado que se desangra e involuciona –así resume monseñor Ovidio Pérez Morales la situación del país, en carta abierta , titulada “¡Presidente, vuelva al Cabildo!”, que hará pública este lunes, a través de la dirección de Internet: www.perezdoc1810.blogspot. com.

El documento de 5 puntos tiene al presidente Hugo Chávez como interlocutor. Allí le dice que “Venezuela ya no es una. Por motivos ideológico-políticos se la ha dividido. Por lo menos a la mitad se la califica de apátrida, decretándosela excluida del goce pleno de los derechos ciudadanos”. El segundo ítem establece que: “A pesar de que en Referéndum de 2007 se dijo NO a la propuesta de convertir a la República en un Estado Socialista, se persiste desde el Poder en la desobediencia manifiesta a ese mandato… La Constitución está siendo violada, no se oculta su utilización como simple función del proyecto ‘socialista’… Está en juego la legalidad del régimen”. En el tercero, monseñor Pérez Morales aborda la inseguridad ciudadana y resume: “…el gobierno siembra violencia cuando descalifica, injuria, amenaza y discrimina… No faltan quienes, ante la galopante inseguridad, se preguntan si ella no correspondería a una política de estado, tendiente a que muerte y miedo conduzcan a una parálisis que facilitaría la sumisión de la ciudadanía”.

En el punto 4, el arzobispo afirma que: “una ineficaz, ineficiente y dolosa gestión, está llevando a la caída de la producción, del abastecimiento y del consumo, agravada por crisis inéditas y previsibles en los servicios eléctrico e hídrico, y configura un cuadro de carencias y dependencia”. Y en el apartado 5, alude a un “líder máximo, inobjetable, inapelable, insustituible, omnipotente”, al que recomienda “preocuparse por la propia nación, no cayendo en aquello de luz para la calle y oscuridad para la casa”.

Nacido en Pregonero, estado Táchira, Ovidio Pérez Morales fue alumno de monseñor Rafael Arias Blanco, arzobispo de Caracas el 1 de mayo de 1957, cuando escribió una carta pastoral que al ser leída en las todas las iglesias del país elevó la moral de la disidencia y contribuyó a la caída de Pérez Jiménez casi un año después. “Siempre lo he tenido como modelo”, dice Pérez Morales.

-Su pronunciamiento es más duro que el de su maestro.

-Sí, porque la situación, desgraciadamente, es más dura. Pero me atrevo a decir que en lo sustancial de esta declaración, formulada ante la circunstancia bicentenaria tan importante para el país, no voy más allá de lo que los obispos de este país han expresado en sus documentos de los últimos años e interpreto su posición frente a la actual circunstancia.

-Se diría que está a Dios rezando y con el mazo dando.

-En el sentido de pedir a Dios que ayude al país, al tiempo que asumo el compromiso ineludible que en este momento nos toca por el bien de la nación.

-¿Qué supone para usted asumir un compromiso como el que implica su carta?

-Primordialmente, hacer todo lo posible desde el punto de vista individual, grupal e institucional por rehacer la unidad del país. El principal problema de la Venezuela del bicentenario es la división del país. Estamos como en una jaula de fieras, arañándonos e hiriéndonos, cuando tendríamos grandes posibilidades de avanzar unidos mediante el reencuentro y las redes de colaboración.

-El Presidente asegura que no hay reconciliación posible.

-Esa posición abre la puerta a la desesperación de la ciudadanía, al descuartizamiento del país. Uno se pregunta si esa imposibilidad de encuentro fue lo que soñó Bolívar, cuya invocación en Santa Marta fue, precisamente, al cese de los enfrentamientos y la consolidación de la unión para bajar tranquilo al sepulcro.

-Usted mismo no elude la confrontación. Su documento expresa juicios muy duros con respecto al Gobierno y al Presidente.

-Me he visto en la obligación porque quiero a este país y un futuro feliz para él. La verdad es dura pero puede ser la condición de una sanación real. Yo recojo el sentir de mis hermanos obispos, quienes, durante la etapa democrática, hicieron un seguimiento de la situación y advirtieron sobre una serie de situaciones. Si se los hubiese escuchado, otra habría sido la suerte del país. Los obispos hablaron con sentido profético en momentos neurálgicos del país: ante el boom petrolero de los 70, ante el malestar creciente de los 80 y en las crisis planteadas en los 90. Creo que se hace un gran aporte denunciando situaciones, proponiendo salidas positivas y, por supuesto, comprometiéndose en el servicio del país.

-Da la impresión de que después de este pronunciamiento suyo no hay vuelta atrás con el Gobierno. ¿Esa es la idea?

-La idea no es la ruptura. Yo, como obispo, asumo la posición del Episcopado de hacer lo posible y lo imposible por abrir espacios de diálogo. No solamente entre el Episcopado y el Gobierno sino entre los diversos sectores de la nación. No podemos claudicar convenciéndonos de que la reconciliación es imposible. La reconciliación supone conversión, otro talante personal y colectivo: yo me reconcilio adoptando posiciones de tolerancia, apertura y respeto. Debo añadir que rezo todos los días por el Presidente y por el bien del país. Eso me ayuda a liberarme de sentimientos negativos y de animadversión.

-No será que la conversión que usted sugiere pasa por la renuncia del Presidente?

-El documento es una invitación a una vuelta al Cabildo del señor Presidente, que traería la alegría del reencuentro y frutos muy positivos de progreso compartido, de vigencia de la justicia y el derecho, de solidaridad y de paz. Una vez pedí respetuosamente la renuncia de un presidente: al doctor Jaime Lusinchi, a quien le expuse que si quería divorciarse y casarse de nuevo, lo más conducente era que renunciara y lo hiciera al margen de la primera magistratura. Para responder su pregunta: no estoy pidiendo la renuncia del Presidente, exijo que sea de verdad mi presidente y el de todos los venezolanos. Asumir esa responsabilidad sería volver al Cabildo.

-Por menos que eso, está preso Oswaldo Álvarez Paz. ¿Está usted preparado para la cárcel?

-No. Yo no estoy preparado para la cárcel. Pero el señor Jesucristo nos enseñó que el asumir con conciencia y decisión un camino no excluía situaciones de persecución; y él mismo no murió en un lecho de rosas. Ojalá nadie fuera perseguido en este país… Hablando de presos, conservo como algo muy significativo una carta que me escribió el comandante Chávez desde Yare, agradeciendo lo que había hecho junto con el Episcopado en defensa de los derechos humanos de él y de sus compañeros del golpe de Estado del 92. En ese momento lo hicimos como un deber, así como ahora intervenimos como un deber.

-¿Qué edad tiene usted?

-En junio cumplo 78 años.

-Este paso al frente que usted ha dado, ¿tiene que ver con su edad?

-A esta edad, con gran experiencia acumulada, uno se vuelve más lúcido, sereno y sensible. Uno quiere que haya una Venezuela mucho mejor, más fraterna, más unida. Venezuela padece una hemorragia que debe conmovernos a todos. No podemos callar ante el sufrimiento de tantos venezolanos víctimas de la delincuencia, homicidios, secuestros y robos. Lo primero que tiene que ofrecer un gobierno es seguridad. Y no es el caso.

-¿Ha adquirido más valentía?

-Un poco mas de sabiduría. Y, definitivamente, más desprendimiento. Yo no tengo nada que buscar en el plano humano. Desde luego, eso no me lleva a conducirme con ligereza, sino, al contrario, a ofrecer un aporte que me siento obligado a dar, porque de eso se me pedirá cuentas en la última hora. No quiero ser reprobado por no haber cumplido con mi deber.

domingo, 25 de abril de 2010

MR. PRESIDENT, RETURN TO CABILDO!

The admonition to Emparan

On April 19, 1810, whose bicentennial we have just commemorated, Francisco Salias, interpreting the will of the people, admonished the Captain General Vicente Emparan to return to the Cabildo, the highest representative body of citizens at the time. The City Council had been convened to resolve the national turmoil, following the power crisis that originated in Spain by the Napoleonic intervention. Emparan had been invited to the chapter meeting and knew the purpose of it, but wanted to avoid a decision and therefore went to the Cathedral to attend the liturgical celebration of Holy Thursday.
The City Council, besides its members, gathered at the time deputies, representatives of various sectors of society, accompanied by a growing popular agglomeration. There was thus an assembly, which in this circumstance should address the political fortunes of Caracas and Venezuela, and, as perceived in this environment, would determine their identity and future as a sovereign people.
The return of the Captain General to the council meant the willingness to face the challenging situation realistically, and respond with openness and clarity to the profound and unavoidable aspirations for freedom and autonomy of the Province of Caracas and much of the Nation. For Emparan, the margin of maneuver was narrow, but his best option was not to avoid responsibility, but to confront the crisis and facilitate a way out, the least traumatic for everyone.
The Council was aware that the agenda of that day was not just the interests that occupied a particular stratum of the population, or only sectoral problems no matter how large they were. What was on the agenda was how to collect, giving them an institutional form, the wishes and purposes of a vast autonomous human group that the Declaration of Independence would call, the following year, "the American Confederation of Venezuela in the southern continent." The body reflected and represented, both rightly and with limitations, a unified national sentiment. This was in a germinal stage, and this feeling would subsequently be translated into socio-economic political and cultural structures consistent with a true unity. At that time, truly, discrimination and exclusion persisted, not only in fact but also in law (a statement that two hundred years later we can humbly repeat recognizing present sins).
With regard to these facts it is appropriate here to bring up what was expressed by the Venezuelan Episcopal Conference in its recent pastoral letter on the Bicentennial: "... between April 19, 1810 and July 5, 1811, the founders of the country took the difficult decision to form the Republic of Venezuela and proclaimed a beautiful national dream, aware of its greatness, the sacrifice involved, as well as the constraints to bring it about.” (Number 4).
"Both April 19 and July 5 were" the document points out, “two events in which civility shone. The authority of intelligence, dialogue, firmness and courage did not have to resort to arms or other force and violence. The wisdom in the exchange of ideas and proposals respectful of dissent fostered a common desire for freedom, equality and fraternity. " (Number 5). Beyond the ambivalence of these events and subsequent processes, the major tangible result was our birth as an independent country and the will to "... to achieve forms of coexistence and freedom for all people without exclusion ... a primary but imperfect aspiration." (Number 9).

Two hundred years later
Indeed, in commemorating its Bicentenary Venezuela recognizes the limits of such dream and aspiration, since if "they were all included by right in the hope and the blessing of God invoked to ... a way of conviviality… that might be a scope of life, freedom and dignity for all, in fact ... the vast majority of the popular sectors was excluded " (id.), but also, after starting in 1998 ... a project ... to "recast" the republic ... (whose) ambition not only touches the material and organizational fabric ... but also and above all affects the inner, spiritual depth, of the national soul "(id. 20), the country is today in the first instance, a country torn apart, that that bleeds and involutes. To say this is not in any way being a "prophet of regrets and misfortunes" or ignoring the positivity of the very existence of the national community both as a melting pot of races and peoples, as of the values and achievements recorded on account of its pilgrimage. It means, yes, to remember responsibly, knocking to the conscience of all my brothers for a "wake up and react," while facing the serious crisis that threatens and summons us.
Without pretending, of course, to be exhaustive, I point out some salient features of this crisis:
1. Venezuela, in effect, is no longer one either as a dream or as a living experience. For political and ideological reasons it has been artificially divided. At least half of it is qualified as stateless and even unpatriotic, and by decree it is to be excluded from full enjoyment of citizenship rights. How will we celebrate as a national holidays, in a democratic manner, the birthday of a Republic whose unity is denied? It is no longer considered the common house that our founders dreamed of: ample, welcoming, tolerant, peaceful, fraternal, but the closed, exclusive, unique enclosure of a Manichaean sect. Not longer the great family but a harsh environment for rejection, an apartheid that has been overcome elsewhere. Human rights no longer belong to all humans!
2. Neither is Venezuela, nowadays, not pluralistic. Some do not want it to be a haven to a diverse people, multicolored, multicultural, where those that are different and even the unruly have their place. Although the 2007 referendum said no to the proposal to convert the Republic into a "socialist state" because it contradicts "the Constitution, and a correct concept of person and State", those in power persist in carrying out this design. And thus, they disobey the mandate expressed in the referendum and continue to impose by actions and "laws" such a system. The Constitution, in effect, is being violated. Even more, no effort is being made to hide neither its ad hoc interpretation nor its utilitarian function as a bulwark of the "socialist" project, thus radically distorting its original and authentic purposes. Therefore, what is truly at stake is the legality of the regime. The process of dependence of all powers on a single one of global nationalization, of a nominally communal centralization, of a massifying hegemony, speeds its way in the various economic, political and ethical-cultural fields. Democracy is, for now, tolerated, but it is harassed, gradually, by a "revolutionary" voluntarism of autocratic and "messianic" vocation, ignoring or distorting the rights of men.
3. Venezuela is no longer a context for life. We are a country guilty of a monstrous hemorrhage. We occupy prominent place in the world in terms of violence and crime. Our streets are the scene of unreported crime and impunity; our morgues, crowded places of painful sharing; our courts, grounds of unfairness or of venal corruption or politicization; our jails enclosures of inhumanity, the antithesis of rehabilitation, lobbies of death. All this was not totally new, but it has been exacerbated exponentially, while the government, in word and deed, when disqualified sows violence, insults, threats and discrimination; when it exhibits and increases its warring arsenal, radicalizes militarization of the population and emphasizes the repression of dissent. The slogan "Fatherland, socialism or death" is the corresponding slogan for a necrophilic militarism of tragic historical memory. There are those who, facing the rampant and unrestrained insecurity, have posed the question of whether this corresponds to a State policy intending death and fear would lead to a paralysis that facilitates the submission of citizenship.
4. Venezuela is no longer a “developing nation”. We have a petro-capitalism of State, with targeted donations abroad and populism inside. Ideological-political reasons and the consolidation of power trump the real needs and aspirations of the people. All this, coupled with ineffective, inefficient and fraudulent management, is leading to falling domestic production, supply and consumption, compounded by an unprecedented but predictable crisis of electrical and water services, forming a picture of deprivation and dependency, objectively also functional to the "Project" of concentration and control.
5. Venezuela is no longer respected in its soul and identity. Subjectivity and centrality, morality and spirituality of the human person are diluted, to privilege the material basis of production and the mere structurally collective, "alienating", literally. There is talk of reestablishing the country. On what values? "Socialism of the XXI century" (of increasing Marxist-Leninist reference and with a confessed Castro-communist model) stands as the supreme end and criterion, is made absolute and sanctifies the "Revolution", made into established regime, making it the final standard of truth and goodness. All this tends to be personified in the top leader, irrefutable, indisputable, irreplaceable, and omnipotent. Within this frame, symbols are reformulated, remaking historical memory and decreeing partnerships or associations with other States, regardless of national and popular sentiments; media are monopolized, education is restructured, lies become anti-culture, art is redefined, religion instrumentalized.

Back to the Cabildo
On the occasion of the Bicentennial celebration on April 19, I believe it is, therefore, for me an urgent matter of conscience, as a citizen, a believer and a bishop, a return to the interpellation of Francisco Salias to admonish commander Hugo Chávez Frías: Citizen President, "go back to the Cabildo"!
I make this call to you with due respect for the investiture and function, but also with clarity and sincerity that require, from my faithfulness to God and my conscience, a service to Venezuela. I do that, with hope that believes, knowing that God loves us all, without exception, and in all circumstances helps us to rebuild paths for the greater good of our neighbor. I am also not judging intentions—a matter corresponding only to God—nor thinking of myself without responsibility for the ills of the country. I do it, finally, without claiming infallibility in my findings. I only must and want to serve.
What does "back to the Council" mean today? First of all, it is not a matter of a "mechanical or anachronistic" return to disappeared forms or institutions, or historically dated, but a creative fidelity, a critical memory, a conscious awakening, a hopeful dream.
In a few points I will synthesize what I understand by that.
1. Going back to the unity of the country. This unity could not be ethereal or pseudo-bucolic harmony, nor asphyxiating and monolithic uniformity or massifying homogeneity, but plural and diverse sharing. This forces us to promote the effective participation of all individual and groups concerned; to promote solidarity that integrates and the subsidiarity that stimulates and combines the activity of intermediate social bodies, linking it with the task of the State, for the sake of common good and its climax: peace in justice and truth. This recalls and demands, in the near and concrete, the settlement of an outstanding debt to our historical memory and an integral responsibility towards real men and women fallen, mutilated, exiled, imprisoned or acquitted, convening a committee of truth about the events of April 2002. It is a task of priority for a President, indeed, to find cohesion, the fellowship of all citizens above distinction of any kind, working towards a joint and shared responsibility to achieve material progress and moral and spiritual development of the nation. The Head of State is for all Venezuelans, not for a "project", ideology or party, but for one and the same country. Nothing should be more present in the Presidential role than preaching and acting to convene, congregate, all for whom he is, in turn, agent and server (and who, if pragmatically considered are also taxpayers who pay the presidential expenses).
The return to unity is to turn towards people in pursue of a peaceful coexistence, lively and colorful. This involves breaking the confinement and polarization in the self, or an idea or sect. Ridding the country of the symbol par excellence of all official hegemony, that arbitrary abduction of time and privacy of the sovereign people: the "cadenas." Opening to share the concerns of citizens and the entire community, to peaceful dialogue and respectful discussion, which would have symbolic expression in an urgent national reconciliation initiative and the civilized debate of a multicolor "town hall" (Assembly, governors, mayors, Communes).
2. Return to Venezuela as a context for life. Let’s recall that the first instinct is that of conservation and the human primary right is to life. The first task of a society is to preserve and protect the survival of its members. The first duty of a State is to ensure and promote the physical, mental and moral health of citizens. Hence the necessity and urgency of the promotion of a culture of life, against the proliferation of a many-rooted anti-culture of death. In their communication On violence and insecurity, published as a result of its latest plenary session, the bishops said that "It is the duty of citizens to demand from the authorities of the State, especially the government, to create the conditions necessary for the right to life, physical integrity, protection of property, free movement, among others, becoming rights to everyone. Currently, the response to social violence is fear, which leads us to shut ourselves and protect ourselves, to distrust everyone. Every man for himself as possible, seems to be the watchword before a lazy and complicit state "(Number 12). Back to life is conceding priority to and resolutely defending the integral life of Venezuelans, of all the crime-weary countrymen, irreducible in the face of impunity, activists against any disqualifying and excluding arrogance, which aims to criminalize legally recognized expressions or disqualify court guaranteed claims. Back to life is to recognize others as human beings created in the image and likeness of God and bearers, therefore, of inalienable rights, deservers of respect for their physical and moral integrity; it is the promotion and defense of their inalienable rights, solidarity on their behalf, especially if they are poor and needy; it is to work for brotherhood and peace, on the basis of truth and goodness. He who presides over the Republic in this task has a major responsibility and the role of a protagonist in this endeavor. Thus, he must come nearer with loving simplicity to real people, with their successes and frustrations, joys and sorrows, their inalienable human rights, their deeply felt desire to live in peace and security, without constant shocks and anxiety, without an exhausting and permanent tone of militarist verbal confrontation and nihilism, or social initiatives in warmonger proclamations.
3. Back to progress within the framework of the Constitution. The Venezuelan people have given it to themselves as an expression of its sovereignty; it illustrates and ensures the rule of law for all, the legal stability of the institutions and the integral welfare of the Nation. The Constitution provides, in its text, a regulatory framework for both the citizenry in exercising their rights and duties, human and civic, and for the State and its organs, servers of the former; and in its spirit embodies the fundamental consensus for coexistence, the social compact of shared principles and values. There is an urgent need to rescue her, not only as a "law of laws" and paradigm of all legality, but also to upgrade the humanizing function, radically ethical, of law. Under Article 2 of our Constitution, "Venezuela is a democratic and social state of law and justice, which holds as superior values of its legal system and its performance, life, freedom, justice, equality, solidarity, democracy, social responsibility and in general, the preeminence of human rights, ethics and political pluralism. " On these fundamental principles must be built and shared the overall progress that the country needs, which also requires the participation of all citizens, groups and social entities, whose initiative it is essential to host and promote while avoiding exclusion and combining efforts.
4. Return to Venezuela. Appreciating its roots, remembering, self-critically but faithfully, realistically and comprehensively, its past; accepting humbly that we are the heirs of "heroes and villains”, not pretending to arbitrarily reconstruct family trees, practicing anti-historical jumps or violating biographies or messages from the ancestors. We cannot pretend to relaunch the country, while passing over the identity of the people, emptying the national soul of its spiritual and religious experiences, underestimating the natural neighborhood and our cultural physiognomy to prioritize strange bedfellows, copying already-failed ideological-political models, distant from the Venezuelan idiosyncrasy and its real interests. Back to Venezuela also entails our preoccupation, above all, for one's own nation, not falling into that of "light in the square and dark in the house." International solidarity must be free from crypto-imperialistic temptations favored by oil power, on the one hand, and neocolonialist relapses by ideological restraints, on the other. Venezuela is and has to be everyone's common house and the field of fraternal welcome.
………

"Back to the Council" requires as a priority and patent fashion, that you assume responsibility as President of the Republic. This delicate position involves listening and commitment to all Venezuelans, working towards their union on behalf of the national common good. Nothing more inconsistent with this, than an identification, implicit or explicit—and, worse, when it is displayed—with only one sector of the population, ignoring and marginalizing others, based on ideological and political reasons, racial, religious or of any other genre. The President is it, indeed, when it respects the citizens "not in spite of" but precisely “because of” their differences, convivially in the understandable and inevitable diversity of a democratic, pluralistic society. When he reaps the gratitude of all: those who elected him and those who did not vote for him or oppose him but that, in any case, should and need to feel in him sensitivity, closeness, humanity, as their Chairman. Otherwise, the legitimacy of his tenure as president is at stake.
This "back to the Council" Citizen President, could only lead the country to the joy of reunion of the Venezuelans, with the hope of logical results: shared progress, observance of justice and law, fraternal solidarity, stable peace, and a culture of civility.
As a Christian I pray for you, so that, overcoming obstacles and not letting yourself being deterred by difficulties, prejudices and interests, past and present, you can contribute effectively, from your high responsibility to redirect this nation on the path of unity, truth and peace, which Jesus Christ emphasized at the Last Supper, a religious perspective in its maximum value, and Simon Bolivar underlined in his last message, as a condition for strength and progress of our peoples. Mr. President, return to the Council!

Caracas, april 24 2010


R. Ovidio Pérez Morales




¡PRESIDENTE, VUELVA AL CABILDO!

La interpelación a Emparan

El 19 de abril de 1810, cuyo bicentenario acabamos de conmemorar, Francisco Salias, interpretando la voluntad popular, conminó al Capitán General Vicente Emparan a volver al Cabildo, máximo cuerpo representativo de la ciudadanía en ese momento. El Ayuntamiento había sido convocado para resolver la confusa situación nacional, a raíz de la crisis de poder originada en España por la intervención napoleónica. Emparan había sido invitado a la reunión capitular y conocía la finalidad de la misma; pero quiso evadir una decisión y por ello se dirigió a la Catedral para asistir a la celebración litúrgica del Jueves Santo.
El Ayuntamiento, además de sus miembros, congregaba en esos momentos a diputados, delegados, de diversos sectores de la ciudadanía, acompañados por una creciente aglomeración popular. Se tenía así una asamblea, la cual, en esa circunstancia, debía abordar la suerte política de Caracas y Venezuela, y, como se percibía en el ambiente, decidir sobre su identidad y futuro como pueblo soberano.
El volver al Cabildo, por parte del Capitán General, significaba enfrentar con realismo la desafiante situación, y responder, con receptividad y lucidez, a las profundas e ineludibles aspiraciones de libertad y autonomía de la Provincia de Caracas y de gran parte de la Nación. El margen de maniobra de Emparan era estrecho, pero su mejor opción no consistía en eludir responsabilidades, sino en enfrentar la crisis y favorecer una salida, la menos traumática posible para todos.
El Cabildo estaba consciente de que la agenda de ese día no la ocupaban intereses simplemente de un estrato determinado de la población o problemas sólo sectoriales por grande que fuesen. Lo que estaba sobre el tapete era cómo recoger, dándoles forma institucional, los anhelos y propósitos autonómicos de un vasto conjunto humano, que el Acta de la Independencia denominaría, al año siguiente, como “la Confederación americana de Venezuela en el continente meridional”. El cuerpo capitular reflejaba y representaba, con acierto y limitaciones, un sentimiento unitario nacional. Se estaba en una etapa germinal y este sentimiento debía traducirse ulteriormente en estructuras socio-económicas, políticas y culturales coherentes con una verdadera unidad. En ese momento, en efecto, persistían discriminaciones y exclusiones, no sólo de hecho, sino también de derecho (afirmación que, a doscientos años de distancia podemos repetir con humildad y reconociendo pecados actuales).
A propósito de estos hechos es oportuno traer aquí a colación lo expresado por la Conferencia Episcopal Venezolana en su reciente carta pastoral sobre el Bicentenario: “…entre el 19 de Abril de 1810 y el 5 de Julio de 1811, los fundadores de la Patria tomaron la difícil decisión de formar la República de Venezuela y proclamaron un hermoso sueño nacional, conscientes de la grandeza del mismo, del sacrificio que implicaba, así como de las limitaciones para llevarlo a cabo”. (No.4).
“Tanto el 19 de Abril como el 5 de Julio—señala este documento—fueron dos acontecimientos en los que brilló la civilidad. La autoridad de la inteligencia, el diálogo, la firmeza y el coraje no tuvieron que recurrir al poder de las armas o a la fuerza y a la violencia. La sensatez en el intercambio de ideas y propuestas respetó a los disidentes y propició el anhelo común de libertad, igualdad y fraternidad”. (No.5). Más allá de la ambivalencia de aquellos acontecimientos, y posteriores procesos, el gran resultado tangible fue nuestro nacimiento como país independiente y la voluntad “…de lograr formas de convivencia y libertad para toda persona sin exclusión… aspiración primordial, pero imperfecta”. (No.9).

Doscientos años después
En verdad, la Venezuela que conmemora su Bicentenario reconoce los límites de aquel sueño y esa aspiración, pues si “de derecho todos estaban incluidos en la esperanza y en la bendición de Dios, invocada para… una forma de convivencia que… fuera ámbito de vida, de libertad y de dignidad para todos, de hecho… la gran mayoría de los sectores populares quedó excluida”(id.), pero, además, tras comenzar en 1998 “…un proyecto… de “refundar” la República… (cuya) ambición no sólo toca el tejido material y organizativo… sino también y, sobre todo, afecta el fondo íntimo, espiritual, del alma nacional” (id. 20), la Patria es hoy, en primera instancia, un país desgarrado, que se desangra e involuciona. Decir esto no significa en modo alguno ser “profeta de lamentaciones y desgracias” e ignorar la positividad tanto del existir mismo de la comunidad nacional en cuanto crisol de razas y pueblos, como de los valores y logros que registra el haber de su peregrinaje. Significa, sí, rememorar responsablemente, dar un aldabonazo a la conciencia de todos mis hermanos para un “despierta y reacciona”, ante la grave crisis que nos amenaza e interpela.
Sin pretender, obviamente, ser exhaustivo, expongo algunos elementos sobresalientes de esa crisis:
1. Venezuela, en efecto, ya no es una como sueño ni una como experiencia de convivencia. Por motivos ideológico-políticos se la ha dividido artificialmente, Por lo menos a la mitad se la califica de apátrida y hasta de antipatriótica, decretándosela excluida del goce pleno de los derechos ciudadanos. ¿Cómo se va a celebrar festivamente, en democracia, el cumpleaños de una República cuya unidad se niega? Ya no se la considera la casa común que soñaron los fundadores, amplia, acogedora, tolerante, pacífica, fraterna, sino el recinto cerrado, exclusivo, único, de una secta maniquea. No ya la gran familia sino un ámbito inclemente de rechazos, y de apartheid superado en otras latitudes. ¡Los Derechos Humanos no son ya de todos los humanos!
2. Venezuela tampoco es ya plural. No se quiere que sea el hogar de un pueblo variado, multicolor, multicultural, donde los diferentes y también los díscolos tienen su lugar. A pesar de que en el Referéndum de 2007 se dijo “no” a la propuesta de convertir la República en un “Estado Socialista”, porque contradice a “la Constitución, y a una recta concepción de la persona y del Estado”—Conferencia Episcopal Venezolana, 19 de octubre de 2007—, se persiste, desde el Poder, en la desobediencia manifiesta al mandato referendario y en la imposición, mediante hechos y “leyes”, de un tal sistema. La Constitución, en efecto, está siendo violada; más aún, no se oculta su interpretación y utilización como simple función del proyecto “socialista”, distorsionándola radicalmente. Está así en juego, obviamente, la legalidad del régimen. El proceso de dependencia de los poderes de uno solo, de estatización global, de centralismo nominalmente comunitario, de hegemonía masificante, acelera su marcha en los distintos campos de lo económico, lo político y lo ético-cultural. La democracia es, por el momento, soportada, pero está acosada, paulatinamente, por un voluntarismo “revolucionario” de vocación autocrática y “mesiánica”, y de desconocimiento o desvirtuación del derecho del hombre.
3. Venezuela ya no es ámbito de vida. Somos un país en monstruosa hemorragia culpable. Ocupamos lugar destacado en el mundo en materia de violencia y criminalidad. Nuestras calles son escenario de incontrolada delincuencia e impunidad; nuestras morgues, abarrotados lugares de doloroso compartir; nuestros juzgados y tribunales, recintos de injusticia por corrupción de venalidad o politización; nuestras cárceles recintos de inhumanidad, antítesis de reeducación, antesalas de muerte. Todo esto no era totalmente inédito, pero se ha exacerbado exponencialmente, al tiempo que el gobierno, de palabra y obra, siembra violencia cuando descalifica, injuria, amenaza y discrimina; cuando exhibe y acrecienta su arsenal bélico, radicaliza la militarización de la población y acentúa la represión de la disidencia. El lema “Patria, socialismo o muerte” es la correspondiente consigna militarista necrófila, de trágicas memorias históricas. No faltan quienes ante la galopante e irrefrenada inseguridad se plantean el interrogante de si ella no correspondería a una política de Estado, tendiente a que muerte y miedo conduzcan a una parálisis que facilitaría la sumisión de la ciudadanía.
4. Venezuela ya no es una nación en “vías de desarrollo. Tenemos un petrocapitalismo de Estado, con liberalidades selectivas hacia afuera y populismo dentro. Motivos ideológico-políticos y el afianzamiento del poder privan sobre las verdaderas necesidades y aspiraciones de la población. Todo ello, unido a una ineficaz, ineficiente y dolosa gestión, está llevando a la caída de la producción nacional, del abastecimiento y del consumo, agravada por crisis inéditas previsibles en los servicios eléctrico e hídrico, configurando un cuadro de carencias y dependencia, objetivamente funcional también al “Proyecto” de concentración y control.
5. Venezuela ya no es respetada en su alma e identidad. La subjetividad y centralidad, la moralidad y espiritualidad de la persona humana se diluyen, para privilegiar la base material productiva y lo simplemente colectivo-estructural, literalmente “alienantes”. Se habla de refundar el país. ¿Sobre qué valores? El “socialismo del siglo XXI” (de creciente referencia marxista-leninista y con confeso modelo castro-comunista) se erige como fin y criterio supremos; se absolutiza y sacraliza la “Revolución”, hecha régimen establecido, convirtiéndola en norma definitiva de lo verdadero y lo bueno. Y todo esto tiende a personificarse en el líder máximo, inobjetable, inapelable, insustituible, omnipotente. En este marco se reformulan los símbolos, se rehace la memoria histórica y se decreta alianzas o mancomunidades con otros Estados, al margen de sentimientos nacionales y populares; se monopoliza la comunicación social, se reestructura la educación, la mentira se hace anti-cultura, se redefine el arte, se instrumentaliza lo religioso.

Volver al Cabildo
A partir de esta celebración del Bicentenario del 19 de abril, considero, pues, un urgente deber de conciencia, como ciudadano, creyente y obispo, retomar la interpelación de Francisco Salias e instar al comandante Hugo Chávez Frías: ¡Ciudadano Presidente, “vuelva usted al Cabildo”!
Le hago este llamado, con el debido respeto a la investidura y a la función, pero también con la claridad y la sinceridad que me exige, desde mi fidelidad a Dios y a mi conciencia, el servicio a Venezuela. Lo hago con esperanza creyente, sabiendo que Dios nos ama a todos, sin excepción, y nos ayuda en cualquier circunstancia a rehacer caminos para el mayor bien de nuestro prójimo. Lo hago también sin juzgar intenciones—cosa que sólo a Dios corresponde—ni considerarme sin responsabilidad respecto de los males que sufre el país. Lo hago, finalmente, sin pretender infalibilidad en mis apreciaciones. Sólo quiero y debo servir.
¿Qué significa hoy “volver al Cabildo”? Ante todo, no se trata de una vuelta “mecánica o anacrónica” a formas u organismos desaparecidos o históricamente datados, sino fidelidad creadora, memoria crítica, despertar consciente, sueño esperanzador.
En pocos puntos le sintetizaré lo que entiendo por ello.
1. Volver a la unidad de la Patria. Esta unidad no podría ser pseudo-armonía etérea o bucólica, tampoco uniformidad monolítica ni homogeneidad masificadora, asfixiantes, sino compartir plural, diversificado. Esto obliga a promover la efectiva participación de todos, individual y grupalmente considerados; a impulsar la solidaridad que integra, así como la subsidiaridad que estimula y conjuga la actividad de los cuerpos sociales intermedios, articulándola con la tarea que corresponde al Estado, en aras del bien común y de su punto culminante: la paz en la justicia y la verdad. Esto recuerda y exige, en lo concreto y cercano, saldar una deuda pendiente con nuestra memoria histórica integral y una responsabilidad con hombres y mujeres reales caídos, mutilados, exiliados, presos o absueltos, convocando a una “comisión de la verdad” sobre los sucesos de Abril 2002. Tarea prioritaria de un Presidente es, en efecto, buscar la cohesión, la confraternidad de todos los ciudadanos, por encima de distingos de cualquier género, con miras a un trabajo corresponsable y compartido para lograr el progreso material, moral y espiritual de la Nación. El Primer Magistrado lo es de todos los venezolanos, no de un “proyecto”, ideología o partido, sino de una sola y misma patria. Nada debe estar más presente en la función presidencial que la prédica y acción convocantes, congregantes, a todos, de quienes es, a la vez, mandatario y servidor (y quienes, si pragmáticamente a ver vamos, son también contribuyentes que pagan los gastos presidenciales).
El retorno a la unidad es volver a la gente con miras a una convivencia ciudadana, viva y polícroma. Esto implica romper el encierro y la polarización en el yo, una idea o la secta. Liberar al país del símbolo por antonomasia de toda hegemonía oficial, y que arbitrariamente secuestra el tiempo y la privacidad del pueblo soberano: las “cadenas”. Abrirse al compartir ciudadano y a las preocupaciones de la entera comunidad; al diálogo sereno y a la discusión respetuosa, que tendrían expresión simbólica en una impostergable iniciativa de reconciliación nacional y en el debate civilizado de un “cabildo” (Asamblea, Gobernaciones, Alcaldías, Comunas) multicolor.
2. Volver a Venezuela como ámbito de vida. Recordemos que el primer instinto es el de conservación y el derecho primordial humano es el de la vida. La primera tarea de una sociedad es la de preservar y resguardar la supervivencia de sus miembros. El primer deber de un Estado es asegurar y favorecer la salud física, mental y moral de sus ciudadanos. De allí lo necesario y urgente de promover una cultura de la vida, frente a la proliferación y arraigamiento en muchas formas de una anticultura de muerte. En documento sobre La violencia y la inseguridad publicado a raíz de su última asamblea plenaria, el Episcopado expresó lo siguiente: “Es un deber de la ciudadanía exigir a los poderes del Estado, principalmente al gobierno, que cree las condiciones necesaria para que el derecho a la vida, a la integridad física, a la protección a la propiedad, al libre tránsito, entre otros, sean derechos al alcance de todos. Actualmente, la respuesta ante la violencia social es el miedo, que nos lleva a encerrarnos y a protegernos, a desconfiar de todos. Sálvese quien pueda y como pueda, parece ser la consigna ante un Estado indolente y cómplice” (No. 12). Volver a la vida es asumir prioritariamente y con decisión la defensa de la vida integral de los venezolanos, de todos los compatriotas hastiados de la delincuencia, irreductibles ante la impunidad, militantes contra toda prepotencia que descalifica y excluye, que pretende penalizar expresiones legalmente reconocidas o descalificar reclamos judicialmente garantizados. Volver a la vida es reconocer al otro como persona, creado a imagen y semejanza de Dios y portador, por tanto, de derechos inalienables; merecedor de respeto a su integridad física y moral, a la promoción y defensa de sus derechos inalienables, a la solidaridad con él, especialmente si es pobre y necesitado; es trabajar por la fraternidad y la paz, sobre el fundamento de la verdad y del bien. A quien preside la República le toca en esta tarea una responsabilidad de primer protagonismo. De allí que le corresponde acercarse con amorosa sencillez a las personas concretas, con sus logros y frustraciones, sus alegrías y tristezas, sus derechos humanos inalienables, su anhelo muy sentido de vivir en paz y seguridad, sin un continuo sobresalto y zozobra, y una permanente y agotadora confrontación verbal de tono militarista y nihilista, e iniciativas sociales con proclamas belicistas.
3. Volver al progreso en el marco de la Constitución. El pueblo venezolano se la ha dado como expresión de su soberanía; ella ilustra y garantiza el Estado de Derecho para todos, la estabilidad jurídica de las instituciones y el bienestar integral de la Nación. La Constitución, establece, en su letra, el marco normativo tanto de la ciudadanía para el ejercicio de sus derechos y deberes, humanos y cívicos, como del Estado y de sus órganos, servidores de aquélla; y en su espíritu encarna el consenso fundamental de convivencia, el pacto social de principios y valores compartidos. Es necesario y urgente rescatarla, no sólo como “ley de leyes” y paradigma de toda legalidad, sino también para revalorizar la función humanizadora, radicalmente ética, del derecho. Según el artículo 2 de nuestra Carta Magna, “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Sobre estos principios fundamentales ha de construirse el progreso integral y compartido que requiere el país, el cual exige, además, la participación de todos los ciudadanos, grupos y entidades sociales, cuya iniciativa es indispensable acoger y promover, evitando exclusiones y sumando esfuerzos.
4. Volver a Venezuela. Apreciando sus raíces; haciendo memoria, crítica sí, pero fiel, realista y comprensiva, de su pasado; aceptando con humildad que somos herederos de “héroes y villanos”, no pretendiendo recomponer al arbitrio árboles genealógicos, practicar saltos antihistóricos ni violentar la biografía o el mensaje de los antecesores. No se puede pretender una refundación del país, pasando por encima de la identidad del pueblo; vaciando el alma nacional de sus vivencias espirituales y religiosas; minusvalorando el vecindario natural y la fisonomía cultural para priorizar extrañas alianzas; copiando modelos ideológico-políticos fracasados y lejanos a la idiosincrasia y a los verdaderos intereses venezolanos. Volver a Venezuela entraña también preocuparse ante todo por la propia Nación, no cayendo en aquello de “luz en la plaza y oscuridad en la casa”. La solidaridad internacional tiene que liberarse de tentaciones criptoimperialistas favorecidas por la potencia petrolera, de un lado, y recaídas neocolonialistas por sujeciones ideológicas, del otro. Venezuela es y ha de ser de todos como casa común y ámbito de acogida fraterna.
………

“Volver al Cabildo” exige, de modo prioritario y patente, que asuma Usted su responsabilidad de Presidente de la República. Este delicado cargo implica la escucha y dedicación a todos los venezolanos, trabajando por su unión en pro del bien común nacional. Nada más contradictorio con ello, que la identificación, implícita o explícita—y, peor, cuando se la exhibe—con sólo un sector de la población, despreciando y marginando a los demás, con base en motivos ideológico-políticos, raciales, religiosos o de cualquier otro género. El Presidente lo es, de verdad, cuando respeta a los ciudadanos “no a pesar de”, sino “precisamente por” sus diferencias, conviviendo en la diversidad comprensible e inevitable de una sociedad democrática, pluralista. Cuando tiene el reconocimiento de todos: los que lo eligieron y los que no votaron por él o lo adversan, pero que, en todo caso, deben y necesitan percibirlo sensible, cercano, humano, como su Presidente. De otro modo, está en juego la legitimidad de su ejercicio como mandatario.
La “vuelta al Cabildo”, Ciudadano Presidente, no podría menos que acarrear al país la alegría del reencuentro de los venezolanos, con la esperanza de lógicos frutos: progreso compartido, vigencia de la justicia y el derecho, fraterna solidaridad, paz estable, cultura de civilidad.
Como cristiano pido a Dios por Usted, para que, superando obstáculos y no dejándose amilanar por dificultades, prejuicios e intereses, presentes y pasados, pueda contribuir eficazmente, desde su alta responsabilidad, a reencauzar a esta nación por el camino de la unidad, en la verdad y la paz, la cual Cristo Jesús enfatizó en la Última Cena, en perspectiva religiosa, como valor máximo, y Simón Bolívar subrayó, en su postrer mensaje, como condición de solidez y progreso de nuestros pueblos. ¡Señor Presidente, vuelva al Cabildo!

En Caracas, el 24 de abril de 2010







R. Ovidio Pérez Morales




viernes, 23 de abril de 2010

Bienvenidos

Bienvenidos a este blog.Quiero mantenerlo como un instrumento de alabanza y de servicio. De alabanza a Dios y de servicio al prójimo. El prójimo que eres tu, son ustedes, y todos cuantos con nosotros comparten el peregrinaje por este mundo. Se me ocurre que un buen saludo inicial puede ser un ramillete de consejos, que comienzo por dármelos a mí mismo:
-Al "hay que" tengo que cambiarlo por "tengo que" y entrar en acción para poder decir: "ESTOY EN".
-Leí esto: "No puedo sentarme a esperar que me cambien el mundo; tengo que cambiarlo yo".
-El criterio de Juicio Final que aparece en la narración del evangelio según san Mateo (cap. 25, vers. 31-46) es el de compromiso positivo: los "condenados" entonces lo serán, simplemente por NO HABER HECHO NADA (= pecados de omisión) en materia de solidaridad con el prójimo.
-Parodiando a J.F.Kennedy: No preguntes a Venezuela qué debe hacer por tí; pregúntate a tí mismo: QUE DEBO HACER POR VENEZUELA.